Desde el 19 de junio, las declaraciones de la Comandancia del EZLN lograron profunda repercusión en la escena política nacional. Al anuncio del «alerta roja» (que hizo que muchos pensaran que se retomaría las acciones armadas), y la crítica frontal de los partidos del régimen (incluyendo al PRD), le siguió la «VI declaración de la Selva Lacandona», en la cual se propone impulsar la «unidad de obreros y campesinos», y una alianza con sectores de izquierda tras un programa nacional de lucha.
Estas declaraciones se dan en el marco de un creciente desgaste de las instituciones del régimen de la alternancia y un aumento del descontento en el pueblo trabajador desde fines del 2003 que viene protagonizando importantes acciones contra el gobierno de Fox. Durante los últimos años el EZLN se había limitado a gobernar los municipios autónomos, sin tomar posición sobre la mayoría de esas luchas obreras y populares. Es en ese contexto de inestabilidad política y social, que las declaraciones de Marcos despertaron importantes expectativas entre los trabajadores, los campesinos y la juventud desilusionados con el «gobierno del cambio».
El hostigamiento y la represión contra las bases zapatistas
El último mes estuvo marcado por una intensificación del hostigamiento contra el EZLN y de la militarización de Chiapas. Declaraciones de la SEDENA sobre supuestos plantíos de marihuana localizados en zonas bajo influencia del EZLN y acusaciones de «narcoterrorismo», movimientos del ejército, de la policía del estado y los paramilitares, así como la cancelación por parte del Banco Bilbao Vizcaya de las cuentas bancarias de «Enlace Civil» (bajo la acusación de lavado de dinero), fueron parte de esta ofensiva contra los campesinos e indígenas pobres de Chiapas. Aunque el gobierno retrocedió en algunas acusaciones (como la referente a los plantíos de marihuana), el Ejército permanece en 111 posiciones y más de 17 mil efectivos en territorio chiapaneco, en una verdadera ocupación militar contra los pueblos indígenas, que en el estado coordina el represor gobernador Pablo Salazar Mendiguchía.
Ante esta situación, la primera tarea urgente es rodear de solidaridad a los campesinos e indígenas chiapanecos, organizando en todo el país la movilización contra la militarización y el hostigamiento, defendiendo al EZLN y sus bases de cualquier ataque del estado burgués. Exigiendo el cese de la represión y la salida inmediata del ejército de Chiapas y la disolución de las bandas paramilitares y las fuerzas de represión estatales.
Las reacciones del régimen y las disyuntivas para el EZLN
Después de la «alerta roja», varios sectores del régimen criticaron al EZLN, como la COPARMEX, cuyo presidente, Alberto Núñez Esteva, quien emplazó a Marcos a «quitarse la capucha, presentar propuestas y participar en la política dentro de los cauces institucionales, no con amenazas». (La Jornada, 22/6/05). Pero esto cambió conforme pasaron los días y se vio que no se trataba de una nueva acción militar insurgente. Fox afirmó aventureramente que los anuncios del EZLN significaban «la apertura de un nuevo dialogo» y la integración de los zapatistas al «sistema político». De igual forma, los precandidatos priistas y dirigentes panistas saludaron las declaraciones de Marcos, mientras que el PRD guardó un silencio prudente que continua hasta hoy. La postura de Fox y el PRI busca atraer al EZLN y lograr su integración política al régimen, como una forma de contener el profundo descontento de amplios sectores de las masas. Y es que lograr esto permitiría fortalecer las desprestigiadas instituciones y podría incluso debilitar al PRD para la pelea electoral del 2006.
Ante ello, el zapatismo tiene que definir que ubicación adoptará frente al régimen de la alternancia. Si su propuesta apunta a luchar verdaderamente por los intereses de los campesinos, los indígenas y los obreros, debe adoptar una estrategia y un programa político de independencia política de los partidos patronales y de lucha contra las instituciones de dominio de la burguesía.
La crítica zapatista del PRD
En ese sentido, su crítica del PRI, del PAN y del PRD despertó expectativas entre muchos luchadores obreros y juveniles. Los socialistas de la LTS compartimos gran parte de la denuncia del EZLN y también opinamos que el PRD es «mas de lo mismo». Es por ello que, en años pasados, planteamos que el sol azteca era el soporte de la trampa de la transición pactada (1994) y de la alternancia (2000), y denunciamos cómo este partido burgués aplicó el garrote allí donde gobernó (como en el DF contra los huelguistas de la UNAM o recientemente contra los colonos en Tlahuac). En esos momentos, la dirección zapatista llamaba indirectamente a votar por Cárdenas al decir que «ni un voto al PRI ni al PAN» y no combatía a este partido. Esta ubicación errónea contribuyó a que muchos jóvenes, trabajadores y campesinos confiasen en la dirigencia del PRD. Hoy el EZLN ha modificado su actitud política, y su delimitación del sol azteca provocó el desacuerdo y la crítica de muchos intelectuales y sindicalistas que ayer fueron zapatistas y hoy son fervientes impulsores del «voto útil» a AMLO.
De forma similar, sectores que se reclaman socialistas llaman a confiar en el PRD y presentan un eventual gobierno perredista como favorable a los intereses populares. Es el caso del Militante, que se integró al PRD y quiere convertir a este partido patronal en un partido socialista. Igualmente, organizaciones que forman parte de la Asamblea Nacional de la Izquierda Socialista buscan alianzas con corrientes perredistas como la Redir. Mientras estos socialistas convocan —algunos críticamente— a los trabajadores a confiar en AMLO (o en Cárdenas), la dirección zapatista se propone como alternativa a los partidos «opositores» que avalan los planes imperialistas.
La lucha por la unidad de los obreros y los campesinos
La VI Declaración de la Selva Lacandona plantea que «Un nuevo paso adelante en la lucha indígena sólo es posible si el indígena se junta con obreros, campesinos, estudiantes, maestros, empleados... O sea, los trabajadores de la ciudad y el campo.». Junto a ello, plantea que «vamos a ir construyendo, junto con esa gente que es como nosotros, humilde y sencilla, un programa nacional de lucha, pero un programa que sea claramente de izquierda o sea anticapitalista o sea antineoliberal, o sea por la justicia, la democracia y la libertad para el pueblo mexicano.» Y que para ello enviará una delegación a recorrer el país, buscando «una política de alianzas con organizaciones y movimientos no electorales que se definan, en teoría y práctica, como de izquierda.» e impulsando una «CAMPAÑA NACIONAL para la construcción de otra forma de hacer política, de un programa de lucha nacional y de izquierda, y por una nueva Constitución.». Esta propuesta abre una importante discusión en las organizaciones obreras y populares respecto cómo construir la necesaria unidad obrera, campesina y popular y bajo qué perspectiva, qué objetivos y qué programa.
En la LTS pensamos que, para luchar por «la justicia, la democracia y la libertad para el pueblo», se requiere una estrategia de organización y movilización independiente respecto a todos los partidos e instituciones del régimen. Esto plantea la necesidad de romper toda confianza en el PRD, cuestión que es opuesta a lo que sostienen varias direcciones sindicales y políticas (como la UNT) que convocan a formar un frente antineoliberal con este partido. E implica superar toda ilusión en la acción del Congreso y las instituciones de la «transición democrática», que han sido el gran mecanismo de desvío del descontento obrero y popular. La unidad obrera y campesina debe estar asentada sobre este principio fundamental.
Esto lo constatamos en el año 2001, cuando los campesinos e indígenas vieron como el Congreso de la Unión, el PAN, el PRI y el PRD, votaron una reaccionaria reforma de la Ley sobre Derechos Indígenas. En ese momento desde la LTS dijimos que se había desaprovechado una gran oportunidad de potenciar su movimiento con un Plan Nacional de Lucha que unificara a todos los sectores resistentes. Mientras la caravana zapatista despertó gran movilización y apoyo popular a su paso, la dirección del EZLN llamó a «convencer» al Congreso de Unión de que votase una ley favorable. Hay que dejar de lado toda ilusión en que las instituciones e institutos políticos de la burguesía vayan a resolver nuestras demandas. Eso es un callejón sin salida que solo traerá desmoralización y nuevos engaños. Una estrategia realmente combativa y de lucha debe hacer eje en la movilización en las calles, llamando a confiar solamente en la acción de los oprimidos y explotados de la nación.
Los últimos años, las luchas de obreros y campesinos fueron por carriles distintos. Mientras las direcciones sindicales fueron las principales responsables de ello, la dirección del EZLN careció de una política para acercarse a la clase trabajadora. Ahora, la VI Declaración llama a la «unidad de obreros y campesinos». Ante ello, la primera tarea de los sindicatos es luchar contra la militarización y el hostigamiento, condición ineludible para lograr una verdadera y desinteresada unidad obrera y campesina. Esta unidad es imprescindible ya que, para imponer las demandas de las bases zapatistas y derrotar los planes del gobierno, es necesaria la acción de la clase obrera. Y es que los trabajadores, concentrados en las grandes industrias y servicios, son una fuerza fundamental que mueve los resortes de la economía capitalista, y si se deciden a utilizar sus métodos de lucha (como la huelga), pueden paralizar la producción y el intercambio en el capitalismo. Armados con un programa que integre el conjunto de la demandas puede encabezar la lucha de todo el pueblo oprimido y explotado.
Ese es el camino hacia donde apunta la movilización de los trabajadores de Argentina y Panamá (que obligaron a su gobierno a suspender la llamada «ley de la muerte»), así como el heroico pueblo boliviano. Impulsemos la movilización en las calles, paro y huelga, para frenar la aplicación de los planes de la clase dominante.
Una gran lucha requiere que organicemos y discutamos democráticamente los pasos a dar. Para ello, los acuerdos entre las direcciones o representaciones de las organizaciones —como es la propuesta del EZLN—, son insuficientes. Hay que avanzar en una real organización desde las bases, desde abajo, y organizar un gran Encuentro Nacional de organizaciones obreras, campesinas, indígenas y populares, basado en delegados electos y con mandato. Los sindicatos como el SME y organizaciones como el EZLN podrían convocar a ese Encuentro, donde los delegados electos democráticamente y con mandato de las comunidades zapatistas, los sindicatos y las agrupaciones campesinas, podrían resolver un plan de lucha y movilización.
Una lucha contra el régimen de la alternancia
Los partidos a los que el EZLN critica correctamente, son los pilares de un régimen político al servicio de las transnacionales. Antidemocrático y garante de la explotación y opresión en el campo y la ciudad, y que por ello se negó a resolver las demandas de las comunidades zapatistas. Estos 5 años demostraron que la «transición democrática» favorece solamente los negocios de la clase dominante. Por ello, una movilización consecuente debe tener, como norte estratégico, la lucha contra el régimen de la alternancia y contra cualquier trampa que quiera preservarlo mediante reformas democráticas.
Ante ello, el EZLN plantea la lucha por una «nueva constitución». Pero ¿esta «nueva constitución» se logrará en los marcos de las instituciones garantes de la explotación capitalista? Si esa es la propuesta, debemos decir que es contradictoria con la intención de ser alternativa a los «neoliberalistas» y lograr las aspiraciones de los pueblos indígenas. Y es que esas demandas no se pueden resolver confiando en una constitución compatible con el actual régimen de dominación capitalista. Lo demuestra la experiencia histórica: aun la constitución de 1917 y sus artículos 17 y 123 (que hicieron de esa constitución burguesa la más avanzada de su tiempo), fueron mecanismos para desviar la energía y las aspiraciones de los campesinos insurrectos hacia la ilusión en una nueva constitución y mantener el régimen de propiedad privada.
Una de las grandes enseñanzas de la lucha zapatista de 1910/1920 fue que, para imponer las reivindicaciones de los explotados y oprimidos, hay que luchar por echar abajo el régimen de la clase dominante. Hay que retomar ese camino, impulsando un programa radical a través de la movilización en las calles y la preparación de la huelga general. Los socialistas de la LTS pensamos que en la actualidad eso significa luchar por un gobierno de los obreros y campesinos, que reorganice el país de acuerdo a los intereses de las grandes mayorías.
Pero esto parece estar en contradicción con la trayectoria política del EZLN, que, bajo el argumento de que «el poder corrompe», se limitó a gobernar los caracoles buscando construir desde ahí un «contrapoder», aduciendo que su lucha «no era por la conquista del poder» (como dijo Marcos en el Zócalo, en marzo del 2001). Los proyectos autonomistas no pueden resolver la situación de los oprimidos y explotados, e incluso de las mismas comunidades de Chiapas, ya que para ello se requiere luchar por el poder político nacional, el «sistema nervioso central» sobre el que asienta su dominación económica la patronal y los terratenientes. Y solo arrancando el poder a los explotadores se podrá garantizar las demandas democráticas de las comunidades (como la autonomía), imponer una verdadera reforma agraria en el campo y garantizar —desde las ciudades, la industria y el sistema bancario— los recursos para que los campesinos y los indígenas vivan dignamente.
Si la propuesta del EZLN apunta a una salida independiente de los partidos y las instituciones y trampas del régimen (como la farsa electoral del 2006), impulsando la movilización en las calles, la organización democrática desde las bases, y la lucha por una huelga general contra el gobierno, significará una propuesta progresiva para la lucha de los explotados y oprimidos. El EZLN debe demostrar con su acción hacia va la propuesta de la VI Declaración de la Selva Lacandona. |