Nota: artículo actualizado pasadas las 20:30 hs, cuando los funcionarios del oficialismo anunciaron haber conseguido el dictamen tras bambalinas, luego de una sesión de horas en la cual habían fracasado. Espectáculos de debilidad en el marco de una profunda crisis económica y social.
Javier Milei cree - o más bien vende- que él juega en otro nivel. Que es un rockstar de la política internacional. Extasiado tras su presencia en Madrid hace diez días junto a la ultraderecha mundial, así se lo había dicho a un medio argentino, en un programa muy amigo: “La gira ha demostrado nuevamente que soy el máximo exponente de la libertad a nivel mundial. Le guste a quien le guste. Yo estoy en otra liga. La agenda de los políticos argentinos es la agenda de los liliputienses, es otra liga”.
Sin embargo, entre las declaraciones para las campañas tiktokeras de cabotaje y la realidad, a veces hay grandes abismos. No solo con la realidad nacional, que este miércoles ha dado un nuevo espectáculo de decadencia, de la que hablaremos más abajo. También este martes, sin ir más lejos, un artículo del Financial Times, publicación de origen británico seguida por el establishment financiero mundial, describe con bastante ironía la actitud de los inversores hacia la Argentina y desmitifica la imagen que el presidente argentino quiere dar de sí mismo. Presentando a Milei como un presidente del jet-set -ya que a pesar de la enorme crisis del país está por completar nada menos que su octava gira al extranjero desde que asumió, y se codea con figuras como Elon Musk o Mark Zuckerberg,- el medio señala que a los hombres y mujeres de negocios les gustaría escuchar a Milei hablar más de cómo resolverá las inconsistencias del programa económico que de “socialismo, capitalismo y libertad”. "Hay mucho entusiasmo en algunos sectores, pero las empresas aún no están preparadas para apretar el gatillo", afirmó para el Financial Times Kezia McKeague, directora gerente de McLarty Associates, que asesora a multinacionales que operan en Argentina. Los grandes capitalistas -como Elon Musk, que se sacó fotos sonriente pero sigue sin anunciar ninguna inversión en Argentina,- antes de enterrar un solo dólar en el país exigen saber cómo piensa Milei desarmar los controles cambiarios para que las empresas puedan fugar sus ganancias hacia sus casas matrices o qué pasará con la promesa de dolarización.
El tema -nada menor- pone en cuestión el corazón de la estrategia de Javier Milei que -como explicamos en esta columna la semana pasada- apela a la promesa macrista de una “lluvia de inversiones” si se aprueba la Ley Bases (con RIGI y reforma laboral incluída), como manera de apuntar a generar expectativas en el marco de una crisis cuya recesión ya se ha hecho profundísima. La Argentina ya conoce la historia de esta mentira. Al fracaso del relato estatista amenaza con sucederle -otra vez-, el fiasco de la doctrina liberal ligada al capital financiero internacional.
No por casualidad, la misma publicación del Financial Times no puede obviar tampoco que las dudas de los inversores se dan en el contexto de que “el último viaje de Milei al extranjero se produce en un momento de turbulencia en casa. El lunes, la presidencia anunció la renuncia del jefe de gabinete, Nicolás Posse, uno de sus asesores más cercanos, luego de retrasos en la agenda legislativa del gobierno en el Congreso”. Este miércoles el combo se complementó con un nuevo fracaso en sacar de comision la Ley Bases tras una reunión de varias horas, seguido insólitamente de un anuncio de que sí lo habían conseguido, minutos después, rosqueando tras bambalinas y consiguiendo las firmas que faltaban con las cámaras apagadas y lejos del debate público. Pero aun deben conseguir los votos para la votación en el pleno de la cámara y después su vuelta a Diputados. Son imágenes de lo que le cuesta avanzar al Gobierno y de un cuerpo de senadores que gana $ 8 millones de pesos y vive cada vez más alejado de la mayoría de la población.
En ese marco, la crisis ministerial que tuvo lugar esta semana dio como resultado principal -hasta ahora- el reemplazo de Nicolás Posse como Jefe de Gabinete por Guillermo Francos. El cambio llega en un momento que aparenta ser bisagra para el Gobierno. Llegando a medio año de gestión, Javier Milei se acerca al peligroso punto en el que su único “logro” -la baja relativa de la inflación- no solo es precario (hay presiones devaluatorias, como se vio en el movimiento de los dólares paralelos, y se anunciaron nuevos aumentos en las tarifas de los servicios públicos), sino que también crece profundamente la preocupación por la recesión. A los números estrepitosos de la actividad económica como si estuviéramos en pandemia, se suman datos concretos como el que detalla que durante los primeros meses del año se dieron de baja cerca de 300.000 cuentas-sueldo. En ese contexto, rebeliones populares como la de Misiones actúan también como advertencia para el esquema liberfacho. Luchas como la de los trabajadores del neumático contra 97 despidos avisan que este plan no pasará sin resistencia.
La prolongación de estas circunstancias sin hechos nuevos que apunten a recrear expectativas podría dar como resultado un combo explosivo de crisis económica y social, lucha de clases y agotamiento del tiempo político que Javier Milei tiene (¿hasta cuándo?) como Gobierno todavía relativamente nuevo.
La crisis política, si fracasara -una vez más- la sanción de la Ley Bases, podría ser la gota que derramara el vaso. En ese marco, el gobierno sigue dedicando grandes esfuerzos para obtener la votación, y así utilizarla como símbolo, junto con el anuncio de los nuevos hombres del gabinete. Tras seis meses sin obtener ninguna ley sancionada, Guillermo Francos aportaría supuestamente un nuevo “volumen político” por su faceta de negociador con las distintas alas de la casta política del régimen que a Javier Milei le falta, mientras que Federico Sturzenegger sería la representación de la voluntad voraz del gran capital de desregular todo y entregar el país para que haya libertad absoluta para explotar, lucrar y saquear.
El caso de Guillermo Francos es particular y expresa los zigzagueos y crisis del Gobierno. Si por algo fue conocido durante estos meses, es por haber sido el negociador frente a otros bloques políticos, que luego era sistemáticamente desautorizado por las más altas cumbres de Casa Rosada. Hoy el hombre de origen en gobiernos dictatoriales, menemista, sciolista y frentetodista, sin embargo, es ascendido en el esquema liberfacho. Su nuevo nombramiento parece indicar la necesidad de ceder a las exigencias del gran capital nacional e internacional que le reclama garantías de viabilidad y gobernabilidad a la gestión de La Libertad Avanza, un experimento que nació con múltiples debilidades de origen, como su minoría parlamentaria o no contar con ningún gobernador propio, entre otras. Las eternas demoras en conseguir la Ley Bases -y las concesiones que tuvo que hacer el gobierno hacia otros sectores del poder, aunque ninguna hacia los de abajo- son expresiones de estas debilidades. Ironías aparte de la historia, en una de las grandes crisis del Frente de Todos el tucumano Juan Manzur también había sido anunciado como nuevo Jefe de Gabinete para aportar “volumen político”. Exactamente las mismas palabras que usó este lunes la Oficina del Presidente de la República Argentina. Puede fallar.
Por su parte, el nombramiento de Federico Sturzenegger en un ministerio que aún no tiene nombre, es el empoderamiento de quien, sin cargo, venía siendo un hombre fuerte en las sombras del Gobierno, autor e ideólogo del mega DNU -que aún sigue vigente por falta de voluntad de voltearlo en la Cámara de Diputados- y de la Ley Ómnibus. A la vez que expresa un ala ultra liberal del Gobierno, su pasado da garantías de fracaso, entrega y saqueo: fue funcionario de Carlos Menem, Fernando de la Rúa y Mauricio Macri.
En la coyuntura política se abren entonces distintos escenarios. Si el Gobierno logra finalmente aprobar la Ley Bases querrá presentar el logro como un relanzamiento de su Gobierno. Pero el éxito de tal empresa es sumamente dudoso, como lo indican los propios inversores citados por el Financial Times. En el mejor de los casos -para los poderosos- llegarían con el RIGI y la reforma laboral inversiones para el saqueo extractivista, que en Argentina dejarán pobreza y destrucción del medioambiente, pero jamás desarrollo. Con el consumo deprimido y el gasto del Estado en modo ajuste, no se ven ni rastros de la famosa recuperación en “V” de la que tanto se habla.
El experimento liberal, tarde o temprano, se enfrentará a tener que dar cuentas de su propio fracaso. Por ahora sigue gozando -como una de sus pocas ventajas- del desastre que es, a la vista de todos, la oposición de los partidos del régimen, sumidas algunas de sus ex alianzas y ¿ex? partidos en crisis e internas, desorientados luego de sus fracasos, así como de la pasividad relativa de la CGT y la CTA que hacen medidas aisladas para descomprimir y negociar, sin poner en pie un verdadero plan de lucha para derrotar todo el plan de conjunto. Sin la colaboración de todos estos actores -cada cual a su modo-, el plan de Milei ya habría caído. Las últimas semanas han sido ilustrativas de estrategias de negociación que dejan pasar lo esencial, rosquean sus propios intereses y tan solo se preparan para un próximo turno electoral.
La perspectiva de la izquierda, el sindicalismo combativo, las asambleas barriales y los estudiantes que este sábado pasado reunieron a miles de luchadores en un Encuentro obrero y popular en la Plaza de los Dos Congresos, es la contraria: aprovechar las debilidades del Gobierno y del régimen para construir una gran movilización para el día que se trate la Ley Bases en el Senado, exigiendo paro a la CGT y la CTA, precedida por una nueva gran campaña de agitación y explicación para desnudar que es una norma que solo traería beneficios para unos pocos poderosos y, del otro lado, empobrecimiento y precarización para los de abajo.
Sin embargo, el PTS en el Frente de Izquierda enmarca también esta pelea en una discusión más de fondo. El fracaso anunciado del experimento ultraliberal en curso, será un nuevo fiasco de experimento capitalista que le siga a aquel del peronismo y el Frente de Todos que, gestionando en el Gobierno, dejó al país con un 41,7 % de pobreza y mostró que la propuesta de una débil mayor intervención del Estado en la economía no es ninguna salida para el profundo atraso y decadencia del país. Axel Kicillof, con el lanzamiento de su nuevo espacio hace pocos días, volvió a demostrar en su planteo que nada nuevo tiene para ofrecer, al levantar un programa que no rechaza el acuerdo con el FMI ni el pago de la deuda a los especuladores. A lo sumo se prepara para ser un nuevo Martín Guzmán o un nuevo Sergio Massa, sobre lo que quede de la tierra arrasada después del gobierno liberal.
La salida entonces para la crisis del país no será mirando al pasado ni a ninguno de todos estos experimentos capitalistas que ya fracasaron. Es necesario enmarcar cada una de las peleas actuales en la perspectiva de fondo de construir un partido que luche para que gobiernen los que nunca gobernaron, los trabajadores y el pueblo pobre, tomando el destino en sus propias manos, sin esperar nada desde arriba y encarando un camino de ruptura con el capitalismo, socialista e internacionalista, junto a los pueblos oprimidos de un mundo en crisis. |