Parte de la razón de esta desconexión es que los debates actuales sobre el colonialismo de asentamientos han evolucionado a partir de tradiciones de la teoría cultural posmodernista y poscolonial que están alejadas del materialismo histórico. [1] Sin embargo, una explicación más profunda [2] del abismo existente entre el trabajo académico actual sobre el colonialismo de asentamientos y el marxismo está asociada a las afirmaciones de algunos críticos de izquierdas de que la obra de Marx se caracteriza por lo siguiente: (1) un crudo desarrollismo y determinismo económico; (2) una postura procolonialista; (3) una concepción teleológica del progreso; y (4) prometeísmo o productivismo extremo en relación con el medio ambiente. [3] Estas tres acusaciones se emplean a menudo para tachar al materialismo histórico de irrelevante o incluso hostil a las luchas y perspectivas indígenas contemporáneas.
En Red Skin, White Masks, Glen Sean Coulthard ofrece una visión más matizada de Marx y los indígenas, abordando la crítica de este último a la "llamada acumulación primitiva". Coulthard insiste en que "el marco teórico de Marx" a este respecto puede considerarse extremadamente "relevante para una comprensión global del colonialismo de asentamientos y la resistencia indígena", pero que esto requiere que el materialismo histórico clásico "se transforme en conversación con el pensamiento crítico y las prácticas de los propios pueblos originarios". En concreto, pretende trascender lo que considera puntos de vista erróneos de Marx: (1) que dicha expropiación se limita a las etapas formativas del capitalismo, en lugar de constituir un proceso continuo; (2) que existe una lógica desarrollista unilineal que debe equipararse al progreso; y (3) que el medio ambiente debe tratarse como si constituyera un don gratuito, de modo que la tierra no se considera explotada, sólo lo son las personas. [4]
Tomándonos en serio estas críticas, volvemos a los fundamentos clásicos de la teoría marxista para determinar en qué se equivocó el análisis ─si es que se equivocó en algún sitio-, qué puede derivarse de él de forma útil y cómo construir (o reconstruir) una crítica marxista del colonialismo relevante para las luchas contemporáneas. A través de esta evaluación, creemos, se harán evidentes los puntos fuertes del argumento histórico-materialista clásico. Volver a Marx como punto de partida es crucial para desarrollar una crítica materialista del capitalismo y el colonialismo. No obstante, en el materialismo histórico no existe una ortodoxia fija. Más bien, el marxismo ha sido moldeado desde el principio por las tradiciones revolucionarias vernáculas. Como filosofía de la praxis orientada no sólo a comprender el mundo, sino también a cambiarlo, el materialismo histórico es el que menos puede permitirse ser suprahistórico o descuidar las lecciones de las luchas nacionales y populares. La "ortodoxia" en el marxismo, como dijo Georg Lukács, "se refiere exclusivamente al método" [5]. Así pues, es el método materialista, histórico y dialéctico del marxismo clásico [6] el que constituye el punto de partida necesario con el que emprender hoy la crítica del colonialismo, incluido el colonialismo de asentamientos.
Colonialismo y Expropiación
Coulthard sostiene en Red Skin, White Masks que la teoría de Marx de la expropiación como condición histórica del desarrollo capitalista se centra principalmente en "la separación perpetua de los trabajadores de los medios de producción" y no en la relación colonial en sí misma. Del mismo modo, se nos dice que la discusión de Marx sobre "La teoría moderna del colonialismo" en el capítulo final del volumen 1 de El Capital se dedicó simplemente a establecer su teoría del trabajo asalariado y el capital señalando la necesidad de que el capital retire a los trabajadores de la tierra, lo que indica una falta general de preocupación por el colonialismo. Partiendo de estas críticas, Coulthard sugiere que la crítica debería pasar de centrarse principalmente en la relación de capital a destacar también la relación colonial, superando así la unilateralidad de Marx a este respecto. [7]
Empero, en el capítulo 31 de El Capital, "La Génesis del Capitalista Industrial", Marx ya señala la necesidad de considerar la relación colonial como subyacente a la relación de capital. En efecto, es clarísimo al respecto:
El descubrimiento de oro y plata en América, la extirpación, esclavización y enterramiento en minas de la población indígena de ese continente, los comienzos de la conquista y saqueo de la India, y la conversión de África en un coto para la caza comercial de pieles negras, son todas cosas que caracterizan el amanecer de la era de la producción capitalista. Estos procedimientos idílicos son los principales momentos de la acumulación primitiva. [8]
De aquí que para Marx no sean los diversos parcelamientos de los bienes comunes en Inglaterra, discutidos en los primeros capítulos de la parte VIII de El Capital sobre "La Llamada Acumulación Primitiva", los que constituyeron los momentos principales de la expropiación primaria y la génesis del capitalista industrial, sino más bien el saqueo de todo el mundo fuera de Europa, centrado en la "extirpación, esclavización y enterramiento en minas de la población indígena", abarcando el robo de los metales preciosos, las tierras y los cuerpos de los indígenas. [9] Además, las colonias de asentamientos blancos ingleses reciben críticas específicas por los horrores que infligieron:
El tratamiento de la población indígena fue, por supuesto, más espantoso en las colonias de plantación creadas exclusivamente para el comercio de exportación, como las Indias Occidentales, y en países ricos y bien poblados, como México y la India, que fueron entregados al saqueo. Pero ni siquiera en las colonias propiamente dichas (o colonias de asentamiento ─en español, un colonizador/a asentado o establecido significa colono/a─) se desmintió el carácter cristiano de la acumulación primitiva. En 1703, aquellos sobrios exponentes del protestantismo, los puritanos de Nueva Inglaterra, mediante decretos de su asamblea, fijaron una prima de 40 libras por cada cabellera india y cada piel roja capturado; en 1720, se fijó una prima de 100 libras por cada cabellera; en 1744, después de que la Bahía de Massachusetts proclamara rebelde a cierta tribu, se establecieron los siguientes precios: por el cuero cabelludo de un varón de 12 años o más, 100 libras esterlinas en moneda nueva; por un prisionero varón, 105 libras esterlinas; por prisioneros mujeres y niños, 50 libras esterlinas; por el cuero cabelludo de mujeres y niños, 50 libras esterlinas.
Algunas décadas más tarde, el sistema colonial se vengó de los descendientes de los piadosos padres peregrinos, que entretanto se habían vuelto sediciosos. Por instigación inglesa y a cambio de dinero inglés, los pieles rojas les arrancaron la cabellera. El Parlamento británico proclamó que los sabuesos y el corte de cabelleras eran "medios que Dios y la Naturaleza habían puesto en sus manos”. [10] Engels también indicó que las colonias de colonos blancos serían las primeras en independizarse de la madre patria. Véase Karl Marx and Frederick Engels, Collected Works (New York: International Publishers, 1975), vol. 46, 322.]]
A Marx no se le pasó por alto que el precio de las cabelleras era equivalente al precio de los prisioneros, lo que significaba que el objetivo era el genocidio y no la esclavitud. De este modo, Marx subrayó que el objetivo principal en las colonias de asentamientos ingleses en Norteamérica era la "extirpación" absoluta de la población indígena. En efecto, como explicó William Howitt en "Colonización y Cristiandad: Una Historia Popular del Tratamiento de los Nativos por los Europeos en Todas sus Colonias" (1838), que Marx estudió por primera vez en 1851, el colonialismo de asentamientos blancos de los nacientes Estados Unidos tenía como objetivo el exterminio y la eliminación de las tribus nativas estadounidenses. Aquí, Howitt citó la afirmación del abate Raynal de que el objetivo de ingleses y franceses era "extirpar" a los nativos estadounidenses. Howitt también describió "las campañas exterminadoras del general Jackson", [11] citando la declaración de Andrew Jackson del 27 de marzo de 1814, durante su campaña militar contra las tribus del Sur, de que estaba "decidido a exterminarlas". Los pueblos nativos estadounidenses, observó Howitt, "fueron llevados a la ruina o a la aniquilación". Escribiendo en la época de la "Senda de Lágrimas" (una serie de desplazamientos forzados de aproximadamente 60 000 nativos americanos de las denominadas Cinco Tribus Civilizadas entre 1830 y 1850 por parte del gobierno de Estados Unidos Miles de personas murieron de enfermedades antes de llegar a su destino o poco después, NdeT) y del traslado masivo de los nativos estadounidenses del sureste, Howitt concluía con las siguientes palabras:
Nada podrá impedir la expatriación final de estas tribus del sur: deben pasar el Mississippi hasta que la población blanca aumente lo suficiente como para obligarles a cruzar el Missouri; entonces sólo quedarán dos barreras entre ellos y la aniquilación: las montañas rocosas y el océano Pacífico. Cada vez que oigamos hablar ahora de esas tribus, será de algún nuevo acto de agresión contra ellas, de alguna nueva expulsión de una parte de ellas, y de indios melancólicos que se alejan hacia las tierras salvajes del oeste. [12]
Durante la época en que escribía El Capital, el libro de Howitt fue la principal fuente de Marx sobre el trato colonial no sólo a los nativos estadounidenses sino a las poblaciones indígenas de todo el mundo. No obstante, al mismo tiempo que encontró a Howitt, Marx también estudió la Historia de la Conquista de México (1843) y la Historia de la Conquista del Perú (1847) de William Prescott, y La trata de esclavos africanos y su remedio (1840) de Thomas Fowell Buxton, junto con varias obras sobre la India. [13] En la década de 1850, analizó detenidamente las Lecciones sobre la Colonización y las Colonias (1841), de Herman Merivale. [14] En 1853, leyó la Historia de Java (1817) de Thomas Stamford Raffles, [15] en la que Howitt también se había basado para su tratamiento de Java. A continuación estudió otras muchas obras sobre la esclavitud, a las que se hace referencia en El Capital. La obra de Howitt " Colonisation and Christianity" (Colonización y Cristiandad) tenía más de quinientas páginas e incluía capítulos separados sobre el trato dispensado a los indígenas por las potencias coloniales en diversas regiones del mundo, con doce capítulos dedicados a cómo se comportaron los españoles y portugueses en relación con las poblaciones nativas del Nuevo Mundo, tres sobre los colonos ingleses y los indígenas de Norteamérica, dos sobre "El trato a los indios en Estados Unidos", cinco sobre los ingleses en la India, uno sobre los ingleses en la colonia del Cabo en Sudáfrica, uno sobre los holandeses en la India e Indonesia (Java) y otro sobre los holandeses en Australia y las islas del Pacífico, y uno sobre los franceses en sus colonias. En conjunto, Colonización y Cristiandad fue el mayor compendio sobre las atrocidades globales del colonialismo escrito en su época, conteniendo copiosos detalles, a menudo basados en informes comerciales y gubernamentales. Como escribió Marx: "W. Howitt, un hombre especializado en ser cristiano, dice del sistema colonial cristiano: ’Las barbaridades y los atropellos desesperados de la llamada raza cristiana, en todas las regiones del mundo, y sobre todos los pueblos que han podido someter, no tienen parangón con los de ninguna otra raza, por feroz que sea, por inculta que sea, y por despreocupada de la piedad y de la vergüenza, en ninguna época de la tierra’". [16]
Dado que Marx estaba preocupado por el papel que la expropiación colonial de la tierra y los pueblos indígenas desempeñó en la génesis del capitalismo industrial, centró su tratamiento particularmente en los holandeses y los ingleses, como los dos países que habían liderado el desarrollo del capitalismo industrial. Con respecto a los holandeses, Marx señaló que en 1648, en el cenit de su poder, Holanda tenía el control casi total del comercio de las Indias Orientales. En El Capital, se concentró particularmente en el papel holandés en Java, tal como se detalla en la Historia de Raffles (basándose, sin embargo, principalmente en pasajes que habían sido destacados en Colonización y Cristiandad de Howitt). Aquí se describe cuidadosamente el papel de los "ladrones de hombres" organizados, que consistían en "el ladrón, el intérprete y el vendedor", todos ellos dedicados sistemáticamente a "robar hombres" que luego eran encadenados, escondidos en prisiones secretas y arrastrados a los barcos negreros que los esperaban.
Como señaló Marx, "Banjuwangi, una provincia de Java, contaba con más de 80,000 habitantes en 1750 y sólo 18,000 en 1811. Eso", exclamó con amarga ironía, "¡es comercio pacífico!". Sobre la base de su expropiación colonial, argumentaba Marx, el "capital total" de la República Holandesa aumentó hasta el punto de que, a mediados del siglo XVII, probablemente superaba al de todo el resto de Europa junto. [17]Pero la barbarie colonial del capitalismo holandés iba a ser superada en escala en los siglos XVIII y XIX por el inglés. Marx, siguiendo a Howitt, explicó que el gobernador británico de la Compañía de las Indias Orientales insistió en su "monopolio exclusivo" en el comercio del té, así como en el comercio con China y Europa. Pero los funcionarios favorecidos de la Compañía pudieron controlar los monopolios de la sal, el opio, el betel y otras mercancías, dominando el comercio costero. "Grandes fortunas surgieron como setas en un día", basadas en algunas de las formas de expropiación más despiadadas de la época. Basándose en Howitt como fuente, Marx escribió: "Entre 1769 y 1770 los ingleses crearon una hambruna comprando todo el arroz y negándose a venderlo de nuevo, excepto a precios fabulosos". [18] En una nota a pie de página, añadió: "En el año 1866, más de un millón de hindúes murieron de hambre sólo en la provincia de Orissa. [19] No obstante, se intentó enriquecer el tesoro [colonial] indio con el precio al que se vendieron los medios de subsistencia al pueblo hambriento." [20]
El saqueo fue enorme. "Los tesoros capturados fuera de Europa mediante el saqueo indisimulado, la esclavitud y el asesinato", escribió Marx, "fluían de vuelta a la madre patria". El sistema colonial "proclamaba la obtención de beneficios como el fin último y único de la humanidad". El comercio de esclavos, en particular, iba a desempeñar un papel central en la industrialización de Inglaterra y en el crecimiento de la manufactura del algodón. Contando los barcos de esclavos que surcaban el comercio de Liverpool en los años previos a la Revolución Industrial, Marx observó: "En 1730, Liverpool empleaba 15 barcos en el comercio de esclavos; en 1751, 53; en 1760, 74; en 1770, 96; y en 1792, 1321 [21]
Marx termina su capítulo sobre "La génesis del capitalista industrial" con la afirmación de que "si el dinero, según Augier, ’viene al mundo con una mancha de sangre congénita en una mejilla’, el capital viene chorreando de pies a cabeza, por todos los poros, sangre y suciedad". Leyendo este pasaje, es imposible no pensar también en la conclusión de Colonización y Cristiandad, de Howitt, [22] que tanto había influido en Marx:
No bastaba con que las tierras de todas las regiones recién descubiertas fueran tomadas mediante fraude o violencia; no bastaba con que sus legítimos habitantes fueran asesinados o esclavizados; no bastaba con que los odiosos vicios de gentes que se autoproclamaban seguidores de los seres más puros se vertieran como una peste en estos nuevos países. No bastaba que millones y millones de seres pacíficos fuesen exterminados por el fuego, la espada, las pesadas cargas, la vil violencia, las minas deletéreas y los rigores desacostumbrados, por los perros, los cazadores de hombres y por el dolor y la desesperación, sino que faltaba un crimen supremo para situar los actos de los europeos más allá de toda rivalidad en la causa del mal, y esa abominación inabordable se encontró en el comercio de esclavos. Se habían apoderado de casi todos los demás países, pero no pudieron apoderarse de las tórridas regiones de África. No pudieron apoderarse de la tierra, pero se apoderaron de la gente.... Por lo tanto, decidieron inmolarlos sobre las tumbas de los estadounidenses ya perecidos. Derramar sangre sobre sangre, amontonar huesos sobre huesos y maldiciones sobre maldiciones. Qué idea: los europeos de pie, con el látigo de la esclavitud en sus manos, sobre los huesos de millones de exterminados en un hemisferio, mirando con ojos despiadados a sus víctimas arrastradas de otro hemisferio, labrándose, no con su sudor, sino con la sangre de su corazón, el suelo que es, de hecho, el polvo de generaciones de víctimas asesinadas .... Toda la historia de la colonización europea es una pieza. [23]
Más allá de la extirpación y la esclavización, la crítica de Marx se centró en el robo extensivo que caracterizó la expropiación primaria subyacente a la acumulación de capital en la era mercantilista y más allá, que fue fundamental para el desarrollo del capitalismo. Esta expropiación se llevó a cabo en las colonias de asentamientos blancos mediante el genocidio de la población indígena y la importación de esclavos. Así surgió lo que Coulthard ha llamado una "desposesión estructurada". A medida que se eliminaba a la población indígena y que estos territorios se llenaban de inmigrantes/colonos blancos, el problema para el capital acabó convirtiéndose también en la desposesión de los colonos. [24] Así, con respecto a las colonias de colonos blancos ─una vez que los habitantes indígenas originales del suelo habían sido aniquilados o expatriados─ surgió un debate en el que participaron todos los economistas políticos clásicos ingleses sobre los efectos perjudiciales para el capital de una elevada relación tierra/población. Este estado de infrapoblación en relación con la tierra, y por tanto la relativa abundancia de esta última, fomentaba el trabajo directo de la tierra por una clase de pequeños agricultores poblada por los inmigrantes que llegaban, bloqueando así el desarrollo de un proletariado sin propiedades necesario para la industrialización capitalista. [25] Marx se centró aquí en el trabajo de Edward Gibbon Wakefield y otros defensores decimonónicos de la "colonización sistemática" en las colonias inglesas de asentamientos blancos (principalmente Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda). Wakefield insistía en la necesidad de que el Estado generara altos precios de la tierra mediante la venta de tierras estatales y la especulación con la tierra, a fin de impedir que las nuevas oleadas de colonos inmigrantes se trasladaran inmediatamente a la frontera y se establecieran como agricultores de subsistencia o pequeños propietarios, obligándoles más bien a adoptar la posición de proletarios. [26]
El hecho de que los indígenas apenas contaran en esos debates entre los economistas políticos clásicos de las colonias inglesas era un reflejo de la circunstancia de que en la década de 1830 la expulsión de los nativos estadounidenses de la tierra se consideraba en gran medida realizada en Norteamérica, aunque seguía avanzando con cada movimiento occidental; mientras que el mismo proceso de expulsión de las poblaciones aborígenes estaba también muy avanzado en Australia y Nueva Zelanda. [27] Fue en este contexto de "la teoría moderna del colonialismo" defendida por Wakefield y de la economía política del colonialismo de asentamientos que Marx iba a declarar en la página final del volumen 1 de El Capital:
No nos preocupa aquí [en este punto lógico del argumento] la condición de las colonias. Lo único que nos interesa es el secreto descubierto en el Nuevo Mundo por la economía política del Viejo Mundo, y proclamado a toda voz por ella: que el modo de producción y de acumulación capitalista, y por tanto también la propiedad privada capitalista, tienen por condición fundamental la aniquilación de esa propiedad privada que descansa en el trabajo del propio individuo; en otras palabras, la expropiación del trabajador". [28]
Esto no debe interpretarse, como comprensiblemente hace Coulthard, en el sentido de que Marx no se preocupara por las realidades de las instituciones coloniales y el trato a las poblaciones indígenas, ya que sus otros escritos, incluido El Capital, desmienten tal interpretación. Más bien, la crítica de Marx, basada en Wakefield, sugería que la expulsión de la población indígena de la tierra, para ser sustituida por pequeños agricultores, conduciría finalmente en las colonias de asentamientos blancos a la expropiación progresiva también de los pequeños agricultores como condición de la génesis del capitalismo industrial. [29]
Las Investigaciones de Marx sobre las Economías Naturales Indígenas
De hecho, el enfoque de Marx sobre el colonialismo y las poblaciones indígenas iba mucho más allá del análisis de sus contemporáneos, incluido Howitt, que estaba principalmente consternado por la cuestión moral del impacto "cristiano" de los colonizadores occidentales sobre los indígenas. Marx, en cambio, estaba mucho más profundamente interesado en las formas de propiedad, producción, intercambio, género, lengua y cultura material que habían caracterizado a las naciones indígenas de todo el mundo antes de la colonización. Así, en relación con las Américas, sus investigaciones se dedicaron principalmente a la naturaleza de las sociedades indígenas precolombinas. Esto era evidente por la importancia que la descripción de Prescott de la economía inca en Historia de la Conquista del Perú asumió en el pensamiento de Marx, al que se refirió continuamente en los Grundrisse y El Capital como representante de la categoría crucial de la "economía natural", es decir, una economía desarrollada, en gran medida comunal, anterior al intercambio o a las mercancías. Bajo los incas, un individuo "no tenía poder para enajenar o añadir a sus posesiones" con respecto a la tierra, que se poseía comunalmente y se redistribuía cada año. [30] En una discusión sobre las sociedades generadoras de excedentes, [31] Marx se referiría en el volumen 3 de El Capital al "comunismo artificialmente desarrollado de los peruanos [incas]”. [32]
Aunque a menudo se ha sugerido que Marx y Federico Engels exhibían una perspectiva desarrollista unilineal que consideraba que el capitalismo desempeñaba un papel históricamente progresivo, aunque violento, en su relación con las sociedades no capitalistas y, por tanto, en sus imposiciones coloniales sobre "los pueblos sin historia [escrita]", esas opiniones ambivalentes con respecto al colonialismo no se prolongaron más allá de sus treinta años. A finales de la década de 1850 y antes de que Marx escribiera El Capital, se produjo un cambio decisivo en el énfasis de sus escritos y los de Engels hacia la defensa de las luchas indígenas y anticoloniales, mostrando una fuerte consternación y un reconocimiento de la importancia duradera de las formaciones culturales y modos de producción no capitalistas. Gran parte del impulso para este cambio de perspectiva fue el crecimiento de las guerras de resistencia anticolonial que emanaban de las propias poblaciones indígenas, a saber, la revuelta argelina contra el colonialismo de los colonos franceses, liderada por el emir Abdelkader en las décadas de 1830 y 1840; la rebelión Taiping de 1850-64; el "motín indio" o lo que Marx llamó la " Revuelta de los Sepoy " de 1857-59; la lucha nacionalista en Irlanda dirigida por los Fenians en la década de 1860 y después; y la guerra zulú contra los británicos en 1879. En cada uno de estos casos, Marx y Engels se pusieron del lado de las fuerzas anticoloniales autóctonas. Sin duda, en un artículo de 1853 sobre "Los Futuros Resultados del Dominio Británico en la India" para el New York Daily Tribune, el Marx de treinta y cinco años, imbuido de optimismo revolucionario, había presentado el colonialismo británico, al modo hegeliano, como una "herramienta inconsciente de la historia", que representaba, aunque de forma contradictoria, un movimiento universal hacia adelante dentro de la historia en general. No obstante, su crítica al colonialismo seguía siendo aguda: "La profunda hipocresía y la barbarie inherente a la civilización burguesa", escribió, "yace al descubierto ante nuestros ojos, girando desde su hogar, donde asume una forma respetable, hacia las colonias, donde va desnuda".
Por otra parte, las cambiantes condiciones históricas permitirían que la crítica revolucionaria general de Marx al colonialismo surgiera plenamente sólo cuatro años más tarde. En 1857, en una mordaz respuesta al colonialismo británico a la luz de lo que se ha llamado la Primera Guerra de Independencia de la India, Marx apoyó la guerra por la "independencia nacional" organizada por la "liga revolucionaria" que pretendía expulsar a los británicos de la India. El dominio colonial británico, argumentaba, se basaba en "el principio de destruir la nacionalidad" mediante la destrucción forzosa y otros medios. A partir de ese momento, el énfasis de su análisis se centró directamente en el retroceso y no en el progreso "inconsciente" asociado al dominio colonial europeo. [33]
En sus últimos años, Marx dejó de lado el trabajo en los volúmenes 2 y 3 de El Capital no sólo por esta identificación directa con las revueltas indígenas, sino también por la enorme urgencia con la que abordaba el estudio de las sociedades y formas de propiedad no capitalistas. Para Marx, la publicación de El Origen de las Especies de Charles Darwin y el correspondiente auge de los estudios antropológicos que profundizaban en las culturas tradicionales indígenas y en la prehistoria humana, representando lo que se ha llamado una "revolución en el tiempo etnológico", planteó la cuestión de una crítica más completa y revolucionaria de la sociedad capitalista. Abrió el potencial de toda una nueva comprensión radical del mundo con la que cambiarlo. [34] Fue en este periodo cuando aprendió ruso para estudiar la literatura populista de ese país y la obshchina o mir, la comuna campesina de aldea.
Tras la publicación del volumen 1 de El Capital, Marx también amplió sus estudios ecológicos, principalmente en relación con la agricultura. [35] Cada vez más, sin embargo, su tiempo fue ocupado por las investigaciones casi desesperadas representadas por sus masivos Cuadernos Etnológicos. [36] Para Marx, estos estudios incluían pistas no sólo en relación con el pasado, sino también con el futuro. Los Cuadernos Etnológicos de Marx contenían extractos (e interpolaciones) de los trabajos antropológicos de Lewis Henry Morgan, John Budd Phear, Henry Sumner Maine y John Lubbock, extraídos entre 1880 y 1882. En 1879, también extrajo los estudios etnológicos del joven sociólogo ruso Maxim Kovalevsky ─a quien el propio Marx había nutrido- de un libro manuscrito, La Propiedad Comunal de la Tierra: Causas, curso y consecuencias de su disolución, que el autor le había enviado. Además de estos estudios, Marx llenó sus cuadernos con investigaciones sobre la comuna rusa, la historia de la India y la historia mundial. (Los apuntes de Marx de 1880-81 sobre la historia mundial a partir de las obras de Carlo Giuseppe Guglielmo Botta y Friedrich Christoph Schlosser, que constan de cuatro cuadernos de extractos, tienen unas 1,700 páginas. [37]
En 1880-81, anotó pasajes de Java; o Cómo Gestionar una Colonia (1861), de James William B. Money. Marx y Engels también estudiaron la obra de Hubert Howe Bancroft Las Razas Nativas de los Estados del Pacífico de Norteamérica (cinco volúmenes), con especial atención a las tribus del sudeste de Alaska y del noroeste del Pacífico. [38]
Marx tomó extractos interpolados muy extensos de la obra maestra de Morgan La Sociedad Antigua, que se basaba en los estudios de este último sobre los nativos estadounidenses (y en particular los iroqueses, sobre los que Morgan había escrito una obra anterior, La Liga de los Ho-De’-No-Sau-Nee, o iroqueses. [39] Engels compondría más tarde su Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado (1884) basándose en La Sociedad Antigua de Morgan, las notas de Marx sobre Morgan y otras fuentes. [40]
Al estudiar la obra de Morgan, Marx ─como indican sus líneas verticales en las páginas de sus cuadernos que destacan determinados pasajes─ se centró ante todo en: (1) la sociedad comunal, consanguínea (basada en el parentesco), incluida su base en la gens o clan, su forma democrática y la relativa igualdad de la mujer; y (2) las formas de propiedad comunal asociadas, que constituyen la economía natural con su comercio no mercantil. Marx también prestó atención a los cultivos y las formas de agricultura. [41] "Todos los miembros de la gens iroquesa", escribió, inspirándose en Morgan, eran "personalmente libres, obligados a defender la libertad de los demás”. [42] Como escribió Franklin Rosemont en "Karl Marx and the Iroquois" (Karl Marx y los iroqueses)
"Página tras página, Marx destaca pasajes enormemente alejados de lo que normalmente se consideran los "temas estándar" de su obra. Así, lo encontramos invocando la casa en forma de campana de las tribus costeras de Venezuela; la manufactura de cinturones iroqueses "utilizando un fino cordel hecho de filamentos de corteza de olmo y tilo"; "la leyenda peruana de Manco Cápac y Mama Ocllo, hijos del sol"; las costumbres funerarias de los Tuscarora; la creencia shawnee en la metempsicosis; "la literatura no escrita de mitos, leyendas y tradiciones"; las incipientes ciencias de los indios aldeanos del suroeste; el Popul Vuh, libro sagrado de los antiguos mayas quichés; el uso de púas de puercoespín en la ornamentación; los juegos indios y "la danza [como] forma de culto". [43]
Además de las copiosas notas de Morgan sobre los iroqueses, Marx también tomó notas detalladas sobre los Delaware, Mohegan, Cree, Shawnee, Creek, Chickasaw, Choctaw, Cherokee, Seminole, Dakota, Pawnee, Fox, Blackfoot y muchas otras tribus. En todos los casos se interesó por la "práctica de las artes" por parte de las diversas tribus/naciones estadounidenses nativas. [44] Marx evitó una noción estrictamente unilineal del desarrollo evolutivo. En efecto, sus estudios se centraron constantemente en la reconstitución de antiguas formas de sociedades indígenas, y no capitalistas, en un nivel histórico superior, ayudadas por la persistencia de culturas/formas culturales anteriores. [45] "El vivo relato de Morgan sobre los iroqueses", escribe Rosemont, "le dio [a Marx] una vívida conciencia de la actualidad de los pueblos indígenas, y tal vez incluso un atisbo de la posibilidad, entonces inimaginable, de que tales pueblos pudieran hacer sus propias contribuciones a la lucha global por la emancipación humana.” [46] En efecto, Marx estaba fascinado por el argumento de Morgan de que la antigua gens, ejemplificada por los iroqueses, contenía el núcleo comunal que se reproduciría en un plano superior de la sociedad asociativa del futuro. En palabras de Morgan, recogidas y subrayadas por Marx: "Será [un plano superior de la sociedad] un renacimiento, en una forma más elevada, de la libertad, la igualdad y la fraternidad de la antigua gentes [sociedad comunal de parentesco]". [47] Esto se parecía a la opinión anterior de Marx, expresada en una carta de 1868 a Engels, de que era necesario "mirar más allá de la Edad Media hacia la época primitiva de cada pueblo -y esto corresponde a la tendencia socialista, aunque estos sabios [Georg Ludwig von Mauer, conocido por sus estudios sobre la primitiva sociedad comunal alemana, y Jakob Grimm, filólogo e historiador de la cultura] no tienen ni idea de que [las formas comunales "primitivas"] están conectadas con ella [la tendencia socialista]. Y luego se sorprenden al encontrar lo más nuevo en lo más antiguo”. [48] La misma lógica histórica general está presente en los extractos de Marx sobre las culturas indígenas en Iberoamérica de La Propiedad Comunal de Kovalevsky. Aquí, Marx estaba particularmente interesado en la producción comunal indígena, la desintegración de ésta bajo la influencia de los españoles y las formas subsiguientes de dominación colonial. Así, en sus notas sobre el tratamiento colonial español de los indígenas estadounidenses, [49] Marx registró (la cursiva en este caso representa sus inserciones): "La política original española de exterminio del hombre rojo. Después del saqueo del oro, etc. que encontraron, los indios son condenados a trabajar en las minas. Con la disminución del valor del oro y la plata, los españoles se dedican a la agricultura, convierten a los indios en esclavos para cultivar tierras para ellos." [50] Una indagación similar sobre los efectos de la colonización en las formas comunales de producción puede verse en las notas y escritos de Marx con respecto a Argelia y la India. En sus extractos interpolados de Kovalevsky sobre Argelia, Marx (a través de Kovalevsky) observó que "siglos de dominio árabe, turco y finalmente francés, excepto en el período más reciente... no pudieron romper la organización consanguínea [basada en el parentesco] y los principios de indivisibilidad e inalienabilidad de la propiedad de la tierra". [51] No obstante, la primera consternación de los franceses después de la conquista de una parte de Argelia fue declarar la mayor parte del territorio conquistado propiedad del gobierno (francés) .... Louis-Philippe, como sucesor del Imam...se apodera no sólo de la propiedad dominial [fincas terratenientes], sino también de todas las tierras no cultivadas, incluidos los pastos comunales, los bosques y las tierras no cultivadas. ... De este modo: por un lado, los antiguos propietarios comunales obligados a ocupar temporalmente tierras del gobierno; por otro lado, el robo por la fuerza de partes importantes del territorio ocupado por los clanes y la plantación en ellas de colonos europeos.... Las tierras comunales -bajo Luis Felipe- se pusieron a la libre disposición de la administración militar-civil establecida en la colonia. [52] La expropiación francesa de las tierras comunales fue oficializada por la infame ley de 1873, "que había establecido definitivamente la propiedad privada de la tierra; cada árabe puede ahora disponer libremente de la parcela de tierra que se le reserva como propiedad privada; el resultado será: la expropiación del suelo de la población nativa por colonos y especuladores europeos." Para Marx o Kovalevsky no había duda de que esto constituía un "¡robo directo!". Marx escribe en sus notas: "La expropiación de los árabes prevista por la ley: 1) para proporcionar a los franceses la mayor cantidad de tierra posible; 2) arrancando a los árabes de su vínculo natural con el suelo para romper la última fuerza de las uniones de clanes que se disolvían así, y con ello, cualquier peligro de rebelión." [53]
Kovalevsky y Marx argumentaron que, para apoderarse de las tierras comunales de los argelinos y convertirlas en propiedad privada, el gobierno francés promovió la idea de que el monarca o el Estado colonial era el heredero legítimo de todas las tierras comunales, así como de los bosques y las tierras no cultivadas, una política adoptada también por los ingleses en la India y propagada sobre todo por James Mill, con cuya obra Marx estaba muy familiarizado. [54] En un intento de restablecer su salud, Marx pasó dos meses en Argel en 1882, el año anterior a su muerte y sólo unos años después de haber tomado nota de sus extractos de Kovalevsky sobre Argelia. En sus cartas a su hija Laura Lafargue, acusaba su admiración por los musulmanes argelinos por "la absoluta igualdad en su trato social.... No obstante, irán al potro y a la ruina SIN UN MOVIMIENTO REVOLUCIONARIO". [55]
En los extractos de Marx de Kovalevsky, encontramos también la observación de que en el Punjab, en el norte de la India, "mediante la ’hipoteca’ o la ’enajenación’ ─sancionada por la ley-, el gobierno inglés trabaja en la disolución... de la propiedad colectiva de los campesinos, su expropiación definitiva, la evolución de la tierra comunal hacia la propiedad privada del usurero. [56]" Comentando (vía Kovalevsky) el "robo de la propiedad comunal y privada de los campesinos", Marx anotó en sus cuadernos de extractos que esto condujo a "toda una serie de levantamientos locales de los campesinos contra los ‘terratenientes’." [57]
Reflexionando sobre la política colonial inglesa en la India, Marx escribió en su "Borrador de cartas a Vera Zasulich" que "la supresión de la propiedad comunal de la tierra no fue más que un acto de vandalismo inglés que hizo retroceder a la población indígena en lugar de hacerla avanzar". [58] Los ingleses, reconocía, se distinguían de todos los ocupantes anteriores de la India por no haber mantenido el regadío, los canales, las presas, los embalses, los sistemas de drenaje, las unidades de almacenamiento de grano y otras infraestructuras públicas, preparando así el terreno para hambrunas masivas. En sus notas de 1867 de un informe especial sobre la hambruna de Orissa realizado para la Cámara de los Comunes, Marx subrayó que "la tendencia a un cultivo cada vez mayor" había provocado "la desforestación de los bosques naturales", haciendo que "las estaciones fueran más severas y las inundaciones más rápidas y extensas”. [59] En todos sus diversos tratamientos de las economías naturales y las formaciones culturales indígenas ─más dramáticamente en la importancia futura de la comuna campesina rusa u obshchina-, Marx vio invariablemente esas sociedades indígenas y no capitalistas como el reflejo de una larga lucha por el libre desarrollo humano, que incluía la lucha por la supervivencia de las sociedades indígenas y el control sobre sus propias tierras y vidas. Basándose en los Espectros de Marx de Jacques Derrida y, por tanto, indirectamente en Marx, Gerald Vizenor ha subrayado el concepto de supervivencia frente al terror y el genocidio como ejemplo de la experiencia indígena. "La supervivencia indígena es un sentido activo de presencia por encima de la ausencia.... Los relatos de supervivencia son renuncias a la dominación, a las detracciones, a las intrusiones, a los sentimientos insoportables de la tragedia y al legado de la victimización.... Es una resistencia y un repudio activos”. [60]
Marxismo y los Pueblos Indígenas
La mayoría de las críticas al marxismo por su falta de valoración de las culturas y luchas indígenas son inespecíficas, limitándose a atribuir al materialismo histórico un determinismo económico y tecnológico, un compromiso acrítico con el desarrollismo, una promoción extrema de una producción cada vez mayor por encima de todo (es decir, productivismo), y un énfasis en el proletariado a expensas de los campesinos y los indígenas. Si bien estos son sin duda rasgos de ciertas tradiciones marxistas, algunas de las cuales incluso han desempeñado papeles dominantes, difícilmente caracterizan el pensamiento de Marx o Engels, o de las tradiciones revolucionarias críticas del marxismo en general.
Sin duda, Engels adoptó una postura un tanto trágica hacia las comunidades indígenas, elogiándolas incluso en mayor medida que Marx, mientras que a veces escribía como si su desaparición fuera inevitable debido a las debilidades de la forma tribal de sociedad que estaba atrapada dentro de sus propias limitaciones y tenía que dar paso a otras formas de organización cultural, como ya se manifestaba de forma contradictoria en la Confederación Iroquesa. [61] Por el contrario, el enfoque más matizado de Marx era a la vez más crítico con las culturas indígenas ─por ejemplo, mostrando reservas con respecto a las reivindicaciones de plena igualdad de género entre los iroqueses─ y, al mismo tiempo, más abierto a la idea de que las culturas indígenas podían persistir y reconstituirse a través de luchas históricas. [62]
No obstante, la mayor parte de los escritos de Marx a este respecto, incluidos sus Cuadernos Etnológicos, permanecieron desconocidos, y fue el enfoque trágico de Engels el que prevaleció en la II Internacional en la obra de algunos herederos de Marx como Paul Lafargue, Karl Kautsky y Georgi Plejánov, pero de una forma mucho más tecnológicamente determinista y rígidamente desarrollista de lo que puede atribuirse a Engels (y mucho menos a Marx). [63] Aun así, ninguno de estos epígonos se considera hoy ejemplar del pensamiento marxista clásico.
De importancia mucho más duradera son las firmes defensas de Rosa Luxemburgo de las economías indígenas y naturales, la insistencia de V. I. Lenin en la autodeterminación nacional de todos los pueblos y el rico entretejido de marxismo e indigenismo de José Carlos Mariátegui, todo lo cual apuntaba a una crítica más profunda del desarrollo capitalista eurocéntrico. [64] El marxismo no sólo ha inspirado movimientos de liberación nacional en toda la periferia de la economía mundial capitalista, sino que, a partir de la década de 1950 y hasta la década de 1970, hubo importantes intentos de integrar la teoría marxista con las luchas estadounidenses nativas en la obra de figuras como Eleanor Burke Leacock, Patricia Albers, Bruce Johansen, Roberto Maestas, Lawrence David Weiss, Howard Adams y otros. [65] Como subrayó Johansen, el propio marxismo, debido al estudio de Marx y Engels sobre los iroqueses a través de Morgan, debía mucho a las culturas indígenas. Más recientemente, el Movimiento al Socialismo de la Revolución Boliviana extrajo gran parte de su [66] vitalidad de una tradición revolucionaria vernácula enraizada tanto en el marxismo como en el indigenismo. [67]
En la actualidad, hay un nuevo florecimiento de trabajos que surgen tanto de la tradición revolucionaria marxista como de la indígena. El trabajo pionero de Coulthard en Piel roja, máscaras blancas forja una rica síntesis entre Marx, Frantz Fanon y las perspectivas indígenas en su rechazo radical de "la política colonial del reconocimiento". La brillante descripción que hace Allan Greer de las formas de propiedad de los nativos estadounidenses y de la desposesión colonial a principios de la Norteamérica moderna en su obra La Propiedad y la Desposesión está orgánicamente conectada con las investigaciones de figuras como Morgan, Marx y Engels. [68] Roxanne Dunbar-Ortiz ofrece un análisis marxista-indigenista de cómo la fundación de Estados Unidos y su continua expansión tienen sus raíces en "la ideología de la supremacía blanca, la práctica generalizada de la esclavitud africana y una política de genocidio y robo de tierras". [69] En El Apocalipsis del Colonialismo de Asetamientos, Gerald Horne explica cómo el genocidio de los pueblos originarios y el no menos horrible desarrollo de la esclavitud se entrelazaron en el auge del sistema de dominación mundial del capitalismo. Nick Estes ofrece una extraordinaria historia de los siglos de resistencia indígena y persistencia revolucionaria, "excavando" como el topo de Marx como parte del "movimiento más largo de la historia". [70] Cabe señalar que la crítica generalizada actual del colonialismo de asentamientos de colonos fue precedida por tratamientos marxistas del tema dentro de la teoría del imperialismo en la obra de pensadores como Marx, Engels, Luxemburgo, Arghiri Emmanuel, Harry Magdoff, Dunbar-Ortiz y Moshé Machover. [71] En todos estos trabajos, derivados del materialismo histórico, se hace hincapié en la expropiación/desposesión forzosa de las culturas indígenas como un proceso continuo, en el que el colonialismo, en lugar de ser simplemente un elemento del pasado, sigue siendo parte integrante de la dominación capitalista de los pueblos y la tierra. De ahí surge una resistencia incontenible que adopta formas muy diversas, pero que no obstante se niega a desaparecer.
Conclusiones: La Revolución Anticolonial/Anticapitalista
En Pieles rojas, Máscaras Blancas, Coulthard argumenta "con respecto a Marx que se deben abordar tres cuestiones dentro de su obra para que sus escritos sobre el colonialismo sean relevantes para analizar la relación entre los pueblos originarios y las políticas liberales de los colonos". En primer lugar, "la tesis de Marx sobre la acumulación primitiva debe ser despojada de su carácter temporal", que la limita a las primeras etapas de la formación capitalista. Segundo, el argumento de Marx "debe ser despojado de su carácter normativo desarrollista". En tercer lugar, el enfoque marxista del capitalismo colonial debe deshacerse de su asociación puramente con la fuerza y la violencia y verse más bien en términos de la "capacidad del sistema para producir formas de vida que hacen que las jerarquías constitutivas del colonialismo de asentamientos de colonos parezcan naturales". Las tres cuestiones de Coulthard son, de hecho, condiciones para cualquier tipo de análisis histórico-materialista viable de las experiencias indígenas en contextos coloniales (o más ampliamente coloniales y poscoloniales). El argumento anterior debería sugerir que la necesaria reconstrucción y recuperación de la teoría marxista clásica ya está teniendo lugar. [72]
A este respecto, es importante señalar, como han demostrado estudios recientes, que Marx no tenía "una tesis de la acumulación primitiva" como tal, sino más bien una crítica de lo que él llamaba "el cuento infantil" de la acumulación primaria basada en la abstinencia que caracterizaba a la economía burguesa, a la que sustituyó por el concepto de expropiación. El enfoque de Marx sobre la expropiación tampoco estaba fijado temporalmente. [73]
Más bien, la expropiación se consideraba como una producción y reproducción continua de las condiciones de fondo en las que operaba el capital. De aquí que, al discutir el proceso de expropiación en la parte VIII del volumen 1 de El Capital sobre "La llamada acumulación primitiva", Marx se refiriera no sólo al pasado distante sino también a lo que para él era el presente como historia: los cercamientos en Escocia en 1814-48 iniciados por la duquesa de Sutherland, la conversión de los paseos de ovejas en bosques de ciervos (sin árboles) en la década de 1860 en Inglaterra, y la hambruna en la provincia de Orissa, India, en 1866, resultado del dominio inglés. [74]
En ningún caso se consideró que este tipo de expropiación se limitara a la era preindustrial o a principios de la industrial. Más importante fue el rechazo de Marx a una perspectiva simple y unilineal de "desarrollismo normativo" con respecto a la colonización. En su análisis de las poblaciones indígenas de América, África y Asia, sobre todo a partir de finales de la década de 1850, profundizó continuamente en las formas de propiedad comunal y en las bases culturales y lingüísticas de estas sociedades, con la idea de que la historia no era simplemente lineal. Para él, el colonialismo en sí era algo secundario porque las formas culturales y de propiedad indígenas seguían históricamente vivas. Fue sobre esta base que Marx y Engels, desde finales de los años treinta, tomaron partido por las diversas revueltas de los pueblos originarios de todo el mundo, defendiendo sus revoluciones y reconociendo que representaban algo vital culturalmente y en términos de comunidad humana y formas de propiedad que iban en contra de la economía mercantil del capitalismo. A pesar de la tendencia de Marx y Engels hacia un "desarrollismo normativo" en sus años veinte, el terreno había cambiado claramente para ellos mucho antes de que dejaran la treintena. Como escribió Engels en 1890, la concepción materialista original de la historia se amplió en los escritos posteriores de Marx y en los suyos propios, ya que se reconoció que "toda la historia debe ser estudiada de nuevo". Esto incluía la historia del mundo no europeo.
En palabras del sociólogo Michael R. Krätke, Marx no daba cabida al eurocentrismo; consideraba que la historia mundial no era en absoluto sinónimo de "historia europea".... Estudió la historia de Asia Menor, de Oriente Próximo y Oriente Medio, del mundo islámico, de América y de Asia (con tres centros de atención: India, China y Asia Central).... Estudió la historia colonial de las potencias coloniales más importantes, y en efecto también la historia de los países colonizados por los europeos (Norteamérica, Iberoamérica, Indonesia, Norte de África). [75] En todo este trabajo, Marx se alejó de una óptica eurocéntrica y desarrollista. Su consternación con el colonialismo de los asentamientos de colonos se extendió a la historia y la cultura de las sociedades indígenas, identificándose con su resistencia y viendo en su pasado (y presente) la posibilidad de un futuro mundial más amplio. La cuestión de cómo la relación colonial, una vez implantada, se refuerza ideológicamente a sí misma a través de "su capacidad para producir formas de vida que hacen que las jerarquías constitutivas del colonialismo de asentamientos parezcan naturales" es un ámbito en el que Fanon, como dice Coulthard, es una guía más útil que Marx. [76] Empero, podría decirse que sólo hay una corta distancia desde las furiosas denuncias de Marx, a través de Kovalevsky, de la manipulación y el no reconocimiento de la ley islámica por parte del colonialismo de asentamientos de colonos francés para justificar la expropiación de las tierras "comunales de clanes" del pueblo argelino, hasta la aguda insistencia de Fanon ─con toda la fuerza de la lucha de liberación nacional argelina de la década de 1950 ante él (y con Hegel y Marx en los labios)-, en una alteridad revolucionaria de reconocimiento: Pido que se me tenga en cuenta sobre la base de mi deseo. No estoy sólo aquí-ahora, encerrado en la cosa. Deseo otro lugar y otra cosa. Exijo que se tenga en cuenta mi actividad contradictoria en la medida en que persigo otra cosa que la vida, en la medida en que lucho por el nacimiento de un mundo humano, es decir, de un mundo de reconocimientos recíprocos. Quien se resiste a reconocerme está contra mí. En una lucha encarnizada estoy dispuesto a sentir el estremecimiento de la muerte, la extinción irreversible, pero también la posibilidad de la imposibilidad. [77]
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