Después del fracasado intento de golpe del miércoles 26 de junio, el contexto político, social y económico boliviano muestra un escenario abierto de inestabilidad, en el cual las Fuerzas Armadas se convierten en un factor político protagónico. Este hecho ha motivado a que sectores estudiantiles y de la juventud muestren inquietud y dudas sobre lo sucedido el 26J y expresen, al mismo tiempo, interés por comprender el rol que tienen las Fuerzas Armadas en el Estado. Por tal motivo es que hemos elaborado la presente nota a través de la cual pretendemos rescatar ideas y conceptos fundamentales sobre la naturaleza de las instituciones armadas del Estado.
Definir correctamente el carácter del Estado para entender la realidad
Sociológicamente el Estado vendría a ser un territorio geográfico donde conviven personas sobre la base de acuerdos comunes, ya sea a través de leyes e instituciones independientes y soberanas que organizan y administran política, social y económicamente la vida en sociedad, es decir, como nos enseñan en el colegio. Esta definición, vuelta en sentido común, brinda la percepción de una institución neutra en la que se presuponen esos acuerdos comunes (contrato social) sin cuestionar cómo se llega a ellos y qué intereses representan.
Para nosotros y nosotras en cambio, lejos de entender al Estado como un “contrato social” que puede sonar bien en términos abstractos, creemos que su naturaleza expresa una realidad más compleja. Lenin en el "Estado y la Revolución" nos ayuda a entender al Estado no desde un punto de vista idílico ni neutral, sino desde una perspectiva crítica. Así entendemos al Estado como:
“...el producto y la manifestación del carácter irreconciliable de las contradicciones de clase. El Estado surge en el sitio, en el momento y en el grado en que las contradicciones de clase no pueden, objetivamente, conciliarse. Y viceversa: la existencia del Estado demuestra que las contradicciones de clase son irreconciliables.” (...) “Según Marx, el Estado no podría ni surgir ni mantenerse si fuese posible la conciliación de las clases. Para los profesores y publicistas mezquinos y filisteos — ¡que invocan a cada paso en actitud benévola a Marx!— resulta que el Estado es precisamente el que concilia las clases. Según Marx, el Estado es un órgano de dominación de clase, un órgano de opresión de una clase por otra, es la creación del «orden» que legaliza y afianza esta opresión, amortiguando los choques entre las clases.” (V.I. Lenin - El Estado y la Revolución).
Con la concepción burguesa del Estado todos y todas las personas en la sociedad seríamos iguales, con los mismos derechos y las mismas condiciones. En cambio, desde el marxismo podríamos decir que somos “iguales ante la ley” pero no ante la vida, ya que esta desigualdad ante la vida es el resultado de la contradicción de clases como lo expresan Marx y Lenin: explotadores y explotadxs, opresores y oprimidxs.
La policía como expresión de enemigo de clase
A diferencia de la burguesía y de algunos sectores de izquierda -como el POR (Partido obrero revolucionario), el PCB (Partido Comunista Boliviano), el mismo MAS-IPSP y otros- para las y los marxistas revolucionarios los policías no son considerados como trabajadores y sí como agentes del Estado capitalista. La policía al estar al servicio de la burguesía le impone a los y las trabajadoras, a la juventud y a los sectores populares el orden burgués con la máxima violencia posible. En este sentido, estamos en contra de que los policías sean considerados trabajadores y trabajadoras, peor aún que puedan sindicalizarse como pretenden sectores reformistas de la izquierda. Por lo tanto, estamos en contra de apoyar que los policías se incorporen en las organizaciones obreras y también estamos en contra de los movimientos policiales y sus reivindicaciones reaccionarias: más salarios y mejores condiciones para los policías, porque significa más represión contra lxs trabajadores, la juventud y los sectores empobrecidos. Nosotros luchamos por una sociedad en la que ninguna familia del pueblo trabajador crea o sienta que su salida o el futuro que desee para sus hijos e hijas tenga que pasar por pertenecer a la policía.
Nos oponemos rotundamente a dejarse llevar por el falso discurso de que todos los que reciben “salarios” son “trabajadoras y trabajadores”. Trotsky en su libro “Revolución y Contrarrevolución en Alemania” señala que el hecho de que los agentes de la policía hayan sido reclutados en gran parte del sector obrero, no quiere decir absolutamente nada; por lo tanto, no hay mayor realidad de que la existencia determina la conciencia: el obrero que se torna un policía al servicio del Estado capitalista, es un policía burgués, no un obrero. Por lo tanto, un policía es un enemigo de clase.
Considerando lo mencionado, también estamos en contra de apoyar motines y movimientos policiales ya sea por razones “salariales”, por “mejores condiciones de trabajo” o por lo que fuera. Los motines son métodos de extorsión que son implementados por los miembros de la policía. Un motín puede incluir entre otras medidas el rechazo a las órdenes de funcionarios estatales, el abandono de tareas de los agentes, el cuestionamiento de la cadena de mando, la ocupación de edificios públicos y reclamos en la vía pública. Los motines fueron usados en diferentes momentos de la historia por la policía para conseguir más privilegios y poder, ubicándose como un actor político importante y cada vez más peligroso en el escenario político de un país.
Esto lo podemos evidenciar, por ejemplo, con el motín de febrero del 2003 contra el impuestazo de Sánchez de Lozada. Este motín que provocó movilizaciones espontáneas en la población, se produce un par de días antes de la huelga general indefinida que había sido convocada por la COB (Central Obrera Boliviana). La magnitud de la crisis que se desató hizo que el impuestazo sea retirado antes de la irrupción del movimiento obrero, campesino y popular. Con estos elementos se puede deducir que, aunque en determinados momentos la policía puede “coincidir” en demandas populares, el resultado es la obstaculización al desarrollo de tendencias a la movilización independiente de las y los de abajo, como lo sucedido cuando, luego de retirado el impuestazo, la policía salió a reprimir a las personas que aún se mantenían movilizadas. Si bien en ese momento no apoyamos el motín, tampoco lo condenamos, ya que expresaba un sentimiento popular contra el impuestazo.
Otro ejemplo de motín es el que se da previo al golpe de Estado cívico policial, militar y clerical de 2019. Sin embargo, en este motín las características son distintas a las del 2003, ya que desde el inicio es altamente reaccionario. No olvidemos que la policía coordinaba con la Resistencia Juvenil Kochala (RJK) para agredir, con acciones racistas, a mujeres de pollera. En el caso del 2019 la policía se amotinó en las localidades de Sucre, Potosí, Cochabamba, Chuquisaca y Santa Cruz. En un comunicado de la Policía Boliviana ésta manifestaba que “Sabemos dónde nos conduce el camino de la confrontación entre bolivianos, por eso debemos cumplir el sagrado lema: "La protección al pueblo es nuestra suprema ley", cumpliendo el lema vamos a estar junto a nuestro pueblo en los siguientes días, porque el Gobierno ignora y minimiza esta grave crisis, que empeorará de no darse una solución.” Ante este hecho, Evo Morales convocó a una reunión de emergencia a su ministro de Gobierno, al comandante de la Policía y de las Fuerzas Armadas pensando que las “Fuerza Armadas Revolucionarias”, como él las denominaba, le iban a ser fiel por el simple hecho que durante su gobierno las embelleció y las favoreció. La realidad, que es concreta, no hizo más que mostrar el rol que cumplen las Fuerzas Armadas y la policía en el Estado: ser los garantes del orden burgués.
El rol de las Fuerzas Armadas en el Estado
Cuando nos referimos a las Fuerzas Armadas lo primero que surge desde el sentido común es que éstas representan instituciones que protegen a los ciudadanos ya sea para enfrentar situaciones de conflictos o amenazas de parte de un país vecino contra la soberanía y la integridad territorial.
Trotsky en Sobre la cuestión de la autodefensa obrera señala que “...las clases oprimidas perciben como algo natural el monopo¬lio estatal de las fuerzas armadas.”, en este sentido, dista mucho la forma del contenido real que representan las fuerzas armadas: son los garantes -por el poder de las armas- del orden burgués, de la hegemonía de una clase minoritaria (la burguesía) que explota y oprime a otra clase mayoritaria (el proletariado)." “Este Poder público existe en todo Estado; no está formado solamente por hombres armados, sino también por aditamentos materiales, las cárceles y las instituciones coercitivas de todo género.” (Friedrich Engels - El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado.)
En este punto, cabe aclarar que, si bien las Fuerzas Armadas y la policía forman parte del aparato represor del Estado, existe una diferencia política entre ambas instituciones. La diferencia está en que los policías por el servicio que prestan al Estado reciben un salario, así como todas las condiciones para cumplir con su rol: instrucción, armas y equipos. En cambio, en las Fuerzas Armadas los soldados, que tienen una composición obrera, campesina y popular, no reciben un salario. Es más, tienen que comprarse la mayoría de los recursos para cumplir con el servicio militar obligatorio.
Desde ese punto de vista, en la transición en la lucha por el poder, es clave ganar a un sector del ejército, a la tropa, quebrando de manera horizontal [1] la cadena de mandos. Trotsky, en la "Historia de la Revolución Rusa", explica cómo las Fuerzas Armadas son ganadas para el Ejército Rojo y la revolución, y cómo este hecho se vuelve fundamental para que las y los trabajadores tomen el poder: “El desarme de los ´faraones´ -apodo de la policía- se transformó en una palabra de orden universal. La policía es el enemigo cruel, implacable, odiado y odioso. Ganarlos está fuera de cuestión. Son brutalmente golpeados y muertos. Es distinto con los soldados, la multitud hace todo el esfuerzo para evitar confrontaciones hostiles con ellos”.
Habiendo aclarado esta diferencia, lo que se pretende, desde el punto de vista histórico de la clase obrera, es reemplazar el ejército regular por un sistema de milicias obreras, campesinas y populares -el pueblo en armas- que se constituyan en un instrumento de autodefensa de clase. Por lo mismo, defendemos el derecho y la necesidad de las y los trabajadores y el pueblo pobre de aprender el manejo de las armas y contar con los conocimientos militares, en condiciones y con métodos contrapuestos a los que rigen en las Fuerzas Armadas actuales, como el derecho a la organización sindical y pleno respeto a los derechos democráticos y civiles de la tropa.
El año 2014 por ejemplo se llevó adelante una masiva protesta de suboficiales y sargentos de las FF.AA. que exigían la descolonización de las mismas. Si bien su programa era corporativo y buscaban mejorar la estructura piramidal de las FF.AA. soldando los rangos intermedios con la oficialidad, fueron brutalmente reprimidos, por el Gobierno de Evo Morales y el comando, y 715 sargentos y sub oficiales fueron despedidos del ejército. Se revelaba que no solo la tan mentada descolonización no iba a tocar a estas instituciones fundamentales del Estado sino que también puso de relieve las ilusiones de diversos sectores en la creencia de que estas reaccionarias instituciones pueden reformarse.
En el texto Sobre la cuestión de la autodefensa obrera, Trotsky es enfático cuando hace referencia a la formación de las milicias obreras: “Tenemos que exigir que el Estado, que mañana utilizará la sangre obrera, dé hoy a los trabajadores la posibilidad de dominar lo mejor posible la técnica militar para alcanzar los objetivos militares con un mínimo costo de vidas humanas. Para lograrlo, no bastan un ejército y cuarteles regulares. Los obreros deben tener la oportunidad de que se les dé entrenamiento militar en sus fábricas, talleres y minas en determinadas horas pagadas por los capitalistas. Si los obreros habrán de dar sus vidas, los patriotas burgueses pueden, por lo menos, hacer un pequeño sacrificio material. (...) El Estado debe entregar un rifle a cada obrero capaz de llevar armas y establecer barracas de tiro y artillería para el entrenamiento militar en lugares accesibles a los trabajadores. Así como cualquier obrero explotado por los capitalistas trata de aprender lo mejor posible las técnicas de la producción, cualquier soldado proletario del ejército imperialista tiene que aprender lo mejor posible el arte de la guerra para ser capaz, cuando cambien las condicio¬nes, de aplicarla en beneficio de su clase. No somos pacifistas. No. Somos revolucionarios. Y sabemos qué perspectiva se abre ante nosotros.”
La disolución de las Fuerzas Armadas
En una declaración que hizo a los medios de comunicación el presidente del Senado, Andrónico Rodríguez, señaló que “Nos preocupa algunas acciones de algunos elementos de la Policía Boliviana y Fuerzas Armadas, no solamente ahora, sino desde 2019. Creo que es importante que estas dos instituciones definitivamente direccionen su horizonte para cumplir su rol fundamental, conforme a la Constitución, (…) para una reestructuración o refundación real de estas dos instituciones”. Basándonos en el rol que cumplen las Fuerzas Armadas, y la policía (como señalamos líneas arriba), somos enfáticos en afirmar que no se pueden reformar las instituciones armadas a favor de la clase trabajadora y el pueblo empobrecido, las reformas son para aumentar presupuesto, para comprar más armas, para reprimir, para que haya más policías y patrulleros en las calles y para dar golpes de Estado.
Si bien planteamos como consignas transicionales reducir el presupuesto de las Fuerzas Armadas en favor de mayores fondos para educación y para salud de toda la clase trabajadora; las y los revolucionarios socialistas pensamos que no hay ninguna neutralidad, pues estamos por la disolución de todo el aparato represivo. Sin embargo, ésta no se dará por decreto.
Una premisa fundamental es que la disolución de las Fuerzas Armas se dará con su derrota militar. Lenin en "El Estado y la Revolución" explica que “el Estado es una «fuerza especial de represión». Esta magnífica y profundísima definición nos las da Engels aquí con la más completa claridad. Y de ella se deduce que la «fuerza especial de represión» del proletariado por la burguesía, de millones de trabajadores por un puñado de ricachos, debe sustituirse por una «fuerza especial de represión» de la burguesía por el proletariado (dictadura del proletariado). En esto consiste precisamente la «destrucción del Estado como tal». En esto consiste precisamente el «acto» de la toma de posesión de los medios de producción en nombre de la sociedad. Y es de suyo evidente que semejante sustitución de una «fuerza especial» (la burguesa) por otra (la proletaria) ya no puede operarse, en modo alguno, bajo la forma de «extinción”.
Estas líneas finales hacen referencia a que el Estado burgués será destruido por la revolución proletaria, mientras que su extinción será de los restos del Estado Proletario después de la revolución socialista.
Para comprender lo que significa la derrota militar de las Fuerzas Armadas burguesas, cito dos momentos históricos que pueden ilustrar: la Revolución rusa de 1917 y la Revolución boliviana de 1952. En el primer caso, con la victoria del ejército rojo sobre los ejércitos burgueses, se constituirá el primer Estado obrero que al calor de la revolución se expropiaron fábricas, talleres, minas, ferrocarriles, se nacionalizaron la banca, el comercio y se colectivizó las tierras, pasando a ser propiedad del Estado obrero. Además, muchos de los derechos democráticos elementales que en los países capitalistas tardaron años en reconocerse, la revolución los hizo realidad como el derecho al voto de las mujeres, el matrimonio civil, el derecho al divorcio, al aborto libre y gratuito, el derecho a disponer de guarderías infantiles populares, a lavanderías y comedores públicos, y muchos otros.
“… las condiciones de enorme desventaja y atraso de la Rusia soviética no se transformaron en un obstáculo para las masas por dos motivos fundamentales: debido a la fuerza moral basada en la defensa de las conquistas obtenidas y a una política y una acción militar esencialmente correctas desplegadas por el bolchevismo. […] El triunfo del Ejército Rojo en la guerra civil [...] demostró que el proletariado ruso supo armarse dirigiendo al campesinado pobre y para triunfar. (...) La debilidad no sólo en la esfera militar, sino en toda esfera dirigente y organizativa de las clases oprimidas, sólo pudo ser compensada por el rol del partido revolucionario. Lo que determinó el triunfo en la guerra civil, en última instancia, fue el programa y las políticas bolcheviques, portadores de las lecciones históricas anteriores, como factor consciente indispensable: el obrero sabía perfectamente por qué luchaba y el campesino pobre, enemigo del régimen zarista, fue ganado como aliado” (Cómo se armó la revolución. Escritos militares de León Trotsky, selección, Buenos Aires, CEIP, 2006).
En el caso boliviano, pese a la victoria proletaria sobre el ejército que se dio por una combinación excepcional de circunstancias: la aguda descomposición interna de la institución militar, la radicalidad de la lucha obrera y su vanguardia minera, y el apoyo del conjunto de las clases populares, no se pudo consolidar en un Estado obrero, “Pese a todo ello, la clase obrera no logrará —en el mismo acto de su triunfo— resolver el problema que la insurrección colocó a la orden del día: la cuestión del poder. Aplastado el viejo régimen ¿qué clase ha de tomar en sus manos los destinos del país? El proletariado ha sido el alma de la revolución, pero ¿quiénes se acreditarán los laureles del triunfo y se instalarán en el Palacio Quemado? Los dirigentes del MNR, el nacionalismo-burgués, quienes han querido un golpe de Estado y no esta revolución que conmueve ahora el orden capitalista hasta los cimientos. Una vez más digamos: esta paradoja marca el límite insuperable de la espontaneidad, pues por creativa y heroica que pueda ser la irrupción de las masas, para completar su tarea necesitan de una dirección revolucionaria.” ([Adelanto editorial] Bolivia 1952: lecciones de Abril - La Izquierda Diario).
Por la autodefensa de la clase trabajadora del campo y la ciudad
Para enfrentar el poder de las Fuerza Armadas burguesas que se expresa en violencia, muerte, tortura, cárcel, es importante que la clase trabajadora, del campo y la ciudad, desarrolle estrategias de autoorganización y autodefensa ya que en los momentos decisivos de la lucha de clases donde se den enfrentamiento entre revolución y contrarrevolución, las organizaciones revolucionarias deben actuar en los sindicatos y organizaciones de lucha, forjando una conciencia y una práctica de la necesidad del armamento del proletariado, con piquetes, con destacamentos de combate, grupos de autodefensa y acciones contra los grupos y órganos de represión para garantizar las manifestaciones y organizaciones proletarias y populares.
Trotsky señala en "El Programa de Transición" que:
“Los piquetes de huelga constituyen las células fundamentales del ejército proletario. Éste es nuestro punto de partida. Por eso, para cada huelga o manifestación callejera, hay que propagar la necesidad de crear grupos obreros de autodefensa. Hay que introducir esta consigna en el programa del ala revolucionaria de los sindicatos. Allí donde sea posible, empezando por las organizaciones juveniles, es necesario crear grupos de autodefensa e instruirlos y familiarizarlos con el manejo de las armas.
El nuevo ascenso del movimiento de masas debe servir no sólo para aumentar el número de estas unidades, sino también para coordinarlas por barriadas, ciudades y regiones. Hay que dar expresión organizada al legítimo odio que los obreros sienten por los esquiroles y las bandas de gángsters y fascistas. Hay que avanzar la consigna de milicias obreras como única garantía seria de la inviolabilidad de las organizaciones, las reuniones y la prensa obrera.”
Desde la LOR-CI (Liga Obrera Revolucionaria por la Cuarta Internacional), organización que impulsa La Izquierda Diario Bolivia, estamos convencidxs que debemos construir una salida desde abajo, desde la autoorganización con independencia política de las y los trabajadores y sectores populares del campo y la ciudad. Solamente la movilización independiente puede frenar al golpismo “venga de donde venga”, abriendo el camino para la contraofensiva obrera, campesina y popular, contraofensiva que nos debe conducir a un gobierno de las y los trabajadores y el pueblo empobrecido que luche por la construcción del socialismo desde abajo.
El proletariado boliviano no conservó ese poder para sí, para llevar a cabo la Revolución Proletaria, lo entregó a los jefes del partido pequeño-burgués. El desarme de la clase obrera, así como la restauración del orden burgués fue realizada por el MNR (Movimiento Nacionalista Revolucionario) en complicidad con la burocracia sindical de Juan Lechín, lo cual representó la reconstrucción del Ejército burgués. |