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28 de abril de 2024 Twitter Faceboock

Lágrimas de León: vuelve el movimiento estudiantil
Gabi Phyro
Juliana Yantorno | @JuliYantorno
Segundo Asse | Estudiante de Sociologia - UNLP

Marcos Kazuo

Después de la masiva marcha del 23 se escribió y se dijo mucho ante una novedad: la lucha universitaria y el despertar del movimiento estudiantil expresa cambios en el humor social respecto al plan de guerra de Milei.

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Las fotos de la marcha del 23 se suman a las postales que muestran una juventud que aparece con fuerza en distintas partes del mundo. En Francia, en España y también en el mismísimo corazón del Imperialismo, Estados Unidos, se suceden las marchas masivas contra el genocidio de Israel a la población palestina. Los estudiantes universitarios vienen llevando a cabo acciones cada vez más radicalizadas, en universidades como Harvard o Columbia. Si Milei quería que nos parezcamos al primer mundo, ¡acá estamos!

En Argentina, el detonante fueron los ataques a la Universidad pública a la que el gobierno amenaza con dejar sin presupuesto, obligando a una virtual paralización. La respuesta se expresó de una manera particular: masivamente y en las calles.

Lágrimas, pero no de zurdos

Un primer dato es que casi todo el arco político acuerda en que la movilización fue un duro golpe para Milei. Mientras que con las movilizaciones anteriores no faltaron los intentos de “bajarles el precio”, con esta fue imposible de disimular.

La Nación decía: “La magnitud de la marcha pone a prueba el temple del Gobierno y el “mandamiento” que declaró Milei el lunes por cadena nacional: “No gastarás” [1] . Para muchos la cultura, la educación y la ciencia no son “gastos”, son derechos. En La Política Online, en una editorial titulada No la vio dice: “La impresionante marcha en defensa de la educación pública no es un Waterloo [2], pero hay que ver cómo reacciona el gobierno que tiene un gran talento para convertir inconvenientes en derrotas aplastantes (recordar caída de la ley ómnibus)” [3]. Según estos analistas, la fuerza movilizada el 23 es una muestra importante de las contradicciones que crujen entre el ajuste fiscal y las expectativas de un sector social que se decía era la base social de Milei: los jóvenes.

Las calles en debate

Por su parte Página 12 habla de tres marchas: la del paro del 24 de enero, el 24 de marzo, y esta. “En las tres marchas hubo una parte que fue a todas, pero en cada una se suman muchos manifestantes nuevos. Y el que va una vez, ya no se baja, porque el encuentro físico con otras personas que piensan parecido y actúan en común destruye preconceptos y diluye el prejuicio sobre el que se monta todo el discurso anti popular” [4].

Efectivamente esta marcha implica un salto en la movilización. En este caso, construida desde distintos sectores, con una variada composición etaria, social y política y con asambleas previas en múltiples universidades, que pone en evidencia el rechazo masivo a tocar la Universidad, como una especie de “consenso social” transversal en Argentina. Pero lo que no dice Página 12 es que esa dinámica ascendente de la que habla no puede desmarcarse del contexto político y de la orientación que le quieren impregnar los distintos sectores de la oposición. Las conducciones peronistas y radicales quieren que esa movilización sea sólo una prenda de negociación con el gobierno y no desplegar toda esa fuerza para luchar contra el conjunto del plan de ajuste.

En el propio documento que se leyó en la marcha, acordado por radicales y peronistas, desde la dirección de los sindicatos docentes, los rectores y la Federación Universitaria Argentina (FUA), no se hizo ninguna referencia a cómo seguir. Lógico: no querían anticipar lo que se vio al día siguiente: la UCR pegó el faltazo en la sesión para discutir el presupuesto universitario (ahora para lavarse la cara plantean que le darán tratamiento parlamentario en comisiones). Es que el radicalismo es parte de las fuerzas “colaboracionistas" con el gobierno. Mientras dicen defender la educación pública rosquean en el congreso la nueva Ley Ómnibus que incluye una reforma laboral reaccionaria que quita derechos a los trabajadores.

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Por su parte el peronismo tiene la política de que estas movilizaciones cumplan sólo un rol de desgaste para el gobierno. Que hagan daño pero que no desaten una movilización y una organización que derroten efectivamente el plan Milei. Lo que quieren es que ese descontento se exprese electoralmente en 2025 y 2027, volviendo a postularse como el “mal menor” con un país ya arrasado. Por eso ante la inminente votación de la nueva Ley Ómnibus y la Reforma laboral convocan a movilizar recién el miércoles (y a un paro en el lejano 9 de mayo), lo que puede ser más que una protesta una cita “post festum”.

La lucha es ahora porque el ataque es ahora. La cuestión del presupuesto sigue abierta y seguramente tenga nuevos episodios dentro y fuera del congreso, en donde tendremos que estar organizados para afrontarlos. Después de años de ajuste tanto bajo el macrismo como bajo el gobierno del Frente de Todos, es un hecho que al día de hoy se necesita un aumento del 300% en el presupuesto universitario para empatarle a la inflación anual esperada. Los centros de estudiantes y federaciones tienen que reclamar esto y organizar asambleas y reuniones en cada facultad para discutir cómo trazar un plan de lucha en esta dirección. Pero sabemos que esta pelea no puede quedar aislada.

Por eso desde la izquierda dimos una pelea previa en todas las facultades para que la marcha incluyera la consigna de lucha contra el DNU, la Ley Ómnibus y todo el plan de Milei. Después de la movilización de este martes hay mejores condiciones para enfrentar los ataques, ya que bajo la bandera de la defensa de la educación pública, se expresaron también múltiples malestares y demandas insatisfechas, por la baja de salarios, por despidos, por los ataques también a la salud pública y a las jubilaciones. Estar también en las calles cuando se vote esta Ley es una tarea fundamental, ya que degrada las condiciones de vida de las mayorías populares. Si pasa esta Ley sin que se expresen “las fuerzas de la calle” Milei estará más fortalecido para luego ajustar más a la Universidad. No podemos dejar que se diluya la fuerza del millón que estuvimos en las calles el 23. En este sentido, planteamos una perspectiva para que el movimiento estudiantil juegue un rol en enfrentar a este gobierno, en unidad con otros sectores y rescatando sus tradiciones históricas más progresivas.

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A los ojos de millones la Universidad es un derecho

Como han señalado varios análisis, parte de la masividad de la movilización del otro día se explica por el rol específico que tiene la universidad en Argentina. La cantidad de estudiantes ha ido aumentando en las últimas décadas, se ha ampliado socialmente, ya que hoy son parte de la universidad sectores que hace décadas ni siquiera soñaban con llegar: “Daniel Schteingart graficó el incremento de estudiantes terciarios desde 1970 hasta 2021. Fue desde 275.000, el 1,2% de la población, hasta 3,7 millones, el 8,1% de la población. El gran salto se produjo a mediados de los 90 y tiene que ver con la creación de nuevas universidades, sobre todo en el conurbano bonaerense. Si no se advierte esta transformación en cámara lenta, es muy difícil que se comprenda lo que pasó anteayer” [5]. Así ha aumentado la matrícula en universidades históricas como es la UBA, UNR, UNLP y la UNC. Por ejemplo la UBA pasó de tener una matrícula de un poco más de 150 mil estudiantes en 1992 a tener actualmente más de 300 mil estudiantes. Al mismo tiempo, en las últimas décadas, la universidad se amplió territorialmente, con cantidad de provincias e intendencias que hoy cuentan con su propia universidad. Un caso emblemático son las Universidades del conurbano bonaerense que permitieron el aumento de la cantidad de estudiantes en las distintas ciudades.

El movimiento estudiantil excede por mucho a las clásicas “clases medias”. Como muestra el siguiente gráfico, actualmente hay una porción significativa de los estudiantes universitarios que son “primera generación”:

Esta ampliación no se da sin fuertes contradicciones. Para establecer una comparación en el país hay 557 estudiantes por cada 10.000 habitantes, mientras que en Brasil son 408 y en Chile, 355. Sin embargo, en Argentina son menos los que acceden al título. Si bien la lucha del movimiento estudiantil logró defender en general la educación pública cuando quiso ser privatizada, esta también fue precarizada, haciendo que hoy solo el 25% de los estudiantes, 1 de cada 4, logre recibirse.

Esto a su vez se combina con una contradicción estructural de la universidad (una tendencia global que se siguió profundizando) entre la ampliación del ingreso, y la incapacidad del capitalismo de absorber mayores niveles de “mano de obra calificada”. La aspiración de un sector de la sociedad a que la universidad funcione como un vehículo para el “ascenso social” encuentra contradicciones con los crecientes niveles de precarización entre la juventud. Así como se habla de los “trabajadores pobres” (en referencia a quienes a pesar de cobrar un salario en blanco no cubren la canasta básica), se puede hablar de “universitarios precarizados”: jóvenes con título que no consiguen trabajo o los que consiguen son precarios. Esta situación no hace más que acrecentarse en un momento de crisis como el actual. Por ejemplo, ¿cómo se compatibiliza cada vez más estudiantes en la carrera de comunicación social de la UBA con el cierre de TELAM? ¿Qué pueden esperar los estudiantes de medicina tras recibir su título en el marco de un desfinanciamiento generalizado del sistema de salud público? La pirámide de la universidad muestra entonces una “base ancha” (muchos ingresantes) y una punta que se hace cada vez más angosta. Nosotros no queremos una universidad “funcionando” en un país en ruinas (lo cual, además, es imposible). De ahí nuestra crítica al corporativismo de peronistas y radicales (al que se adapta un sector de la izquierda) que pretende separar las luchas de la universidad de las realidades “exteriores” como si fueran cosas separadas. Queremos que la lucha universitaria sea el puntapié para la pelea por una transformación más profunda de la sociedad.

Ahora bien, el hecho de que en los últimos 50 años se haya ampliado la posibilidad de acceder a la educación superior tiene consecuencias políticas contradictorias. Por un lado, aparece esta aspiración de “ascenso social” que busca ser utilizada como una forma de contención social a las críticas del sistema social que condena a los jóvenes a tener aún trabajos precarizados. Pero por otro lado, también tiene su carácter explosivo ya que puede transformarse en demanda motora de millones, como se mostró en la marcha del 23, que consideran el acceso a la educación superior como un derecho.

Universidad de los trabajadores y al que no le gusta ¡se jode!

Durante la marcha empezaron a resonar cantos como: “‘Universidad de los trabajadores, y al que no le gusta, se jode’, repetido en las calles del centro porteño por personas de todas las edades” [6]. Una de las postales más difundidas de la movilización es la de trabajadores de la construcción en Chaco, coreando a gritos esta consigna junto a los estudiantes la movilización convocó a amplios sectores, incluyendo a las conducciones sindicales que desde hace tiempo no apoyaban una pelea de la universidad. Pero por el masivo apoyo a la pelea de los universitarios, no les quedó otra.

En ese espíritu también se destacaron importantes símbolos de unidad entre sectores de la vanguardia obrera, las asambleas barriales autoconvocadas y los estudiantes que se organizan en sus facultades. Los estudiantes de FADU de la UBA marcharon con los trabajadores tercerizados de GPS, que vienen peleando contra el cierre de Aerolíneas. En zona Oeste se movilizaron trabajadores de la salud, docentes de nivel medio. Desde la zona Norte vinieron los trabajadores de MadyGraf y de la empresa Kraft. Son todas postales que animan a pensar en la potencialidad estratégica de esas confluencias. La masividad del estudiantado y la posición estratégica de esos trabajadores en la economía nacional pueden constituir una fuerza social imparable.

Esto contrasta con la política de las conducciones peronistas en los sindicatos que, por el contrario, apuestan a una “estrategia” de luchar por lugar, dividiendo las luchas o solo hablando formalmente de unidad. ¿Qué sentido tiene que frente a un ataque de conjunto peleen todos por separado? La única explicación es que a la cabeza de esos sindicatos hay burocracias cuya función es preservar su lugar en el régimen y el Estado sin poner en cuestión los mecanismos "normales" de su funcionamiento. Porque si unieran todas las luchas, la debilidad institucional del gobierno de Milei se pondría al rojo vivo ¿Que sería de Milei sin el apoyo de los “colaboracionistas” y sin la “calle tranquila” que buscan garantizar las burocracias? Es que en esas situaciones convulsivas, se pone en juego su propio poder, porque se ve que son las y los trabajadores los que puedan decidir sobre los destinos del país.

Lo mismo se podría decir de los centros de estudiantes y federaciones conducidas por el peronismo y el radicalismo, que transforman la pelea en defensa de la universidad en un reclamo corporativo. Aceptan la “solidaridad” pero despojada de su potencialidad estratégica, que tiene que ver con unir realmente esas luchas en instancias de coordinación y deliberación comunes, trazando un plan para enfrentar seriamente a Milei. No se puede defender la universidad aisladamente, porque el ataque es de conjunto, y los sectores afectados no lo son en un único frente. Esta idea aparece más que nunca en estos días, aunque las direcciones le den la espalda a este deseo de unidad. El cambio en la predisposición a la lucha y la organización tiene que ver con que el 23 se palpó esa unidad en las calles, y unidos nos sentimos más fuertes.

¿Cómo seguimos? Desde abajo, democráticamente

Después de la masiva movilización del otro día surge entonces la pregunta, ¿quién va orientar los pasos a seguir? De conjunto la lucha universitaria todavía está dirigida por los rectores, los sindicatos docentes y las federaciones estudiantiles, pero en todo el país empiezan a surgir novedosos espacios autoconvocados que se organizan a pesar de esas direcciones, y que se niegan a esperar los tiempos de las burocracias que rosquean sobre nuestro futuro a nuestras espaldas.

Los estudiantes que se empiezan a organizar se encuentran con una dificultad. Como venimos señalando hace algunos años las burocracias estudiantiles llevaron a un proceso de degradación de los centros y federaciones estudiantiles, transformándolos en prestadoras de servicios (bares y fotocopiadoras) que venían a “cubrir” los huecos de la universidad precarizada. La Franja Morada y el PJ, que co dirigen, son impulsores por excelencia de este modelo de Centros de Estudiantes estatizados y regimentados, ligados por uno y mil lazos con las gestiones universitarias. El resto de las corrientes, incluso sectores de la izquierda, no rompieron con la idea de Centros de Estudiantes de servicios, y se limitaron a mantener federaciones y centros que funcionan como cáscaras vacías o meras “chapas políticas”, llegando a realizar todo tipo de alianzas supuestamente “instrumentales” para mantenerlas. Ambos elementos, que han sido eslabones muy importantes en las cadenas de integración política de la juventud al régimen, comenzaron a ponerse en cuestión.

Por eso desde la Juventud del PTS, además de cuestionar este modelo que resulta totalmente inútil para organizarse y luchar, queremos potenciar el desarrollo de todo espacio de tipo democrático, autoorganizado desde abajo, que tenga la forma que tenga (debates en las cursadas, asambleas autoconvocadas, por carrera, interfacultades, comités, comisiones, grupos de whatsapp que se vuelvan espacios de deliberación y acción, etc), sirva para que surja un sector de estudiantes en cada facultad que impulsen un movimiento estudiantil independiente de las autoridades y el gobierno y de lucha junto a los trabajadores.

Dentro de estas propuestas nosotros destacamos una vía que históricamente ha colaborado en esta perspectiva que es la puesta en pie de cuerpos de delegados. ¿Qué es esto; cómo sería? Su funcionamiento es sencillo: en cada cursada se vota un delegado o delegada, y esos delegados conforman el cuerpo de delegados, que se reúne periódicamente (reuniones desde ya abiertas a quien quiera participar). Pero en esas reuniones se debate sobre lo que se discutió, votó y definió en cada cursada, lo que llamamos mandato de base. El cuerpo de delegados, en función de estos mandatos, convoca los espacios democráticos, asambleas estudiantiles, y de coordinación, asambleas interclaustro, interfacultades, u espacios con otros sectores, por ejemplo, trabajadores en lucha que tienen su propia organización democrática. Y en esas asambleas se debate y se define. Los delegados, por supuesto, son revocables en todo momento si no cumplen con sus mandatos de base.

Esta forma de organización involucra directamente al conjunto del estudiantado en las discusiones y la toma de decisiones, permitiendo que la dirección del movimiento estudiantil responda directamente al conjunto de la base, lo cual es una ayuda invaluable contra toda práctica burocrática o antidemocrática. Está deliberación colectiva permite discutir no solo las formas de organización y los métodos de lucha, sino nuestros objetivos.

La pelea por la democratización de la universidad y el sentido social

Desde la Juventud del PTS, en este sentido, entendemos que la pelea por construir estos espacios tiene que ver con cuestionar el conjunto de la universidad y su funcionamiento. El problema de la orientación social de la universidad se relaciona con el proyecto de país que busca Milei, que aspira a una reestructuración de la Argentina al servicio del capital financiero más concentrado, barriendo con lo que hemos llamado "estado ampliado". Como decíamos en este artículo, lo que Milei llama “privilegios” de determinados sectores de trabajadores y populares, en realidad son conquistas que se han obtenido producto de determinada relación de fuerzas, lo cual incluye a las universidades.

ero la defensa de la universidad contra este avance no nos puede llevar a ocultar las contradicciones que hoy existen. Los planes de Milei se asientan sobre los intentos anteriores de avanzar en una mercantilización de la universidad que fueron dejando sus huellas. En los 90 el menemismo propuso la LES (una ley que ningún gobierno derogó) que apoyada en las recomendaciones del banco mundial sostenía la necesidad de que avance la privatización y arancelamientos de las universidades, al tiempo que incitaba a desfinanciar la oferta pública con el fin de reducir la matrícula y fortalecer al sector privado, supuestamente más “eficiente” ante la deserción y fracaso que priman en el sector público. Producto de las luchas estudiantiles la LES, pese a avanzar en significativas reformas reaccionarias, vaciando de presupuesto la universidad y moldeando las carreras de grado y posgrado en función de los intereses empresariales, no logró instalar un modelo privatista al nivel de otros países latinoamericanos como Chile o Brasil.

Esto dio como resultado una universidad precarizada. Con miles de docentes ad honorem y facultades que recurren a los “recursos propios” para financiarse. Esto en muchos casos implica de hecho el convenio con empresas multinacionales que invierten en las universidades a cambio de mano de obra barata (pasantías), publicidad o proyectos de investigación que se adaptan a sus negocios.

Por eso, como la universidad actual no se puede separar de su carácter de clase, que es el carácter de clase de la sociedad en la que está inserta, transformar la universidad actual implica establecer una crítica y un plan de acción contra la sociedad de clases que sostiene los aspectos más reaccionarios de la institución universitaria, como vía para pensar una producción de conocimiento liberada de las trabas que impone el capitalismo para su verdadero desarrollo. Es decir, conlleva pelear por una universidad al servicio de los trabajadores y las grandes mayorías, en donde ser estudiante universitario no sea un privilegio ni una vía para la diferenciación social.

Para encarar esta pelea entonces es necesario poner en cuestión el funcionamiento actual de las universidades. ¿Quién las dirige y cómo? Si bien desde la reforma Universitaria de 1918 la universidad funciona bajo el principio del cogobierno, es decir a partir de una representación de los distintos claustros de la universidad, docente y estudiantes (los no docentes se encuentran o subrepresentados o no son tomados en cuenta en gran parte de los Consejos Directivos) esa representación de los claustros es profundamente antidemocrática: la representación de los docentes es ponderada entre aquellos titularizados y los que no lo están (contemplados bajo la figura de “graduados”, ocultando que son trabajadores docentes en la mayoría de los casos). Por ejemplo, en la UBA solo el 10% de los docentes votan en el claustro docente (alrededor de 2500 sobre un total de más de 28 mil docentes censados) [7]. A su vez, esta representación es igual a la representación estudiantil, pese a que los estudiantes son la inmensa mayoría de las universidades. Es decir, un método feudal donde se califica el voto.

Esto justamente permite que quienes dirigen la universidad actúen como una casta, en función de sus propios intereses, y por ejemplo, negociados con gobiernos y empresas, lo cual le da vía libre a la orientación pro mercado, sobre la cual nunca se le consultó a las mayorías de la universidad, ya sean estudiantes, docentes y no docentes. La pelea por la democratización de estos organismos tiene que empezar por plantear la elección directa de las autoridades: una persona, un voto, y la participación directa de quienes somos parte de la universidad en cada decisión, es un punto de apoyo justamente para pelear por otra orientación para la universidad.

¿Adoctrinamiento marxista?

Este panorama deja claro que estamos lejos de un escenario como el que plantea Milei en donde las universidades serían “centros de adoctrinamiento marxistas”. Como se plantea en el último podcast de la revista Crisis: “Por el contrario (las universidades públicas) están fuertemente capturadas por las grandes empresas nacionales y trasnacionales. Podemos ver las inversiones que realizan los principales actores del agronegocio en facultades de todo el país, Monsanto, Bayer, minería”. Alejando Galeano, docente universitario invitado al podcast llega a afirmar que “la contracara de eso (el discurso de adoctrinamiento marxista) es la centralidad que tiene la UBA en el funcionamiento del capitalismo argentino”. El discurso de Milei, que no hace pie en la realidad, es justamente para profundizar esta orientación, barriendo todo lo que no sea abierta y fanáticamente neoliberal.

Desde nuestro punto de vista justamente falta marxismo en las universidades. Para cuestionar el carácter de clase de la universidad y la sociedad en que vivimos necesitamos una perspectiva crítica que parta de batallar contra la ideología dominante que busca conservar las cosas tal cual son. Hoy las cátedras marxistas son una pequeña minoría en la universidad e incluso cuando se aborda el pensamiento marxista se lo separa de su potencialidad revolucionaria. Desde las cátedras libres Karl Marx, que hemos impulsado en todo el país, por el contrario, apostamos a que el marxismo se ponga a la ofensiva de luchar contra las ideologías reaccionarias, planteando un conocimiento colaborativo entre estudiantes y trabajadores en función de una crítica de raíz a esta sociedad miserable.

Tenemos que aprovechar que Milei pone en el centro nuevamente las ideas del marxismo y el comunismo para discutir su potencialidad revolucionaria y recrear otro imaginario en sectores de la juventud que tienen avidez por pensar nuevas ideas. Pablo Semán y Nicolás Welschinger decían en Panamá: “Quizás el gobierno haya logrado el milagro de hacer llevar rápidamente una nueva generación de dirigentes estudiantiles o aún de estudiantes politizados en su contra. Todavía es muy temprano para decirlo, pero nadie debe olvidar que entre los 18 y los 20 años las politizaciones ocurren a velocidades sorprendentes”. La misma lógica se puede aplicar para una generación que, ante tanta catástrofe capitalista, tome en sus manos las ideas revolucionarias.

¡Que cagazo, obreros y estudiantes como en el Cordobazo!

Por lo dicho hasta aquí cabe recuperar una hipótesis que planteamos desde la Juventud del PTS hace un par de años en esta misma revista: “Nuestra hipótesis y apuesta política es que la existencia de un estudiantado más masivo en una Universidad mercantilizada donde pocos logran egresar, plantea la posibilidad de un importante choque de aspiraciones con quienes quieren recibirse. Esta masividad también hace que la línea divisoria entre la “clase media universitaria” y los sectores populares se vuelva más difusa por el propio cambio de composición de los estudiantes. La masividad trae la potencialidad de un estudiantado con mayores lazos con los sectores populares” [8]. Esto es muy significativo políticamente si se compara la magnitud del actual estudiantado con el de otras épocas, donde ya jugó un rol muy importante, como en los 60´y 70, a pesar de su menor peso social.

En este sentido, hay un debate en torno a cómo esta masividad y composición del estudiantado, puede entrar en escena bajo una perspectiva estratégica que busque tender puentes entre el movimiento estudiantil y el movimiento obrero para cambiar la sociedad de raíz. Para pensar este aspecto queremos recuperar las mejores tradiciones del movimiento estudiantil, como el Cordobazo, el levantamiento en el que se unieron obreros y estudiantes,que abrió una etapa revolucionaria en Argentina, de la cuál es fundamental extraer lecciones para el presente. Como decíamos aquí: tanto el Cordobazo como el conjunto de estos procesos marcaron la irrupción violenta de importantes sectores del movimiento obrero, estudiantil y de masas en la escena política nacional para tomar en sus manos sus propios destinos. Expresaban una profunda tendencia a la acción histórica independiente, no controlada por el peronismo y bajo el ascendiente de las diferentes corrientes de la izquierda marxista.

La generación que protagonizó el Cordobazo tenía otro horizonte, el de la revolución, para terminar con el capitalismo, y pelear por una sociedad que no esté organizada en función de las ganancias de unos pocos. Como planteamos en esteartículo, esta tendencia a buscar el cambio social estaba imbuida en las influencias de la Revolución Cubana, el Mayo Francés, el movimiento internacional por la guerra de Vietnam, entre otras. En esos momentos primaban las estrategias guerrilleras separadas de la acción independiente de la clase obrera o de “frente populistas” de colaboración con sectores de la burguesía “nacional”, lo cual tuvo resultados catastróficos en el conjunto del proceso. En la actualidad, quienes nos reivindicamos socialistas y revolucionarios tenemos el desafío de repensar estos límites al mismo tiempo que queremos tomar los mejores elementos de esta tradición. Buscando la unidad obrero estudiantil bajo el imaginario de construir una nueva sociedad donde sean trabajadores, estudiantes y sectores populares los que tomemos cada decisión sobre qué, cómo y para qué se produce. Esta perspectiva estamos peleando.

 
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