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1ro de diciembre de 2024 Twitter Faceboock

La colaboración Hitler-Stalin
Jean-Jacques Marie

Descifrando una larga tragicomedia por el historiador Jean-Jacques Marie

Stalin sonriente entre los diplomáticos nazis y los funcionarios soviéticos tras la firma del pacto

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Desde que Alemania invadió la URSS, la propaganda y la historiografía soviéticas presentaron el Pacto germano-soviético como el fruto de la suprema habilidad de Stalin. Producto de una larga investigación sobre documentación en varios idiomas, estos extractos del libro La collaboration Staline-Hitler (de la editorial francesa Tallandier), que Jean-Jacques Marie nos ha autorizado a republicar y traducir, revisan de forma decisiva uno de los mayores mitos del siglo XX.

El artículo original fue publicado en francés en la revista teórica RP Dimanche del partido-diario Révolution Permanente, parte de la red de medios de La Izquierda Diario.

Una verdad a medias es una mentira

La media verdad es a menudo una de las formas más hipócritas de la mentira. De este modo, la expresión oficial y ritual del "pacto de no agresión" para referirse al acuerdo firmado entre la Alemania nazi y la URSS el 23 de agosto de 1939 oculta la realidad al mencionar solo una parte de ella, que es de lejos la menos importante y significativa.

Recordemos los hechos: el 19 de agosto, Molotov envió al embajador alemán Schulenburg un proyecto de pacto de no agresión. Al día siguiente, se firmó en Berlín un acuerdo comercial germano-soviético. En la noche del 20 al 21, Hitler envió un mensaje urgente a Stalin respaldando el borrador transmitido por Molotov, insistiendo en que se firmara sin demora y pidiendo que Ribbentrop fuera recibido urgentemente en Moscú en vista de "la insoportable tensión entre Alemania y Polonia", para poder atacar a esta última. La respuesta afirmativa de Stalin allanó el camino para la guerra contra Polonia.

De la no agresión a la colaboración

Pero, sobre todo, su breve respuesta de diez líneas contenía cuatro líneas que han sido generalmente suprimidas: "El acuerdo del gobierno alemán de concluir un pacto de no agresión permitirá liquidar la tensión política y establecer la paz y la colaboración (sic!) entre nuestros países ".

Stalin propuso pues a Hitler pasar del simple pacto de no agresión de diez años, firmado al día siguiente, al que suele reducirse el acuerdo entre los dos dirigentes, a la "colaboración" , es decir, la aplicación conjunta de decisiones e iniciativas comunes.

Entre un pacto de no agresión y la "colaboración", que Hitler aceptó inmediatamente, había más de un paso, incluso de gigante, que se concretó en protocolos secretos sobre el reparto de Europa y en el suministro por parte de Stalin a Hitler durante veinte meses de muchas de las materias primas necesarias para su guerra.

Esta "colaboración" entre la Alemania nazi y la URSS se materializó pocos días después con la invasión conjunta -aunque retrasada- de Polonia, de la que Stalin se apoderó de un tercio del territorio.

¿Un silencio accidental?

Casi todos los historiadores, incluido Oleg Khlevniouk, que en esta ocasión consideró "difícil evaluar el papel desempeñado por consideraciones de carácter moral (¡sic!) o emocional en las decisiones de Stalin", olvidan o pasan por alto su propuesta de "colaboración ", aunque el Pravda del 7 de octubre de 1939 se refiriera a ella, poniéndola, es cierto, en boca de Hitler, pero sin la menor reserva.

Incluso el antisoviético Libro negro del comunismo, publicado en 1997 cinco años después de que la respuesta de Stalin se publicara oficialmente en 1992 en Moscú en los Documents de politique étrangère soviétique (volumen 22, página 624 ), no dice nada al respecto. Lo que es aún más curioso es que mientras el historiador Dmitri Volkogonov la publica íntegra en la edición rusa de su libro Stalin, la edición francesa suprime la frase y la sustituye por tres puntitos [1].

Suprimir la propuesta de colaboración de Stalin a Hitler reduce su acuerdo a un simple pacto oficial de no agresión, generalmente justificado por la actitud complaciente del gobierno británico y de su dócil aliado francés frente a la Alemania nazi, complacencia materializada por el Acuerdo de Munich del 30 de octubre de 1938, que entregó Checoslovaquia a Hitler. Su supresión permite repetir indefinidamente la cantinela del pacto de no agresión en solitario, que Stalin debería haber aceptado para hacer frente a la amenaza de guerra inminente.

La liquidación del "niño monstruoso"

El pacto se completó con un protocolo secreto que definía una estrecha colaboración entre la Wehrmacht y el Ejército Rojo, cuya autenticidad reconoció el gobierno soviético en vísperas de la desaparición de la URSS. Según este "protocolo estrictamente secreto", como se describía el acuerdo, las dos potencias firmantes "discutieron en conversaciones estrictamente confidenciales la cuestión de la definición de sus esferas de influencia en Europa del Este", en resumen, las formas de repartirse Europa del Este, empezando por Polonia, donde la Wehrmacht entró el 1 de septiembre de 1939 y barrió al ejército polaco en tres semanas.

El Ejército Rojo entró en Polonia la noche del 16 al 17 de septiembre. Conquistó territorios en los que la mayoría de la población era bielorrusa y ucraniana, que al principio los acogieron con simpatía, pero las detenciones y deportaciones llevadas a cabo por el NKVD no tardaron en hacerlas desaparecer.

En su informe al Soviet Supremo de la URSS, Molotov se felicitó por el éxito de la cooperación germano-soviética: "Bastó un golpe bastante breve contra Polonia, primero del ejército alemán y luego del Ejército Rojo, para que no quedara nada de este monstruoso hijo del Tratado de Versalles".

El 28 de septiembre de 1939 Ribbentrop regresó a Moscú y firmó un segundo protocolo secreto con Molotov, que ajustaba el reparto territorial realizado a raíz del primero. Pravda del 30 de septiembre de 1939 publica una declaración de Ribbentrop, que se muestra encantado: "La amistad germano-soviética ha quedado definitivamente establecida".

La confirmación en Pravda: Hitler está a favor de la "colaboración" con Moscú

Una semana más tarde, el Kremlin menciona públicamente la colaboración con el Führer. El 7 de octubre de 1939, la agencia Tass difunde un comunicado titulado "Extracto del discurso de Hitler ante el Reichstag", publicado en la Pravda del mismo día sin ningún comentario. Después de destacar que el Estado polaco se había edificado "sobre los huesos y la sangre de los alemanes y los rusos", Hitler asegura: "Rusia no ve ninguna razón que impida el establecimiento de una estrecha colaboración entre nuestros Estados (...) El pacto con la URSS (...) es la base de una colaboración duradera y positiva entre Alemania y Rusia (...) En el este de Europa, los intereses de Alemania y Rusia coinciden completamente".

Esta confirmación pública por parte de Hitler de la "colaboración" entre Moscú y Berlín obviamente solo puede aparecer en Pravda por orden de Stalin.

Cuando Moscú alimentó la máquina de guerra nazi

El 24 de octubre de 1939, la URSS y la Alemania nazi firman un tratado comercial que prevé la provisión por parte de la URSS a Berlín de una larga lista de materias primas indispensables para el esfuerzo de guerra alemán, y que el bloqueo marítimo impuesto por la marina británica prohíbe a Alemania obtener de sus numerosos proveedores tradicionales. A la cooperación política, Stalin añade la cooperación comercial.

Un error de cálculo de Stalin

Desde septiembre, Stalin insiste en exigir a Finlandia que traslade al norte su frontera con la URSS, que él considera demasiado cerca de Leningrado. El gobierno finlandés se niega. Entonces Stalin imita... y mejora la provocación montada por Hitler para invadir Polonia en septiembre. Hitler había enviado el 31 de agosto de 1939 a prisioneros alemanes disfrazados de soldados polacos a violar la frontera alemana, provocando así la intervención vengativa de la Wehrmacht. Stalin, por su parte, hace que su artillería bombardee el 26 de noviembre de 1939 el pueblo fronterizo soviético de Mainila y acusa a Finlandia de esta agresión, tras lo cual envía agentes del NKVD disfrazados de soldados finlandeses a invadir y saquear un pueblo fronterizo soviético, luego, el 30 de noviembre por la mañana, el Ejército Rojo entra en Finlandia.

Dada la disparidad entre los dos ejércitos tanto en cuanto a efectivos como en cantidad de cañones, tanques y aviones, Stalin espera una victoria rápida. Pero el Ejército Rojo, enfrentado a una resistencia masiva, mientras que Stalin solo conoce el ataque frontal mortal, se estanca y permanece estancado durante tres meses. Cuando se firma el armisticio el 12 de marzo de 1940 por la noche, el balance es pesado: el Ejército Rojo, cuyas debilidades Stalin ha expuesto así ante Hitler, ha perdido 126.875 hombres entre muertos, desaparecidos o prisioneros. Esto es seis veces más que el ejército finlandés. Además, la aviación soviética ha demostrado su debilidad frente a un adversario casi desprovisto de aviación. Stalin lo sabe; declarará a sus invitados el 7 de noviembre de 1940: "Nuestros aviones solo pueden permanecer en el aire durante treinta y cinco minutos mientras que los de los alemanes y los ingleses pueden hacerlo durante varias horas".

El balance político de la aventura finlandesa es más grave que el balance militar. Hitler declara poco después al embajador estadounidense en Bélgica: "La guerra soviético-finlandesa nos ha enseñado mucho. No tengo ninguna duda de que mis ejércitos entrarán en Rusia como un cuchillo en la mantequilla".

Stalin, agente comercial de Hitler

La desventura finlandesa lleva a Stalin a multiplicar las concesiones a su aliado temporal. El negociador del Ministerio de Asuntos Exteriores alemán, Karl Schnurre, esta impresionado por la complacencia de los negociadores soviéticos: "durante las largas negociaciones, el deseo del gobierno soviético de ayudar a Alemania se hizo cada vez más evidente [2], así como el deseo de fortalecer firmemente la comprensión política mutua en el arreglo de cuestiones económicas".

En un memorando enviado a Berlín el 26 de febrero de 1940, Schnurre detallaba la impresionante lista de mercancías, incluidos todos los metales esenciales para la maquinaria de guerra nazi, que la URSS de Stalin, en aplicación del acuerdo firmado, se comprometía a entregar a la Alemania nazi en los doce meses siguientes a cambio de prototipos de máquinas, patentes y planos, pagados a un alto precio, y armamento y equipos modernos, incluidas torretas de barcos, que Berlín entregará con una lentitud inversamente proporcional a la rapidez con que la URSS cumpla sus entregas hasta el último día: "900,000 toneladas de petróleo, 100,000 toneladas de algodón, 500,000 toneladas de fosfatos, 100,000 toneladas de mineral de cromo, 50,000 toneladas de mineral de hierro, 300,000 toneladas de chatarra y hierro fundido, 2,400 kilogramos de platino", además de manganeso, varios metales, madera y otros materiales primarios.

Por último, añadió a esta lista una relación de materias primas que la URSS se había comprometido a suministrar a la Alemania nazi en los 18 meses siguientes para ayudarla a producir el equipamiento que ésta debía suministrar... pero que suministraría con moderación.

Finalmente, agrega a esta lista una enumeración de materias primas que la URSS se ha comprometido a suministrar a la Alemania nazi en los próximos 18 meses para ayudarla a producir los equipos que esta última debia sumnistrarle... pero que le suministria con parsimonia: "3,000 toneladas de cobre, 950 toneladas de estaño, 500 toneladas de molibdeno, 500 toneladas de tungsteno, 40 toneladas de cobalto"... ¿No serán estos números igual de fantasiosos y manipulados que los de las estadísticas oficiales? De ninguna manera, ya que Schnurre agrega: "La situación con respecto a la entrega de materias primas por parte de Rusia continúa satisfactoriamente" y enumera las entregas soviéticas realizadas desde el comienzo del año: 632,000 toneladas de trigo, 232,000 toneladas de petróleo, 23,500 toneladas de algodón, 50,000 toneladas de manganeso, 6,700 toneladas de fosfato, 900 kilogramos de platino...

El Transiberiano al servicio de Hitler

El último servicio prestado por Stalin a Hitler, dice Schnurre: "La Unión Soviética nos propone [por lo tanto, no es una respuesta a una solicitud de los nazis, sino una iniciativa del propio Kremlin] el derecho de tránsito hacia y desde Rumania, Irán, Afganistán y los países del Lejano Oriente" utilizando el Transiberiano, sobre el cual el Kremlin propone reducir para Alemania las tarifas de transporte en un 50%.

Abrir así un acceso directo a los proveedores del Cercano Oriente y Asia para permitir a la Alemania nazi escapar del bloqueo marítimo organizado por Inglaterra fue un gran servicio prestado a Hitler. No se podría ser más cortés, amable y cooperativo.

Según el Pravda del 13 de febrero de 1940, el acuerdo del 11 de febrero "responde a los deseos de los gobiernos de ambos países sobre la elaboración de un programa económico de intercambio de mercancías entre Alemania y la URSS (...) Prevé la exportación de materias primas de la URSS a Alemania, compensada por entregas de productos industriales por parte de Alemania a la URSS (...) La intención es aumentar aún más en el futuro las entregas mutuas de mercancías".

Moscú completo este acuerdo ocho meses después. El 5 de octubre de 1940, el Pravda anuncia "la firma de un acuerdo sobre comunicaciones ferroviarias entre la URSS y Alemania, que prevé una comunicación directa tanto para pasajeros como para mercancías entre la URSS y Alemania. Las negociaciones se llevaron a cabo en un ambiente amistoso".

Schnurre destaca finalmente la puntualidad de los soviéticos en las entregas: "Por supuesto, esto requiere grandes esfuerzos por su parte. Los rusos entregan puntualmente el volumen de materias primas establecido por el acuerdo". Esta puntualidad, completamente inusual en la vida económica de la URSS donde los retrasos en la entrega -sin mencionar las deficiencias- son frecuentes, es el resultado de una decisión política de alto nivel.

Esto lleva a Schnurre a afirmar: "Tengo la sensación de que podríamos presentar demandas económicas a Moscú, superando incluso el marco de los acuerdos del 10 de enero de 1941 y que podrían satisfacer las necesidades económicas en dimensiones más amplias de lo que el acuerdo ha definido".

Los negociadores soviéticos, debidamente instruidos, impresionan a Schnurre: "Durante las largas negociaciones, el deseo del gobierno soviético de ayudar a Alemania se hizo cada vez más evidente [3], así como el deseo de fortalecer firmemente la comprensión política mutua en el arreglo de cuestiones económicas"...

"Un nuevo paso en la realización del programa económico elaborado por ambos gobiernos en 1939"

El 18 de diciembre de 1940, Hitler, deseando expandir finalmente el espacio vital germano hasta los Urales, ordena a su Estado Mayor que complete los preparativos para la invasión de la URSS para el 15 de mayo de 1941. Esto es el plan Barbarroja. El agregado militar soviético en Berlín, el general Toupikov, informa a Stalin sobre la decisión y anuncia la invasión de la URSS para marzo de 1941.

Stalin, convencido de que está manipulando a Hitler, ignora la información, al igual que ignorará todas las advertencias procedentes de los servicios soviéticos. Según el mariscal de artillería Voronov, Stalin estaba convencido de que "la guerra entre la Alemania fascista y la Unión Soviética solo podría estallar como resultado de una provocación de la camarilla militar fascista y temía sobre todo tales provocaciones", llegando incluso a atribuir el ataque del 22 de junio de 1941, el inicio de la Operación Barbarroja, a supuestas provocaciones de generales nazis descontentos con la colaboración entre él y Hitler, y retrasando un día entero la respuesta del Ejército Rojo.

Así celebra el Pravda en su edición del 11 de enero de 1941 el nuevo acuerdo comercial firmado el día anterior entre la URSS y Alemania, que "regula el intercambio de mercancías entre la URSS y Alemania hasta el 1 de agosto de 1942", fecha propuesta por los alemanes para encubrir el calendario de la invasión prevista de la URSS para el 15 de mayo de 1941 por el plan Barbarroja definido el 18 de diciembre de 1940. En el comunicado de Pravda se expresa la gran satisfacción del Kremlin: "El nuevo acuerdo (...) constituye un nuevo paso en la realización del programa económico elaborado por los dos gobiernos en 1939".

La suma de las entregas proporcionadas por ambas partes supera ampliamente los marcos definidos en el primer acuerdo. La URSS suministra a Alemania materias primas industriales, productos petrolíferos y productos alimenticios, especialmente trigo. Alemania debe proporcionar a la URSS maquinaria industrial. La URSS continúa entregando a la Alemania nazi las materias primas que necesita y seguirá cumpliendo todos los pedidos realizados por Berlín, incluida una contribución final al esfuerzo de guerra alemán que Stalin hace entregar hasta el 21 de junio de 1941 por la noche.

Ayudar a Hitler contra los comunistas alemanes

Stalin también prestó ayuda a Hitler contra los comunistas alemanes. En febrero de 1940, entregó a la Gestapo un primer destacamento de treinta comunistas alemanes que habían emigrado a la URSS, entre ellos Margarete Buber-Neumann, esposa del antiguo dirigente del Partido Comunista Alemán y redactor jefe de su diario Die Rote Fahne, Heinz Neumann, a quien Stalin había hecho fusilar en 1937. En total, según Margarete Buber-Neumann, el NKVD entregó a 150 comunistas alemanes o simpatizantes a la Gestapo... ¡que, al no comprender la naturaleza del estalinismo y la finalidad del gesto de Stalin, los consideró agentes soviéticos!

Liquidar la Comintern para complacer al denunciante del "judéo-bolchevismo"

Stalin también quiere someter a la Comintern, fantasma de la Internacional Comunista, a su colaboración con Hitler. Así, a principios de septiembre de 1939, Wilhelm Pieck, miembro del Buró Político del PC alemán, presenta al secretariado del Comintern un proyecto de panfleto para difundir en Alemania, Checoslovaquia y Austria. Si bien el panfleto vitupera a los imperialistas anglofranceses, también denuncia "el gran capital financiero alemán" e invita a los trabajadores alemanes a "liberar a Alemania del fascismo hitleriano y de la dominación del capital financiero mediante la revolución socialista".

Siguiendo las instrucciones de Jdanov, portavoz de Stalin, el secretariado del Comintern borra las palabras "fascismo" e "hitlerismo" del panfleto, pero mantiene la denuncia del "gran capital alemán". Esto es demasiado para Stalin, quien ordena la prohibición de la difusión del panfleto maldito en los tres países mencionados. Este es solo el principio, todavía modesto.

Un año después, el 20 de abril de 1941, Stalin declara a los miembros del buró político y al secretario general de la Comintern, Dimitrov, que se debe preparar para disolver el Comintern: "La cuestión de la existencia del Comintern a corto plazo, de las nuevas formas de relaciones internacionales y de la actividad internacional en las condiciones de una guerra mundial se plantean de manera fuerte y clara".

Una reunión del secretariado de la Comintern, el 12 de mayo, se dedicó enteramente a preparar esta disolución, que Stalin consideró demasiado tardía para apaciguar a Hitler. Se contentó con ofrecérsela a Churchill y Roosevelt en 1943.

Goebbels siempre satisfecho con Stalin

El 22 de septiembre de 1939, el ministro de propaganda nazi, Joseph Goebbels, anotó en sus diarios: "Hasta ahora, los rusos han cumplido todas sus promesas". El 15 de marzo de 1940, confirmó: "Ahora somos aliados de Rusia. Hasta ahora solo hemos sacado ventajas de ello". El 13 de mayo de 1941, en vísperas de la inminente invasión de la URSS, repite: "Stalin sigue actuando según nuestra satisfacción".

La catástrofe inminente

El 20 de junio de 1941 por la noche, el comandante del puerto de Riga anuncia por teléfono a Mikoian, a cargo de la flota soviética, que los veinticinco barcos alemanes amarrados en el puerto se están preparando para partir al día siguiente, sin haber completado su carga o descarga de mercancías. El comandante del puerto quiere bloquearlos. Mikoian informa inmediatamente a Stalin, quien responde: "Sería una provocación. Es imposible hacer eso. ¡Hay que dar la orden de no impedirlos! ¡Que los barcos se vayan!".

Al mismo tiempo, los barcos soviéticos amarrados en puertos alemanes fueron bloqueados. Stalin no se inmutó. Hizo que todos los pedidos alemanes fueran entregados en la tarde del 21 de junio.

El doble juego de Beria

Lavrenti Beria, quien dirigía entonces el NKVD, envió a Stalin, el 21 de junio de 1941, dos notas significativas que reflejaban la confianza ciega de Stalin en su propio genio y en su capacidad para maniobrar a Hitler. Por un lado, lo informaba sobre los preparativos de la agresión alemana, y por otro, para evitar parecer desafiar al líder supremo, quien calificaba toda esa información de desinformación, fingía apoyar su ceguera.

Beria pide el retiro del embajador soviético en Berlín, Pavel Dekanozov, quien, según escribe, "continúa bombardeándome con ’desinformación’ sobre una supuesta agresión de la URSS preparada por Hitler. Me informó que esta ’agresión’ ocurriría mañana [...] El general mayor Toupikov, el agregado militar en Berlín [...], este general estúpido, afirma que tres grupos de ejércitos de la Wehrmacht atacarán en dirección a Moscú, Leningrado y Kiev".

Atacó también a un "teniente coronel, que también miente al afirmar que Hitler ha concentrado 170 divisiones contra nosotros en nuestra frontera occidental". Beria, conocedor del gusto de Stalin por la adulación más baja, añade: "Pero yo y mis hombres, Iósif Visariónovich, recordamos firmemente su perspicaz predicción: Hitler no nos atacará en 1941".

En una segunda nota, sintetiza los informes (exactos) de los agentes secretos al anunciar que "serán reducidos a polvo en campos, por desinformación sistemática, como cómplices de provocadores internacionales, que querrían confundirnos con Alemania".

Seguro de la exactitud de sus informaciones, proporcionaba así a Stalin los datos necesarios para comprender la situación, que mañana no podría ser acusado de haber ocultado, al tiempo que halagaba la insondable vanidad del Guía cegado, que hacía o permitía publicar en Pravda y en Izvestia "poemas " de esforzados versificadores que aseguraban a Stalin: "Las estrellas del alba obedecen a tu voluntad. Tu incomparable genio alcanza los cielos", o también: "Stalin, eres más alto que los altos espacios celestes". Otro lo deifica: "¡Oh tú, Stalin, gran líder de los pueblos, / tú que diste a luz al hombre, / tú que fertilizaste la tierra!”. Un cuarto lo alaba como "infinito, eterno". El último jura que "todo obedece a su voluntad". ¿Cómo no sentirse capaz de dominar a Hitler?

¿Hitler controlado por Stalin?

Esta convicción lo lleva a ordenar el fusilamiento de los cuatro soldados comunistas alemanes que desertaron en junio: dos el 4, uno el 18, otro el 21. Según Jean Lopez y Lasha Otkhmezuri, "todos revelaron sus opiniones comunistas y anunciaron el inminente asalto. Todos fueron fusilados como provocadores". Es el penúltimo favor que Stalin hace a Hitler.

El 22 de junio de 1941 a las 00:30, el soldado comunista alemán Alfred Liskov desertó y cruzó la frontera soviética arriesgando su vida para advertir al Ejército Rojo que la Wehrmacht atacaría a las 3 de la madrugada. Stalin, informado de inmediato, ordena fusilar a este "provocador". Es el último favor que Stalin hace a Hitler para prolongar la existencia de una colaboración agonizante. La Wehrmacht ataca a la hora señalada, salvando así temporalmente a Liskov, cuya provocación estaba siendo vigorosamente desenmascarada por el NKVD.

Esto marcó el final de la colaboración por la que ambos protagonistas sentían una vaga nostalgia. El 17 de septiembre de 1944, Hitler declaró a su médico, el Dr. Giesing: "El único adversario que es más o menos de mi talla es Stalin. No puedo negarle mi estima... cuando considero lo que le ha hecho a Rusia". Según la hija de Stalin, Nadezhda Alliluyeva, su padre "consideraba el pacto de 1939 como una obra maestra de su formidable astucia" y mucho después de la guerra repetiría, como se había convertido en su costumbre: "Aun así, con esos alemanes habríamos sido invencibles".

Agosto-septiembre de 1944: "La renovación sin palabras del pacto Ribbentrop-Mólotov" (Czapski)

La colaboración entre Stalin y Hitler, desecha el 22 de junio de 1941, se expresará una última vez, nuevamente a expensas de los polacos, tres años más tarde en una forma evidentemente no confesada e inesperada. El 1 de agosto de 1944, mientras el Ejército Rojo avanzaba hacia Varsovia, que había ingresado en Polonia varias semanas atrás, la capital que Hitler detestaba se levantó bajo la dirección de la Armia Krajowa (AK), el ejército nacionalista polaco.

Los insurgentes se apoderaron de dos tercios de la ciudad. La Wehrmacht, reforzada por batallones de las SS y destacamentos del ejército colaboracionista ruso de Vlassov y del ejército ucraniano fascista de Bandera, desató una masacre. Stalin no podía aceptar una insurrección cuya dirección se le escapaba.

El Ejército Rojo se detuvo durante mucho tiempo, luego avanzó durante cinco días para dar un pobre impulso a la insurrección, que unos pocos fardos de comida lanzados por los aviones soviéticos pretendían alimentar. La insurrección fue aplastada el 2 de octubre, dejando tras de sí 180.000 muertos y montones de ruinas. Antes de tomar Berlín, Stalin hizo a Hitler su último regalo.

traducción: Ricardo Rebolledo

 
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