Los festejos del 18 de diciembre de 2022. Foto: Tomás Cuesta para agencia de noticias AFP.
Se cumple el primer aniversario de aquella jornada histórica cuando en medio del desierto, la scaloneta conquistaba la Copa del Mundo a pura épica y emoción no apta para personas cardíacas. Un recuerdo atravesado por la lectura del gran escritor uruguayo.
Cuando murió Maradona vi una foto que me conmovió profundamente; había dos hinchas abrazados y deshechos en llanto, uno con la camiseta de River y el otro con la de Boca. Hace un año atrás, esos dos hinchas seguramente hayan derramado cientos de lágrimas, pero esta vez fue por la victoria de Argentina ante Francia por la Copa del Mundo.
Cuando se dió el pitazo final el 18 de diciembre del 2022 y el big bang del fútbol estalló, sentí que muchas personas que ya no estaban merecían ver, vivir y sentir la pasión futbolera de la que fuimos protagonistas y testigos al mismo tiempo. Pero sobre todo porque vivimos partidos épicos. El partido agónico contra México (en la previa habíamos perdido contra Arabia Saudita), luego Polonia, Australia, el partidazo contra los Países Bajos, las semifinales contra Croacia y ni que hablar la final contra Francia. Pero además porque vimos al mejor Messi de todos los tiempos. Recuerdo que, cito de memoria, Augusto Dorado había posteado algo así como que Messi en un mismo partido, contra Países Bajos, metió jugadas bochinezcas, tuvo jugadas Maradonianas en todo el partido y hasta hizo el Topo Gigio a lo Riquelme, desafiante, frente a un Van Gaal desconcertado y rendido a sus pies.
En esos instantes, al ratito de haber salido campeón lloré como nunca y empecé a extrañar a los que ya no están. Entre ellos a Maradona y me pregunté ¿cómo hubiera vivido Diego todo eso? Y en eso me encontré con Cerrado por fútbol de Eduardo Galeano y también pensé: “Qué lástima que Eduardo no vivió el campeonatazo que hizo la Argentina”. ¿Por qué? Él mismo contaba su ritual para esos días en que el planeta dejaba de girar: “Cuando el mundial comenzó, en la puerta de mi casa colgué un cartel que decía: Cerrado por fútbol. Cuando lo descolgué, un mes después, yo ya había jugado sesenta y cuatro partidos, cerveza en mano, sin moverme de mi sillón preferido. Esa proeza me dejó frito, los músculos dolidos, la garganta rota; pero ya estoy sintiendo nostalgia”. Y para celebrar este primer aniversario de la tercera Copa del Mundo que obtuvo la Argentina, lo haremos recomendando el libro de Eduardo Galeano Cerrado por fútbol.
El fútbol entre “el Dios sucio” y el poder
Este volumen que hoy reseñamos es una compilación publicada por Siglo XXI Editores que reúne en un volumen un conjunto de notas, pequeños comentarios, viejos reportajes y decenas de anécdotas que hablan sobre el fútbol al que el autor describió como “la única religión sin ateos”.
En esta obra encontramos cosas muy interesantes como la vez que Galeano le dijo “traidor” al Che Guevara. Si, al Che. Y Ernesto Guevara de la Serna soltó una carcajada cuando vio que Galeano le mostraba una foto suya jugando al béisbol en la Cuba nacida al calor de la Revolución. También encontramos la descripción de Maradona como el “Dios sucio” porque era el más humano de todos los dioses. Y por eso Galeano también lo criticaba cuando había que hacerlo, por ejemplo en el apoyo que el astro le dió a Menem. Aunque eso no empaña el partido de otra galaxia disputado contra los ingleses en el Mundial de México ´86, a pocos años de la guerra de Malvinas.
En su descripción sobre el 10 leemos: “Ningún futbolista consagrado había denunciado sin pelos en la lengua a los amos del negocio del fútbol. Fue el deportista más famoso y más popular de todos los tiempos quien rompió lanzas en defensa de los jugadores que no eran famosos ni populares”. Y años más tarde en una conferencia en Copenhague decía que para entender a Maradona hay que plantear una pregunta que a la vez solo pueda responderse a través de otras preguntas como “¿No tenemos todos una deuda de comprensión y gratitud con este jugador rebelde, que tanto ha luchado por la dignidad de su oficio y tanta hermosura nos ha dado en los estadios?”. Cuentan los amigos de Galeano que cuando él murió Maradona dijo “Gracias por entenderme”.
Que seamos amantes de la redonda no significa que no critiquemos todo lo que haya para criticar sobre el manejo turbio, injusto y alienante que la burguesía hace de un deporte tan popular. Y para clavarla en el ángulo, Eduardo decía que “la FIFA es el FMI del fútbol” y a la vez representa a “la monarquía más misteriosa del planeta”.
Maracanazo
Hace muy poco en el mítico estadio de Río de Janeiro jugaron Boca vs Fluminense la final de la Copa Libertadores de América. El Xeneize quería dar el batacazo y consagrar la séptima copa en un nuevo “Maracanazo”. No se dio pero la historia sobre el origen de la hazaña bien vale la pena para el mundo “balompédico”. Es un tema recurrente en sus escritos y no es para menos. El escritor recuerda cuando, con 9 años de edad, escuchó por la radio la final de la copa del mundo entre Brasil y Uruguay en el Mundial de 1950. Pero antes de hablar de la final, el autor reconstruye una huelga de los jugadores de fútbol en Uruguay reclamando que se reconozca su sindicato. Uno de los que empiujaba y levantaba la moral a los que flaqueaban era Obdulio Varela, negro, jugador de futbol y peón de albañil. Varios meses después la huelga terminó en victoria. Y Obdulio además de huelguista se convirtió en el héroe que consagró campeón a Uruguay ante Brasil, haciendo sucumbir al gigante carioca que en la previa había vencido a España por 6 a 1 y a Suecia por 7 a 1. Nadie lo esperaba. Brasil tenía que salir campeón sí o sí y en Río de Janeiro se festejaba antes de tiempo. El autor recrea esa tarde única: “Viene brava la mano, pero Obdulio saca pecho y pisa fuerte y mete pierna. El capitán del equipo uruguayo, negro mandón y bien plantado, no se achica. Obdulio más crece mientras más ruge la inmensa multitud, enemiga, desde las tribunas. Sorpresa y duelo en el estadio Maracaná: Brasil, goleador, demoledor, favorito de punta a punta pierde el último partido en el último momento. El Uruguay, jugando a muerte, gana el campeonato mundial de fútbol”. Y cuenta que el huelguista, obrero de la construcción, devenido en campeón mundial, humilde, amanece en Río, en los bares, escapando de la fama que empieza a pesarle en el lomo, pero abrazando a los vencidos. Así nació la leyenda que hoy recordamos como el Maracanazo, ese que tampoco se le dió a la Selección Argentina cuando cayó ante Alemania en el Mundial del 2014, aunque ocurrió en la inolvidable Copa América de 2021.
Perlas mundiales
El libro, como decíamos más arriba, contiene diversos artículos hablando de fútbol. Y por eso no está disociado lo que sucede en el césped de lo que pasa en los centros de poder. Se critica, a través de sus páginas a la mercantilización del fútbol, que pasa con este deporte lo mismo que pasa con todo lo que la burguesía toca: lo convierte en un negocio. Cuando Galeano comenta los resultados de los últimos mundiales que vió en su vida, mientras su domicilio estaba literalmente “Cerrado por fútbol”, sintetizaba los primeros cuatro puestos a través de las grandes marcas: salió campeón Adidas o Nike, según el caso. Puso en evidencia algo por todo el mundo conocido, comentando una anécdota de un niño en el mundo asiático, donde el pibe que ni sabía leer cocía una pelota que decía en inglés “Esta pelota no fue hecha por niños”. Así de cruda es la crítica. Pero si en Las venas abiertas de América Latina relata el saqueo de los recursos naturales a manos de las grandes metrópolis, en Cerrado por fútbol cuenta que América es exportadora de grandes jugadores que van a parar a los grandes clubes-empresas de Europa. Conscientes de eso, y conscientes de que el fútbol es “el opio del pueblos” –¡Y que opio!–, Galeano no deja de subrayar las perlas mundiales que quedarán grabadas en las retinas de las y los aficionados al deporte nacido en el Reino Unido. Y allí, en Wembley sucedió una de esas perlas cuando René Higuita, el arquero colombiano hizo la atajada del siglo: “Un delantero inglés dispara un tiro fulminante. Con el cuerpo horizontal en el aire, el arquero deja pasar la pelota y la devuelve con los tacos, doblando las piernas como el escorpión tuerce la cola”. Años más tarde repitió la hazaña en el partido de despedida de Diego Armando Maradona en el templo del fútbol, la Bombonera. La otra perla que llamó la atención del escritor uruguayo fue el cabezazo que Zinedine Zidane le dió a un jugador de Italia, en el Mundial disputado en Alemania en 2006. El árbitro argentino, Elizondo le mostró la roja al astro francés que, hijo de argelinos, respondió de esa manera a una serie de insultos racistas que el jugador italiano le propinó en los minutos finales del partido final del mundial. Zidane quedó fuera de la copa, pero dentro de millones de corazones que entendieron su reacción, impotente, pero comprensible.
“Los pibes de Malvinas que jamás olvidaré”
A un año de salir campeón del mundo recuerdo que al otro día me di cuenta de que llevaba 24hs exactas sin probar bocado alguno. El partido fue el domingo 18 de diciembre al mediodía y muchos ni durmieron. Fue un mes de pura pasión y memes chistosos que la creatividad popular, anónima, le arrancó una sonrisa incluso al menos futbolero de todos los que habitan este suelo. El 20 de diciembre, cuando se decretó feriado nacional para festejar, mientras los jugadores avanzaban medio centímetro cada dos horas por la multitud que había ganado las calles, vi un posteo que con la vista aérea del Obelisco decía algo así como “Que a nadie se le ocurra cantar ‘Ji Ji Ji’ porque movemos el eje de la tierra”. Y con razón. Y otro posteo decía, aludiendo a las cinco millones de personas que ganaron las calles, sin necesidad de tecnócratas ni policías, “Si nos ponemos de acuerdo también podemos tomar los medios de producción”. Y si, en un año donde pasó de todo en este país, ¿que nos depara el futuro? Esperemos que buenas noticias para los de abajo que como todos los días, gambeteamos la pobreza y ahora con los botines de punta para quebrar el ajuste, mientras la redonda siga besando el césped, “La pelota no se mancha” como diria el Diego y porque “De fútbol somos” como diría el entrañable Eduardo Galeano.