Las movilizaciones contra el genocidio en nuestro país comenzaron desde octubre del año pasado como en el resto del mundo, en un inicio yendo de menos a más, se conformaron espacios de coordinación como la Plataforma común por Palestina de donde participaron distintas organizaciones, de entre ellas nosotres como parte del Movimiento de las y los Trabajadores Socialistas.
Docentes del centro del país y distintos Estados se articularon a través de Académicxs por Palestina juntando más de 400 firmas por el fin de las relaciones académicas y diplomáticas con Israel. Sin embargo, no fue hasta inicios de mayo que tras la brutal represión al campamento en Columbia, les estudiantes que veníamos participando de manera suelta en las movilizaciones, comenzamos a intervenir en la lucha por Palestina ocupando nuestra universidad y con nuestros propios métodos inaugurando la Asamblea Interuniversitaria y Popular, lo cual ha permitido un mayor nivel de organización.
El campamento de CU permitió que los distintos sectores que se solidarizaban con la causa palestina tuvieran un punto de encuentro y coordinación, sumando a todes aquellas que durante medio año habían vivido de manera desarticulada la tremenda impotencia que generaba ver la masacre genocida contra el pueblo palestino.
Tan solo unos días después de instalado el campamento, el STUNAM se pronunció contra el genocidio y anunció que se sumaría a la movilziación del 15 de mayo por el aniversario del Nakba. Familias buscadoras de desaparecidxs, los normalistas de Ayotzinapa, el Comité 68, artistas y diversos sectores se sumaron con actividades y apoyaron materialmente al mantenimiento del campamento.
El campamento permitió dar un nuevo aliento, la posibilidad de pensar en que luchar sirve y que un futuro distinto es posible. Universidades en Querétaro, Guadalajara, Tijuana, Yucatán, Morelos y Oaxaca se sumaron con campamentos y/o movilizaciones, así como universidades de la zona metropolitana como la UAM, el CIDE, el Colmex y la Ibero, todxs con la exigencia de la ruptura de convenios académicas a sus universidades y del fin de relaciones con Israel, al gobierno federal. El sabernos parte de una generación que está luchando a nivel internacional ha revivido la llama del movimiento estudiantil mexicano caracterizado por su potencial masividad.
Desde la Agrupación Juvenil Anticapitalista consideramos que es necesario sacar lecciones de esta primera gesta para poder redoblar fuerzas, buscando masificar la movilización, extendiendo la autoorganización de amplios sectores de la juventud que en todo el mundo está demostrando la vitalidad y dinamismo que puede imprimir a la lucha contra el sionismo y el genocidio.
Al mismo tiempo, consideramos clave que la clase trabajadora salga a escena con sus organizaciones y sus métodos, ya que es la principal aliada del pueblo palestino pues comparte a los mismos enemigos y es la única que puede detener la maquinaria capitalista y sobre sus cenizas construir una sociedad radicalmente distinta basada en relaciones que no tengan como centro la explotación y el saqueo.
Con esta intención compartimos nuestra lectura sobre el momento que se abre a nivel internacional y las tareas que lxs revolucionarixs tenemos en México y el mundo para dar vuelta a la crisis de este sistema que la burguesía busca descargar sobre los hombros de los pueblos oprimidos y de las mayorías explotadas, crisis de la cual el genocidio en Palestina, es la expresión más cruenta.
El movimiento internacional por Palestina
El movimiento estudiantil internacional volvió a la escena ocupando sus universidades bajo la convicción de que si no hay un alto al fuego y se frena la máquina belicista encabezada por Netanyahu —hoy vanguardia de la contrarrevolución—, la realidad será peor para todos, como han puesto de manifiesto los jóvenes en Estados Unidos. También ha quedado demostrado que esto no sucederá por la buena voluntad de la Casa Blanca ni por el resto de gobiernos imperialistas que han patrocinado guerras en Medio Oriente y orquestado dictaduras en países de América Latina y África y que mantienen férreas políticas antimigrantes.
La juventud que enfrenta la brutal represión de sus gobiernos exigiendo el fin el financiamiento al genocidio, lo tiene claro. No es la primera vez que la juventud es un actor fundamental que sale a la escena. En 1970 se gestó el movimiento antiguerra por la intervención de EEUU en Vietnam que confluyó con el movimiento negro por derechos civiles. Como señalan nuestros compañeros de la juventud del PTS en Argentina, en aquel entonces “la principal oposición provenía del reclamo de que los jóvenes no querían ir a la guerra a combatir. En este caso, la guerra podría ‘quedarles muy lejos’, pero los jóvenes se involucran por sensibilidad, porque canalizan el descontento por su situación de vida y porque quieren un futuro mejor para Gaza.“
También podemos pensar en los movimientos que entre el 2011 y el 2012 se dieron en distintos países como el Ocupy Wall Street y los Indignados en el Estado Español, en ese entonces la juventud denunciaba al 1% más rico y exigía una mejor democracia. Hoy el cuestionamiento es aún más profundo, ya no se trata solo de la corrupción y el enriquecimiento de las burguesías nacionales a costa de las grandes mayorías al interior de sus propios países; la juventud en los países imperialistas, a pesar de las fronteras, lucha junto a los pueblos oprimidos de los países históricamente oprimidos y saqueados por el colonialismo y el imperialismo.
Comienza a construirse una conciencia antiimperialista a nivel internacional, que podría sentar las bases para el cuestionamiento de fondo a todo el sistema capitalista de conjunto poniendo sobre la mesa que si la burguesía comparte un proyecto de sociedad que solo los beneficia a ellos, la clase trabajadora —que en su interior agrupa a jóvenes, mujeres, disidencias, migrantes, sectores racializados y es la clase más numerosa a nivel global— es por contraposición, la que tiene la posibilidad de construir un proyecto de sociedad radicalmente distinto.
El enemigo también está en casa
En México, como en el resto de Latinoamérica, no nos son ajenos los efectos de tener al imperialismo en casa. La supuesta Guerra contra el Narco de Felipe Calderón, la operación Rápido y Furioso, el Plan Mérida —casi que copia y calca del Plan Colombia— y la Guardia Nacional tienen a la Casa Blanca detrás, ocupando el supuesto combate al narcotráfico —a quien ellos mismos alimentaron no solo en México sino en la región de conjunto— como excusa para profundizar el control militar del territorio como garante de la subordinación política y económica pactada por los gobiernos neoliberales con el T-MEC y por el gobierno de Lopez Obrador con su versión remasterizada, el TLCAN.
En la oficina del imperialismo, Israel, como fiel colaborador de Estados Unidos, está a la cabeza del departamento de inteligencia, espionaje y seguridad. Como señala el fundador de Stop the Wall, “Israel siempre está allí para ayudar a quienes buscan paradigmas, metodologías y tecnologías de represión y vigilancia cada vez más sofisticados. Al mismo tiempo, este comercio trae el dinero necesario para financiar la ocupación y el apartheid contra nuestro pueblo, y llenar las arcas de Israel”. Este es un negocio redondo en el que el gobierno mexicano no ha dudado en participar.
En realidad, México no es cualquier cliente, en el 2011 el ejército mexicano fue el primero en cerrar un trato para ocupar Pegasus, el software isareelí de espionaje más especializado del mundo, que a pesar de las promesas de López Obrador de acabar con el espionaje, este programa sigue ocupándose, colocando a México como el usuario más destacado del software israelí.
La relación militar entre México e Israel se remite a 1994 tras el levantamiento del EZLN cuando Israel comenzó a intervenir en la “capacitación a militares, así como fuerzas policiales locales y federales”, el gobierno mexicano inclusive ocupó aviones israelíes para labores de intervención en Chiapas. El sexenio de Felipe Calderón con la declaración de la supuesta guerra contra el narco fue el de mayor gasto en armas y equipo bélico comprado al Estado sionista. (Cortés-Galán, 2019) Esto explica también lo timorato del gobierno para exigir más decididamente la extradición de Tomás Zerón protegido en Israel y cómplice en la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, causa con la que López Obrador dice estar muy comprometido.
Empujemos la autoorganización y la unidad para conquistar un gran movimiento por Palestina
El campamento logró aglutinar a distintos sectores solidarios con la causa palestina y colocar la denuncia al genocidio como una cuestión central. Mantener un campamento, así como un paro o un plantón, conlleva una serie de dificultades organizativas y logísticas las cuales es necesario que se garanticen a partir de la organización colectiva.
A nuestro parecer, la mejor manera de hacerlo es buscando sumar a todas aquellas personas que se solidarizan, no solo para aportar materialmente con víveres —lo cual es por supuesto esencial— sino también para que se vuelvan sujetos activos de la lucha. El campamento estuvo lleno de espacios culturales para sensibilizar sobre la lucha de las y los palestinos, de igual forma, espacios cotidianos de discusión, estudio y formación colectiva, habrían sido un ingrediente fundamental para fortalecer la lucha, pues entender la realidad a la que nos enfrentamos, es clave para poder transformarla.
El campamento nunca fue un fin en sí mismo, sino un medio para construir la fuerza capaz de imponer a las autoridades universitarias la ruptura de convenios con Israel y desde ahí cambiar la correlación de fuerzas frente a la rectoría y frente al gobierno convenciendo a más sectores de que luchar sí sirve.
Si el Sindicato de Trabajadores de la UNAM (STUNAM) se pronunció por el fin del genocidio a raíz del campamento, la propia acción de les estudiantes organizades podría ser un factor para que este llamado se traduzca en la participación activa de las y los trabajadores de la universidad, por ejemplo, exigiendo a la dirección sindical abrir espacios a les estudiantes para participar en las asambleas de facultades y dependencias para convencer a la base trabajadora de movilizarse junto a nosotres y paralizar la universidad hasta que todos las relaciones con las universidades sionistas sean cosa del pasado.
Desde ya este sería solo un primer paso, pero nos pondría mucho más cerca de poder replicar esta exigencia con otras centrales sindicales que se reclaman democráticas como la Nueva Central de Trabajadores (NCT), la Unión Nacional de Trabajadores (UNT), que agrupan a cientos de sindicatos y a decenas de miles de trabajadores; así como la propia Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) que también se encontraba en lucha y nos abrió las puertas de su edificio en la CDMX para realizar asambleas y el próximo Encuentro Nacional por Palestina.
La acción de la clase trabajadora es enormemente cualitativa para frenar el genocidio como lo han demostrado los trabajadores de los puertos bloqueando el envío de armas a Israel en Gran Bretaña o Alemania, además es la clase mayoritaria a nivel mundial que produce las ganancias que mantienen funcionando a la máquina capitalista y a sus empresas belicistas, por eso, es decir, por el lugar estratégico que ocupan en el sistema capitalista, es la única clase capaz de frenarlas.
Frente a la política del boicot individual a las empresas israelís, que reciben financiamiento del sionismo o que lo defienden abiertamente, que implica dejar de consumir sus productos a nivel individual, sería inmensamente superior lograr que los trabajadores de esas mismas empresas, como Cemex, pararan la producción, apuntando no solo a que las empresas rompan las relaciones con Israel y exigiendo el fin al genocidio, sino también obligando al gobierno a romper las relaciones diplomáticas y la neutralidad. Si bien este parece un horizonte lejano, con iniciativas como brigadeos a puerta de fábrica, les estudiantes podemos ser un factor importante para armar a la recomposición de la consciencia de clase de las y los trabajadores, construyendo la unidad con sus hermanos y hermanas de clase que enfrentan la masacre sionista al otro lado del mundo.
El movimiento estudiantil mexicano fue parte de la gesta revolucionaria de la juventud en los 60s y los 70s, como hoy comienza a formar parte del movimiento internacional contra el genocidio. Desde entonces se ha forjado una importante tradición de construir espacios democráticos de discusión y autoorganización a través de consejos o asambleas que funcionan como los órganos de decisión de los movimientos. Esta ocasión no fue la excepción. Esta es una gran ventaja para evitar la burocratización de los movimientos que no comparten como característica otros países, contrario a la lógica de que los espacios de decisión se acoten a los sectores ya organizados. Sin embargo, con las vacaciones las asambleas dejaron de tener tanta afluencia, pero no podemos descartar que el descontento vuelva a resurgir.
En unos días se realizará el Encuentro Nacional por Palestina donde confluiremos con estudiantes de distintas partes del país, a partir de este espacio, podemos impulsar comités por Palestina en la Zona Metropolitana y en todo el país con el objetivo de articular las fuerzas dispersas para regresar al siguiente semestre sin partir de cero y llevar a todos los rincones la solidaridad con Palestina, buscando constantemente masificar el movimiento y activando a sectores más amplios.
Del mismo modo, consideramos que es necesario superar las acciones dislocadas como sucedió frente a los ataques de Israel sobre Rafah, o movilizaciones que empalmaban con asambleas y espacios organizativos. Esta política que impulsan distintas organizaciones impone una dinámica de múltiples movilizaciones en pocos días que aportan a dividir y desgastar las fuerzas que podrían expresarse de manera articulada de haber un espacio único de coordinación, pues prima una lógica inmediatista que no permite construir la correlación de fuerzas sobre la base de la discusión amplia y democrática y de la autoorganización.
Es necesario que el conjunto de organizaciones y sectores que nos movilizamos por el fin del genocidio, tengamos claro que solo la masividad y la unidad en las calles, acompañado de la organización de la juventud, la clase trabajadora y el conjunto de sectores oprimidos, podrá ponernos en mejores condiciones para arrancar nuestras demandas y convertir la solidaridad en una fuerza capaz de parar el genocidio.
Esto llevaría, por ejemplo, a construir alianzas con el movimiento de mujeres que dentro de sus movilizaciones centrales de los últimos meses (25 de noviembre y 8M) así como las disidencias que retomaron en el último pride la consigna “no hay orgullo con genocidio” para fortalecer el movimiento y bregar por el impulso de una coordinación que permita el impulso de acciones centrales y de mayor alcance.
Por un movimiento de la juventud antiimperialista, antipatriarcal, internacionalista y revolucionario
Sabemos, por supuesto, que esto dependerá también del curso de las movilizaciones a nivel internacional y sobre todo en aquellos países cuyos gobiernos son responsables directos del genocidio y de la ocupación sionista, por eso, como Agrupación Juvenil Anticapitalista formamos parte de una corriente internacional, la Fracción Trotskista por la Cuarta Internacional (FT-CI) que pelea por esta perspectiva en países como Francia, Estados Unidos, el Estado Español, Alemania, Chile, Argentina, Bolivia y Costa Rica.
Somos parte de esta gran gesta de la juventud desde nuestras universidades y desde las calles, inclusive enfrentando la represión y cargos por apología al terrorismo como nuestro compañero ferroviario Anasse Kazib en Francia. Somos parte de esa juventud que sin importar su latitud se sabe pieza clave para poner un alto al genocidio.
Es innegable que el mundo está acercándose cada vez más a un punto de no retorno: o se profundiza la barbarie capitalista o la lucha de clases con la clase trabajadora al frente y junto a jóvenes, mujeres y demás sectores oprimidos conquistamos una vida digna de ser vivida. El genocidio en Palestina es expresión de un mundo en descomposición donde el hambre de riquezas de las burguesías de los países imperialistas y sus gobiernos —con la subordinación consciente de los gobiernos de los países dependientes y semicoloniales— están dispuestos a llegar hasta las últimas consecuencias con tal de no tener que pagar un peso de la crisis que ellos mismos provocaron.
La juventud que hoy sale a la escena internacional, somos parte de una generación acostumbrada a crecer en la crisis económica, política y social, nacimos más cerca de la caída de Wall Street en el 2008 que de la caída del muro de Berlín. El derrotismo que quiso imponer el neoliberalismo a la clase trabajadora y a la juventud que gestó los grandes movimientos de los 60s y 70s, alegando el supuesto fin de la historia en el que la lucha de clases era cosa del pasado, es hoy papel mojado.
Ante un futuro —y un presente— desalentador, lleno de guerras, genocidio, crisis inflacionaria y surgimiento de fenómenos de la derecha más recalcitrante como MIlei y Trump, el enorme movimiento que se ha gestado en solidaridad con el pueblo palestino y contra el genocidio pone sobre la mesa una cuestión invaluable y es que no hay por qué resignarnos a la barbarie capitalista y que, por el contrario, luchar y organizarse por un futuro distinto, vale la pena.
En este contexto estamos convencidos más que nunca de la necesidad de construir una organización internacionalista que desde todas las latitudes posibles peleemos por desarrollar la autoorganización, la masificación del movimiento y la unidad con la clase trabajadora, uniendo las batallas del presente por poner fin a la máquina belicista con la perspectiva de la revolución internacional, pues sobre las cenizas del capitalismo, queremos construir junto a las grandes mayorías una sociedad sin muros ni cadenas, donde no exista ningún tipo de opresión ni explotación.
Te invitamos a organizarte con nosotros para fortalecer el movimiento en solidaridad con Palestina que con la perspectiva que planteamos conquiste la ruptura plena de relaciones con Israel en las universidades y el conjunto del país; para poner el conocimiento, la ciencia y la tecnología al servicio de la clase trabajadora que no tiene fronteras y no al servicio del genocidio y el capital; para enfrentar al imperialismo en México y a nivel internacional.
Queremos construir un movimiento de la juventud antimperialista, antipatriarcal, internacionalista, y revolucionaria, que apueste por llevar hasta el final las peleas iniciadas y que junto a la clase trabajadora, que por su lugar estratégico puede poner en jaque a los capitalistas, ponga todo su dinamismo y su masividad al servicio de transformar de raíz esta sociedad arrancando hasta el último resquicio del imperialismo en Palestina y el mundo, pues hoy es más indispensable que nunca recuperar aquella consigna del mayo francés: seamos realistas y hagamos lo imposible. |