Sandra, Miriam, Daiana, María de la Cruz, Marlene, Silvina, Rosario, Claudia, Julieta… Nueve nombres de mujer. Nueve víctimas de femicidio. Nueve vidas menos en el breve lapso de un fin de semana largo, de esos que esperamos que lleguen para ver tres capítulos seguidos de la serie que debemos postergar en la semana, para jugar más tiempo con nuestros hijos, para ir a una plaza y tirarnos a tomar mate y leer una revista sin pensar en la hora. Un fin de semana largo en el que se realizó el XXXº Encuentro Nacional de Mujeres en Mar del Plata, mientras dos mujeres marplatenses eran asesinadas por sus ex parejas.
Un fin de semana en el que, sobre una espeluznante pila de cádaveres, las mujeres debatíamos, que el próximo 25 de noviembre tenemos que ser parte de una gigantesca movilización para repetir el grito que en todo el país resonó el pasado 3 de junio: “¡Ni una menos!”.
Diez nombres de mujer, corregimos entonces. Diez víctimas de una violencia machista que en su letal virulencia nos arroja en la cara estos femicidios y crímenes de odio transfóbico. Que pretende disciplinarnos a las sobrevivientes, que nos envía el más cruento de los mensajes de advertencia: “soy el dueño de tu vida y, por lo tanto, de tu muerte.”
Esto tampoco es magia
Los femicidios son la expresión más terrorífica de la desigualdad entre los géneros: hay propietarios de la vida de las mujeres y mujeres convertidas en objetos que son propiedades privadas. Por eso esa violencia letal machista no es excepcional, sino rutinaria, cotidiana, permanente y ayuda a perpetuar un orden social en el que las mujeres están subordinadas. Es el último eslabón de una larga cadena de violencias contra las mujeres originada en las sociedades clasistas, legitimada y reproducida por el Estado, sus instituciones y su casta política de administradores.
Por eso los femicidios no cesan aun cuando centenares de miles expresemos nuestro repudio. Por eso no cesan, aun cuando el Código Penal los castigue con mayor virulencia que a otros crímenes. Por eso no cesan, aun cuando se desarrollen programas y campañas de prevención.
Pero sí queremos denunciar que ni el gobierno, ni los funcionarios políticos, ni la Justicia tienen el menor interés por implementar siquiera las medidas mínimas necesarias para paliar, aun cuando sea parcial y acotadamente, semejante flagelo. No hay “Ni una menos”, cuando el doble discurso del gobierno nos presenta como un éxito de su gestión la ley contra la violencia hacia las mujeres a la que, sin embargo, no se le otorga presupuesto para llevar a cabo el plan de acciones que requiere. No hay “Ni una menos” cuando se recortan los programas de atención a las víctimas, no se construyen refugios ni se dispone de los medios necesarios para que las mujeres alcancen su independencia económica y su vivienda propia. No hay “Ni una menos” cuando las mujeres son ciudadanas de segunda, sin derecho a decidir sobre sus vidas y sus cuerpos, sometidas a una mayor explotación y precarización laboral.
Por eso, reafirmamos la exigencia al Congreso Nacional para que se trate el proyecto presentado por el diputado Nicolás del Caño, del Frente de Izquierda, que propone un plan de emergencia con acciones y medidas concretas que miles de mujeres consideran un paliativo para la situación que están atravesando. Decenas de miles de mujeres están difundiendo este proyecto entre sus amigas, vecinas, compañeras de trabajo y estudio. Lo hicimos también durante el XXXº Encuentro Nacional de Mujeres que se reunió en Mar del Plata. Sabemos que sólo con nuestra organización y nuestra lucha lograremos imponer su tratamiento en el Congreso.
No podemos esperar más. Vivas nos queremos.
Video sobre el 30ª Encuentro Nacional de Mujeres y la masiva movilización en Mar del Plata: