La guerra fría y su farsa
Javier Milei iniciaba su discurso en el Foro Económico de Davos diciendo que:
Occidente está en peligro. Está en peligro porque aquellos que supuestamente deben defender los valores de Occidente, se encuentran cooptados por una visión del mundo, que inexorablemente conduce al socialismo, y en consecuencia, a la pobreza. [1]
Estas palabras reeditaron un discurso en el que el socialismo aparece como una amenaza global. Algo que para algunos observadores resultaba cómico, dado que palabras similares no se escuchaban desde los años de la Guerra Fría. Una vez caído el muro de Berlín y disuelta la URSS, Francis Fukuyama y muchos de los intelectuales pro capitalistas se habían adelantado a declarar el fin de la historia y de las guerras por motivos ideológicos. Era la victoria final del capitalismo sobre el “socialismo real”.
En el Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, Karl Marx escribió que “la historia ocurre dos veces: la primera vez como una tragedia y la segunda como una farsa” [2], parodiando el golpe dado por Luis Napoleón Bonaparte como una imitación del verdadero 18 de brumario: el golpe dado por Napoleón Bonaparte que acaba con el período radical de la Revolución Francesa. Algo similar podríamos decir de Milei y algunos de sus predecesores como Juan Carlos Onganía.
Fue el régimen de la autodenominada “Revolución Argentina”, iniciado en 1966, uno de los gobiernos que hizo un uso más fuerte del discurso anticomunista desde el poder en el país. Algo que continuarían el propio peronismo con la Alianza Anticomunista Argentina o la última dictadura militar. Así, a sólo un mes de impuesto Onganía, impulsaba una fuerte ofensiva para erradicar las ideas socialistas entre los jóvenes. Los estudiantes de la UBA habían tomado las facultades en defensa de la autonomía universitaria, el cogobierno y contra la dictadura, que fue duramente reprimida por los militares. Con esos hechos, conocidos como la “noche de los bastones largos”, se dio inicio a la intervención de las universidades y miles de docentes e investigadores optaron por renunciar o abandonar el país. Sin embargo, iba a ser el inicio de un proceso de radicalización estudiantil que tuvo uno de sus puntos más altos con el Cordobazo sólo tres años después.
Por su parte, Milei vocifera un discurso en el que el comunismo se cierne sobre el mundo como una amenaza, pero en un contexto tan disímil de los años de la Guerra Fría, que sólo se puede considerar como farsa. Lejos estamos de los años en los que la URSS aparecía como modelo alternativo al capitalismo, más allá de sus contradicciones por tener un régimen burocrático. O los años de las guerras de liberación en África y la revolución cubana. Sin embargo, la gran crisis económica de 2008 y las primeras guerras del siglo XXI, en Ucrania y Palestina, vienen alimentando un resurgimiento de la lucha de clases que se ha expresado en distintas olas, desde las gigantescas huelgas contra los planes de austeridad en Grecia (2012) y la “primavera árabe” (2011), hasta más recientemente las luchas por pensiones en Francia y el movimiento juvenil contra el genocidio de Israel en Palestina. Hoy el discurso anticomunista es “preparatorio”, ante una agudización de las contradicciones sociales bajo el capitalismo y el resurgir de la lucha de clases que más tarde o más temprano, junto a la radicalización político-ideológica, puede conducir a nuevas revoluciones sociales.
En sintonía con el Foro de Madrid, se llama comunistas a todos los que no sean ultraliberales, desde gobiernos como el de Gustavo Petro, Andrés Manuel López Obrador o Pedro Sánchez. Figuras que comparten un discurso “progresista” con un intento de capitalismo humanizado, pero que como en el caso de Sánchez no duda en colaborar en las aventuras guerreristas de la OTAN. Para Milei, el comunismo habría modificado sus agendas dejando atrás la lucha de clases para poner el foco en la “pelea antinatural entre el hombre y la mujer” por un lado, y el “conflicto entre el hombre y la naturaleza” por otro lado; osea el feminismo y el ecologismo. Estos discursos, no hacen más que jugar un rol de arietes en la llamada “batalla cultural”. Así, se identifica con el comunismo la más mínima concesión de derechos como el aborto o la igualdad salarial. Demandas tan “comunistas” que, como en el caso del aborto, el parlamento francés integró en la Constitución Nacional. No sólo se intenta promover una ideología conservadora basada en la “propiedad y familia” junto al ultra neoliberalismo en lo económico, sino que también se busca identificar algunas de las demandas democráticas más progresivas con el comunismo estalinista y sus crímenes para desautorizarlos.
En el caso de la relación con China, país ultra capitalista con la mayor cantidad de multimillonarios del mundo y con un gobierno autoritario liderado por un partido que continúa utilizando el nombre de “comunista”, la actitud de Milei tiene un rol cómplice con la política del imperialismo norteamericano. Sin ir a fondo, dado que el gigante asiático es uno de los principales socios comerciales de Argentina, el libertariano promueve la marginación de China cancelando megaproyectos como la represa en el río Santa Cruz, a la vez que se alinea de manera servil con Estados Unidos, recibiendo a la generala del Comando Sur en Ushuaia y abriendo las puertas a sus operaciones logísticas en la región. Así, “Occidente”, con Estados Unidos e Israel a la cabeza, serían los baluartes de una sociedad y economía capitalistas que es preciso defender y reproducir contra la amenaza comunista y del terrorismo internacional. Algo que no hace más que encadenarse con la política exterior norteamericana que plantea la competencia entre “democracias” capitalistas y autocracias, donde el segundo grupo estaría liderado, para la Casa Blanca, por países “orientales” como Rusia, China e Irán [3]. Una falsa dicotomía funcional, luego de que Estados Unidos apoyara la restauración del capitalismo en Rusia y China acríticamente, o las dictaduras latinoamericanas en los años ‘70.
Frente al genocidio perpetrado por el Estado de Israel en la Franja de Gaza, una vez más Milei tomó posición por los “valores occidentales”. Algo que se asocia con los intereses geopolíticos y económicos del imperialismo norteamericano. Así, cancelaba una de sus giras internacionales ante la respuesta militar iraní al ataque de su embajada en Siria por los israelíes, para conformar un gabinete de crisis pro sionista. Este hecho causó la burla internacional en las redes sociales por la incapacidad del país de prestar cualquier tipo de apoyo sólido. Más allá de que existen precedentes como el alineamiento de Carlos Menem con Estados Unidos en la Guerra del Golfo, como parte de las “relaciones carnales” de los años ‘90.
En este caso, ya no se trata de una lucha contra el “comunismo”, sino de la defensa de los “valores occidentales”. Una vez más, en clara sintonía con la política exterior norteamericana y con ciertas reminiscencias a la idea de “choque de civilizaciones” [4] del ex asesor en Seguridad Nacional Samuel Huntington. Según esta tesis, ante el fin de la ideología como motor de los conflictos internacionales, iban a ser las disputas étnico-religiosas con sus respectivos sistemas de valores los que entrarían en conflagración. Esta perspectiva fue desechada por la evidencia de los acontecimientos a partir de la guerra de Ucrania, en la que el conflicto parte más de disputas geopolíticas por el control de la región y zonas de influencia entre Rusia y la OTAN que por cuestiones etnico-religiosas.
¿Una figura en ascenso?
En el número de abril de la revista norteamericana Time, apareció la figura de Milei como una de las 100 personas más influyentes del mundo. Allí destacaban que:
Se embarcó en una campaña de ’terapia de shock’ con cientos de medidas de austeridad: eliminar 70.000 empleos estatales, recortar la ayuda federal, reducir a la mitad el número de ministerios gubernamentales y devaluar el peso.
Decenas de miles de manifestantes salieron a las calles. Al mismo tiempo, las diatribas cargadas de malas palabras de Milei contra los ’socialistas’ occidentales (y los ’traidores’ que lo desafían en la legislatura argentina) lo han convertido en un ícono global de la derecha. Si bien es demasiado pronto para decir si las medidas del nuevo presidente tendrán éxito, está claro que ha tenido razón en una cosa: con Milei en el cargo, no habrá vuelta atrás para Argentina [5].
Más allá de las asiduas giras internacionales de campaña político-ideológicas realizadas por Milei, que lo colocan en un lugar de importante visibilidad en el mundo de las derechas, su suerte se encuentra atada al éxito en la gestión, señala la propia revista. Las reuniones con la italiana Georgia Meloni o con el magnate Elon Musk, la visita al Estado de Israel, a la Conferencia de Acción Política Conservadora en Estados Unidos y el foro de Davos, o las peleas en redes con presidentes identificados como izquierdistas, han colaborado a dicha visibilidad. Sus intervenciones, como lo hizo en la política local, aportan a intentar derechizar el debate público, pelear un sentido común de ultraderecha y hacer quedar como unos tibios a la derecha tradicional o institucional al polarizar en extremos con gobiernos “progresistas” o de centro. Como parte de una dinámica en la que al parecer las extremas derechas podrían avanzar sobre las viejas derechas [6].
Si Trump y Bolsonaro fueron la avanzada de una reconfiguración de las ultraderechas, hoy Milei aparece como una de las nuevas caras visibles de la derecha y como el ejecutor de un programa máximo de las grandes multinacionales y el imperialismo. Sin embargo, el relato que viene construyendo supera ampliamente a los verdaderos resultados de gestión. Si bien anunció el “ajuste fiscal más grande de la humanidad”, el “consenso” sobre el que se apoya cada vez está más en entredicho. Mientras Milei realizaba un acto presentación de su último libro “Capitalismo, socialismo y la trampa neoclásica” con recital de por medio en el Luna Park, miles de trabajadores de Misiones tomaban las calles de la provincia contra los salarios de miseria y el ajuste. Otro eslabón de una suerte de “ética de la crueldad” o del sadismo, en la que se festeja “que se fundan los que se tengan que fundir”.
La rebelión en Misiones de docentes, personal de salud y otros estatales ha sido un llamado de alerta, así como las protestas universitarias que obligaron al gobierno a empezar a negociar. Por otro lado, luego de la liberación de precios, debió retroceder en casos como los aumentos de las prepagas de salud, ante las críticas de parte de su propio electorado. Economistas como el poco heterodoxoCarlos Melconianseñalan que en la práctica “la mitad del ajuste corresponde a la "licuadora", mientras la otra mitad se reparte entre "motosierra" y "pedal". Esto hace referencia a la licuación de gastos por inflación, los recortes y los pagos que se vienen posponiendo. Como parte de una economía en recesión a la que las inversiones extranjeras no llegan, mientras sectores del campo presionan por una nueva devaluación. Contradicciones que presionan sobre un gobierno débil que no cuenta con poder territorial de gobernadores ni intendentes, es minoría en el congreso y que luego de 5 meses de gestión no logró aprobar la Ley Bases ni el pacto de Mayo con los gobernadores. En este sentido, el peronismo ha prestado un preciado tiempo de paz social desde los sindicatos que conduce y los movimientos sociales. El gobierno, aún debe pasar la prueba de la resistencia en las calles que tuvo una primera expresión multitudinaria en las movilizaciones universitarias contra el ajuste y que tuvo como antecedentes dos paros generales, el 8M y 24M. Una fuerza social que de estar coordinada y contar con una estrategia para vencer, partiendo de un plan de lucha en la perspectiva de la huelga, podría poner contra las cuerdas las intenciones del gobierno y modificar sustancialmente la relación de fuerzas.
El Foro Madrid: Una jarra loca de la ultraderecha internacional
El sábado 18 vimos como Javier Milei participaba de “Viva 24” organizado por Vox, un partido ultraderechista Español. Este evento es vidriera de Vox para el mundo y es un rejunte de neonazis xenófobos y homofóbicos pertenecientes al foro Madrid, organizado en torno a la fundación Disenso. Este think tank aglutina a los principales partidos de la ultraderecha internacional y derecha tradicional con el partido republicano estadounidense fujimorista de Perú y figuras de la llamada “nueva derecha internacional” como Víctor Orbán de Hungría, Meloni de Italia y Le Pen de Francia. De Latinoamérica participan Bolsonaro, de Brasil y Kast de Chile.
Su documento fundacional, la carta Madrid, es un manifiesto que defiende y busca profundizar las políticas neoliberales. Se presenta como defensor de libertad y derechos nacionales del Estado de Derecho y la propiedad privada supuestamente amenazadas por el avance del comunismo.
Todas estas formaciones de derecha que surgieron como parte del agotamiento del “consenso neoliberal”, si bien aparecen unidos en estos espacios tienen contradicciones y disputas. Como señala Dal Maso las ultraderecha internacional se puede resumir en dos tendencias, las soberanistas/identitarias y las neoliberales. El discurso de los primeros podemos verlo en los partidos euroescépticos que rechazan el proyecto de la Eurozona y la comunidad europea poniendo por delante los nacionalismos y tradicionalismos.
Ejemplos de esto son los ultranacionalistas Unión Cívica Húngara de Orbán o Agrupación Nacional (ex Frente Nacional) de Marine Le Pen, “Los hermanos de italia” de Giorgia Meloni como también a los mencionados neofranquistas de VOX. Todos sus discursos son xenófobos y antiislamistas y apuntan a los inmigrantes como blanco de sus ataques. A la vez apelan al discurso identitario y tradicionalista poniendo a la familia en el centro y atacando los movimientos feministas y LGTBI en una cruzada “antigénero”. Sin embargo, al presentarse unidos en estos eventos, presentan límites propios de sus discursos.
Como plantea Josefina Martinez, en el caso europeo:
«aunque están unidos coyunturalmente contra un “enemigo común” representado por la gobernanza de Bruselas, la lógica nacionalista de “franceses primero” o “húngaros primero” es incompatible con consolidar un proyecto internacional de las extremas derechas. En última instancia, más allá del discurso antiestablishment, todas estas formaciones representan los intereses capitalistas de sus respectivas naciones, algunas de ellas imperialistas y a menudo enfrentados entre sí. [7]»
¿Y qué sucede en el caso latinoamericano? Si vemos que estas nuevas derechas en Europa son nacionalistas, en el caso de Latinoamerica las podemos incluir en el segundo grupo de tendencias. Se presentan como las embanderadas del Neoliberalísmo más radical como los casos de Milei, Kast y Bolsonaro. Y recurren también, a discursos y políticas arcaicas y reaccionarias como sus homólogas europeas como su “batalla cultural” contra la ideología de género (que en el caso argentino tenemos a los ideólogos Agustín Laje y Nicolás Marquez).
En última instancia lo que reflejan es el programa máximo del imperialismo buscando garantizar sus intereses económicos y geopolíticos. Así se puede ver la participación de Milei en el evento de VOX, en el que su participación da mayor tranquilidad al capital español en Argentina, con Telefónica o Santander, a la cabeza entre 130 multinacionales que operan en el país, y que vienen dando el visto bueno a la política económica del libertariano.
La derecha internacional y el fantasma del Comunismo
Milei y la derecha internacional despotrican con el avance del comunismo como la ideología que permitió el estado de situación actual. Tanto en su visita al Estado Español como en su show en el Luna Park, agitó el fantasma del comunismo y los peligros para la “civilización occidental”. Pero ¿por qué le dan tanto espacio en su discurso?
Para la ultraderecha internacional, el momento actual es de “anticomunismo preparatorio”. De esta manera, llevan adelante un discurso de desprestigio del comunismo igualando a éste con los gobiernos “neoliberales progresistas”. Así, buscan bloquear la idea de comunismo como alternativa. El temor que tiene la burguesía y que se expresa en parte en el surgimiento de una nueva extrema derecha a nivel internacional, es a que se rebelen las masas en un contexto de crisis y guerras como el que estamos viviendo. Peleas como la de Milei y Pedro Sánchez, que tienen más de fuegos de artificio que de otra cosa, es funcional para los “progresistas” del PSOE para poder presentarse como defensores de los derechos, mientras su gobierno no duda en sumarse en cada aventura guerrerista de la OTAN y mantiene los preceptos elementales de la política neoliberal de los últimos 30 años.
A este capitalismo salvaje no le podemos contraponer un capitalismo con “rostro humano” (que además es totalmente utópico) como presenta el PSOE en España que es tan defensora de los intereses de su burguesía imperialista como la extrema derecha. De la misma manera sucede en Argentina con la política del peronismo y el kirchnerismo, que han garantizado los negocios capitalistas durante sus gobiernos. Así, se han beneficiado empresarios amigos como también aquellos ligados al capital extranjero, se han mantenido los pagos de la deuda externa o mantenido contratos usurarios en negocios de sectores extractivistas como la minería y el petróleo. El "redistribucionismo" que plantean los llamados “progresistas”, es siempre y cuando no haya “vacas flacas”. En la práctica, cualquier intento de redistribución de la riqueza se ve limitado por la necesidad de mantener el orden económico establecido y satisfacer las demandas de los mercados financieros. Esta contradicción inherente demuestra que no hay una verdadera voluntad de cambio en ninguno de estos modelos políticos, ya que todos terminan perpetuando el mismo sistema de explotación y desigualdad. A la vez, con Milei las grandes mayorías están mucho peor aún que bajo el gobierno anterior. Su política ultraliberal ha profundizado las desigualdades y ha deteriorado aún más las condiciones de vida de la mayoría. La promesa de un cambio radical no ha hecho más que agravar los problemas sociales y económicos existentes.
La avanzada de la extrema derecha con todas sus particularidades por país, ha puesto su mira en la pelea contra el comunismo. Sin embargo, como socialistas revolucionarios, este momento nos permite discutir el capitalismo y el socialismo.
Milei compara al capitalismo como una “carrera de autos” donde gana uno y pierde el resto, donde el socialismo sería la ideología que atendería a los restantes perdedores. De esta forma presenta al socialismo como la ideología de los resentidos y perdedores. Lo que no dice el libertariano es que en las “carreras” que se vienen jugando todos los días, siempre ganan los mismos: un pequeño puñado de capitalistas que cada vez tienen una mayor porción de la torta. A la defensa de un capitalismo que en su horizonte solo arroja a las grandes mayorías populares a la miseria con crisis recurrentes y las guerras que desata, le contraponemos otro tipo de sociedad. Una donde no solo se reestructura de raíz la sociedad para satisfacer las necesidades básicas, sino también para liberar nuestro tiempo y no dejar la vida en el trabajo. De esta manera, sería más accesible para todos participar democráticamente del autogobierno político y económico colectivo, donde decidan los que verdaderamente producen la riqueza: la clase trabajadora y el pueblo pobre. Como también tendríamos tiempo para desplegar nuestra creatividad y capacidades, así como compartirlas con otros sin una búsqueda de ganancia ni competencia, como sucede en la actual sociedad capitalista [8].
Desde nuestro partido, el PTS y la Fracción Trotskista Cuarta Internacional, venimos desarrollando elaboraciones para pelear por las ideas del socialismo. Como dicen en el Folleto De qué hablamos cuando decimos socialismo: no hay futuro para nosotros, para las nuevas generaciones, y ni siquiera para el planeta, si la clase trabajadora no lucha por un socialismo desde abajo, donde los principales recursos de la economía, planificada democráticamente, estén puestos en función de las necesidades de las grandes mayorías, para acabar con toda forma de explotación y opresión. |