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7 de enero de 2024 Twitter Faceboock

Gramsci para el siglo XXI
Lucas Hernán

A propósito de Antonio Gramsci. Una biografía, de Andrew Pearmain.

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En septiembre de 2022, Siglo XXI Editores publicó en nuestro país el libro de Andrew Pearmain Antonio Gramsci. Una biografía. La obra acerca del revolucionario italiano es parte de la colección editorial “Vidas para leerlas” y la traducción estuvo a cargo de Teresa Arijón.
Andrew Pearmain estudió filosofía (Universidad de Manchester), se doctoró en Historia (Universidad de East Anglia) y además de especializarse en el pensamiento de Antonio Gramsci se dedica al estudio de la historia del movimiento obrero y el comunismo. Junto con Antonio Gramsci. A biography (2020), publicó libros como The Politics of New Labour. A Gramscian Analysis (2011) y Gramsci in Love (2015).
El libro consta de 23 breves capítulos y un posfacio titulado “Las vidas después de la muerte de Antonio Gramsci”. El relato se inicia desde los últimos días de Gramsci, en una situación de enfermedad avanzada, con particular e injusto aislamiento personal y político. Pearmain visita archivos y presenta datos muy interesantes acerca de cómo fue el cuidado de los cuadernos que Tania Schucht les encomendó a personas conocidas de su cuñado para que no fuesen secuestrados por los guardias fascistas. El relato de las conversaciones sostenidas en las últimas horas vividas por “Nino” y el trato de la prensa reaccionaria para con su muerte muestran de cuerpo entero al régimen represivo de Mussolini en la Italia de entreguerras. A modo de corte, el autor desarrolla desde el segundo capítulo la genealogía de su familia, su nacimiento, su cruel infancia, su juventud, su vida militante durante el “bienio rojo”, como delegado de la IC en la URSS, su encarcelamiento y la creatividad für erwig [1] del estudio hasta su muerte.

El joven Gramsci: una fuente a estudiar

Nino o Antonio para sus relaciones afectivas y camaradas, “Alpha Gamma” en sus primeros artículos de Avanti! o “Masci” cuando la vigilancia fascista interceptaba su correspondencia como dirigente del PCd’I son algunos de los seudónimos con los que Gramsci fue llamado o tuvo que elegir firmar a lo largo de toda su vida. Es difícil que una biografía pueda hablar con igual interés de todas las dimensiones de la vida de un militante revolucionario de tal talla. Sin embargo, Pearmain logra presentarnos un Gramsci profundamente humano, lejos de las mitificaciones que llevó adelante el PCI de posguerra. Desde este punto de vista, el autor se provee de fuentes centrales como su correspondencia pre-carcelaria escrita entre 1908 y 1926 [2] que da muchos más detalles de las múltiples privaciones que tuvo sobrellevar en su juventud, la relación con sus padres y hermanos bajo el atraso cultural de Cerdeña en el sur de Italia. Los primeros artículos de Gramsci son en L’Unione Sarda, periódico nacionalista sardo, pero su adherencia duraría hasta sus mudanzas desde Cerdeña a la Italia continental, que es donde comienza sus vínculos con el PSI.
El libro relata entre otras cosas cómo ya siendo un joven militante del partido siente admiración por Mussolini antes de su expulsión. En 1914, frente a los acontecimientos de la guerra, Mussolini llegó a coquetear con la posición de que Italia no participase en la guerra para luego posicionarse por una “neutralidad activa y operativa en defensa de los intereses y territorios italianos”, posición que devendría, luego de la expulsión del PSI, en un fuerte apoyo al intervencionismo en la guerra. Esto conlleva una disputa pública con Ángelo Tasca quien lo había acercado al partido. Un artículo de Gramsci fechado en 1914 y titulado “Neutralidad activa y operante” luego sería utilizado años más tarde para desprestigiarlo en el marco de una pelea fraccional, incluso cuando el propio autor ya había renegado de estos escritos que coqueteaban con el intervencionismo.
Pearmain también relata cómo entre 1911 y 1915 intensos períodos lectivos encuentran al joven Gramsci cultivándose alrededor de las materias de la carrera de Filología Moderna. A pesar de las grandes carencias, mostraba un gran interés en aprender el latín y otras disciplinas, al mismo tiempo que cursaba con Annibale Pastore “las interpretaciones críticas del marxismo”. Sobre 1915 dejaría la universidad producto del cese de su beca, hecho que haría insostenible su ya miserable situación y delicada salud. Sin embargo, su bagaje en el marxismo le permitiría desarrollarse como formador teórico en los círculos socialistas de Turin [3]. En 1916 mientras colaboraba semanalmente con el periódico Avanti! y el periódico local, decide abandonar los estudios no solo por el cese de su beca sino por los problemas de salud recurrentes que producía su miserable situación. Aunque en 1918 retomaría sus estudios la sentencia de su ruptura con el mundo académico no era menor: “las universidades [como] llagas supurantes que producen charlatanes e inadaptados” [4]. También son momentos donde tiene un breve y poco conocido romance con una taquilógrafa y dactilógrafa del diario “Il Grido del Popolo” llamada Pia Carena.

L’Ordine Nuovo y el “bienio rojo”

Con la empresa de la guerra en decadencia y conmociones como la Revolución rusa, el ascenso del movimiento obrero italiano era irreversible, aún sin una dirección clara [5]. La reorganización del periódico se hace necesaria bajo una situación de represión y Gramsci se las ingenia para mantener la publicación Il grido hasta noviembre de 1918. Junto Togliatti, Tasca y Terracini recién llegados de la guerra se decide fundar un periódico local que aparecería desde Mayo de 1919 para dar voz al movimiento huelguístico y consejista de Turín titulado L’Ordine Nuovo. Los consejos de fábrica eran los órganos embrionarios de autoorganización de la clase trabajadora en el que no solamente tenían la posibilidad de participar y debatir los trabajadores sindicalizados sino también todos los trabajadores de la fábrica [6]. Allí se debatía no solamente sobre problemas corporativos sindicales sino que, con el control obrero de la producción se debatían los grandes problemas políticos del país. Un artículo de Gramsci y Togliatti de la época da cuenta de que tenían en mente “un nuevo Estado típicamente proletario, en el cual confluyan las experiencias institucionales de la clase oprimida” [7].
Resulta llamativo en este sentido que el autor no explique detalladamente qué sucede en el mes de septiembre durante el “bienio rojo” cuando en Turín se organizaron milicias obreras. Estas, a pesar de contar con la pequeña capacidad de 50 mil tiros de ametralladora para defender el control obrero de la producción, estaban dispuestas a combatir. Pero gracias a que el PSI aísla la lucha y negocia el reconocimiento de las comisiones internas con aumentos salariales se desvía el conflicto. Pearmain solo señala que en agosto estalla otra protesta a escala nacional focalizada en los salarios y el reconocimiento de los sindicatos y que en octubre es desactivada por un acuerdo nacional entre el gobierno de Giolitti y los sindicatos, lo que hay en el medio entre un mes y otro lo pasa por alto.

Gramsci y las hermanas Schucht

El valor de la obra también es el de presentar con detalle su relación con Eugenia, Julia y su patología en común, la entonces llamada “neurastenia”. Gramsci conoció como delegado de la Internacional Comunista a las hermanas Schucht cuando estaba internado en la clínica soviética tratándose los recurrentes episodios de agotamiento nervioso y sus consecuencias físicas. Es ahí en donde entabla una gran amistad y relación política con Eugenia primero y más tarde con “Giulia”. Ambas militantes bolcheviques en una familia como la Schucht que había simpatizado con la revolución. La biografía pone el lente en la relación amorosa entre ambos desde que se conocen hasta el final de los días de Gramsci. A pesar de haber tenido dos hijos en común, Delio y Giuliano, Antonio conoció al primero y solo sus primeros años de vida. Como es conocido gracias a la correspondencia, desde el encarcelamiento de Antonio y la fuga de Julia y Eugenia a la Unión Soviética su relación se volvió mucho más compleja.
Desde 1926 hasta 1937 Antonio pasó por distintas cárceles a lo largo y ancho de toda Italia. El primer confinamiento sería en la prisión de Regina Coeli en Roma. Solo algunas semanas después es enviado a Ustica, isla en donde posee relativa libertad para entablar relaciones y grupos de estudios con otros presos, entre ellos el fundador del PCd’I Amadeo Bordiga. Desde el 20 de enero de 1927 parte desde Ustica hacia la cárcel de San Vittore en Milán bajo los más brutales tratos en un viaje de más de dos semanas. La salud de Gramsci se deteriora gravemente y aunque desde su llegada comienza a recuperarse, mantiene el insomnio que llevaría durante toda su estadía carcelaria. Durante mayo de 1928 es trasladado a Roma para la vista de su causa junto a otros dirigentes como Terracinni y Scoccimarro. El tribunal sentencia 22 años para el primero y 20 para Scoccimarro y Gramsci. Desde el 8 de Julio comienza otro terrible viaje hacia la cárcel para enfermos de Turi en Bari. Las cartas retratan 12 días de vejaciones de todo tipo y el estado de salud al llegar es muy grave. En Turi pasa la mayor estadía carcelaria y es sometido a las más peores restricciones y tratos, incluidos los cuidados médicos. Un informe de 1933 relata que “Gramsci había perdido recientemente 12 piezas dentales y sufría gingivitis con formación de abscesos, causada por una perturbación urémica (disfunción renal) y acompañada por agotamiento nervioso” [8]. Hacia diciembre es trasladado a la clínica del doctor Cusumano en Formia. Allí reside hasta que una nueva crisis de salud en junio de 1935 limita su estudio y escritura. Es trasladado de urgencia a la clínica Quisisana en Roma, lugar donde pasaría el resto de sus días hasta su muerte en Abril de 1937.
Respecto de su estadía en la cárcel, Pearmain cita el intercambio epistolar y las pocas visitas que logran dar cierta idea de cómo sucedió el día a día de Antonio. Sus principales intercambios son con Tatiana, la única Schucht en Italia, a quien le comparte sus planes de estudio y con su amigo Piero Sraffa que le provee libros y algunos recursos económicos. Además, se cartea de manera intermitente con su madre y sus hermanos Gennaro y Carlo. Una mención particular merece el intercambio epistolar con Julia. Los “debates” de las esquelas entre ellos tratan desde la diferencia en la crianza “russeauniana” de los niños hasta la exigencia siempre presente de más correspondencia ante el tormento del aislamiento y de sostener una relación amorosa a distancia y bajo tales circunstancias. Desde este punto de vista no presenta una relación con Julia (y con los Schucht en general) ni idealmente armoniosa ni culpabilizante hacia Julia como impulsó Togliatti públicamente. Incluso la salud mental de Julia, que Tania y los Schucht decidieron esconderle a Gramsci durante más de tres años no es vista bajo el melodrama romántico sino desde la tensión propia de hacer explícitos estos problemas en el marco de tamañas restricciones. Los debates acerca del psicoanálisis que Gramsci tuvo con Julia sobre su particular tratamiento no están presentados aisladamente de un contexto más general de represión del régimen soviético para con los “desórdenes mentales”, además de la vigilancia total y acusaciones de “trotskista” a la familia Schucht. Cuando Julia mejora, Gramsci llega a proponer terminar con la relación para que Julia pueda rehacer su vida. Sobre este momento de Gramsci Pearmain dice:

¿Acaso había existido algún matrimonio feliz en el jacobinismo o el olchevismo?Enesto Gramsci veía un egocentrismo terrible y destructivo, cuando la propiafilosofía de vida y las ambiciones políticas impedían establecer vínculos reales con las personas que lo rodeaban. Uno está tan ocupado tratando de salvar el mundo que no puede salvarse a sí mismo ni a los individuos que ama. Antonio estaba demasiado viejo, enfermo y aislado para cambiar, encerrado en la cárcel y sin perspectivas de salir en el futuro cercano. Pero Julia apenas tenía 36 años y, por suerte, estaba recuperando la salud. Todavía podía armarse una nueva vida. ¿Por qué un ser humano en sus cabales habría de permanecer atado a alguien que parecía estar muerto? Quizá su actitud parezca romántica, una suerte de extorsión emocional –la abrumaría tanto su magnanimidad que se sentiría obligada a rechazarlo–; pero Gramsci hablaba en serio y estaba decidido [9].

Tatiana decide no transmitir a Julia esta postura y esto conlleva una fuerte discusión con Antonio. Resulta que como encargada de visitarlo durante distintos momentos de su encarcelamiento fue quien medió entre el agitado mundo intrafamiliar y él. Entablaría así una amistad de confianza como de distancia en algunos momentos, sobre todo durante la estadía en Turi. Pearmain intenta pensar las distintas personalidades de las hermanas Schucht y las múltiples exigencias de Gramsci – quien admitía lo difícil que le resultaba cualquier tipo de relación afectiva bajo tales circunstancias– para con ellas.

Comunismo y estalinismo

Si la biografía del autor inglés es rica por divulgar un Gramsci muy humano, también es necesario decir que vuelca sus propias opiniones y balances de la burocratización del primer estado obrero triunfante. En distintos momentos nos encontramos que los dirigentes bolcheviques como Lenin y Trotsky son presentados como parte de un proyecto de estado que estaba destinado a fracasar de antemano. Entre los argumentos, Pearmain se apoya en las opiniones de Victor Serge, que sostuvo relación con Gramsci durante 1923 en Viena y que según Pearmain había retratado a Gramsci “un poco idealmente” en sus Memorias. Para el biógrafo inglés, aunque Serge “conservaba una profunda simpatía, respeto y admiración por los líderes bolcheviques […] Creía que buena parte de esta degeneración era inherente al modelo de organización bolchevique que Lenin [...] había impuesto” [10]. El autor sin embargo admite que, a pesar del respeto que le tenía, Gramsci nunca habría adherido completamente a las tempranas críticas de Serge [11] por “lealtad y ortodoxia militante” a la IC. Pearmain, remitiéndose a fuentes como la de Sheila Fitzpatrick lleva adelante una amalgama indisoluble entre centralismo democrático, comunismo y estalinismo [12].
Resulta lamentable que el autor presente los debates entre la Oposición de Izquierda primero y la Oposición Conjunta más tarde tan vulgarmente como producto de una “rivalidad y animosidad personal” y “maliciosas denuncias personales [que] no se fundamentaban en principios políticos”. Este tipo de opiniones tal vez pueden ser entendidas como una reproducción acrítica de la carta de Gramsci hacia el CC que Togliatti decidió nunca enviar o su editorial “Contra el pesimismo”. Pero el revolucionario italiano fue matizando y especificando durante el resto de su vida sus opiniones sobre la división que se había establecido en el partido bolchevique.
Más tarde Pearmain va a mencionar las dudas que le generaron al revolucionario italiano cuando en 1928, estando ya preso, fueron expulsados dirigentes y fundadores del PCd’I como Alfonso Leonetti, Paolo Ravazzoli y Pietro Tresso, pero también Angelo Tasca y Amadeo Bordiga con quienes había sostenido grandes diferencias durante años. La biografía también hace mención al permiso que Gramsci pidió para leer Mi Vida de León Trotsky publicado por la Editorial Mondadori en 1930 [13].

Sobre el Posfacio

Pearmain dedica unas últimas palabras a desarrollar cuál fue la recepción del corpus gramsciano en donde residieron las dos partes de su familia: la Unión soviética por un lado e Italia. Mientras en la Unión Soviética no tuvo gran recepción más que como “mártir antifascista” si lo hizo en Italia con gran proliferación de trabajos durante las tres décadas de posguerra y con un fuerte resurgir desde los años 2000. Un primer momento estuvo marcado por la santificación del revolucionario como mito fundacional del PCI de Togliatti. Entrados los años 60’ su obra se dio a conocer intencionalmente “descuartizada” en publicaciones temáticas. El autor destaca en este sentido la edición definitiva en 4 tomos de los cuadernos de la cárcel bajo el cuidado de Valentino Gerratana en 1975 [14]. En lo que refiere a las biografías, la más difundida fue la que llevó adelante Giuseppe Fiori en 1966 titulada Vida de Antonio Gramsci [15]. Pearmain a pesar de valorar que la obra está “bellamente escrita” toma distancia de ella por ser “demasiado reverente hacia su protagonista, […] notablemente generosa hacia las familias Gramsci y Schucht” [16]. A pesar de que el biógrafo fuese senador y referente del grupo de Izquierda Independiente la obra resulta “sujeta a las prerrogativas del PCI”.
El autor relata que “se ha dicho que Gramsci, traducido, tuvo más impacto sobre la izquierda británica que sobre cualquier otro movimiento político fuera de Italia” [17]. Aunque entendemos que el autor escribe situándose en el debate del marxismo británico y las distintas interpretaciones que tuvo su obra, reproducir este dicho resulta un acto de banal eurocentrismo. Esto es comprobable en que su radiografía, con excepción de una nota al pie hecha por la edición para referirse a La Cola del diablo de José Aricó no menciona en absoluto los itinerarios de Gramsci en América Latina. Respecto a las ideas de Gramsci en el Estado Español solo se atiene a hablar de personajes como Carrillo del PCE.
Sin embargo, en lo que hace a la difusión de Gramsci en Gran Bretaña el autor destaca que “hubo dos fuentes principales de Gramsci en inglés, que hicieron reclamos diferentes sobre el
legado gramsciano”. La primera estuvo ligada a la revista New Left Review, sobre todo su segunda edición a cargo de Perry Anderson. La primera edición de la revista a cargo de EP. Thompson, Raymond Williams y Stuart Hall también prestó atención a Gramsci pero es desde 1962 “que va a una dirección más teórica e izquierdista en líneas generales”. La otra gran fuente de Gramsci citada por Pearmain es el ala eurocomunista del Partido Comunista de Gran Bretaña que con “eventos como la Communist University of London y en publicaciones como Marxism Today, buscaron aplicar un conjunto de conceptos gramscianos a circunstancias y acontecimientos contemporáneos, con un espíritu de política de masas y “amplia alianza democrática” no contaminado por el autoritarismo estalinista o el ultraizquierdismo del trotskismo” [18]. Pearmain se ubica del lado de esta tradición aunque aclara que estrictamente Marxism Today publicó en realidad un solo artículo sobre el revolucionario italiano titulado “Gramsci y nosotros” de Stuart Hall en 1987.
Estas “dos fuentes” tuvieron puntos de coincidencia y de colaboración como la publicación por parte de la editorial del CPGB de las Selections from Prison Notebooks (1971). Esta selección había sido editada por dos integrantes de la NLR. También hubo experiencias por fuera de estas dos fuentes como la editorial “Pluto Press” que, en un principio, estuvo ligada al SWP. Según Pearmain “estos partidos tenían especial interés en el período de los consejos de fábrica de Gramsci, por sus propios motivos ouvrieristes [19]. Esta editorial publicó dos libros muy importantes para su época como Antonio Gramsci. An introduction to this thought de Alberto Pozzolini y El marxismo de Gramsci de Carl Boggs. Para Pearmain esta última obra es muy importante porque rompe con la idea de una ruptura radical entre el joven Gramsci y uno “bolchevizado” luego de 1926. El grupo “Institute for Workers Control” y su editorial también publicaron los escritos políticos del primer Gramsci. Alrededor del periódico Socialist Register, grupo de intelectuales que estaba “dentro y alrededor” del laborismo publicaron junto a su editorial Antonio Gramsci. Towards an Intellectual Biography de Alastair Davidson. Para Pearmain la obra es fuerte “cuando trata de las raíces idealistas croceanas de Gramsci pero débil cuando se ocupa de los cuadernos de la cárcel” [20]. La idea de este grupo fue fundar un tercer centro de gramscismo británico que nunca prosperó.

Sobre la “aplicación creativa” de las categorías gramscianas

El autor británico presta gran atención a cómo actualmente en distintos países se ha multiplicado el interés y los estudios alrededor del comunista sardo. Sin embargo, desde los Estados Unidos en donde “los conceptos gramscianos han tenido muy poca tracción en la práctica política y el discurso popular” [21] hasta “el mundo en desarrollo” en referencia a países como India, “Gramsci fue absorbido casi por completo por las rutinas y marcos de las instituciones académicas donde prosperan lo que él llamaba “intelectuales tradicionales”, empleados a sueldo que en última instancia deben responder a sus pagadores, en contraste con los “intelectuales orgánicos” que surgirían de las clases subalternas para organizar una nueva hegemonía, y por lo tanto neutralizados como fuerza política o cultural en el conjunto de la sociedad” [22].

El libro concluye con una última reflexión de Pearmain:

Ser gramsciano en el siglo XXI puede ser profundamente frustrante. Por un lado, su visión política, su perspectiva histórica y sus conceptos clave de hegemonía y subalternidad tienen más sentido que cualquier otro marco intelectual en los últimos cien años de nuestros desconcertantes y confusos tiempos y circunstancias; en especial, cómo y por qué las personas se someten a su propia opresión y explotación […] por otro lado, Gramsci es muy poco conocido fuera de una pequeña cofradía de devotos, nostálgicos de ese período de aproximadamente diez años en las décadas de 1960 y 1970 en que la izquierda organizada parecía decidida a trascender sus confines históricos de socialdemocracia y los dogmatismos gemelos del estalinismo y el trotskismo, pero ahora mayormente confinada a la academia y consagrando la mayor parte de su tiempo a esa “erudición sin sangre en las venas” de la que Gramsci tanto se burlaba [23].

La salida a la frustración personal para Pearmain sería, siguiendo a Stuart Hall, “pensar de manera gramsciana” y aplicar creativamente “la filosofía de la praxis, el historicismo absoluto y (según la propia descripción autocrítica de Gramsci de su percepción de Marx) el ‘sarcasmo apasionado’ en el que consistía su ‘marxismo abierto’”. El riesgo de esta tarea sería buscar consuelo político en algún proyecto socialdemócrata “gradualista” como en el que cayó Hall, y el mismo Gramsci, siempre según Pearmain, en sus últimos días. A partir de la difusión de los estudios gramscianos de los últimos años cuesta creer esta afirmación. En ese sentido el cabal pesimismo de aceptar “algún tipo de socialdemocracia” como único horizonte habla más del autor que del propio Gramsci quien, a todas luces, si se es “historicista absoluto” más que “filósofo de la derrota” mostró con su vida una gran abnegación revolucionaria para pensar la crisis que envolvía al movimiento comunista en el período de entreguerras.
Habiendo atendido ya el vulgar dogmatismo anti-trotskista del biógrafo queremos centrarnos en la cuestión del “gramscismo” en el siglo veintiuno. Contra cualquier tipo de “hegemonía total de thatcherismo”, vivimos una época de grandes convulsiones sociales y de distintos fenómenos de lucha de clases. El aumento de producción intelectual alrededor de Gramsci y del marxismo en general es un síntoma de este fin de la “restauración burguesa” que vivimos desde la crisis del 2008. Tiene razón Pearmain en su preocupación acerca de la distancia que aún habita entre la difusión de las ideas de Gramsci en las academias y su traducción política en la realidad. Sin embargo, como definición absoluta es cuestionable desde el punto de vista de que en América Latina aún hay organizaciones con estrategias populistas y autonomistas que se referencian de un modo u otro en la obra Gramsci. Por nuestra parte, desde el PTS y la FT-CI intentamos desde nuestro lugar llevar adelante una recuperación no solo teórica del pensamiento de Gramsci sino que también buscamos traducir políticamente los análisis del revolucionario italiano.
En lo que concierne a la actualidad compartimos con el autor que estamos frente a fenómenos políticos aberrantes de extrema derecha, “césares” como decide llamar el autor, y también de “adaptaciones transformistas de varios, sucesivos y similarmente maleables laborismos”. Llevamos décadas sin revoluciones triunfantes y esto implica una crisis de subjetividad propia de nuestra época. Ahora bien, el sentimiento de frustración tiene más que ver con que distintos proyectos políticos de izquierda o centro-izquierda que se han embanderado alrededor de Gramsci han hecho apostar a generaciones enteras de militantes mucho menos a la lucha de clases que a “maleables laborismos” que el mismo autor cita. Estos “gradualismos” van desde proyectos políticos eurocomunistas en las décadas pasadas y más recientemente reeditados por coaliciones o plataformas “neorreformistas” como Syriza, Podemos, el laborismo de Jeremy Corbin o el recientemente dividido “NUPES” en Francia. Tal vez el exceso de confianza en estos proyectos es lo que ha creado “filósofos de la derrota” por doquier.

 
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