En las elecciones internas celebradas el pasado 30 de junio, se confirmaron en el mapa político algunas de las predicciones realizadas por los encuestadores, como por ejemplo los candidatos establecidos como favoritos de los principales partidos, con Yamandú Orsi por el Frente Amplio y Álvaro Delgado por el Partido Nacional y Andrés Ojeda por el Partido Colorado.
Se confirmó también la tendencia a la baja histórica en participación, siendo las que registraron el más bajo nivel de votación, con un 35,3%, desde que se realizaron por primera vez en 1999. Como dato adicional se puede agregar que también ha sido una elección histórica por la cantidad de partidos participantes con sus candidatos competidores, de los 18 partidos lograron pasar 14 para competir en las elecciones generales de octubre.
Esta baja participación en la única etapa no obligatoria de las elecciones en el Uruguay, ha llevado a los encuestadores y politólogos a preguntarse si hay un problema de representatividad entre los partidos políticos y sus actores principales con la masa de votantes habilitados a participar en la instancia electoral.
Aunque también puede ser interesante analizar este tema desde una perspectiva internacional, en donde el fenómeno de separación de la política con respecto a la población para la que supuestamente trabajan los políticos, sobre todo en las democracias occidentales, es un fenómeno que no es nuevo. Si miramos el recorrido histórico en Uruguay, como decíamos desde que se constituyeron las elecciones internas en 1999, la participación en esta etapa ha tendido a la baja desde aquella época. Como agregado, también se puede tener en cuenta el factor climático, en donde en esta oportunidad, se coincide en la sensación de que el frío invernal que se presentó en la mencionada jornada, desestimuló la participación en el acto eleccionario.
Otro elemento a leer en la ecuación es lo que muestran los resultados mismos, en donde el Frente Amplio votó muy bien, pero los partidos de la derecha votaron bastante mal, entonces una de las patas del régimen no logró cumplir su cometido de entusiasmar para que su base de votantes vaya a participar voluntariamente de las internas, queda por ver en octubre si esto confirma la expresión de un desgaste del gobierno.
Está claro que en estas democracias burguesas, en donde la participación de todos se da solamente cada tantos años y de forma restringida a través del sufragio (no se participa como actor del proceso, sino como elector de lo que se les presenta para elegir) para constituir gobiernos representativos, la regla es la continuidad de lo establecido, más que de cambios fundamentales.
Pensar que la mayoría de los ciudadanos participantes no entienden cómo funciona esto y lamentarse por su poco entusiasmo con esta “democracia”, puede ser como mínimo algo exagerado. La contra cara de todo este sistema, es el sostenimiento incuestionable del régimen político de las bases sociales en que se organiza nuestra sociedad, o sea la propiedad privada de los medios de producción, el capitalismo. Así como también, la protección e impunidad de los principales actores que se ocupan de garantizar la continuidad de este estado de cosas, políticos, militares de la dictadura, actores del poder judicial y los medios de comunicación, etc.
De todas formas, es un factor interesante a seguir estudiando y que puede ser un medidor para estimar el nivel de consenso que reúne el régimen político para sostener el estado de cosas actual.
No deja de ser sintomática también la ostensible agresividad de ciertos actores políticos, frente a la participación “dentro de las reglas de juego establecidas” de la clase trabajadora organizada con el plebiscito de la seguridad social. O sea, cuando la más importante organización de la sociedad civil del país, como lo es la central de trabajadores, tiene iniciativa política en un tema importante que compete a su vida propia como trabajadores, la respuesta generalizada del sistema político, salvo contadas excepciones, es de desprecio y agresión a los que se atrevieron a cuestionar apenas un punto de cómo se organiza el modelo económico que actualmente rige en el país.
La votación del Frente Amplio: se impone la “unidad nacional”
Como decíamos en una nota anterior, se considera que la elección que hizo el Frente Amplio fue muy buena, además lograron como imagen de presentación mostrar a los dos principales contendientes integrados ahora en una fórmula presidencial, quedando Carolina Cosse como candidata a la vice presidencia.
Este resultado muestra al Frente Amplio como partido de influencia masiva que puso a funcionar toda su maquinaria para alcanzar el objetivo de superar los 400 mil votos, también con el plus de ofrecer una interna competitiva, en donde las dos principales candidaturas lograron captar la atención en sus correspondientes polos de influencia: a grandes rasgos las características que señalan a Orsi como opción moderada y a Cosse como opción más tradicional e izquierdizante dentro del FA.
En su discurso inmediato como ganador confirmado, Yamandú Orsi hizo gala de su moderantismo: “Somos el cambio, buscamos el cambio, que está lejos de entenderse como una demolición”, llamando a la “unidad nacional” y a un gobierno de “honestidad”, en referencia a los casos de corrupción en que ha quedado envuelto el gobierno de Lacalle Pou.
También esto confirma que se logró imponer la estrategia del Frente Amplio, de oposición parlamentaria frente al gobierno de derecha. O sea, la burocracia política actuando por arriba en el Parlamento y los medios de comunicación, y por abajo las direcciones de las principales organizaciones sociales, empezando por el Pit-Cnt, garantizando la paz social.
Eligiendo puntualmente, las acciones de lucha aislada (como paros y movilizaciones) para descomprimir situaciones. Acciones coordinadas, entre esa elite política, para conducir el descontento con el gobierno de derecha, hacia la salida electoralista. No es algo nuevo en el Frente Amplio esto, sobre todo desde la salida de la dictadura, momento a partir del cual se constituyó en pata izquierda del régimen político, su estrategia fue siempre la misma. Llegando a su “tardía” primera victoria electoral a nivel nacional en 2004, ejerciendo el mismo rol de oposición parlamentaria y garantes de la paz social por abajo.
La baja votación de la derecha
Como decíamos más arriba, los partidos de derecha tuvieron una baja votación, lo cual puede responder al desgaste del gobierno de Lacalle Pou y su coalición multicolor. En los detalles, en el Partido Colorado, que tuvo su votación más baja de la historia, se impuso el triunfo del candidato Andrés Ojeda, que centró su estrategia en la promoción de su propia figura y su odio al Frente Amplio. Es de opinión general que Andrés Ojeda, el más herrerista de los colorados y confeso fan de Lacalle Pou, fue respaldado política y financieramente por el mismo presidente de la República. O sea, fue el candidato no oficial, de Lacalle Pou dentro del Partido Colorado.
En otro sector menor de la coalición de gobierno, la votación de Cabildo Abierto de Manini Ríos, también fue muy baja en comparación con las internas de 2019.
Mientras en el Partido Nacional, ganó el supuesto caballo del comisario, o sea el candidato oficial de Lacalle Pou en el Partido Nacional, Álvaro Delgado. En donde se impuso a la candidata del “herrerismo tradicional” Laura Raffo.
El triunfo de Delgado sobre Raffo fue tan amplio, que Lacalle Pou se sintió habilitado a tomar decisiones polémicas y discutidas hasta el día de hoy en la opinión pública. Al elegir como candidata a la vice presidencia a la ex sindicalista Valeria Ripoll y no a la principal contendiente de Álvaro Delgado en las internas. Esta decisión, cuestionada por muchas figuras del propio Partido Nacional, en donde incluso en el momento en que fue anunciada Ripoll se escucharon abucheos e insultos desde el público militante que participaba del evento, a la larga puede hacer emigrar muchos votos de derecha del Partido Nacional hacia la candidatura colorada de Andrés Ojeda.
Esto parece denotar, que el principal problema que tiene la coalición gobernante, es que en Uruguay no existe la reelección consecutiva, o sea para ser nuevamente electo presidente Luis Lacalle Pou, debe esperar los cinco años de todo un periodo de gobierno.
Ante esto, ninguna figura política de ese espectro político se ha destacado como para ocupar ese lugar, más bien lo que sucedió y en mucho con el beneplácito del propio Lacalle Pou, las figuras políticas potencialmente competitivas se han degradado.
Entonces la apuesta política arriesgada, establece un escenario en donde tal vez si gana la derecha, obviamente Lacalle Pou es beneficiado, pero si pierde su sector, tampoco es del todo malo para él en una posible apuesta de retorno para 2029 en donde se puede presentar como la única figura de derecha que pueda sacar al Frente Amplio, dado el mantenimiento de su popularidad. Además del adicional de todas estas movidas e intrigas dentro de la derecha, parecen apuntar a consolidar la formalización de la mega coalición de derecha ¿el lema Coalición Republicana? Con el liderazgo indiscutido del propio Lacalle Pou.
La elección de los partidos chicos
Como decíamos en otro lugar, en estas elecciones hubo una participación histórica de cantidad de partidos y candidatos, entre los cuales se incluían una diversidad de partidos pequeños. De acuerdo a los requerimientos legales, lograron entrar a las elecciones generales de octubre, un total de 14 partidos (grandes y chicos) del total de 18 que habían logrado presentarse en las internas. Los partidos pequeños de esta lista de 14 son: Identidad Soberana, el Partido Independiente, Asamblea Popular, el Partido Ecologista Radical Intransigente (PERI), el Verde Animalista, Basta Ya, Constitucional Ambientalista, Partido por los Cambios Necesarios, Avanzar Republicano y Coalición Republicana.
En este universo de pequeños partidos hubo una gran diversidad política, si bien a la mayoría de ellos se los podría ubicar dentro del espectro de la derecha, otros con un perfil ecologista y otros de la izquierda radical.
Dentro de la izquierda radical, el lema de Asamblea Popular, que es una alianza electoral del Movimiento 26 de Marzo, el Partido de los Trabajadores y el Frente de los Trabajadores en Lucha, aunque pasó a octubre no logró tener una buena elección. Se puede entender este resultado en primer lugar en que este frente no logró posicionarse como una “alternativa de izquierda” a la oferta electoral del Frente Amplio. Como el mismo PT reconoce fue “menor a la esperada”. Obviamente hay un factor estructural, en cuando a la debilidad de estas organizaciones de izquierda y la poca inserción en sectores de masa que hay, en contraste con la influencia que enorme que tiene la centro izquierda frenteamplista en el movimiento obrero y los movimientos sociales. Se puede pensar en parte también, siguiendo este hilo, que la influencia del Frente Amplio pudo hacer pesar fuertemente el voto malmenorista a favor del Frente Amplio, a la hora de la necesidad de sacar a la derecha del gobierno. Se puede concluir incluso que es poco probable que Asamblea Popular llegue al Parlamento [1].
Un competidor directo de Asamblea Popular, dentro del universo de partidos “anti sistema”, y que tuvo una elección interna importante, es Identidad Ciudadana del abogado Gustavo Salle. Que aunque a grandes rasgos es un sector de derecha, por otro lado por su discurso anti sistema (basa su discurso en toda la literatura conspiracionista en boga a nivel mundial), un fuerte discurso anti corrupción, y su uso hábil de algunas reivindicaciones populares (por ejemplo: Salle se declaró a favor del plebiscito de la seguridad social), se vuelve un competidor importante para este sector de izquierda, con posibilidades incluso de alcanzar una banca en el Parlamento.
Para este punto, en definitiva, podemos concluir, que si bien como novedad para estas elecciones se presentó una gran diversidad de “opciones electorales” que en su mayoría se pueden categorizar como de derecha, es probable que el resultado sea que solamente alguno de estos pequeños partidos logre llegar al objetivo de una banca Parlamentaria en octubre. A su vez, a confirmar en octubre y posteriormente, es tomar en cuenta ese dato concreto de la identidad dentro del universo de derecha de la mayoría de esos pequeños partidos, como dato general acerca de ese sector del espectro político.
Perspectivas hacia octubre
Hacia las elecciones generales de octubre el FA arrancó el trayecto con cierta ventaja, mientras que el PN y el conjunto de la coalición deberán remontar lo que fue un desempeño electoral magro. A su vez, la crisis desatada con la elección de la candidata a la vicepresidencia por el PN todavía no está cerrada, haciendo probable el crecimiento de otras candidaturas conservadoras y de derecha en la coalición.
En la perspectiva de un nuevo gobierno frenteamplista comandado por Yamandú Orsi la contradicción estará instalada entre la ilusión de sectores de la base electoral frentista que anhela volver a lo mejor de los 15 años de gobierno, y la política real que llevará a cabo el gobierno, que apelará a Gabriel Oddone como ministro de economía y tendrá en el centro de su agenda “el cuidado de las cuentas fiscales”. Si miramos el mapa político mundial, una de las cuestiones que saltan a la vista es la imposibilidad de recrear las condiciones económicas y políticas internacionales de la década y media progresista.
En un mundo gobernado por la creciente disputa entre potencias, y con una tendencia creciente a mayores guerras y enfrentamientos, la perspectiva real es a que el próximo gobierno frenteamplista se parezca más al segundo mandato de Tabaré Vázquez que al primero. Con todo esto, muchos trabajadores, mujeres y jóvenes preferirán al FA por encima de los candidatos de la coalición, sin embargo, lo central del próximo periodo y que estará a la orden del día será la necesidad de organizarse de forma independiente del Estado para defender el conjunto de las conquistas sociales, así como el salario y el empleo.
En lo que respecta al plebiscito de la seguridad social, la candidatura ganadora en el FA fue la que en todo momento se posicionó en contra del mismo, lo cual hace más cuesta arriba aún el triunfo de la papeleta del SI.
A pesar de esto, trabajadores y trabajadoras no deben resignarse ante “lo posible” o a estrategias limitadas y de corto vuelo. Por el contrario se trata de luchar y en lo que respecta particularmente al plebiscito, aunque el escenario luce desfavorable, la pelea aún no termina. En última instancia, el horizonte de lucha por terminar con este sistema injusto que no tiene nada para ofrecer a los trabajadores y sectores populares, y para tomar nuestros destinos en nuestras propias manos, nunca debe olvidarse. |