La obra de Karl Marx, El 18 Brumario de Luis Bonaparte, de 1852, comienza con la célebre observación de que los hombres “hacen su propia historia, pero no la hacen a su antojo” [1]. A continuación argumenta que todo lo que sucede en el presente proviene de un pasado político y es una reacción a él. Recordar e interpretar el pasado con fines actuales requiere una lengua. Esta lengua no es natural, sino que debe construirse socialmente. Es más, su vocabulario y su gramática proceden de legados lingüísticos de ideologías pasadas. Marx establece, en relación a esto, una analogía comparando la adquisición de una lengua política con el dominio de una lengua natural: “el principiante que ha aprendido una nueva lengua siempre la retraduce a su lengua materna; sin embargo, habrá asimilado el espíritu de la nueva lengua y solo podrá expresarse libremente en ella cuando encuentre la manera de abrirse paso en su territorio sin recordar la antigua, olvidando su lengua materna al usar la nueva” [2].
Estas líneas son elocuentes respecto a la urdimbre de los lenguajes ideológicos, dónde se concentraba la atención teórica de Marx y cuál era su sensibilidad intelectual hacia ella. Siendo él mismo un maestro de la prosa política, Marx era muy consciente del hecho de que toda comprensión adecuada de las sociedades burguesas requería prestar estrecha atención a cómo se describían en el plano de la teoría, se propagaban en el de la política y se articulaban en el de la lingüística los problemas sociales, económicos y políticos de acuerdo con determinados intereses de clase.
Sin embargo, había también una dimensión personal en la analogía anterior: el gran interés de Marx por las lenguas. En esas líneas se escuchar hablar no solo al Marx teórico, sino también al Marx políglota. Al escribir que “un principiante” aprende un nuevo idioma retraduciéndolo “a su lengua materna”, Marx estaba hablando a partir de su propia experiencia.
Siendo estudiante de un bachillerato alemán (un Gymnasium) en el siglo XIX, el joven Marx tuvo que sumergirse en el griego antiguo, el latín y el francés. Como parte de su examen de graduación (el Abitur), tuvo que traducir textos del alemán al francés, del griego antiguo al alemán y del alemán al latín. Además, tuvo que escribir un artículo independiente en latín [3]. En su certificado de Abitur se señalaba que “en lenguas antiguas” mostraba “un esmero muy satisfactorio... y en francés solo un moderado esmero”. En griego y latín, “incluso sin preparación, traduce y explica con facilidad y cuidado los pasajes más sencillos de los clásicos que se leen en el Gymnasium” [4].
Durante sus años universitarios, siguió practicando la traducción. En su carta de 1837 a su padre, por ejemplo, escribió que había “traducido en parte la Retórica de Aristóteles”, había “traducido la Germania de Tácito, la Tristria de Ovidio, y empezado a aprender inglés e italiano por mi cuenta, es decir, a partir de libros de gramática, aunque hasta ahora no he obtenido nada de esto” [5]. Sus cursos universitarios sobre “Mitología griega y romana” con Friedrich Gottlieb Welcker, así como “Cuestiones sobre Homero” y “Elegías de Propercio” con August Wilhelm von Schlegel, requerían un uso activo del griego y el latín [6]. Que se sentía a gusto con las lenguas antiguas también queda patente en su disertación sobre las filosofías de Demócrito y Epicuro. Mucho más tarde, en la década de 1870, Marx extraería pasajes de la Metafísica de Aristóteles sobre la filosofía de la naturaleza, y de Diógenes Laercio sobre Leucipo, Epicuro y Demócrito de los originales griegos para la Dialéctica de la naturaleza de Friedrich Engels [7].
Marx retomó sus estudios de italiano en 1844 o algo más tarde. Utilizando las páginas vacías de sus cuadernos sobre Baruch Spinoza de 1841, extrajo largos pasajes de la Italienische Grammatik [Gramática italiana] de Karl Ludwig Kannegießer, estudiando todas y cada una de las lecciones del libro de texto [8]. El libro de Kannegießer también constaba de material de lectura de escritores italianos como Torquato Tasso, Ludovico Ariosto, Carlo Goldoni y Pietro Metastasio. El catálogo de la biblioteca privada de Marx (cuya mayor parte estaba en francés), compilado en 1850 por Roland Daniels, amigo y camarada de Marx, da a entender que este tenía las obras de estos cuatro autores en sus originales italianos. El catálogo de Daniels también documenta que Marx tenía el libro de Niccolò Biagioli sobre gramática italiana en traducción francesa, el diccionario francés-italiano de Giuseppe Filippo Barberi, la Grammaire complète de la langue espagnole [Gramática completa de la lengua española] de Bonifacio Sotos Ochando, el diccionario francés-español de Adrien Berbrugger, el libro de autoaprendizaje de español de François de Salignac de la Mothe-Fénelon, la obra Portugiesische Sprachlehre [Lecciones de lengua portuguesa] de Johann Christian Müller, la obra The Elements of English Conversation [Los elementos de la conversación inglesa] de John Perrin, la obra Leitfaden beym Unterrichte in der Englischen [Guía para la enseñanza de la lengua inglesa] de Johann August Jöck, un diccionario inglés-alemán de bolsillo y un diccionario completo inglés-alemán-francés [9].
Marx parece haber desarrollado un temprano interés por el español en la década de 1840, pero no fue hasta principios de los años 50 cuando se dedicó sistemáticamente a él. En 1853, mencionó que tomó prestado un libro conciso de gramática española de un amigo [10]. En 1854, informó a Engels sobre sus lecturas en español e italiano:
Cada tanto me pongo a leer en español. He empezado con Calderón... Estoy leyendo en español lo que me resultaba imposible en francés, Atala y René de Chateaubriand, y algunas cosas de Bernardin de St-Pierre. Ahora estoy a mitad del Quijote. Creo que al principio es más necesario un diccionario en español que en italiano. Por casualidad me he hecho con el Archivio triennale delle cose d’ltalia dall’avvenimento di Pio IX all’abbandono di Venezia [Archivo trienal de los asuntos de Italia desde la época de Pío IX hasta el abandono de Venecia], etc. Es lo mejor sobre el partido revolucionario italiano que he leído [11].
La inmersión de Marx en el español le ayudó a sacar provecho de fuentes originales sobre el pasado político reciente de España. Haciendo foco en la primera mitad del siglo XIX, se estaba preparando para escribir una serie de artículos para el New York Tribune. Cuando recordaba su preocupación por el español en meses anteriores, escribió que “fue conveniente que empezara con el Quijote... Al menos puedo considerar un paso adelante que en este momento los estudios que hice hayan dado sus frutos” [12]. Uno de esos frutos fue haber encontrado, en las fuentes españolas, amplias pruebas de una conspiración republicana en el ejército francés cuando Napoleón estuvo al mando de España durante la Guerra Franco-Española [13]. Mucho más tarde, el español le iba a ser útil en sus estudios sobre la historia colonial del continente americano [14].
También es destacable que, por aquel entonces, Marx ya escribía y publicaba en inglés. Mientras que a mediados de la década de 1840 en París se había basado en gran medida en las traducciones al francés de economistas políticos ingleses, el dominio del inglés se convirtió en una cuestión urgente para él en su período londinense de los años 50. En una carta de 1851, Engels escribió que “Marx habla poco inglés” [15]. Marx informó a Engels en enero de 1853 que finalmente se aventuró “por primera vez a escribir un artículo en inglés”. Friedrich Ludwig Wilhelm Pieper, filólogo alemán, miembro de la Liga de los Comunistas y traductor al inglés del Dieciocho Brumario de Marx, hizo “algunas correcciones y, una vez que tenga una buena gramática y escriba con ganas, debería escribir passablement bien” [16]. En marzo de 1853, escribió a Engels que “parece que tengo algún talento para escribir en inglés, si tan solo tuviera un Flügel [diccionario inglés-alemán de J. G. Flügel], una gramática y alguien mejor que el señor Pieper para corregir mi trabajo” [17]. Sorprendido por el rápido progreso de Marx, Engels respondió: “Nunca hubiera creído que me enviaras siete artículos en inglés en tan poco tiempo; cuando vengas aquí... aprenderás más inglés en una semana que en 6 semanas con el señor Pieper” [18]. En junio de 1853, Engels escribió entusiasmado a Marx:
Ayer leí tu artículo sobre The Times y los refugiados (con la cita de Dante) en un viejo número del Tribune publicado a principios de abril. Je t’en fais mon compliment [te felicito]. El inglés no es apenas bueno; es brillante. De vez en cuando hay una palabra clave que no encaja lo suficientemente bien, pero eso es lo único malo que se puede decir del artículo. Pieper apenas se deja ver y no puedo entender para qué lo necesitas todavía [19].
Marx contestó modestamente que “los elogios que concedes a mi ’incipiente’ inglés me parecen muy alentadores. Lo que más me falta es, en primer lugar, seguridad en la gramática y, en segundo lugar, habilidad en el uso de varios modismos secundarios que son los únicos que le permiten a uno escribir con cierta mordacidad” [20]. Aquí, Marx estaba midiendo su progreso en el inglés, posiblemente, en comparación con su experiencia pasada escribiendo y publicando en francés, cuyo ejemplo más conocido es su folleto de 1847 sobre Pierre-Joseph Proudhon, Miseria de la filosofía. Por esa época también se sintió atraído por la filología comparada, y extractó pasajes del libro de William Barnes de 1854, A Philological Grammar: Grounded upon English, and Formed from a Comparison of More Than Sixty Languages [Una gramática filológica, basada en el inglés y en base a una comparación de más de 60 lenguas] [21].
Cuando aprendió ruso a finales de la década de 1860, no le preocupaba tanto la escritura como la lectura. En su famosa carta de 1877 a Otechestvenniye Zapiski, escribió que “para llegar a un juicio con fundamentos sobre el desarrollo económico de la Rusia contemporánea, aprendí ruso y luego pasé varios largos años estudiando publicaciones oficiales” [22]. La obra de N. Flerovskii sobre la clase obrera rusa fue uno de los primeros títulos de su lista de lecturas. Después se ocupó de la obra de Nikolai Chernyshevsky sobre John Stuart Mill. Marx tenía una copia de ese trabajo en su biblioteca y también elogió a Chernyshevsky en el segundo postfacio al primer volumen de El capital [23]. También leyó, transcribió y tradujo las Cartas sin dirección de Chernyshevsky [24]. Aparte de Chernyshevsky y otros escritores rusos, Marx leyó una serie de artículos de Alexander Herzen. De Engels tomó prestada la autobiografía de Herzen, Mi pasado y mis pensamientos, en ruso. El volumen contenía un gran número de notas al margen, principalmente largas listas de vocabulario y traducciones, hechas por Marx y Engels [25]. Por último, pero no menos importante, la obra de Maksim Kovalevsky sobre la historia de la propiedad comunal era muy apreciada por Marx (y por Engels); Marx leyó este volumen de principio a fin en el original, traduciendo sus extractos del libro al alemán [26]. Habiendo visto la manera en que Marx adquirió el manejo del español y del ruso, Wilhelm Liebknecht escribió en sus recuerdos sobre Marx que este concedía gran importancia a la lectura para dominar un idioma. “Un hombre con buena memoria –y la de Marx era de una fidelidad tan extraordinaria que nunca olvidaba nada– acumula rápidamente vocabulario y expresiones. El uso práctico se aprende entonces fácilmente” [27]. El propio Kovalevksy calificó a Marx de “políglota”, dado que “no solo hablaba con fluidez alemán, inglés y francés, sino que también podía leer ruso, italiano, español y rumano” [28].
En 1852, Marx encargó a Pieper que realizara una traducción de muestra del primer capítulo del Dieciocho Brumario. Marx le informó a Engels que “la traducción está plagada de errores y omisiones. Sin embargo, corregirla no te significará tanto trabajo como la aburrida tarea de la traducción misma” [29]. Unos días más tarde, Engels se quejaría: “estoy teniendo muchos problemas con la traducción de Pieper” [30]. Al examinar con más detalle la traducción de Pieper, Engels terminó redactando unos apuntes sobre la teoría y la práctica de la traducción, entre otras cosas. Allí se refirió a la diferencia entre la traducción profesional y la escritura espontánea en la lengua de destino, las limitaciones de consultar un diccionario, los peligros de desorientación a la hora de encontrar un estilo apropiado y el uso exagerado de palabras derivadas del francés, que a menudo hace que el idioma resulte incomprensible para un hablante nativo de inglés. La minuciosa tarea del traductor consiste en dar con las mejores expresiones que capten las imágenes vívidas y sensoriales del texto original, y que a la vez resulten comprensibles para los lectores [31].
La preocupación de Engels por los errores de Pieper también le llevó a hacer distinciones conceptuales que tenían que ver directamente con la teoría social más que con la práctica de la traducción. Se opuso, por ejemplo, a traducir “bürgerliche Gesellschaft” (sociedad burguesa) como “middle class society” [literalmente, “sociedad de clase media”, N. del T.]. Este error era similar a confundir “feudale Gesellschaft” (sociedad feudal) con “nobility society” [lit. “sociedad de la nobleza”, N. del T.]. Y luego siguió:
Por Sociedad Burguesa entendemos aquella fase del desarrollo social en la que la Burguesía, la Middle Class, la clase de los Capitalistas industriales y comerciales, es, social y políticamente, la clase dominante; lo que ocurre ahora más o menos en todos los países civilizados de Europa y América. ... [La Sociedad Burguesa se refiere] al hecho de que la middle class es la clase dominante, en oposición tanto a la clase cuyo dominio sustituyó (la nobleza feudal), como a las clases que logra mantener bajo su dominio social y político (el proletariado o clase obrera industrial, la población rural...) [32].
Que Marx consideraba a Engels como una autoridad en cuestiones de traducción es más que evidente. Pero también sabía que Engels era un políglota en sí mismo, que se había sumergido en más lenguas que Marx.
El currículo escolar de Engels era comparable, si no totalmente idéntico, al de Marx. Al igual que Marx, tuvo que aprender griego, latín y francés, pero, a diferencia de Marx, también tuvo una clase de hebreo (en 1834-35). Una parte importante de los cursos de griego (a los que asistió en 1836-37) consistía en lecturas de la Ilíada de Homero, el Simposio de Platón y la Historia de la Guerra del Peloponeso de Tucídides. Parece que también leyó por su cuenta a Hesíodo, Aristóteles, Sófocles y Virgilio, y consultó diversas fuentes, como el Handwörterbuch der griechischen Sprache [Diccionario de bolsillo de la lengua griega], de Franz Passow, Vollständiges Griechisch-Deutsches Wörterbuch über die Gedichte des Homeros und der Homeriden [Diccionario completo griego-alemán sobre los poemas de Homero y los homéridas], de Gottlob Christian Crusius, y Ausführliche griechische Sprachlehre [Curso detallado de la lengua griega], de Philipp Buttmann [33]. En uno de sus cuadernos sobre historia antigua, Engels hizo anotaciones sobre las culturas orientales, incluido el antiguo Egipto, que iban acompañadas de dibujos de obeliscos y pirámides con imitaciones de jeroglíficos [34].
Que le entusiasmaba aprender idiomas queda patente en una carta de 1839 en la que escribía, quizá exageradamente, que empezó a leer “muchos periódicos: holandeses, ingleses, estadounidenses, alemanes, turcos y japoneses. Esto me dio la oportunidad de aprender turco y japonés, así que ahora entiendo 25 idiomas” [35]. Pero es posible que oyera otros tantos idiomas en la sala de conferencias de Friedrich Schelling en Berlín. Basándose en sus observaciones personales, escribió un breve artículo sobre la rivalidad entre Schelling y G. W. F. Hegel a principios de la década de 1840, mencionando de pasada el carácter cosmopolita del público: “alemán, francés, inglés, húngaro, polaco, ruso, griego moderno y turco, se puede oír hablar a todos a la vez; entonces suena la señal de guardar silencio y Schelling sube a la tribuna” [36].
En la primera mitad de la década de 1840, gracias a sus frecuentes visitas a Inglaterra, dominaba el inglés lo suficiente como para escribir y publicar sobre los acontecimientos de Prusia para New Moral World y The Northern Star. En la década de 1850 amplió su campo de acción añadiendo nuevos idiomas a sus planes de estudio. En abril de 1853, escribió a Joseph Weydemeyer que “he hecho progresos sustanciales este último invierno en lenguas eslavas y asuntos militares y, a finales de año, tendré un conocimiento suficiente del ruso y de la lengua sureslava” [37]. Justo un año antes, le dijo a Marx que se lamentaba de no haber prestado la debida atención a las lenguas eslavas. El ruso era un asunto de especial interés para Engels, no solo para comprender “el antiguo sistema eslavo de propiedad comunal”, sino también para asumir una posición contraria a Mijaíl Bakunin, quien “llegó a ser algo porque nadie sabía ruso”. Además, “durante los últimos quince días me estuve quemando las pestañas con el ruso y ahora ya tengo bastante buen dominio de la gramática; en otros 2 o 3 meses habré adquirido el vocabulario necesario, y entonces podré dedicarme a otra cosa. Debo terminar con las lenguas eslavas este año... al menos uno de nosotros debería estar familiarizado con ellas” [38].
Además del ruso, Engels también se interesó por el serbio, el esloveno y el checo [39]. Incluso tenía en mente componer una gramática comparada de las lenguas eslavas, aunque renunció a ello cuando descubrió el volumen de Franz von Miklosich sobre ese tema [40]. Aunque hasta 1852 aprendió ruso de forma autodidacta, más tarde tomó clases de conversación con el inmigrante ruso Edward Pindar y llegó a leer a Alexander Pushkin (además de traducir algunas secciones de Evgueni Onéguin y El jinete de bronce), Alexander Griboyedov y Alexander Herzen en el original ruso, y compiló varias listas de vocabulario a partir de todo ello. Leyó Specimens of the Russian Poets de John Bowring y extractó pasajes de poetas y escritores rusos como Mijaíl Lomonósov, Gavrila Derzhavin y Nikolai Karamzin [41]. Engels también pidió a Marx que buscara diversas fuentes sobre historia y filología eslava. Marx compiló en consecuencia resúmenes y bibliografías detalladas para Engels [42].
En cuanto a las lenguas de Oriente Medio, Engels tenía bastantes ambiciones como para estudiar persa, aunque las dificultades del árabe le resultaban bastante desalentadoras. En junio de 1853, le contó a Marx:
He aprovechado la oportunidad para aprender persa. El árabe me desanima, en parte por mi odio innato a las lenguas semíticas, en parte por la imposibilidad de llegar a nada sin un gasto de tiempo considerable, en una lengua tan extensa, que tiene 4.000 raíces y se remonta a más de 2.000-3.000 años. En comparación, el persa es un juego de niños. Si no fuera por ese maldito alfabeto árabe en el que uno ve cinco letras que se parecen a otras cinco y las vocales no se escriben, me comprometería a aprender toda la gramática en 48 horas... Me he fijado un máximo de tres semanas para el persa. ... Es, por cierto, bastante agradable leer al viejo disoluto Hafiz en el idioma original... en su gramática [persa], al viejo Sir William Jones le gusta citar como ejemplos dudosos chistes persas, traducidos posteriormente al verso griego en sus Commentariis poeseos asiaticae, porque incluso en latín le parecen demasiado obscenos. Estos comentarios, que se encuentran en el volumen II de las Obras de Jones, De poesi erotica, te divertirán. La prosa persa, por otra parte, es mortalmente aburrida. Por ejemplo, el Rauzât-us-safâ del noble Mirkhond, que relata la epopeya persa en un lenguaje muy florido pero vacío. Sobre Alejandro Magno, dice que el nombre Iskander, en la lengua jonia, es Akshid Rus (al igual que Iskander sería una mala versión del nombre "Alexandros"); significa casi lo mismo que filusuf, que deriva de fila, amor, y sufa, sabiduría, "Iskander" sería entonces sinónimo de "amigo de la sabiduría" [43].
Engels anotó fragmentos de la obra de Jones, A Grammar of the Persian Language (Gramática de la lengua persa), centrándose principalmente en cinco secciones del libro (alfabeto, consonantes, vocales, sustantivos y adjetivos), y utilizando el latín para transliterar las letras persas de una manera original [44].
El factor que motivó el interés de Engels por el persa fue principalmente político e histórico. Como señaló más tarde, en 1857, había crecientes tensiones entre Inglaterra y Rusia en torno a la supremacía en el Golfo Pérsico, el Mar Caspio y Asia Oriental, lo que generaba resistencia persa y oposición china [45]. Esta situación requería un conocimiento más profundo de las estructuras sociales y las circunstancias históricas locales. En su conversación anterior con Marx, en 1853, le contó que había leído La geografía histórica de Arabia, de Charles Forster, y proporcionó a Marx un resumen de los argumentos del libro sobre las culturas tribales, así como sobre la importancia de la religión en Oriente [46]. Marx respondió que, en lo que respecta “a los hebreos y los árabes, tu carta me pareció de lo más interesante”, y preguntó: “¿Por qué la historia de Oriente aparece como una historia de religiones?” [47]. Engels respondió que la “ausencia de propiedad de la tierra es, en efecto, la clave de todo Oriente”. Y continuó:
Allí radica su historia política y religiosa. ¿Pero cómo explicar el hecho de que los orientales nunca hayan llegado a la etapa de la propiedad terrateniente, ni siquiera del tipo feudal? Creo que esto se debe en gran parte al clima, combinado con la naturaleza de la tierra, especialmente las grandes extensiones de desierto que se despliegan desde el Sahara cruzando Arabia, Persia, India y Tartaria hasta las tierras más altas de Asia. Allí, el riego artificial es el primer requisito para la agricultura, y esto es responsabilidad de las comunas, las provincias o el gobierno central [48].
Engels conceptualizaría más tarde esas observaciones en términos antropológicos más generales en su Dialéctica de la naturaleza, en la década de 1870, circunstancialmente teniendo en cuenta la importancia de la lengua en la cronología evolutiva de la historia. Por caso, propuso entender el origen de la lengua en el contexto social del proceso de trabajo, ya que es en el proceso de la producción social donde la lengua aparece como medio de comunicación gracias al cual los humanos pueden “alcanzar objetivos cada vez más elevados”. El carácter cada vez más complejo de la actividad productiva va acompañado del “desarrollo gradual del habla” y del “correspondiente refinamiento de... todos los sentidos” [49].
Las reflexiones teóricas de Engels sobre las relaciones sociales de propiedad y los modos de producción en la década de 1850 iban acompañadas de sus estudios sobre la historia y las lenguas de Europa central y septentrional. En 1859, le dijo a Marx que estaba leyendo en ese momento la traducción gótica del siglo IV de la Biblia del obispo Ulfilas. Por consiguiente, tenía que “pulir ese maldito gótico”. “Luego pasaré al nórdico antiguo y al anglosajón... Hasta ahora he estado trabajando sin utilizar un diccionario ni ningún otro material de referencia, salvo el texto gótico y Grimm... Lo que necesito urgentemente es la Geschichte der deutschen Sprache [Historia de la lengua alemana] de Grimm. ¿Podrías devolvérmela?” [50]. A principios de la década de 1880, volvió a concentrarse en esas lenguas, con especial atención al dialecto franconio, en sus investigaciones sobre las relaciones de propiedad teutónicas [51].
A principios de la década de 1860 se encontraba leyendo una colección de antiguas canciones épicas danesas, de las que cada tanto traducía. Envió una de esas traducciones (posiblemente “Herr Jon”) a su colega Carl Siebel, aunque le reconoció que “no he sido capaz de hacer justicia al tono vivo y desafiantemente alegre del original... tendrás que conformarte con la traducción (casi literal, por cierto). No creo que se haya traducido antes al alemán” [52].
Poco después del final de la guerra entre Alemania y Dinamarca de 1864, Engels fue a Sønderborg, en Schleswig, antes parte de Dinamarca y ahora anexionada por Prusia, para ver por sí mismo las circunstancias locales del momento. En una carta en la que contaba que en el último tiempo había estado “haciendo algunos trabajos sobre filología y arqueología de los frisones, anglos, jutos y escandinavos”, compartió con Marx algunas de sus observaciones sobre la lengua cotidiana:
En Flensburg [puerto danés hasta la guerra de Schleswig], donde los daneses afirman que toda la parte norte es danesa, especialmente alrededor del fondeadero, todos los niños que jugaban allí en tropel junto al fondeadero hablaban bajo alemán [53]. En cambio, al norte de Flensburg la lengua del pueblo es el danés, o más correctamente el dialecto bajo danés, del que apenas entendí alguna palabra. Los campesinos de la taberna de Sundewitt, sin embargo, hablaban de a ratos danés, bajo alemán y alto alemán, y ni allí ni en Sonderburg, donde siempre me dirigía a la gente en danés, me respondieron en otra lengua que no fuera el alemán [54].
Además del danés, a finales de la década de 1860 Engels también estudiaba neerlandés, frisón, celta e irlandés, este último especialmente importante para comprender las antiguas relaciones de parentesco, costumbres y estructuras jurídicas del norte de Europa [55].
Más allá de sus estudios científicos, Marx y Engels consideraban que el poliglotismo era también políticamente útil. Discutiendo cuestiones organizativas del Congreso de Ginebra de la Asociación Internacional de los Trabajadores, Marx le dijo a Johann Philipp Becker en 1866 que “el secretario general debe saber más de un idioma”. Con la asistencia de sesenta delegados de Gran Bretaña, Francia, Alemania y Suiza, el congreso necesitaba un presidente que pudiera “hablar los distintos idiomas, simplemente para ahorrar tiempo”. Por lo tanto, para Marx era “absolutamente imperativo que [Hermann] Jung sea nombrado presidente del congreso, porque habla los 3 idiomas: inglés, francés y alemán” [56].
A principios de la década de 1870, Engels estaba absorto, tanto en lo personal como en lo organizativo, en algunos problemas relacionados con las lenguas en torno a la correspondencia de la asociación. En 1871, le dijo a Paul Lafargue: “yo, pobre diablo, he tenido que escribir largas cartas, una tras otra, en italiano y español, ¡dos lenguas que apenas conozco!” [57]. En 1872, mientras se ocupaba de cuestiones de coordinación, comentó lo siguiente:
Fue a propósito que no queríamos que hubiera un secretario alemán para Dinamarca; nuestros compañeros franceses no escriben en inglés en su mayoría y no sabíamos si la correspondencia en francés sería apropiada para ustedes, así que nuestra única alternativa era elegir a un inglés, ya que usted nos escribió en inglés. Por supuesto, usted me puede escribir en danés. Comprendo perfectamente su idioma, ya que he estudiado a fondo la literatura escandinava, y lo único que lamento es no poder responderle en danés, ya que nunca he tenido la oportunidad de practicarlo. Quizá pueda hacerlo más adelante. Aparte de mí, Marx también entiende danés, pero dudo que alguien más en el Consejo General lo comprenda [58].
A partir de finales de la década de 1860, Engels volvió a las traducciones de textos que tenían sofisticación teórica. Las traducciones al inglés y al francés de El capital de Marx estaban en la agenda de Engels. Opinaba que Samuel Moore era el hombre adecuado para la edición inglesa, ya que su alemán era lo suficientemente bueno “como para leer a [Heinrich] Heine con fluidez, y pronto se abrirá paso en su estilo [el de Marx]” bajo la estricta supervisión de Engels. Una dificultad evidente para traducir El capital al inglés era el estilo dialéctico de Marx. Engels estaba contemplando varias maneras de traducir las “expresiones hegelianas” de Marx y esperaba que este le proporcionara algunas ideas y tal vez incluso reescribiera las secciones sobre la mercancía y el dinero. “¿No existen en inglés viejos escritos filosóficos prebaconianos, prelockeanos, en los que podríamos encontrar material para la terminología? Tengo la sensación de que existe algo así. ¿Y qué hay de los intentos ingleses de reproducir a Hegel?” [59].
Engels dijo medio en broma que el problema se originaba en el propio estilo de Marx, ya que este escribía “de forma estrictamente dialéctica para la ciencia alemana”. Sin embargo, “caerá en malas manos” cuando se trate no solo de la traducción inglesa del libro, sino también de la francesa [60].
Repasando la traducción francesa de Joseph Roy, Marx le contó a Nikolai Danielson, el traductor ruso de El capital, que Roy, a pesar de ser “un gran experto en ambos idiomas” y “un traductor de Feuerbach”, a menudo traducía demasiado literalmente, como resultado de lo cual Marx se vio “obligado a reescribir pasajes enteros en francés, para hacerlos agradables al público francés”. Marx confiaba en que sería “más fácil más adelante traducir el libro del francés al inglés y a las lenguas romances” [61]. Engels no estaba de acuerdo con Marx en que debían “tomar la versión francesa como modelo para la traducción al inglés”, ya que la versión francesa tenía sus propios problemas. Por ejemplo, al comentar la traducción francesa del capítulo sobre la legislación fabril, Engels manifestaba su pesar de que “el vigor, la vitalidad y la energía” del original alemán “se han ido al diablo”:
Lo que se ha logrado en cuanto a la posibilidad de que un escritor normal se exprese con algo de elegancia es al precio de castrar el idioma. Cada vez es más inviable pensar con originalidad estando constreñido por la camisa de fuerza del francés moderno. Se elimina todo lo provocativo o vital aunque solo sea por la necesidad, que en casi todas partes se ha vuelto esencial, de someterse a los dictados de una afectada lógica formal, trastocando las frases... En inglés no hace falta atenuar el poder de expresión del original; lo que tiene que sacrificarse de manera inevitable en los pasajes genuinamente dialécticos puede compensarse en otros gracias a la mayor energía y concisión de la lengua inglesa [62].
Mucho más tarde, Engels escribió que incluso “el italiano se adapta mucho mejor que el francés al modo dialéctico de exposición”. El destinatario de esta impresión fue originalmente Pasquale Martignetti, quien se puso en contacto con Engels en 1883 cuando le envió su traducción italiana de Del socialismo utópico al socialismo científico. Al no dominar el alemán, Martignetti tradujo el texto de Engels a partir de la versión francesa de Lafargue. En su respuesta a Martignetti en italiano, Engels le sugirió que introdujera cambios significativos en el texto italiano, aunque admitió que él mismo no era capaz de traducir toda la obra, ya que “mi italiano es imperfecto y me falta práctica” [63]. Martignetti también le pidió que le recomendara recursos lingüísticos para mejorar su alemán. Según la respuesta de Engels, Martignetti parece estar familiarizado con el libro de texto de alemán de Johann Franz Ahn, que daba especial importancia a la traducción bidireccional (entre las lenguas de origen y de destino) de pasajes cortos en lugar de memorizar vocabulario. Engels respondió que no conocía el libro de Ahn, pero le compartía su propio método para aprender cualquier lengua desde cero:
Para aprender una lengua, el método que siempre he seguido es el siguiente: no me preocupo de la gramática (salvo de las declinaciones y conjugaciones, y de los pronombres) y leo, con un diccionario, al autor clásico más difícil que encuentro. Así empecé italiano con Dante, Petrarca y Ariosto, español con Cervantes y Calderón, ruso con Pushkin. Luego leo periódicos, etc. Para el alemán, creo que la primera parte del Fausto de Goethe podría ser adecuada; está escrito, en su mayor parte, en un estilo popular, y las cosas que a usted le parecerán difíciles también lo serán, sin alguna aclaración, para un lector alemán [64].
Las dificultades para traducir el alemán de Marx y Engels se manifestaron también en las ediciones extranjeras del Manifiesto comunista. Como traducir el texto al “inglés literario y gramaticalmente correcto” es “terriblemente difícil”, Engels propuso hacer él mismo la traducción al inglés. Escribió que “con mucho, las mejores traducciones que he visto son las rusas” [65].
Para su sorpresa, Engels fue contactado por Abraham Cahan, un judío ruso emigrado a Estados Unidos y delegado en el Congreso Obrero Socialista Internacional, que tenía la intención de preparar una traducción al yiddish del Manifiesto en la década de 1890, para la que Engels prometió escribir un prefacio. Eleanor Marx, hija menor de Marx y activista del movimiento obrero judío en Inglaterra en aquella época, contactó a Cahan con Engels. Al parecer, cuando recibió a Cahan, Engels leyó unas líneas en yiddish del periódico judío-estadounidense Arbeter Zeitung [Periódico obrero]. A Engels le agradó especialmente la iniciativa de Cahan, ya que ambos condenaban el antisemitismo y criticaban algunas posturas ambiguas sobre “la cuestión judía” en el Congreso Socialista de 1891 [66]. Ya en la década de 1870, Engels había atacado el chovinismo lingüístico y la judeofobia de Eugen Dühring en su Anti-Dühring [67]. En el contexto de las luchas políticas contra el antisemitismo, Engels consideró especialmente importantes las voces judías:
El antisemitismo no es más que la reacción de capas sociales medievales en decadencia contra una sociedad moderna constituida esencialmente por capitalistas y asalariados, de modo que a lo único que sirve es a fines reaccionarios bajo un manto pretendidamente socialista; es una forma corrompida de socialismo feudal y no podemos tener nada que ver con eso ... Gracias al antisemitismo en Europa del Este y a la Inquisición española en Turquía, hay aquí en Inglaterra y en América miles y miles de proletarios judíos; y son precisamente estos trabajadores judíos los más explotados y los más pobres. En Inglaterra, durante los últimos doce meses, hubo tres huelgas de trabajadores judíos. ¿Es de esperar, entonces, que apliquemos el antisemitismo en nuestra lucha contra el capital? [68].
Se desconoce hasta qué punto Engels hablaba con fluidez el hebreo o el yiddish, pero en los últimos años de su vida continuó dedicándose a los idiomas, incluso aprendiendo nuevos. En 1894, le dijo a Laura Lafargue que leía diarios alemanes, ingleses e italianos y seguía varios semanarios: “Recibo 2 de Alemania, 7 de Austria, 1 de Francia, 3 de América (2 ingleses, 1 alemán), 2 italianos, y 1 de cada uno en polaco, búlgaro, español y bohemio, de entre los cuales hay tres idiomas que aún estoy aprendiendo poco a poco” [69].
En sus recuerdos sobre Engels, Lafargue escribe que poco después de la caída de la Comuna de París había visitado los Consejos Nacionales de la Internacional en España y Portugal, donde le dijeron que un tal “Ángel” (Engels) “escribía en un castellano perfecto” y un “portugués impecable”, “un gran logro si se piensa en las similitudes y pequeñas diferencias que tienen los dos idiomas entre sí y con el italiano, en el que también se manejaba con soltura” [70].
Edward Aveling recordaba que la casa de Engels era visitada con frecuencia por un gran número de socialistas de muchos países: “Engels podía conversar con todos ellos en la lengua de cada uno. Al igual que [Karl] Marx, hablaba y escribía perfectamente alemán, francés e inglés; casi con la misma perfección en italiano, español y danés, y también leía y podía entenderse en ruso, polaco y rumano, y ni hablemos de trivialidades como el latín y el griego” [71].
Para Marx y Engels, la fluidez en la lectura, la escritura, la escucha o el habla parece no haber sido nunca un objetivo en sí mismo. Sí, siempre tuvieron un gran interés por varios idiomas, pero siempre como parte de un objetivo científico y un compromiso político. El internacionalismo socialista exigía, y en cierta medida sigue exigiendo, el poliglotismo.
Traducción: Guillermo Iturbide |