El renovado superciclo de materias primas en América Latina está estrechamente ligado a la reconfiguración de la industria electrónica (de la mano de empresas como Apple, Microsoft, Foxconn, Huawei, etc.) y la consolidación de una red mundial de abastecimiento de minerales, la mina planetaria al decir de Arboleda [1]. Esto ha impulsado un nuevo paradigma de organización industrial (transición energética) y urbana (electromovilidad), con un impacto directo en las estrategias políticas y de extracción de bienes comunes naturales en la región.
La intensificación de la extracción minera se presenta como una etapa fundamental para sostener la acumulación de capital en países desarrollados en el marco de una competencia entre potencias imperialistas como China y EE.UU.. La periodista francesa Célia Izoard, autora de La fiebre minera en el siglo XXI [2], lo plantea de la siguiente manera: la estrategia de cada uno de estos bloques es apoderarse de los recursos necesarios antes que los demás, para beneficiarse del valor añadido de estos vehículos bajos en carbono y mostrar resultados en términos de huella de carbono, en detrimento de los demás. En este marco, organismos multilaterales como el FMI cumplen un papel fundamental gracias a los mecanismos extorsivos que generan las deudas externas.
El rol que se pretende que nuestro país y la región cumpla es el de “zonas de sacrificio”: canteras a cielo abierto para abastecer el mercado internacional de materias primas con su consecuente profundización del atraso y la dependencia. Las comunidades originarias son desplazadas, la fuerza laboral es explotada de forma precaria y temporal, amputando nuestra ecología al decir de Gudynas, mientras las ganancias se concentran en manos de las multinacionales.
Es sabido que existe un consenso extractivista entre los partidos tradicionales de Argentina que busca profundizar el saqueo megaminero. El proyecto extractivista de la mano del RIGI del presidente de La Libertad Avanza y los gobernadores es un ejemplo de eso. El pacto de Suarez y Sagasti para derogar la 7722 en 2019 en Mendoza es otro. La novedad es que algunos sectores como el radicalismo y el peronismo en dicha provincia buscan avanzar con este modelo instalando un nuevo relato: el de la “transición energética” como el utilizado por Cambia Mendoza y hasta el Partido Verde para aprobar un nuevo Código Minero. Esta narrativa del “capitalismo verde” oculta un nuevo negocio extractivista (para la burguesía nacional e internacional) que intensifica el saqueo, la violencia, la dependencia y la crisis climática y ecológica, ya que la concentración de minerales se reduce, obligando a la industria a implementar sistemas cada vez más complejos y de mayor uso de energía. Para Izoard, “Todo indica que estamos enterrando la crisis climática y ecológica bajo las minas, en una forma impensada que nos permite ganar tiempo” [3] ”.
En este contexto desde Ideas de Izquierda entrevistamos a Felix Dorn, investigador sobre la economía política global de la descarbonización en la Universidad de Viena y fotógrafo documental [4].
¿A qué te referís con “Consenso del Cambio Climático”?
La idea del climate change commodity o consenso del cambio climático significa poner otro nivel de legitimación para la extracción de recursos que van más allá de cuestiones sociales, como se hizo en el kirchnerismo. Muchos lo llaman neoextractivismo y Maristella Svampa lo llama consenso de las commodities. Los gobiernos progresistas de la década anterior básicamente profundizaron un modelo extractivista con fines sociales, para financiar planes sociales y hoy en día es un panorama más mezclado con gobiernos de la derecha. Pero todos siguen exportando y profundizando un modelo extractivista y hoy en día muchos de estos gobiernos utilizan motivos “verdes” para legitimar esto. Por eso digo que ya no es el consenso de las commodities sino que yo propongo esta idea del “consenso del cambio climático”.
¿Qué es lo que transforma al litio en recurso estratégico para que vos lo incluyas dentro de estas commodities del cambio climático? Además ha estado asociado a Elon Musk, al golpe en Bolivia y está en el centro del debate recientemente.
En realidad el litio no es económicamente muy relevante, sin embargo hay un boom tanto material como discursivo en todo el mundo en este momento. Acá muchos políticos hablan de la fiebre del litio y de la industrialización del litio, y en el norte global también se habla del litio como algo muy relevante y muy relacionado a nuevas tecnologías. En el sur global también, relacionado a nuevas tecnologías como para “salvar al mundo”, esa es siempre la idea a largo plazo. Muchas veces lo que se ignora en eso es que no hay una transferencia de conocimiento o de tecnologías para que se pueda realmente industrializar acá y también hay muchos intereses que trabajan en contra de eso. Y por otro lado a un nivel más global las nuevas tecnologías no son un cambio real sino son nuevas tecnologías que reflejan los poderes dominantes de la época, que se ve muy bien con el caso de Musk. A mí no me molesta mucho esa persona, lo que a mí me molesta es que la gente lo celebra y lo ama como alguien que desarrolla una visión, una sola persona y eso me parece fatal. Pero la cuestión estratégica creo que al inicio en los años ‘70 o ‘60 cuando por ejemplo en Argentina Luciano Catalano descubrió estos yacimientos de litio en Catamarca, el litio estaba muy relacionado a la energía tanto nuclear como a la fabricación de aviones y por eso la idea estratégica del recurso. Eso obviamente con los años cambió y hoy en día esa cuestión estratégica está muy relacionada con las energías renovables. Es más una cuestión discursiva que una cuestión real. Pero sí, con la idea de los potenciales aportes para nuevas tecnologías.
¿Y cuáles son los impactos sociales, a las comunidades y los pueblos originarios?
En cuanto a las comunidades y los impactos sociales, es más mi tema de análisis. Eso es bastante amplio, profundiza en los efectos y los impactos. Una cosa es que son bastante distintos entre las diferentes comunidades que se ve bastante bien en Jujuy donde hay una gran asamblea, un grupo de comunidades que están en contra de la minería de litio y lograron pararlo dos veces. Una vez con la llegada a la suprema corte 2011-2012 y otra vez en el 2019 cuando otra vez ingresaron empresas mineras para hacer exploraciones. El otro caso es más difuso o más ambivalente que sería el caso del salar de Cauchari Olaroz donde hay diez comunidades entre el departamento de Susques y algunas comunidades sí lograron tener un convenio y otras no, por lo cual hay mucha tensión interna dentro de las comunidades y aumentó bastante la conflictividad. En un principio la idea era negociar como asociación de pueblos atacameños con las empresas mineras y ahí yo diría que las empresas se la jugaron muy bien para separar a las comunidades y ahora hay acuerdos bilaterales o no hay acuerdos directamente. Así es mucho más difícil para una sola comunidad obviamente negociar con las empresas. Algunas comunidades cuando llegaron las empresas mineras y tocaron timbre estaban muy dispuestos a hablar con ellos porque en los 2000 se apagaron las minas orateras de las zonas, o sea, ya había una forma de minería en el lugar mucho más chica pero había. Y después mucha gente, sobre todo hombres se fueron del lugar para buscar empleos en la patagonia, en Buenos Aires, etcétera y ahora con la minería de litio mucha gente volvió para los pueblos. Así que hay una fuerte yuxtaposición entre la creación de trabajo y lo que se escucha mucho es esa frase “necesitamos el litio para que no se muera el pueblo, sino los jóvenes se van”. Y, por otro lado, sí una conciencia de posibles daños medioambientales, lo cual ilustra muy bien una cierta violencia estructural.
En Mendoza con la megaminería se plantea también lo ambiental versus la generación de empleo, pero en concreto los puestos de trabajo directos son muy pocos, los indirectos pueden ser más pero son temporales. En el caso del litio, ¿la cantidad es representativa o es solo algo discursivo?
Son empleos no calificados y a la vez también crean tensiones internas. No son sueldos muy altos pero a su vez antes no había sueldos en la región, entonces sí es una monetización de las comunidades. Antes se intercambiaban cosas, había trueque. Hoy en día obviamente llegó la plata, se paga con plata y algunos quedan afuera, y ellos sí se quejan. En Huancar o en Olaroz Chico, en promedio una persona por hogar trabaja directa o indirectamente con el litio, pero también, hay que decir, son pocos puestos de trabajo y hay poca gente en la zona. La otra cosa es que la dependencia con el mercado laboral global capitalista ya existía, pero ahora se está profundizando fuertemente y eso sí constituye un problema pensando en la naturaleza finita del recurso y del agotamiento futuro que en algún momento va a llegar, porque no es que se está desarrollando otra actividad en la zona o se está diversificando, sino al contrario se están dejando algunas actividades de subsistencia.
Hoy se piensa al extractivismo como una salida para pagarle al FMI y es un mecanismo que ata la economía a un mercado internacional imperialista, queríamos saber cómo lo ves vos.
Sí, creo que va por ese lado. Conozco a muchas personas que trabajan en las empresas mineras, hablo con ellas porque me parece importante que haya un diálogo y muchas son más o menos conscientes de lo que pasa, pero esas empresas juegan un papel dentro de un sistema más amplio. Entonces, las personas individuales juegan un rol importante, pero a su vez están dentro de un sistema más amplio donde hay ciertas presiones para que, por ejemplo, Argentina no cambie su legislación minera en este momento. Argentina, en la comparación directa con Bolivia y Chile, claramente tiene la legislación minera más neoliberal de todas, por la cual ahora hay 60 proyectos en la región. 60 proyectos es un montón. Si se piensa, un proyecto ya es muy grande a nivel de impacto social y ambiental, 60 ni hablar. Obviamente, no todos van a empezar a producir, pero si empiezan 5 o 6 sería realmente mucho. Entonces creo que son importantes los análisis más internacionales, globales, enfocando en el rol de la provincia y la nación. Eso es lo que intenté en mi estudio, aunque es muy difícil seguir el camino del litio por diferentes países, porque hay una cadena de valor muy amplia.
¿A eso te referías con el ecocolonialismo?
Creo que hoy en día hay infraestructuras que mantienen el colonialismo y esas infraestructuras son cadenas de valor, que incluso son bastante más eficientes que el colonialismo del siglo XIX porque es un poco menos transparente y es difícil de entender. Ya una simple cadena de valor de una batería es muy difícil de entender, porque se necesitan varios metales, minerales, níquel, cobalto, litio, etc. y todo viene de diferentes países, va por otros países para la producción de algunas partes y después llega al norte global o incluso de vuelta para acá. A lo que me refiero con eco-colonialismo es que sí hay un presente colonial que se mantiene por ciertas infraestructuras y estas juegan un papel muy importante en las actuales propuestas de solucionar las diferentes dimensiones de crisis que existen. Podríamos ampliar la crisis climática por una crisis del medioambiente en general, pero también una crisis social, etc. etc. Algunos lo llaman las dimensiones del antropoceno, pero yo no estoy muy de acuerdo con eso porque no es “la humanidad” la que contamina, me gusta más el concepto del “capitaloceno”, creo que es más adecuado para eso. Las actuales soluciones en realidad están profundizando ese sistema colonial que se creó en el último siglo.
En la charla hablabas de las tercerizadas que trabajan en las mineras (de limpieza, servicio, etc.) que en general están ligados a estas élites que vos decís, o sea, ese es el interés de la burguesía nacional en estos proyectos.
La política siempre es la materialización de los intereses dominantes, o el estado en general. Por eso, por un lado, el capital privado ha ganado fuerza con respecto al estado, y, por otro lado, dentro del estado también están esos intereses que acá, y en otros países también, hay una élite que se aprovecha de esas actividades. Lo que pasó en Jujuy, con las comunidades indígenas y la llegada del litio, fue que se externalizaron varias tareas, como la figura del contratista, que es bastante común en Argentina, pero lo que pasó es que incluso de la empresa minera misma hubo microcréditos para darle a la gente del lugar y eso hizo que se crearan muchas empresas con un solo cliente, o en el mejor de los casos 2 clientes, pero ahora compiten entre ellos con actividades no calificadas. Por eso aumentó también el nivel de conflictividad de la zona. Nada violento, tensiones. Por ejemplo, el señor tal de Huanca compite con otro señor o señora de la comunidad de al lado. Y mucha gente joven no quiere ser solamente empleado y empieza a pensar en un propio emprendimiento y bueno, aumenta la cantidad de contratistas con un solo cliente. Eso es un problema... o una estrategia.
Vos dijiste que “enfocarnos en los cambios tecnológicos sin cambiar las estructuras de poder no es la solución”, ¿a qué te referís con las estructuras de poder? ¿Cuál es tu propuesta?
Eso va mucho con la idea de ecocolonialismo. Supongamos que la minería de litio se instaló solamente con fines de descarbonizar la sociedad o combatir el cambio climático, pero a su vez ahora la minería se dice sustentable aunque por definición no puede ser sustentable porque un proyecto minero se instala para agotar un recurso en una zona hasta que no quede nada y en este caso, que es un poco mi entrada al proyecto, es que se podría hablar de una destrucción medioambiental local para salvar o mejorar las condiciones medioambientales en otra región. Se podría ver la temática del litio de esta forma. Después no es solamente el litio, hay varias cuestiones de la economía verde que tienen un impacto tanto social como ambiental, en Latinoamérica pero también en todo el sur global. Como los bonos de carbono por bosques. El litio es muy llamativo porque está muy presente y hay un cierto boom, y creo que muestra muy bien que para realmente cambiar algo más profundo sí sería necesario tocar o modificar las estructuras de poder, es decir, las estructuras de la economía. Es necesario pensar en transiciones. Yo conceptualizo la transición con cuatro patas. Una es la transición tecnológica, que es lo que está pasando con el litio. Otra pata sería una transición más socioambiental, que puede ser por ejemplo la ecología política, que muchas veces critica a esa transición de la tecnología. Y después una transición social e institucional. Por ejemplo, el desarrollo del litio refleja muy bien los intereses del neoliberalismo que funciona de esa forma, o sea, soluciones individuales (la electromovilidad, cada uno compra un auto eléctrico y está todo bien) y de mercado. La innovación social tiene un gran panorama de perspectivas y experiencias locales, yo me refiero a organizaciones más colectivas, enfocadas en valores no solo económicos, sino solidarios. En Argentina hay varias experiencias de la economía social y popular. Es decir, pensar la sociedad de otra manera. No digo que la electromovilidad está mal, sino que la forma de la cual se está desarrollando sí está muy mal. Siempre depende de las estructuras sociales dentro de las cuales se insertan. Creo que hay que analizar las tecnologías de otra forma porque allá (Europa) hay una creencia muy fuerte en que las tecnologías van a salvar el mundo y por eso se celebran a personas como Elon Musk, pero en realidad se puede hablar de la prevención de eso que es la geoingeniería. Se refiere a, por ejemplo, llenar la atmósfera con partículas para que el sol no pegue tan fuerte a la tierra para enfriar la tierra. Eso viene de Inglaterra y se está discutiendo con científicos de todo el mundo, pero ¿cuál es el interés? Que todos puedan seguir emitiendo gases de efecto invernadero. La electromovilidad va por ese lado, es para continuar con el estilo de vida no sustentable y un modo de vida imperialista que va cambiando un poco el color. Ahora es verde, pero sigue siendo lo mismo. Por eso digo que esa estrategia de lo verde es algo muy conservador, es para continuar con lo que ya viene pasando. |