El 29 de mayo de 1974 un comando de la Triple A asesinó a Mario Zidda, Antonio Moses y Oscar Meza, tres militantes del Partido Socialista de los Trabajadores (PST). Fueron acribillados y sus cuerpos encontrados a las pocas horas, a la vera del Ferrocarril Urquiza, cerca del acceso a la ruta Nacional. Se cumplían cinco años del Cordobazo, nadie dudó de que la fecha no había sido mera coincidencia. Era la primera vez que la Triple A cometía un asalto a un partido legal de tal magnitud, por lo que generó el repudio de la vanguardia obrera y popular, y de referentes muy importantes como el del diputado Ortega Peña, asesinado solo dos meses después por la misma organización paraestatal comandada por José López Rega [1].
Causa Masacre de Pacheco: hechos, testimonios
“Fue en horas de la madrugada. Cuatro o cinco automóviles rodearon el lugar e ingresaron al local del PST de General Pacheco, vestidos de civil con un brazalete negro. De pronto se escucha un silbato, tras un pequeño intervalo, una ráfaga de ametralladora impacta en la cortina metálica de las instalaciones partidarias... Inmediatamente después, violentando la puerta y saltando desde los techos y la terraza, un grupo que rondaba las 15 personas provistos de armas largas entraron a los gritos y empujones e insultos”. El relato surge de la declaración de una de las testigos, obrante en el expediente de la Masacre de Pacheco de la Causa Triple A [2]. Continúa el testimonio:
“Después de eso, nos sacaron a la calle y a nosotras tres nos hicieron subir a la parte de atrás de un Renault 12, no recuerdo el color. Y a los muchachos yo recuerdo que los sacaban a empujones, era todo muy violento. Según una de las chicas, los subieron a un Falcon, no sé el color. Pero esta circunstancia última yo no la pude observar. Y ahí se puso en marcha el auto en el que íbamos, y supongo que también el Falcon, no habíamos recorrido una cuadra cuando uno de los hombres que estaban en el auto nuestro dijo “Ese es Meza”. Del auto salió una voz que le preguntó a este último “¿vos sos Meza?”. Y se bajaron, no recuerdo si de mi auto o del otro, pero lo agarraron a Meza, en tanto él protestaba diciendo que no tenía nada que ver. Y ahí lo subieron también a él al otro auto”.
Otra de las declaraciones destaca que la policía local no se hizo presente, tomando en cuenta que la operación fue muy violenta, con ráfagas intensas de tiros, y que el destacamento estaba a unas 15 cuadras del hecho, se presume que la policía local había liberado la zona.
Una testigo continúa: “Había temas sindicales en esos meses con el sindicato de los metalúrgicos, había huelgas, persecuciones de delegados de comisiones internas, las mismas autoridades del sindicato mencionado en Vicente López…”. En el mismo expediente, otra declaración de un militante metalúrgico afirma:
con mis compañeros impulsamos una lista opositora, Lista Gris, opositora a la conducción de Calabró y Minguito. El primero era gobernador de la provincia de Buenos Aires y paralelamente tenía la titularidad de la UOM y Minguito lo suplantaba… siempre creímos que la elección del local estuvo vinculada a este conflicto.
Y se sigue leyendo:
Los hacía pensar esto, el hecho de que la corriente sindical junto con otras agrupaciones políticas afines, como la Juventud Peronista [se refiere a la Juventud de Trabajadores Peronista, JTP], habían constituido una agrupación metalúrgica con mucho peso en la seccional y disputaban a la conducción de este sindicato… y el hecho de que fuera delegado metalúrgico, Meza, también, y tuvieran representación en innumerables fábricas metalúrgicas, representaba un problema para esa conducción sindical vinculada a la Juventud Sindical Peronista.
Que el vehículo se lo cruzara a Meza por la calle y lo reconocieran, “ese hecho fue una hipótesis y refuerza la idea a que la cuestión metalúrgica era un factor importante en el conflicto”.
El 22 de enero volaron por los aires lo que quedaba del local del PST de Beccar después de haber sufrido varios atentados previos. Allí se reunían los activistas de la fábrica Del Carlo que seis días antes habían logrado un importante triunfo. Para esa fecha, otro activista de Del Carlo sufrió un “asalto” en su domicilio cuando se encontraba ausente y en el que agredieron a la hija. A fines de febrero, varios compañeros militantes del PST y de la Juventud Socialista, que se encontraban repartiendo volantes a la salida de la fábrica metalúrgica Cormasa-Corni, fueron perseguidos y atacados a punta de pistola, hiriendo a uno de ellos, por grupos no identificados de matones. En marzo, sucedió lo mismo con otro militante del PST, recibió un tiro por la espalda, vendiendo periódicos en la puerta de la fábrica Tensa [3].
Tres semanas antes de la Masacre de Pacheco, el 7 mayo de 1974, fue asesinado saliendo de su casa para ir a trabajar de un balazo de Itaka otro militante del PST, Inocencio “El indio” Fernández. Su cuerpo fue encontrado incinerado a kilómetros de distancia. El PST denunció en su periódico Avanzada Socialista que era la primera víctima mortal:
En 8 meses sufrimos más de 15 atentados entre voladuras de locales y baleamientos a militantes hasta llegar al asesinato de Fernández. Esta sangrienta estadística es similar a la que pueden lamentar otras fuerzas populares como la Juventud Peronista o el Partido Comunista, cuyas filas están pobladas de mártires, secuestrados, baleados y edificios dinamitados [4].
El Indio, Mario, Toni y Meza
El Indio Fernández había venido del Chaco hacía seis años. Cuando fue asesinado tenía 26 años y era subdelegado en la fundición Cormasa y miembro de la Lista Gris. Había ingresado al PST hacia pocos meses, pero hacía algunos más que formaba parte de la oposición metalúrgica:
organizó una lista contraria a la burocracia para participar en las elecciones de cuerpo de delegados de Cormasa. Eso era fines de marzo. El día de la elección entraron a la fábrica 20 matones armados, cortaron las luces y entraron a la sala donde estaban las urnas. Después de eso, el escrutinio dio que habían ganado los “viejos delegados” ligados a la burocracia. El Indio no toleraba esos atropellos y enfrentó a la burocracia. Allí dió el salto y decidió ingresar al Partido [5].
Mario Zidda tenía 22 años y estaba en la Técnica N° 1 de Tigre. A inicios de los 70 ya era militante secundario. Uno de sus amigos y compañero del partido contaba que
El primer conflicto grande en el que participamos nosotros fue el de todos los industriales que organizaron una coordinadora… La movilización que se armó fue inmensa y nosotros dirigimos en esa movilización el industrial de Tigre, que era la única escuela en la zona que por esa época no dirigían los Montoneros, y que dirigía el Partido a través del Tano que era el presidente del Centro de Estudiantes y yo el secretario general… Las discusiones centrales eran sobre la caracterización de Perón y el camino hacia la revolución… pero también discutíamos con la guerrilla. Nosotros teníamos la “visita” de los fachos al colegio una o dos veces por semana… Organizamos piquetes de autodefensa que no tenían más que garrotes. Tuvimos dos o tres episodios con enfrentamientos serios. En algunos empatábamos, algunos ganábamos y muchos perdíamos porque la patota de los fachos y el C. de O. [Comando de Organización], unos treinta, eran pesados y venían armados con pistolas... El Tano era un agitador, dentro de la escuela, en los mitines con las otras escuelas, en los encuentros y debates [6].
Toni Moses, tenía 24 años,
desde muy joven llevó una vida independiente de su familia. Cuando tenía 20 años aparentaba más edad y realmente tenía una experiencia mayor de vida. Luego vino el servicio militar… Con el mismo ritmo veloz transcurre su experiencia como activista y dirigente estudiantil contra el ingreso en la facultad de Ciencias Exactas. Allí conoce el partido y su integración en él es todavía más meteórica... En los años 1971 a 1974 en que él militó, nuestro partido vivió una gran transformación. En estos años el partido participó de muchas manifestaciones, impulsó actividades públicas e inauguró más de 50 locales. Toda esta actividad nueva para el partido planteó nuevas necesidades, como asegurar esos locales y proteger esas manifestaciones. Tony fue uno de los compañeros que asumió esas tareas [7].
Hacía dos meses había ingresado como obrero de la autopartista Wobron, dirigida por la antiburocrática Lista Gris de UOM.
Oscar Meza, “Hijitus”, era correntino y se vino a trabajar en 1970 con 22 años. Apenas llegó a Buenos Aires, ingresó a la fábrica Astilleros Artarsa, convirtiéndose en delegado de sección Caldería a los dos años, también integraba la Lista Gris, era un reconocido referente en la zona.
Los compañeros ponían en él esa confianza proletaria que es la contraimagen del recelo y el odio hacia los burócratas… Se había puesto al frente de una lucha que estaba cargada de bronca, como tantas batallas de la clase obrera. Las deficientes condiciones de seguridad habían provocado la muerte de un obrero. Meza empujó la lucha, enfrentó a la burocracia, que se oponía la ocupación, que maniobraba de todas las maneras. Todo fue inútil la toma empezó con 30 compañeros, en cuatro días crecieron a 220. Triunfaron, impusieron la formación de una comisión de control de seguridad con participación obrera, y lograron también algo muy caro para los trabajadores: reincorporar a activistas despedidos hacía dos años... Toda la zona conoció sus pasos de militante participó en la toma de Alba, organizó asambleas y colectas para los compañeros que ocupaban fábricas (Provita, Del Carlo), se desplegó en cuanto conflicto había [8].
La Masacre de Pacheco, el asalto a un local y el asesinato de militantes por parte de un comando paraestatal fue advertido como un salto en la escalada de violencia. El repudio fue inmediato. En Corni, Wobron y Astarsa hubo huelga general. En Ema, Tensa, Del Carlo, Cormasa, de Astilleros Sánchez y Príncipe Menghi hubo paros. “La presión de la base fue tan grande que la dirección de la seccional de la UOM de Vicente López tuvo que decretar paro de 15 minutos en todo el gremio” [9]. Cientos de sindicatos, fábricas, comisiones internas, cuerpos de delgados de todo el país realizaron declaraciones de apoyo, y también partidos políticos, dirigentes gremiales, de derechos humanos, etc. Previo al entierro, se realizó un importante acto con más de 5 000 personas. Dos columnas estudiantiles, de alrededor de 400 estudiantes de las facultades de Ciencias Económicas y de Filosofía realizaron un acto antes de ingresar al velatorio por el que pasaron numerosos dirigentes políticos y sindicales.
El entonces diputado, intelectual y abogado político Ortega Peña afirmó que las causas de la represión dirigida a “todos aquellos sectores que han tenido una inserción real en el ámbito de la clase trabajadora y que trabajan políticamente significan un peligro para la burocracia sindical y para la política del Pacto Social…”, haciendo “responsable directo de esta política, que ha abandonado las pautas programáticas, que ha dejado de ser peronista y que es el general Perón”. Y afirmó,
Pienso que no solo las amenazas van a seguir, sino que esta represión de derecha va a continuar; porque creo que no es un episodio aislado, sino una suma de episodios que hace a una política necesaria para el Pacto Social, ante la imposibilidad de contener la radicalización de la clase trabajadora” [10].
“Un peligro para la burocracia sindical y para la política del Pacto Social”
Aun cuando el regreso de Perón a la Argentina tuvo el fin de sofocar los fuegos encendidos por la etapa abierta con el Cordobazo que dio jaque mate a la dictadura militar, los primeros meses de gobierno mostraron que eso no sucedería. Esto se debió, en primer lugar, a que su triunfo a través del voto de los trabajadores y sectores populares, después de 18 años de proscripción del peronismo y golpes militares, fue vivido como propio. El 62 % que consiguió en las elecciones implicaban un voto de confianza. En este sentido constituyó un desvío en el terreno político pero entendido también como la aspiración a recuperar conquistas democráticas y económicas perdidas. O sea, que tampoco logró frenar el proceso de luchas en curso contra las patronales y la burocracia sindical –que intentó maniatar por medio del Pacto Social y la Ley de Asociaciones Profesionales [11], por el contrario, se amplió al Gran Buenos Aires. El historiador Daniel James escribe:
la victoria electoral y las expectativas que había generado provocaron una oleada de rebeliones fabriles que por primera vez invadieron todo el cinturón industrial del Gran Buenos Aires. Si bien el prestigio de Perón impidió un rechazo explícito de los controles salariales estipulados en el Pacto, los trabajadores encontraron mil maneras de trasladar la victoria política en las urnas a ventajas propias en el lugar de trabajo. Las condiciones de éste y las de sanidad y seguridad, los salarios atrasados, la reclasificación de las tareas y la cuestión de designar nuevas y auténticas direcciones de planta se plantearon como problemas a medida que innumerables quejas acumuladas en el período anterior a 1973 empezaron a ventilarse. En consecuencia, a despecho de una política oficial de consenso y conciliación en el plano político, en términos sociales se presenció una intensificación del conflicto de clase” [12].
El Pacto Social delineó la política económica del gobierno de Cámpora y Perón, firmado por las cámaras empresariales y la CGT, en junio de 1973, ordenó al congelamiento de precios y salarios y muy pocos cambios a nivel de las fábricas y empresas. Al mes de aprobado, el PST caracterizaba el “Pacto social como punto de fricción entre la clase y el gobierno” y el surgimiento de una vanguardia a nivel de fábrica que proyectaba la extensión del ascenso que había tenido como epicentro Córdoba y el interior:
Este proceso de surgimiento de una nueva vanguardia, especialmente en el Gran Buenos Aires, y sus primeras batallas triunfantes, son un síntoma del emparejamiento del ascenso. Señala dos caras, en gremios que estuvieron a la vanguardia a todo el movimiento obrero, y desde Córdoba a todo el país, especialmente en Bs. As.” [13].
En el mismo sentido, el historiador Juan Carlos Torre observa que “Esta incesante movilización obrera, que se prolongaba hasta los aparatos sindicales, cuestionando a las direcciones oficiales, dramatizaba más aún las dificultades que afrontaba la CGT dentro del Pacto Social” [14]. Desde la asunción de Perón, en octubre 1973 y hasta febrero 1974, los motivos más frecuentes de conflicto fueron las condiciones de trabajo y la reincorporación de los activistas cesantes. Los ejemplos que tuvieron gran repercusión según este historiador son todos establecimientos de Buenos Aires, Philips, General Motors, Terrabusi, Molinos Río de la Plata, Astarsa, y de Santa Fe Acindar. Los conflictos de empresa alrededor de las condiciones de trabajo, combinado con su frecuente prolongación en el terreno de la representación sindical, habían sido los rasgos dominantes de la movilización obrera en los núcleos industriales del interior en la fase previa 1969-1973. Pero Torre concluye que lo novedoso es que:
Después del triunfo electoral del peronismo, se propagaron también a Buenos Aires, reproduciendo las modalidades de acción obrera paradigmáticamente condensadas en la experiencia de SITRAC-SITRAM en 1970… No forzaríamos la realidad si afirmáramos que las fábricas vivieron durante esos años en estado de rebeldía [15].
La nueva vanguardia mostraba una clara disposición a la lucha contra las patronales por el mejoramiento de sus derechos laborales en la fábrica, hasta cuestiones relacionadas al control obrero, y por la recuperación de los cuerpos delegados y las comisiones internas de manos de las conducciones burocráticas, recurriendo muchas veces a la ruptura de la legalidad burguesa. En Buenos Aires, si bien era parte de un proceso nuevo, combinaba la experiencia cordobesa de los sindicatos combativos y sobre todo los “clasistas”. Mientras que la ausencia de alas centristas dentro de la burocracia sindical (como había en Córdoba), junto a la influencia de la izquierda, daba lugar a un activismo emergente más radicalmente antiburocrático y proclive a las ideas socialistas. Esta peculiaridad se reflejaba en la propia JTP tanto porque se declaraba antiburocrática como porque invocaba la idea de una Patria Socialista que, aunque fuera vaga, da la pauta del espíritu de época.
A fin de 1973, el informe del Congreso del PST, aunque considera apresuradamente que se cierra la etapa prerrevolucionaria, remarcaba que:
Nadie puede dudar que se trata de uno de los más importantes ascensos conocidos: se retoma el método de las ocupaciones (Mina Aguilar, Sierra Grande, Cristalux, Terrabusi), los conflictos son mucho más intensos y combativos que los estallados durante el gobierno de Cámpora; confirmando la ley de todo ascenso bien profundo, los conflictos se han masificado y salen a la lucha sectores y gremios que no lo habían hecho en la última etapa (Alimentación, Metalúrgicos ACMA, Vestido) o que hace años no lo hacían (Cristalux, ¡Grafa!, ¡Philips!, Carne y además en algunos casos Blindex, del Carlo) por motivos principistas de clase, como la defensa de un despedido, y por último irrumpen principalmente en la zona más difícil y crucial del país, Buenos Aires, donde desde hace quince años no veíamos tal cantidad de conflictos [16].
También se refiere a sus limitaciones, tomando en cuenta que es un proceso molecular, que estalla fábrica por fábrica, sin una dirección que lo unifique, su enfrentamiento al Pacto Social “tiene un motivo económico y no político, y no es suficiente…” [17].
En los primeros cinco meses de 1974, varios hechos, que aquí describimos de forma sucinta, demarcan la coyuntura: la agudización de la lucha de clases, la erosión del Pacto Social atizado por el aumento de la inflación, su impacto y el aumento de las contradicciones de la propia burocracia sindical, y una mayor derechización del gobierno. En enero, el conflicto de la Unión Tranviarios Automotor (UTA) de Córdoba logró un aumento del 40 % aprobado por el gobierno provincial –cuyo vicegobernador dirigente histórico del gremio y referente del Cordobazo– sobrepasó los márgenes del Pacto y fue cuestionado en duros términos por Perón [18]. En ese mismo mes, el copamiento del Comando de Azul por parte del ERP, que terminó en un fracaso militar, fue utilizado por Perón para acelerar la aprobación de la modificación del Código Penal como mecanismo represivo para encarcelar militantes y activistas. Responsabilizando por esos hechos al gobernador de la Provincia de Buenos Aires consiguió su renuncia, y la inmediata asunción del vicegobernador Víctor Calabró. A fines de febrero, el Navarrazo, el golpe policial provocará una dura derrota a las masas cordobesas. En marzo, en la provincia de Santa Fe, el triunfo del primer Villazo, que comenzó como un proceso antiburocrático en defensa de las comisiones internas y cuerpos de delegados combativos en las fábricas metalúrgicas de la región, implicará un duro golpe a un bastión central de la burocracia sindical y pilar del Pacto Social del gobierno de Perón.
Zona norte, la seccional de la UOM Vicente López, la Lista Gris, el triunfo de Del Carlo
“Sindicato, ministerio y gobierno ¿de qué lado están?”
[Cartel colgado frente a la fábrica de Del Carlo] [19]
La zona norte del Gran Buenos Aires (GBA) es una zona extensa que abarca los municipios de Vicente López, San Isidro, San Fernando y Tigre. General Pacheco es una localidad de Tigre. A inicios de la década de 1960, se radicarán las grandes plantas automotrices que darán origen a la Córdoba industrial y paulatinamente al empuje del cordón de la zona norte del Gran Buenos Aires. Diez años después, la zona junto con la Capital Federal, el resto Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba, reunían las ramas más importantes y dinámicas de la economía nacional y el 60% de la población total del país, con un 69% de proletarios y semiproletarios [20]. El crecimiento industrial de la zona norte se realizó en base a inversión extranjera y estatal, centrada principalmente en abastecer al mercado local, en buena parte con capitales estadounidenses, italianos, ingleses, alemanes y franceses que se instalaron en la zona. La construcción o existencia de vías rápidas de comunicación, con la ruta panamericana, el acceso norte a Tigre y los ramales ferroviarios del Mitre y de Belgrano, facilitaron una relación estrecha entre el lugar de trabajo y el de residencia [21]. Los obreros de la zona, a su vez, tenían una de las mejores posiciones en materia de salarios y aportes.
Para 1974, la principal rama industrial de la zona se centraba en la fabricación de productos metálicos, maquinaria y equipos (44,46%) y sus cuatro primeras ramas representaban un 86,87% del total [22]. Desde este ángulo, la zona norte del GBA reflejaba “en parte una de las estructuras económicas dominantes de la Argentina del último cuarto del siglo XX, al disponer de la porción más dinámica y concentrada de la industria en sus principales ramas” [23]. Tal concentración de fábricas metalúrgicas explica que la seccional de la UOM Vicente López fuera la segunda más importante del país en cantidad de afiliados. Estas cuestiones nos acercan a la definición del historiador Héctor Löbbe al considerarlo “el corazón del proletariado fabril más desarrollado y, al mismo tiempo, un estratégico territorio económico y político en disputa” [24]. Disputa que estaba instalada en las principales fábricas. En Astarsa, la JTP dirigía la comisión interna y el cuerpo de delegados. Además, tenía importancia, entre otras empresas fabriles y gremios de servicio, en Laboratorios Squibb, Matarazzo, Cartonex y en las fábricas ceramistas que formaban parte del Sindicato Ceramista de Villa Adelina. La izquierda no peronista también ejercerá una influencia importante. El PRT tenía incidencia en Ford –donde formaba parte del Comité de lucha–, en la Comisión Interna de Alcántara, en Tensa y en General Motors. El PST tuvo un importante desarrollo en la zona norte del Gran Buenos Aires, llegando a dirigir la Comisión Interna de Del Carlo, Corni y Cormasa. Además, tenían influencia en Matarazzo y Astarsa, entre otras fábricas. Por su parte, el PO cobró peso en Editorial Abril (donde también estaba el PRT) y tuvo influencia entre los obreros ceramistas de Villa Adelina (donde formaba parte del sindicato). Además, el Peronismo de Base dirigía La Hidrófila [25].
Los antecedentes del trabajo político del PST en metalúrgicos de zona norte comienza al calor del desarrollo industrial de la década de 1960, con un equipo de Capital que toma desde afuera las fábricas de barrios de Villa Pueyrredón y Saavedra, de Capital Federal, y del otro lado de la General Paz, en San Martín y Vicente López. La instalación de un equipo de 4 compañeros con posibilidades de crecimiento inmediato por la consolidación de trabajos abiertos, en estos dos últimos municipios, en 1963, dio apertura a la construcción de la regional [26]. La exclusión política del peronismo del acto electoral, que había llevado al radicalismo al gobierno, provocó que la CGT llevara adelante un plan de lucha con diversos reclamos y en los que llegó a ocupar casi 4 400 establecimientos fabriles en un mes, demostrando su poder de convocatoria. En su Documento Nacional para el plenario del 9-7-64, Palabra Obrera, afirma que “Para nosotros el plan de lucha ha ayudado a desarrollar la actividad, la confianza, fundamentalmente de la vanguardia del movimiento obrero, le ha servido para acelerar su experiencia con respecto a la patronal…El fenómeno no es explosivo, es decir, toda la vanguardia no se plantea echar al diablo a sus direcciones, pero sí completa su experiencia” [27].
Diez años después, como parte de un movimiento opositor en todas las seccionales de la UOM, se realiza un primer plenario metalúrgico, en zona norte, para impulsar una lista de oposición unitaria que dispute la conducción a la burocracia de la seccional de Vicente López. Representantes de 19 fábricas de Vicente López, entre los cuales estaban las comisiones internas de Del Carlo, Corni, Tensa y Astarsa, Bianchetti, Bicciú, Búffalo e Ipsan.
“A la cabeza van los compañeros de Corni que el martes anterior realizaron una asamblea de fábrica en la que 350 compañeros votaron: contra el Pacto Social, por la democracia sindical y por una nueva lista de oposición para lograr una nueva dirección. ¡Las bases metalúrgicas le dicen no a Calabró!” [28].
Un nuevo plenario, representando a más de 20 fábricas, contó con la participación de la JTP y la Intersindical (Partido Comunista). Aunque estos se retiraron después de perder la votación de su propuesta –no cuestionar el Pacto Social y solo reclamar aumento de salarios– su presencia da la pauta de la referencia que constituyó la Lista Gris para la zona [29]. Finalmente, a pesar de haber cumplido los requisitos leoninos exigidos por el Sindicato, mediante una maniobra de proscripción, la burocracia invalidó la lista [30]. A sabiendas de que el terreno electoral era una instancia desventajosa, aportó mejores condiciones de lucha contra las patronales, la burocracia sindical y el gobierno, ya que consolidó la unidad entre lo mejor del activismo de numerosas fábricas y entre sus comisiones internas y cuerpos de delegados. “Los dirigentes a pesar de proscribir a la lista opositora no han podido eliminar esa nueva realidad que hay entre los metalúrgicos de Vicente López… Este movimiento opositor unido es la naciente nueva dirección de la UOM de Vicente López” [31], tan solo un año después estará a la cabeza de la formación de la Coordinadora de la zona norte partícipe en las jornadas de julio de 1975.
El triunfo rotundo de la autopartista Del Carlo, una de las subsidiarias más importantes de los monopolios de la industria automotriz, permite palpar el clima del activismo en las fábricas y la realidad política del momento. Oscar Bonatto, obrero de la fábrica y militante del PST relata que el conflicto se inició a partir de la provocación a un activista, también del PST:
[Arturo] Apaza era muy reconocido por los compañeros. La patronal junto a la burocracia le monta una provocación. Entra a trabajar uno de la burocracia, y por lo que me contaron –yo estaba de noche–, un día a la mañana lo invita a pelear a Apaza. Este último, evita la pelea, pero este compañero lo corre y lo tira al suelo y ahí aparece el supervisor y los echan a los dos. La burocracia viene, hace una asamblea diciendo que lo va a defender… el verso que hacen siempre. En la base había mucha bronca y a la semana echan a diez activistas más y, en esos días, terminan echando a 84 en total.… La fuerza de la gente vota una Comisión y se vota la toma en minutos con los dos hermanos Del Carlo y dos o tres directivos más, como rehenes…Afuera la fábrica estaba rodeada por los “montos” y el partido que en esos días desplegó una agitación febril. Venían delegaciones de todos lados, todas las fábricas de alrededor y de la zona norte. La comisión que se formó era la que negociaba en el Ministerio… Se logró reincorporar a los ochenta y cuatro, la efectivización de todos, el pago de los días caídos y eso le daba a la comisión una confianza ilimitada de la base…El conflicto se gana el 15 de enero del ‘74… A partir del triunfo, frente a cualquier conflicto obrero en la zona norte, los compañeros de las distintas fabricas venían a Del Carlo a buscar línea. Surgió una comisión interna muy prestigiada y dentro de esta Apaza jugó un rol muy importante… La voladura del local de Beccar estuvo directamente ligada a este conflicto, no porque el Partido fuera a ganar a muchos –ya que el peronismo era una barrera para esto–, sino porque había que tratar de quebrar el proceso metiendo miedo. Luego viene la muerte del Indio, la “Masacre de Pacheco” y la muerte de varios activistas de la zona norte. Se vivía un proceso de ascenso muy importante de la clase y eso había que desbaratarlo” [32].
Minguito, Calabró, UOM y Triple A
"No hay ninguna fuerza que esté más democráticamente organizada que nuestra clase trabajadora".
Presidente Perón, 4/4/74 [33]
El peso político de la CGT en el escenario nacional ha sido un requisito esencial para el ordenamiento del Estado. Desde la estatización de los sindicatos, su papel en el régimen adquirió más envergadura como un pilar de gobernabilidad, sea el gobierno que sea, incluso cuando su representación formal ha menguado considerablemente respecto a la década de 1970. El auge de la industria automotriz y de las grandes empresas del rubro siderúrgico le otorgó a la Unión Obrera Metalúrgica un poder exclusivo dentro de la rama sindical del peronismo, dentro del propio peronismo y del propio gobierno de Perón.
Después del asesinato, en 1969, de Augusto Timoteo Vandor –en sus orígenes obrero metalúrgico de la fábrica Philips–, Perón fue el principal impulsor de otro metalúrgico para el mando de la CGT: José Ignacio Rucci. A quien consideró un hombre clave para su estrategia, le encomendó la fundación de la Juventud Sindical Peronista, a inicios de 1973 cuando lo visitó en Puerta de Hierro, con integrantes principalmente de la UOM, SMATA y UOCRA, como mero grupo de choque contra el activismo. Fue el gran promotor de una “policía interna” en el peronismo y a quien Montoneros responsabilizó por la Masacre de Ezeiza. A raíz de su asesinato a causa de un atentado, Perón y la cúpula máxima del Partido Justicialista definieron un “documento reservado” que ordenaba utilizar todos los recursos del Estado disponibles para terminar con la “infiltración marxista” dando vía libre a la “depuración de la izquierda” y a la creación de la Triple A, que se encargó de asesinar en dos años a más de 1500 personas.
En ese momento, el sindicato metalúrgico contaba con más recursos económicos que la propia CGT. La guardia de seguridad estaba integrada por matones, expolicías y militantes de extrema derecha provenientes de Tacuara y otras agrupaciones fascistas relacionadas con el peronismo, que “actuaban” desde la década anterior. A fines de 1973, la UOM tenía un pequeño ejército que según uno de sus jefes era tan fuerte como un batallón de infantería” [34]. Lorenzo Miguel fue su secretario general y además jefe de la rama sindical del peronismo, las 62 Organizaciones, desde 1970 hasta su muerte. Fue una figura de las más relevantes del sindicalismo peronista y con mayor influencia hacia todos los gobiernos, durante los treinta y dos años que comandó la UOM.
Las candidaturas del FREJULI con miras a las elecciones de 1973 tuvieron una importante gravitación en la rama sindical del peronismo. Las listas fueron repartidas entre un 25 % para los aliados no peronistas y un 75 % para el peronismo. El peronismo repartió las candidaturas entre el sector político, el juvenil y el sindical. Ricardo Otero, otros de los hombres de la UOM, fue designado para el estratégico Ministerio de Trabajo. En la elección de puestos para las gobernaciones y vice gobernaciones, la CGT y la UOM consiguieron el segundo puesto –con la única excepción de Córdoba donde fue elegido el dirigente de Atilio López– y las gobernaciones quedaron en manos de figuras políticas del peronismo. Con la obligada renuncia de Cámpora al gobierno, comenzará el enfrentamiento abierto de los vicegobernadores y la derecha peronista contra los primeros mandatarios de provincias como Ausberto Ortíz (Formosa, UOM), Carlos Mendoza (Mendoza, UOM), Olivio Ríos (Salta, CGT), Eduardo Cuello (Santa Fe, UOM) y Oscar Bidegain (Buenos Aires) por su mayor acercamiento a Montoneros y a la izquierda peronista en esa pugna. Victor Calabró pertenecía al ala más dura de la UOM, con el fortalecimiento de López Rega en el gobierno de Perón, adquirió tanta autoridad como para ser quien anticipara públicamente la salida del gobierno de Cámpora y Solano Lima. Desde su rol de gobernador se encargó de sembrar el terror en la provincia de Buenos Aires. La UOM se afirmó de tal modo en el espacio político “que los sectores que aparecían como la izquierda del peronismo comenzaron a hablar de la Patria Metalúrgica” [35].
La mano derecha de Calabró en la jefatura de la UOM de zona norte era Gregorio Minguito que lo sucedió cuando asumió la gobernación. Minguito que siguió siendo el mandamás de la seccional de Vicente López, hasta 2008, tenía su propio ejército de matones que actuaba en complicidad con las patronales y las comisarías de la zona. A fines de 1974, Rodolfo Walsh inició una investigación que quedó inconclusa, pero dio luz a datos certeros sobre la conformación de la Triple A o AAA. El autor de Operación Masacre, señaló
a tres grupos sindicales ligados con la AAA. Uno de ellos encabezado por el dirigente metalúrgico de la zona norte Gregorio Minguito e integrado por los ex custodios de Augusto Vandor, Raúl Valdez y Luis Costa, junto con Raúl Rábago, Oscar Coronel, Darío Quintana, Oscar Pereyra, Carlos Salvanecchi, Enrique Díaz y César Burlet [36].
Hoy ya no es posible ocultar que Perón eligió uno a uno los cabecillas de la Triple A, organizada desde el Ministerio de Bienestar Social y la Policía Federal junto a las organizaciones de ultraderecha, integrantes de los sindicatos, fundamentalmente. Sin embargo, sigue habiendo un manto de ocultamiento y preservación de la imagen de los dirigentes sindicales de aquella época –que murieron impunes o que siguen en sus puestos– omitiendo sus responsabilidades en el fenómeno derechista peronista y la violencia criminal y su complicidad con la Triple A.
55 años del Cordobazo, breves conclusiones para el presente
El Estado dispone de distintos mecanismos para ahogar la protesta obrera. La estatización de los sindicatos durante el primer gobierno de Perón aportó una cuota clave de mayor poder burgués. A través de una fuerte superestructura de grandes sindicatos nacionales por rama, centralizados en la CGT de modo verticalista, establecen un chaleco de “contención” y de “fuerza” para impedir que la lucha obrera adopte una perspectiva independiente en su enfrentamiento al capital. De allí, deriva el poder y peso en la vida política nacional que permaneció invariablemente subordinado a distintas variantes de la política patronal, en general al peronismo cuando no capaz de “ponerse la corbata” para acompañar la asunción de una dictadura militar, como lo hizo en la dictadura de Onganía, en 1966, o la de un gobierno neoliberal. Las fuerzas represivas son el recurso esencial del Estado en defensa del sistema capitalista. Pero también puede ser un último recurso, de ahí la necesidad de apelar al uso de fuerzas paraestatales para atacar a la vanguardia, aislarla y generar temor en movimiento de movimiento de masas. Estos fenómenos inherentes al Estado bajo el capitalismo son fácilmente registrables en los principales hitos de la lucha de clases de nuestro país a partir de mitad del siglo pasado hasta el momento actual.
Por otro lado, desde 1944-45 se potenció el surgimiento de organismos a nivel de la base de las fábricas, las comisiones internas y los cuerpos de delegados, que adquieren por sus características tendencias a la acción directa a nivel de la producción y a la democracia en su organización, frente a la tiranía patronal. En los meses que analizamos es posible comprobar esta “anomalía”, como la denominó el historiador marxista Adolfo Gilly, que “consiste en que la forma específica de organización sindical politizada de los trabajadores al nivel de la producción no sólo obra en defensa de sus intereses económicos dentro del sistema de dominación –es decir, dentro de la relación salarial donde se engendra el plusvalor–, sino que tiende permanentemente a cuestionar (potencial y también efectivamente) esa misma dominación celular, la extracción del plusproducto y su distribución y, en consecuencia, por lo bajo el modo de acumulación y por lo alto el modo de dominación específicos cuyo garante es el Estado [37]. Sobre la base de la fortaleza de la clase obrera argentina desde el punto de vista de su tradición de lucha, de las conquistas socio-económicas y políticas, el período 1969-1976 adquiere el carácter de ensayo revolucionario.
Del grueso volumen historiográfico dedicado a los estudios de ese período, pocos se han centrado en este fenómeno crucial que transcurrió en los corredores centrales de la economía argentina. El enfrentamiento de un movimiento obrero cuya vanguardia adquiría rasgos “clasistas” va a ir royendo las bases políticas del gobierno peronista. Los límites de esta vanguardia se vuelven definitorios en las tendencias que separan a la vanguardia de las masas, ya sea por las vías del vanguardismo (sindical o ultraizquierdista) o de la adaptación al régimen (sindicalismo) y en consecuencia el desvío de posibles de triunfos revolucionarios. Dicho de otra forma, el conflicto –en el que la burocracia queda atrapada por la política estatal y opuesta a las organizaciones de base– constituye “la irrupción del enfrentamiento elemental y creciente entre esa política estatal peronista y los organismos de base, politizados, de la clase obrera en la producción; entre política nacional burguesa peronista y política fabril obrera sin programa propio” [38]. Un partido que pelee consecuentemente por un programa, que busque unir por medio de reivindicaciones transicionales [39] los intereses más inmediatos de las luchas obreras y una perspectiva independiente para su resolución como clase nacional es la condición para que no fracasen en los marcos de las “soluciones” que prepara el régimen burgués.
La separación entre la vanguardia y las masas es un principio de Estado para todo gobierno capitalista ya que por esta vía quebrantan el desarrollo de una perspectiva independiente y revolucionaria contra el sistema. Fue el claro objetivo de la represión de la Triple A. La dictadura buscó directamente exterminar a toda esa generación de activistas de izquierda y clasistas de la clase trabajadora. El triunfo del neoliberalismo, a partir del gobierno menemista, partió de esta derrota y habilitó una “democracia capitalista” asentada sobre una división de la clase trabajadora sin parangón a cuyo principal garante, la burocracia de la CGT, es necesario superar.
|