La ministra de Seguridad chamuyó toda la semana con que su (ilegal) “Protocolo de Orden Público” funcionaría en la jornada nacional de paro. La realidad le bajó el copete, con decenas de calles porteñas (y de otras ciudades del país) cortadas por la movilización de decenas de miles de trabajadoras y trabajadores. Hasta las propias fuerzas represivas del Estado terminaron cortando avenidas y puentes.
Durante los días previos al paro nacional convocado por la CGT y las CTA, el Ministerio de Seguridad de la Nación y sus satélites mediáticos hicieron denodados esfuerzos para instalar la idea de que la jornada de movilización a la Plaza Congreso estaría férreamente controlada por las fuerzas represivas del Estado en pos de, Protocolo de Orden Público mediante, evitar cortes de calles y avenidas. Una avanzada amenazante que, echado a rodar el paro y la movilización, terminó cayéndose por su propio peso.
Con las ganas de mostrar intransigencia, los gobiernos de Javier Milei y de Jorge Macri volvieron a montar (como ante manifestaciones anteriores) un “comando unificado” para la coordinación de ambos ministerios de Seguridad. Promediando el mediodía de este miércoles, confluyeron en el Departamento Central de la Policía Federal (Avenida Belgrano y Moreno) Patricia Bullrich y su par porteño Waldo Wolf.
Como parte del operativo, el Gobierno de Macri aportó más de 1.400 efectivos de la Policía de la Ciudad. El gobierno nacional, en tanto, apostó 900 uniformados de la Federal, Gendarmería, Prefectura y PSA en los accesos a CABA, especialmente en el Puente Pueyrredón y en algunos puntos de la Panamericana.
A las 9 de la mañana Bullrich había tuiteado: “No hay paro que nos detenga. Sindicalistas mafiosos, gerentes de la pobreza, jueces cómplices y políticos corruptos, todos defendiendo sus privilegios, resistiendo el cambio que decidió la sociedad democráticamente y que lidera con determinación el presidente Javier Milei. No hay paro que nos detenga, no hay amenaza que nos amedrente”.
Un par de horas después la ministra posteó una serie de videos desde el barrio de Flores, donde mostró algunos negocios abiertos y escuchó a simpatizantes suyos diciendo “yo no paro”. Uno de los presentes le dijo que tiene 36 empleados y que sólo habían concurrido 25. “Muy bien, muy bien, de 36 fueron 35, todos cumpliendo”, le respondió ella. Nadie le corrigió el malentendido. Un mamarracho. “El país no para, paran las mafias”, agregó en otro tuit, mientras se abrazaba a comerciantes que morían por una selfie.
Faltando minutos para las 13, antes de ingresar a la sede de la Federal para monitorear la jornada, Bullrich dijo ante algunos medios que “el protocolo funciona total y absolutamente, uno ve a la gente caminando por las veredas en distintos lugares”. Y sumó a esa definición (que no dice nada) cierta demostración de fuerza al asegurar que en Puente Pueyrredón no se dejaría pasar a una columna de la Uocra.
Curiosamente, el único episodio "exitoso" de la jornada (desde la perspectiva de Bullrich, claro) fue este último hecho, donde para impedir que la columna subiera al puente las propias Prefectura y Federal terminaron cortaron ellas mismas la calle.
Mientras tanto, frente al Congreso el “comando unificado” se había propuesto impedir que se cortara la avenida Entre Ríos/Callao, es decir la arteria de la propia fachada del Parlamento. Para ello colaboró la decisión de la CGT de montar su escenario sobre la propia plaza, dejándole en principio la avenida a la Policía, que montó un “cordón” para evitar la ocupación de la calzada.
Como no podía ser de otra manera, las adyacencias del Congreso también se vieron pobladas de carros hidrantes, motos y demás vehículos policiales dispuestos a “actuar” ante cualquier orden llegada desde el “comando”.
Pero cuando aún faltaba un buen rato para el acto de la dirigencia cegetista, miles de manifestantes empezaron a copar Entre Ríos/Callao. El intento de la Policía porteña por impedir el corte fue rápidamente superado. Luego llegaría al lugar una gruesa dotación de Gendarmería, que buscó amedrentar para recuperar la “circulación” de la avenida. Tampoco pudieron y terminaron quedando como mera decoración en la intersección con Rivadavia.
La movilización, como se detalla en otra nota, fue muy importante. Pero aunque fue masiva, muchos y muchas más podrían haber concurrido si el transporte público no hubiera funcionado con “normalidad”, lo que de hecho puso un límite al paro y movilización del universo de laburantes informales que carecen de derechos sindicales y deben acatar los mandatos de patronales “negreras”.
Lejos de garantizar el paro total del transporte con la sola excepción de aquel destinado a garantizar la marcha, las conducciones burocráticas de la UTA y la Unión Ferroviaria boicotearon de hecho la jornada.
¿Cuánto más rotundo hubiera sido el fracaso del “protocolo” de Patricia Bullrich si la concurrencia al Congreso se hubiera multiplicado por dos, tres o cuatro? Sin embargo, si se toma solamente en cuenta la zona céntrica de la CABA, mal que le pese a la ministra hubo más de una cuarentena de esquinas cortadas durante todas las horas que duró la movilización. Y una vez finalizada la concentración frente al Congreso, las columnas de los sindicatos, de los movimientos sociales, de la izquierda, del colectivo Unidxs por la Cultura y de las asambleas populares comenzaron a regresar a sus barrios y localidades, muchas de ellas desconcentrando por las calles.
Pese a no poder haber evitado decenas de cortes de calles y avenidas (no sólo en CABA sino en muchas otras ciudades del país) y de que los cientos de uniformados apostados debieron ver pasar sin chistar largas y coloridas columnas de trabajadoras y trabajadores, Bullrich dijo al promediar la tarde que el paro y la movilización fueron un “fracaso total”. Pero en rigor masticaba bronca, mucho más cuando desde las mismas empresas periodísticas que le son afines se animaban a bromear con su propio traspié, al punto de preguntarse si en verdad era necesario un dispositivo policial tan ambicioso contra una manifestación por demás pacífica.
Así las cosas, la ministra de Seguridad ya acumula tres rotundos fracasos de su pretendidamente innegociable “Protocolo de Orden Público”. El de este miércoles se suma a los del 20 y del 27 de diciembre pasados, donde ante otras manifestaciones populares se vio impedida de desplegar su artillería persecutoria y represiva.
El “protocolo”, se recuerda, además de buscar impedir el corte de calles, avenidas y puentes, tiene entre sus ítems la identificación de vehículos en los que se trasladan los manifestantes (con amenaza de incautación incluída); la “revisación” de estaciones de tren para detectar “capuchas” y “materiales que deban ser incautados”; y hasta el pase de la factura a las organizaciones convocantes para que paguen el costo de los operativos.
Queda en evidencia que los fracasos de Bullrich y compañía son directamente proporcionales a la capacidad de movilización de la clase trabajadora y los sectores populares, que en lo que va de gobierno de Milei ya vienen demostrando no sólo bronca ante el ajuste empobrecedor en curso sino disposición a salir a la calle a defender derechos y luchar contra los planes liberfachos.
Cuanto mayores sean la organización, la coordinación entre sectores y la movilización, menos posibilidades tendrá el Gobierno de amenazar, perseguir y reprimir. Una ecuación difícil de reconocer para los apologistas del garrote contra el pueblo, pero de la que la movilización de este miércoles fue otra muestra incuestionable.