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La Izquierda Diario
10 de marzo de 2024 Twitter Faceboock

Por las revistas: entrevista a Christian Porta, delegado de la CGT
[Francia] Represión sindical en Mosela

Christian Porta es delegado de la CGT y trabajador de una fábrica de alimentos agrícolas en Mosela, Francia –parte del grupo empresarial InVivo, gigante alimentario–. La empresa quiere despedirlo con la insólita acusación de “acoso moral” a la patronal por hacer aquello para lo que fue elegido: defender a los trabajadores y reclamar por sus derechos. En esta entrevista, realizada por Rob Grams y publicada en el portal Frustration, Christian, quien también es militante de Révolution Permanente, relata la situación actual en la planta y las disntintas luchas en las que ha participado tanto dentro como fuera de la planta.

Link: https://www.laizquierdadiario.com/Francia-Represion-sindical-en-Mosela

En la fábrica de alimentos agrícolas de Neuhauser (Mosela), bastión obrero, Christian, delegado de la CGT y figura local que ha participado en todas las luchas sociales de los últimos años, ha sido acusado por la patronal de “acoso moral” y amenazado con el despido. Sus compañeros se han declarado en huelga durante una hora al día contra lo que consideran un acto de represión sindical, pero, además, por sus salarios.

Su director general es Thierry Blandinières. Su grupo, InVivo, una unión de cooperativas agrícolas, tiene 14.500 empleados, factura 12.400 millones de euros en 35 países y controla el 40 % de las exportaciones francesas de cereales. Hace poco estuvo interesado en el grupo Casino, que finalmente fue adquirido por Daniel Kretinsky, de quien hicimos un retrato en nuestro último número impreso.

Révolution Permanente ha elaborado un retrato muy completo de InVivo, el gigante agroalimentario que practica el “greenwashing” (hacer alarde de falsas virtudes medioambientales en aras de su imagen de marca), pero que en realidad está empeñado en atacar a los sindicatos y a los ecologistas.

Hablamos con Christian sobre la persecución, pero también sobre las batallas que han librado y lo que han conseguido.

¿Puede hablarnos un poco de InVivo y de la situación actual en su planta?

Soy delegado sindical en la planta de Neuhauser, que pertenece al grupo InVivo. InVivo, aunque el nombre no es muy conocido, hay que decir que es un gigante de los sectores agroalimentario y agroindustrial. Nadie conoce el nombre, pero aparece asociado a Jardiland, a Gamm Vert [centrales de compras de productos para el jardín, N. del T.]... Por ejemplo, en la panadería industrial donde trabajo, producimos todo el pan y las medialunas para Lidl en toda Europa [1]. Tres cuartas partes de los puertos cerealeros pertenecen a mi patrón. Está implicado en muchos de mega reservorios de agua. Es conocido por vender pesticidas a los agricultores. Greenpeace lo denunció y ganó en los tribunales porque decían que “envenenaba a los agricultores”. Hay un artículo en Challenges que describe a Thierry Blandinières como “el hombre más poderoso de la agricultura francesa”. Es alguien con mucho peso y también es responsable de la actual crisis agrícola. Se presenta como una cooperativa, pero desde el principio ha utilizado métodos antisindicales y contrarios al medio ambiente. Quiere ser el “Amazon” de la agricultura. He trabajado en Amazon, y sé lo que es trabajar allí, ya he trabajado precarizado, no tenemos ganas de trabajar precarizados como los compañeros de Amazon porque ya sea en lo social o en lo medioambiental, sabemos que realmente no es el mejor modelo. Él también habla de la “tercera revolución agrícola”, pero podemos ver que consiste principalmente en vender pesticidas durante el mayor tiempo posible llamándolos “pesticidas verdes”. Todos sabemos que los “pesticidas verdes” no existen...

Entonces, lo que pasa en la fábrica es que llevamos 3 semanas en huelga. La CGT había advertido a la dirección de que, si no nos subían el sueldo, iríamos a la huelga.

El 7 de febrero fui a la fábrica, en plena negociación salarial anual obligatoria, para llevarla adelante, y allí me esperaba la dirección con un agente judicial y me impuso una suspensión cautelar, diciéndome que ya no tenía derecho a estar en la fábrica y que tenía que marcharme. Cautelar significa en espera de que se lleve adelante una investigación imparcial. Me entero de que me han acusado de “acoso moral” a mi patrón. Les explico que no pueden prohibirme ir a la planta como delegado sindical. Me responden que sí pueden para proteger la salud de los "trabajadores" de la dirección (es normal que los llamen “colaboradores”).

Oficialmente soy la única persona autorizada a convocar movilizaciones y no me dejan ir a la fábrica, lo cual es un gran problema.

¿Te acusan de “acoso moral” hacia tus directivos?

Sí. De lo que se me acusa es de hacer mi trabajo. Soy delegado sindical y mi trabajo es ir a ver a mis directivos frecuentemente para pedir aumentos salariales, advertir sobre las condiciones de trabajo. Ese es mi papel, y para eso me eligieron mis compañeros. Y no me eligieron por un 10 % de votos, sino por un 74 % en las últimas elecciones. En las elecciones anteriores obtuvimos el 73 %. A lo largo de ocho años, eso demuestra que hemos hecho un buen trabajo, de lo contrario nuestros compañeros ya nos habrían destituido. Eso es lo que la dirección quiere romper. Logramos trabajar 32 horas pagadas por 35. Durante el Covid, conseguimos establecer nuestro propio protocolo sanitario, a pesar de que la dirección se negaba a proporcionarnos mascarillas. También durante el Covid, nuestro jefe quería tirar productos aptos para el consumo, llamados “contratcs-date”, que normalmente vendemos a los distribuidores. Requisamos más de 700 pallets, que representaban cientos de miles de productos que nos encargamos de redistribuir entre distintas asociaciones. Por eso nos conocen en Mosela, por nuestra combatividad. Otro ejemplo: cerraron una fábrica enfrente de la nuestra, y conseguimos luchar para que la reabrieran. Esos son nuestros logros y eso es lo que atacan.

Volviendo a la acusación, se negaron a remitir el asunto a la responsable de acoso de la planta, que es la persona normalmente autorizada y encargada por el CSE [Comité Social y Económico a nivel de la planta, N. del T.] para tratar los casos de acoso. En su lugar, recurrieron a alguien de la dirección, y además de otra planta. Esto ya era un problema.

Llevaron a cabo una investigación supuestamente imparcial y nos dimos cuenta de que incluso antes de que me llamaran para hacerme la entrevista, el responsable de RR. HH. de mi trabajo, Sébastien Graff, ya estaba twiteando que yo era un acosador. Hay un video en el que François Ruffin [diputado francés, miembro de la Asamblea Nacional por La Francia Insumisa (LFI), N. del T.] me apoya porque planeábamos organizar una manifestación, y Graff reacciona diciendo que el partido de François Ruffin está acostumbrado a apoyar a los acosadores. En otro tweet, incluso me ofreció pagarme 3 años de sueldo para que me fuera a trabajar a France Insoumise y dejara la fábrica... En resumen, me está difamando y está llegando lejos, aunque se supone que no conoce la investigación ni lo que hay en ella, porque es confidencial.

Finalmente, se llevó a cabo la investigación y recibimos un informe que confirmaba nuestra versión de que no había habido acoso. Fuimos a los tribunales para impugnar la prohibición de ir a la fábrica. El tribunal nos dijo lo mismo: estaba prohibido negarme el acceso, no había acoso porque la dirección no había podido probar los hechos, así que se me permitió el acceso.

¿Ya está permitido tu ingreso entonces?

Sí, pero sigo suspendido y sin cobrar. Tuve una entrevista disciplinaria, en la que ahora piden mi despido. El CSE rechazó mi despido, pero la inspección de trabajo tiene la última palabra.

Desde el 7 de febrero, hay agentes judiciales apostados en la fábrica las 24 horas del día para vigilar todos mis movimientos. El local sindical es el único lugar de toda la planta donde me permiten deambular sin agentes judiciales. Me siguen a todas partes, literalmente están a menos de un metro de mí. Cuando hablo con los compañeros, escuchan lo que digo. Cuando estoy en una reunión, hay una vitrina en la sala de reuniones, miran a través de ella y toman notas. Incluso cuando voy al baño vienen conmigo. Están por todas partes. Yo estoy en la sala de descanso, ellos están en la sala de descanso. Si juego al metegol con mis compañeros, están ahí.

A veces nos burlamos y les decimos: “Vengan a contar los puntos, ¿metió un gol o no? Vengan, a ver si al menos sirven para algo”. Hay un ambiente policial. Mis compañeros, irónicamente, han puesto una foto de mi cabeza en la ventana de la oficina del sindicato para que los agentes judiciales no puedan ver si estoy allí o no. Desde el principio he visto a unos diez agentes, y lo único que hacen es merodear por la fábrica. Hemos calculado que gastan en ellos unos 200.000 euros, lo que en mi fábrica equivale a 600 euros por empleado. Podrían habernos dado una prima en lugar de pagarles a ellos. También había 4 guardias de seguridad vigilando todo el tiempo, pero dejaron de hacerlo la semana pasada.

Después de todo somos un equipo, por lo tanto, los compañeros pueden militar, e incluso los afiliados al sindicato. Casi un empleado de cada tres es miembro de la CGT en la planta. Mi caso puede servir de ejemplo. Sobre todo, supone un obstáculo para mi mandato, porque algunos compañeros quieren contarme cosas confidenciales que solo les conciernen a ellos, como problemas financieros o personales... Ese es el espíritu de camaradería que hay en la planta, pero los compañeros ya no se atreven a hacerlo. Tenemos que vernos fuera de la fábrica. Tiene un impacto horrible.

Estás siendo asistido por la abogada Elsa Marcel (a quien entrevistamos anteriormente), ¿es así?

Sí, ella colabora conmigo en todos los aspectos jurídicos.

En la fábrica, mis compañeros son los que me han acompañado. Para la entrevista hicimos una gran concentración de más de 200 personas delante de la sede. La huelga fue muy seguida, aunque empieza a bajar un poco.

Retrocedamos un poco. Su equipo de la CGT ha participado en todos los grandes movimientos sociales de los últimos años. En particular, se ha vinculado a los Gilets Jaunes [chalecos amarillos]. A escala nacional, esta unión entre sindicatos y chalecos amarillos ha sido compleja. ¿Puede contarnos qué ha pasado?

Fuimos un poco precursores. En aquella época yo era secretario del sindicato local de la CGT en Saint-Avold, y éramos una de las rotondas de chalecos amarillos más famosas de Francia, hablaban en la televisión. No es poca cosa que una ciudad de 15.000 habitantes tenga eco a escala nacional.

Una semana antes de que comenzara el movimiento de los chalecos amarillos (el 17 de noviembre de 2018), habían anunciado un plan de despidos. Vamos a la fábrica y de hecho todo el mundo habla del movimiento, así que nos dijimos con el sindicato que teníamos que unir fuerzas. Desde la primera reunión en la rotonda, llamamos a todo el mundo para que viniera y fue una de las pocas rotondas en las que vimos chalecos rojos [por los colores de los chalecos de los miembros de la CGT, N. del T.]. No vamos a mentir, al principio fue complicado, pero discutíamos las cosas. Neuhauser es una gran empresa que da un poco de vida al pueblo, justo encima de Saint-Avold, a la que todo el mundo conoce, donde todo el mundo ha trabajado, todo el mundo ha hecho al menos trabajos de verano con nosotros. Es algo que ha conmovido a la población y a los chalecos amarillos. Íbamos todos los días y discutíamos con ellos.

Los chalecos amarillos montaron bloqueos de camiones cuando estábamos en huelga.

El tercer sábado, 1 de diciembre de 2018, bajamos a la rotonda unos cincuenta trabajadores de la fábrica. Habíamos traído grandes cantidades de panes, y también hicimos firmar un petitorio.

Pero ese día hubo un enfrentamiento... Esa es otra de las razones por las que la rotonda de Saint-Avold es famosa. La policía vino y nos gaseó, y los chalecos amarillos se defendieron para mantener la rotonda abierta. Pasó a la historia. Nos reíamos y decíamos que éramos la "Comuna de Saint-Avold", mientras empezaban a formarse barricadas en la carretera. Durante 6 horas nos sobrevoló un helicóptero de la policía. Nos dijimos que si esto ocurría en Saint-Avold, debía estar ocurriendo en toda Francia. Luego miramos a nuestro alrededor y nos dimos cuenta de que se trataba sobre todo de París, Burdeos, Toulouse y... Saint-Avold. Así que nos dijimos que quizá no era una revolución, pero estábamos contentos. Al menos habíamos participado.

Desde entonces siempre ha habido un vínculo entre nosotros. En febrero de 2019, organizamos una manifestación CGT-Gilets Jaunes. Fue una locura verlo. Para los Gilets Jaunes, yo era un chaleco amarillo, para los cegetistas era un cegetista, y muchos compañeros eran como yo: con el chaleco rojo en la fábrica y el chaleco amarillo en la rotonda. Para nosotros era normal. Aún tengo lazos con los chalecos amarillos que quedan. Eran como de la familia. Estaban ahí para cada manifestación que hacíamos, nosotros estábamos ahí para cada cosa que hacían ellos.

Conseguiste que trabajaran 32 horas semanales pagadas por 35 horas. ¿Puedes hablarnos de esta batalla? ¿Cómo se aplicó? ¿Creés que mejoraron sus condiciones de trabajo y de vida?

Sí, pero debo aclarar que no es la semana de 32 horas, de lunes a domingo, por lo que hacemos dos turnos por la mañana, dos turnos por la tarde y dos turnos por la noche, y luego tenemos 4 días libres. Antes trabajábamos 37,5 horas, en turnos de 4x8, porque trabajábamos sábados y domingos.

Cuando se cerró una de las plantas, luchamos contra ello, y uno de los proyectos que propusimos fue la jubilación anticipada a los 57 años, y sobre todo las 32 horas, lo que redujo la jornada laboral de nuestros compañeros a la vez que aumentaba el número de puestos. Eso nos permitió evitar los despidos.

Es una estimación promedio por mes: antes hacíamos 22 turnos al mes, ahora solo hacemos 18. Ganamos 4 días laborables al mes, en un promedio de alternancia. Hemos bajado a 32 horas promedio, y nuestro patrón no las recupera. Al mismo tiempo, hemos conseguido aumentos salariales de casi el 10 %, lo que es una enorme conquista.

Nadie quiere que nos saquen esto. Uno de los temores de nuestros compañeros es que este ataque a los representantes de CGT se traduzca en ataques a nuestras conquistas. Por eso estamos en huelga: aunque yo sea una figura, va mucho más allá de mí, atacan a todos los trabajadores. Ya lo ven: en cuanto me suspenden, intentan recortar los descansos. Dicen que mis compañeros hacen demasiadas pausas y que hay que reducirlas, lo que dice mucho del estado de ánimo.

Actualmente hay una huelga diaria de una hora por los salarios y contra la persecución sindical. Es un tipo de huelga que no se ve comúnmente. ¿Puede hablarnos de ella?

Básicamente, íbamos a hacer huelga por los salarios. Con la inflación, cada vez teníamos menos dinero. Nuestro sindicalismo se basa en decirnos a nosotros mismos: la huelga tiene que venir de los trabajadores. Fue en las discusiones que tuvimos con nuestros compañeros cuando nos dimos cuenta de que una de las técnicas que hemos puesto en marcha para que todo el mundo pueda hacer huelga a pesar de los problemas de dinero es empezar con un mínimo de una hora de huelga por turno, para que sea más fácil económicamente.

Estamos en la industria alimenticia, no en la metalúrgica. No hacemos autos, en donde podemos parar la línea y volver luego sin que el auto se haya movido. Si hacemos pan, hay cinco horas de producción. Hacemos 8.000 a 1.0000 unidades por hora. Hacemos 50.000 medialunas por hora en una sola fábrica. Son máquinas las que las hacen, con enormes líneas de producción de centenares de metros que producen y embalan todo automáticamente. Nosotros somos controladores, supervisamos. Si paramos una hora, hace que estén obligados a detener la producción cinco horas antes porque si no estarían obligados a tirarla, ya que si queda en el horno de cocción se quema, y si queda el horno de elevar, se hincha, etc. Esto permite paralizar la producción mucho más tiempo, entre cinco y seis horas por una hora de huelga, esa es la ventaja.

Después, no te voy a mentir, hay inconvenientes y peculiaridades: como no hay piquetes, hay menos discusión, menos asambleas generales… Pero es una técnica que les permite hacer huelga a todos, incluso a los que no tienen los medios para hacerla.

El 1 de marzo habrá una concentración frente a las oficinas del grupo, ¿puede hablarnos más de ella?

El primer objetivo es denunciar los ataques a los sindicatos. Desde 2021, este es mi tercer llamado de atención disciplinario. El primero fue por los vídeos de Tiktok, el segundo por los tweets. Cada uno de ellos fue por actividades sindicales. Ahora me dicen que estoy acosando a la dirección, pero en lo que respecta a mi mandato, mi trabajo nunca está.

Luego hay que contarle a la gente lo que pasa. Nadie conoce InVivo, pese a que es un actor importante de la agroindustria. Los principales enemigos de Thierry Blandinières, y de Sébastien Graff, son France Insoumise y Sophie Binet [la primera mujer elegida como Secretaria General al frente de la CGT en Francia, N. del T.]. Graff, especialmente, se pasa el tiempo twitteando contra ellos. Cuando Marine Tondelier [Secretaria Nacional de Europe Écologie - Les Verts ahora Les Écologistes-EELV, N. del T.], Sandrine Rousseau [diputada nacional de EELV, N. delT.] o Les Soulèvements de la Terre [Levantamientos por la Tierra, N. del T.] adoptan una postura, el RR. HH. de la empresa retwittea diciendo que es una tontería, etcétera. No es inofensivo. Es porque tiene intereses creados en los grandes reservorios de agua. Es porque InVivo y Soufflet son la misma cosa, son una filial. InVivo compró Soufflet, que pertenecía a Neuhauser. Toda la producción, que tiene lugar donde se construyen los mega buques, va al puerto fluvial cerealista de La Rochelle, que pertenece a mi patrón. Tienen un interés económico en estos proyectos de mega estanques.

A pesar de todo eso, no había ningún artículo contra InVivo desde 2014. Y ahora Libération, Basta Mag, ustedes, cada vez más medios, empiezan a interesarse. Estuvo el Salón de la Agricultura y hubo una crisis en la agricultura, y estamos empezando a establecer enlaces. Se habla mucho de los supermercados, pero poco de la industria alimentaria y del papel de las empresas agroalimentarias.

Así que quisimos señalar los métodos antisindicales y antiecológicos del grupo. Enviamos una delegación de una veintena de camaradas a París, frente a la sede, para denunciar y hacer un primer acto. Estaremos en huelga todo el día en la planta. También vendrá una pequeña delegación de Reims y otros camaradas de la CGT InVivo.

Relacionás métodos del sindicalismo y ecología.

Van bien juntos. Tenemos un interés común. Hay que dejar de oponer el fin de mes al fin del mundo. Como trabajadores, tenemos que ser capaces de presentar un programa hegemónico. Es importante demostrar que somos capaces de hacer frente único.

Por ejemplo, a mí no me hace ninguna gracia cuando me entero de que mis patrones, en parte es por culpa de ellos, todavía tiran glifosato porque hay campos justo al lado de casa...

¿Cómo se puede ayudar?

Se pueden hacer varias cosas.

Probablemente hagamos una campaña de boicot contra los productos de la fábrica (pan y medialunas de Lidl, por ejemplo). Se están creando comités de apoyo en Saint-Avold, en Metz y posiblemente en París. Si la gente quiere participar y dar una mano, puede crear comités de apoyo.

También está el fondo de huelga, al que se puede apoyar. El enlace está disponible aquí.

Por último, necesitamos que se compartan todos estos artículos sobre el papel de InVivo y dar a conocer estos ataques antisindicales. No los sufro solo yo. Desde la reforma de las pensiones, más de 1.000 sindicalistas han sido acosados por la policía o por sus patrones. Estuve en Média TV con Nicolas Pereira, que es secretario sindical local como yo, pero en Roissy, y que acaba de ser despedido por TransDev. Hay muchos sindicalistas combativos despedidos en este momento. Sophie Binet ha dicho que se trata de un ataque antisindical como no habíamos visto desde la Segunda Guerra Mundial. Así que necesitamos una gran respuesta nacional. No es poca cosa: tenemos mucha inflación, el gobierno prepara ataques para el otoño y quiere comernos vivos con una nueva ley laboral, renegando de nuestras conquistas sociales. Si no empezamos a luchar ahora, estaremos acabados en otoño.

 
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