Foto: EFE/Luca Piergiovanni
Aznar fue una de las estrellas invitadas a un coloquio sobre “España y América Latina ante los retos de un nuevo siglo”, organizado por la Fundación Vocento este lunes en la Casa de América, donde aprovechó para responder a las críticas de algunos dirigentes del PP por sus pronunciamientos sobre el fiasco catalán, a quienes pidió menos “descalificaciones personales” y más análisis sobre los hechos.
En el coloquio, donde dio lecciones de neoliberalismo explicitico sobre casi todo (Cuba, Venezuela, las FARC, Brasil, México, la política exterior norteamericana y hasta la del Vaticano), Aznar mantuvo que sus dardos envenenados a Rajoy y la Ejecutiva del PP son un “diagnóstico” de “hechos y datos”, que además no refutó nadie.
Los cinco fracasos electorales (las elecciones europeas, las andaluzas, las municipales, las autonómicas y las catalanas), son según Aznar los datos duros de la realidad que tiene que hacer reflexionar a sus correligionarios para “no seguir en la cuesta abajo”.
De estos fracasos, el último es sin duda el más sangrante. En Catalunya, Ciudadanos desbancó por mucho al PP como primera fuerza del espectro de representación de la derecha –algo que no había ocurrido nunca-, porque una parte de la población considera que su líder, Albert Rivera, defiende mejor “el orden constitucional”, según el ex presidente. Una primacía que preocupa tanto a Aznar como a Rajoy y su séquito de la calle Génova.
Para el presidente de la FAES, lo que hay que hacer es “reafirmar el orden constitucional” frente al desafío soberanista, ante el cual ve a Rajoy como un blandengue, y rechazar de plano cualquier tipo de reforma constitucional que “signifique que España en su conjunto deba pagar un precio a los secesionistas”.
La estocada final de esta nueva corrida de Aznar fue su invitación a que sea el PP quien decida si Mariano Rajoy es el mejor candidato para la presidencia del Gobierno en las elecciones del 20 de diciembre.
Comenzó la batalla por la sucesión
Estrictamente, fueron los pésimos resultados del PP en las elecciones municipales y autonómicas las que abrieron el debate sobre la sucesión de Rajoy, que en la Moncloa tanto se han empeñado en evitar.
En mayo el PP perdió dos feudos simbólicos, Madrid y Valencia. Eso ya era motivo suficiente para que se precipitara una crisis. Muchos de los barones populares opinaban ya entonces –incluso antes- que su jefe de filas debería haber dado un paso al costado y propiciar el relevo, pero salvo algunas excepciones (como el entonces presidente en funciones de Castilla y León, Juan Vicente Herrera, después de perder la mayoría absoluta en su Comunidad), temían expresarlo en público. Rajoy se impuso así como candidato a su reelección en diciembre.
La derrota en las elecciones catalanas, sin embargo, son un augurio de una muy posible “catástrofe” en diciembre. Las gaviotas ya no surcan los cielos de España como en las autonómicas y municipales de hace cuatro años, en las que el PP alcanzó 8.500.000 votos (aunque en buena parte por la crisis del PSOE y la alta abstención que siguió a la irrupción del 15M). Para muchos, ya es el momento propicio de abrir el paraguas… y de paso, comenzar a urdir conspiraciones.
En Génova 13 están preocupados por el intento del “analista político” Aznar de “desestabilizar” al presidente del Gobierno justamente cuando está en su peor momento. Ante tamaña falta de lealtad, algunos se preguntas ¿qué es lo que hay detrás de las maniobras del ex presidente?
Confirmando con fuentes “confidenciales” estas sospechas de intrigas palaciegas, el veterano y conservador analista Raúl del Pozo, ponía por título a su columna de este lunes “Quieren echar a Rajoy” y hasta ponía nombre a uno de los “delfines” posibles del ala aznarista dispuesto a entrar en carrera: el joven diputado y vicesecretario general de Comunicación, Pablo Casado. Aunque hay otros nombres que también suenan en el bunker de la FAES.
El objetivo político de Aznar y los suyos es agitar aún más las aguas en el PP y forzar el debate de la sucesión, buscando una "alternativa" a Rajoy incluso antes de las elecciones de diciembre. Una suerte de aplicación a la arena de la política partidaria de la “doctrina del ataque preventivo” que tan bien conocen Aznar y sus “oficiales” de la FAES.
Aunque como política práctica la línea de Aznar puede tener "patas cortas" -al menos hasta ver el resultado de las elecciones-, el razonamiento tiene su lógica. El PP está envuelto en una dinámica de caída que va más allá de sus resultados electorales. Aunque si se gana, cualquier otro “problema” resulta insignificante para los líderes del PP –como para cualquier líder de cualquier partido burgués-, lo cierto es que el partido del Gobierno ya viene tocado por escándalos mayúsculos de corrupción en los que estuvieron implicados figuras muy cercanas a Rajoy (Miguel Blesa, Luis Bárcenas, Rodrigo Rato, por nombrar los más resonantes).
Da igual que Aznar carezca de la más mínima autoridad moral para cuestionar casos de corrupción. Desde las filas de Rajoy se quejan porque, como dice el dicho criollo, "entre bueyes no hay cornadas". Pero el hecho es que ese es uno de los caballos de batalla de Aznar contra Rajoy para volver a ganarse un lugar dentro del club de los populares, donde en los últimos años perdió mucho predicamento, aunque muchos de los que se quedarán fuera de las listas para las elecciones puede que ya están buscando nuevo patrón.
Los “ojitos” entre Sánchez y Rivera y el pánico del PP
Aunque en Génova 13 están que trinan con los ataques de Aznar, sus advertencias sobre el peligro que representa la competencia de Ciudadanos para el PP ante las próximas elecciones generales parecen haber hecho mella y obligado a los estrategas de Rajoy a "reaccionar".
El hecho indiscutible es que Ciudadanos ha roto el monopolio dentro del espectro de la derecha (y centro-derecha) que los populares tenían desde 1990. Pero a esto se suma que, alejadas cada vez más las posibilidades de una posible alianza PSOE-Podemos (para la profunda tristeza de Pablo Iglesias, que siempre la vio como una de las opciones posibles de llegar al gobierno), la posibilidad de un matrimonio de conveniencia entre Albert Rivera y Pedro Sánchez comienza a ser más probable.
Ante este nuevo escenario es que el PP ha decidido este lunes variar radicalmente su estrategia con el partido de Rivera y saldrán denunciarlo insólitamente como una formación de “centro izquierda y la muleta del PSOE”.
Javier Maroto, el nuevo vicesecretario general de Acción Sectorial, expresó este giro a un cronista de El País con frases muy gráficas: “La amistad entre Pedro Sánchez y Rivera se ha transformado en un noviazgo político: los dos se hacen ojitos, ojitos políticos”.
La medida suena desesperada. Al contrario de lo que piensan los estrategas del comité de Campaña de Rajoy, Ciudadanos lejos de aparecer ante sus votantes como de “centroizquierda”, se ha mostrado como un mejor defensor de la sacrosanta “unidad de España”.
Si el PP venía remontando de a poco en intención de voto antes de las elecciones catalanas, lo que en números significaba que la posibilidad de seguir en el gobierno seguí siendo difícil pero no imposible, después de los resultados del 27S esa posibilidad parece haberse sepultado para siempre.
Esa es la lección política que Aznar, la FAES y buena parte de los barones e integrantes del grupo parlamentario del PP que se van a quedar sin curo han sacado en las últimas semanas. Esa es la señal de que la batalla por la sucesión ya comenzó. |