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La Izquierda Diario
7 de junio de 2024 Twitter Faceboock

“La cita”
La Historia, el Periodismo y la Verdad
Daniel Satur | @saturnetroc

Enfoque Rojo.

Una frase del historiador Pierre Broué que interpela. ¿Para qué sirve el Periodismo? El 7 de junio de 1810 se fundó La Gazeta de Buenos Aires. Más de un siglo después se instituyó el Día del Periodista. Reed, Arlt, Walsh y una apuesta por la Verdad, que es revolucionaria.

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“La verdad es revolucionaria y porque uno es revolucionario es que se busca la verdad, y que se encuentra en ella un fragmento que permite atrapar la punta del ovillo, tirar de él y avanzar en la comprensión de este mundo en marcha que es necesario transformar”.

La cita que elegí pertenece a Pierre Broué, historiador y militante trotskista que transitó el Siglo XX indagando en las mentiras del poder capitalista y sus colaboradores, entre ellos el estalinismo ejecutor del mal llamado “socialismo real”.

Autor de grandes obras sobre los procesos revolucionarios y el movimiento internacional en el que militó desde joven y hasta su muerte, Broué nunca se presentó como periodista. Pero vaya si fue un agudo cronista de su época. Es que la Historia y el Periodismo, así, con mayúsculas, van indisolublemente de la mano. Ya lo dijo Bill Kovach, exeditor de The New York Times y dos veces premio Pulitzer: “El periodismo es la primera versión de la historia”.

La sentencia del viejo Pierre sobre la Verdad es un disparador más que propicio hoy, que se celebra el Día del Periodista en Argentina. Porque ¿para qué sirve el Periodismo, así, con mayúscula, si no es para “atrapar la punta del ovillo, tirar de él y avanzar en la comprensión de este mundo en marcha que es necesario transformar”? Si no hay verdad, que no haya nada.

La efeméride nacional recuerda que el 7 de junio de 1938, durante el Primer Congreso de Periodistas realizado en Córdoba, se definió a ese día como el onomástico del oficio de informar y opinar. A la vez fue un homenaje a la fundación de La Gazeta de Buenos Aires, cuyo primer número sacaron a la luz Moreno, Alberti, Castelli y Belgrano, entre otros, un día como hoy de 1810.

Es cierto que entre aquellas hojas impresas y las hoy tan cotidianas, virtuales y efímeras fake news pasó de todo. Pero hay muchas cosas que, más allá de tecnologías y estilos, se mantienen. Por caso, seguimos viviendo en una sociedad donde una clase minoritaria se sigue apropiando de casi todas las riquezas sociales que producen las mayorías trabajadoras. Y que esa clase minoritaria tiene a su servicio un fenomenal aparato de propaganda camuflado de cadenas periodísticas.

Pierre Broué | Enfoque Rojo
Pierre Broué | Enfoque Rojo

Verdad y consecuencia

Según cálculos del Observatorio Demográfico de la Cepal, en América Latina y el Caribe vivimos alrededor de 670 millones de personas. De ese total, sólo el 1 % (poco más de 6,5 millones) se queda con la mitad de la riqueza producida socialmente, mientras que casi 350 millones (la mitad de la población) apenas subsisten en condiciones de pobreza o indigencia. La región está considerada como la más desigual, pero pese a algunas variaciones la situación no difiere a nivel mundial.

La revista Forbes difundió en abril la lista de los tipos más ricos del planeta. Casi 3.000 magnates poseen, cada uno, más de U$D 1.000 millones. “Hay más multimillonarios que nunca”, se jacta la publicación. Pero no llegan a representar ni la millonésima parte de la población mundial. Lo que Forbes no dice es que, de la otra punta del ranking, unos 700 millones de seres humanos son condenados a sobrevivir con menos de U$S 2 diarios.

Entre esos milmillonarios están Elon Musk, Mark Zuckerberg y Sundar Pichai, quienes la semana pasada le prestaron un rato sus orejas a Javier Milei para que éste les propusiera la entrega del país para que hagan sus negocios con total “seguridad jurídica”. Mientras el Presidente los abrazaba excitado en Silicon Valley, salía a la luz que su ministra Sandra Pettovello retenía miles de toneladas de comida a punto de vencer en un país con la mitad de la población empobrecida.

Verdades inocultables, de las que (parafraseando a Broué) no hace falta tirar mucho para comprender el mundo que nos están dejando los dueños de todo.

¿Para qué sirve ser periodista?

Con esta pregunta titulamos hace unos años un artículo de La Izquierda Diario en relación a este día conmemorativo. Y agregábamos otra, tal vez más provocadora: ¿Debe existir el periodismo?

Decíamos allí que, por acción de las empresas mediáticas que marcan la agenda pública, el “periodismo” (con minúsculas) ha demostrado que se puede conseguir mucho poder vendiendo la palabra al mejor postor vestido de sponsor. Algo que el capitalismo extendió prácticamente a todas las acciones humanas. Y decíamos también que era legítimo preguntarse por el sentido de la tarea periodística si sólo le queda recibir órdenes, decorarlas y entregarlas acríticamente en formato de palabras, sonidos e imágenes.

La respuesta es que sí, que debe existir el Periodismo. Uno con mayúsculas y lejos de cualquier intento de mercantilización de la verdad. Porque como también dijo Pierre Broué, “de las mil maneras de luchar por la revolución, una de ellas es trabajar por acercarse lo mejor posible a la verdad histórica, lo que podríamos llamar, no un combate por una historia revolucionaria, sino un combate revolucionario por la Historia.

Broué no se autopercibió periodista, aunque su obra se convirtió en una crónica implacable de esa parte de la Historia a la que asistió como testigo y protagonista. Traigamos entonces, en este Día, a tres que sí se calzaron el overol de reporteros y abrazaron, al igual que el historiador francés, la pasión por relatar la vida con la Verdad como insumo básico.

El rojo John

John Reed nació en Portland en 1887, en el seno de una familia acomodada. Lejos del confort burgués, se sumó a la militancia socialista, participó de huelgas y piquetes y hasta lo metieron preso por hablar en contra de la guerra. Desde The Masses y Metropolitan Magazine relató infinidad de historias. En 1910 cruzó la frontera, se acercó a Pancho Villa y fue testigo privilegiado de la gesta revolucionaria que tan bien retrató en su México insurgente.

Reed se fue Europa a cubrir la Primera Guerra Mundial, a la que repudió desde el inicio por su carácter imperialista. Viajó junto a su compañera Louise Bryant, también periodista, feminista y activista de izquierda.

De esos años intensos saldría Los diez días que estremecieron al mundo, donde Reed volcó con precisión y poesía lo que vivió en el octubre ruso de 1917 junto a los bolcheviques. El mismo Lenin calificó esas crónicas con forma de libro como “la exposición más veraz y vívida de la Revolución”.

John Reed | Enfoque Rojo
John Reed | Enfoque Rojo

El rojo John vivió apenas 33 años. En 1920 se lo llevó el maldito tifus. Murió en la Unión Soviética, donde debió exiliarse tras ser expulsado de su Estados Unidos natal. Años después, el español Manuel Vázquez Montalván lo definió como el “mejor periodista de la Revolución”. Y el estadounidense Howard Zinn no dudó en reivindicarlo porque el establishment nunca le perdonó tanto su defensa del socialismo y la libertad sexual como su oposición al patriotismo guerrerista y a la represión del Estado contra la clase obrera.

El loco Roberto

Roberto Arlt nació en Buenos Aires en 1900. Hijo de inmigrantes europeos, fue mecánico, soldador, portuario, periodista, novelista y dramaturgo, entre otros oficios. Desde joven escribió sobre aquellas verdades que observaba, a veces en forma de crónicas periodísticas, a veces ficcionando las historias para hacerlas más digeribles.

Si El juguete rabioso, Los siete locos o El amor brujo le permitían llevar la imaginación tan lejos como el lector lo tolerara, sus aguafuertes y notas policiales en Crítica y El Mundo eran certeros golpes de realidad repartidos por miles de ejemplares. Como pocos, contó la Historia de aquel proletariado porteño a través de su vida cotidiana.

Además de la prensa masiva, Arlt escribió en publicaciones obreras. Colaboró en periódicos como Última Hora, Bandera Roja y Actualidad. Y creó, junto a otros intelectuales, la Unión de Escritores Proletarios, con su revista Ahora y su Manifiesto de Escritores Revolucionarios.

En 1931 Arlt presenció el fusilamiento del obrero y periodista Severino Di Giovanni, un tano anarquista que inmigró ocho años antes y fue tan perseguido por los radicales Alvear e Yrigoyen como por el dictador Uriburu. En su aguafuerte He visto morir, Arlt relató aquel crimen del Estado con la precisión de un cronista, pero sobre todo con la necesidad de dejar en letras de molde su Verdad de clase.

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Al igual que para Broué y Reed, para Arlt también la Verdad es revolucionaria. Así lo decía en 1932 el Manifiesto de la Unión de Escritores Proletarios: “De un lado estarán los que con su arte al servicio de la clase explotadora obscurecen el horizonte para engañarse así mismo, y del otro los que con su arte prometen en una posición claramente revolucionaria desenmascarar a los mistificadores, analizando las causas del fracaso de un sistema de democracia burguesa, y señalándole a las masas el camino de revolución y de la verdad en todos los aspectos de la vida”.

Roberto Arlt | Enfoque Rojo

Arlt murió a los 42 años de un infarto. Ironías de la Historia, ese día apareció su última aguafuerte titulada Un paisaje en las nubes. Mismo título lleva el libro que compila sus aguafuertes salidas en El Mundo entre 1937 y 1942. “El cronista es capaz de descubrir, en la multitud opaca de los acontecimientos, los puntos de luz que iluminan la realidad. En nadie es tan clara como en Arlt la tensión entre información y experiencia”, escribió Ricardo Piglia en el prólogo de esa recopilación.

El monto Rodolfo

Rodolfo Walsh nació en la rionegrina Choele-Choel en 1927, en el seno de una familia irlandesa. Desde chico, instalado en La Plata, abrazó su pasión por las palabras, los libros y la Verdad. Además de corrector y traductor, de joven comenzó a publicar cuentos y artículos literarios. Pero como Reed y Arlt, cuanto más se enfrentaba a la realidad más necesidad de relatarla tenía.

El mismo Walsh que en 1955 había simpatizado con el golpe gorila contra Perón, dos años después publicaría una historia que echaría luz sobre uno de los crímenes más atroces de los golpistas. El hallazgo de Juan Carlos Livraga, sobreviviente de los fusilamientos de José León Suárez, fue la punta del ovillo, al decir de Pierre Broué, de la que Walsh tiró hasta sacar a la luz Operación Masacre, a la postre emblema del periodismo de investigación.

En 1959, impactado por la Revolución Cubana, Walsh viajó a la isla caribeña para colaborar con los insurrectos. Junto a sus compatriotas Rogelio García Lupo y Jorge Masetti y al mismísimo Gabriel García Márquez, montaron la agencia Prensa Latina, arma con la que combatieron las mentiras del periodismo (con minúsculas) aliado de Estados Unidos y del gusanaje cubano que aborrecía la revolución.

Sin dejar de escribir cuentos, Walsh siguió investigando otras masacres a manos del poder. Publicó los libros Caso Satanowsky y ¿Quién mató a Rosendo? Éste último mostró el verdadero rostro de la burocracia sindical vandorista. Aliado de la izquierda peronista, dirigió el periódico CGT de los Argentinos, desde donde desenmascaró a los burócratas cómplices del onganiato. Tuvo a su cargo el área de inteligencia de Montoneros . Y tras el golpe genocida de 1976 montó la Agencia de Noticias Clandestinas, Ancla, que lanzaba cables con la información que la dictadura ocultaba.

En mayo de 1969 Walsh publicó en CGT de los Argentinos un artículo titulado “Cordobazo”. Allí escribió que “nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes ni mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores. La experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia aparece así como propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las cosas. Esta vez es posible que se quiebre el círculo”.

Rodolfo Walsh | Enfoque Rojo
Rodolfo Walsh | Enfoque Rojo

Walsh murió a los 50 años, el 25 de marzo de 1977. Un grupo de tareas de la ESMA lo interceptó en pleno mediodía en la esquina porteña de San Juan y Entre Ríos. Se resistió con su Walther PPK calibre 22, pero lo acribillaron a balazos. Escondieron su cadáver, saquearon su casa y robaron sus últimos textos. Pero los verdugos del pueblo no pudieron evitar que Walsh, en un último acto de Verdad y Justicia, lograra meter en un buzón tantas copias como pudo de su Carta Abierta de un Escritor a la Junta Militar .

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Uno de los primeros en leer y propagar la Carta de Walsh fue García Márquez, para quien el texto dirigido a los genocidas como “balance” catastrófico del primer año de dictadura se convirtió en “una obra maestra del Periodismo universal”. No es difícil reconocer el por qué de tamaña calificación. Allí Walsh sólo dice la Verdad, ésa que también buscaron y contaron Broué, Reed y Arlt, entre tantos otros y otras que abrazaron y abrazan este violento pero apasionante oficio.

Quienes hacemos y sostenemos La Izquierda Diario, siendo periodistas de profesión o habiéndonos encontrado de prepo con la necesidad de contar nuestra Historia, saludamos a quienes también abrazan el Periodismo y no se resignan a ser un gatillo más en el pelotón de fusilamiento de la Verdad.

 
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