Uno puede afirmar que los actuales adolescentes nos superan en un montón de aspectos a los adultos: se mueven como pez en el agua con las nuevas tecnologías, son conscientes de que no deben callar ante las injusticias que padecen y ponen en cuestión un montón de situaciones violentas que antes nos parecían “normales”. Sin embargo, no se les puede perdonar que no hayan visto la primera película de la saga de “Rocky”. Seguro usted, quien la habrá visto decenas de veces durante las tardes de domingo de “Cine Shampoo”, se preguntará cómo es esto posible. La misma pregunta me hice cuando, al tomar un hecho de este film para explicar un concepto en un taller de periodismo para chicos de quince años, mis futuros colegas me miraron como si estuviera hablándoles de física cuántica.
Para el lector que nunca vio el film dirigido por John G. Avildsen, la trama principal es la carrera deportiva de Rocky Balboa (Sylvester Stallone), un torpe y mediocre boxeador de las barriadas obreras de Filadelfia. Cobrando deudas para un gánster o haciendo pequeñas peleas de poca monta por 40 dólares la noche, él persigue el sustento diario antes que la fama. Su suerte cambia cuando el campeón de pesos pesados, Apollo Creed (Carl Weathers), decide pelear contra él luego de que su contrincante se retira por problemas de salud. Mientras que, para Creed, esta pelea es una estrategia publicitaria para mostrarlo como un ser caritativo que piensa en los amateurs, para el “semental italiano” es la oportunidad de su vida.
Nadie se salva solo
En tiempos donde el “sálvese quien pueda” intenta ser la norma, Rocky invita a pensar que ningún logro es individual. En su arduo entrenamiento para estar a la altura de su rival, el protagonista podrá alcanzar su mejor versión gracias a la tenacidad y la inflexibilidad de su entrenador Mickey ( Burgess Meredith), el amor de su novia Adrianna Pennino (Talia Shire) y la compañía de Paulie (Burt Young), su cuñado alcohólico quien se convertirá en un entrañable aliado durante toda la saga de seis películas. .
Este conjunto de personajes secundarios van a permitir que Rocky sea un duro guerrero en el ring, pero una persona con un corazón de dulce de leche afuera de éste. Las discusiones con su entrenador y la preocupación de su novia por su salud forjarán en él virtudes como la nobleza, la perseverancia y el esfuerzo. Son ellos los que le van a dar confianza a un Balboa, golpeado por los reveses de la vida, para enfrentar a un oponente mucho mejor que él.
Antagonismo de clases
Apollo Creed no es presentado como un villano, sino como una figura antagónica a Rocky. Al igual que el dios griego del cual lleva su nombre, él representa la perfección, el equilibrio y la belleza. Es alguien inalcanzable por su condición de campeón. Al proponerle a Balboa una pelea, lleva como estandarte la idea de que Estados Unidos es la “tierra de las oportunidades” para todos por igual. Es la representación de cómo las clases dirigentes de su país solo le dan un poco de su brillo a quienes persiguen “el sueño americano”, la ideología que fomenta que uno mismo, por sus méritos, puede alcanzar las metas que se proponga.
Rocky es todo lo contrario. Pertenece a quienes no les llegaron las migajas de ese sueño. Vive en un apartamento precario y se siente solo. Es tosco y se percibe como un “don nadie”. En la mayoría de los planos de la película se lo puede ver caminando por las calles de su barrio donde la marginalidad y la pobreza están presentes día y noche. Siempre está rodeado de personas que el sistema les impide alcanzar una vida digna: sus jóvenes vecinos son pandilleros, su novia sufre violencia de género, su cuñado trabaja por las noches en un frigorífico y su entrenador vive como cualquier jubilado al que no le alcanza su pensión.
Para el periodista deportivo de la Izquierda Diario Augusto Dorado, el personaje de Stallone va a encontrar la moral para enfrentar a Apollo en su pertenencia social: “Como Rocky viene de ‘abajo’, logra que toda la parte laburante de Filadelfia se identifique con su pelea y lo apoye. Es lo que le da fuerza para combatir de igual a igual”.
Mensajes
En tiempos donde prevalecen los discursos que fomentan el individualismo sobre lo colectivo, ver (por primera o enésima vez) Rocky 1 es un recordatorio de que,en nuestras caídas y ascensos, lo que nos levanta es la solidaridad del otro. Dentro y fuera del ring, no batallamos solos. Cada escalón del Museo de Arte de Filadelfia que sube como parte de su entrenamiento y los golpes que da en la arena, Rocky los puede abordar gracias al amor y la preocupación de los suyos.
Es por esto que la película, que se convirtió en un ícono de la cultura popular, es un mensaje de resistencia para los tiempos que se vienen. El semental italiano demuestra que los débiles pueden no solo enfrentar a los gigantes, sino también ser tan fuertes como ellos.
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