El artículo original fue publicado en El Salto.
El lunes 5 de agosto una marea humana saltó las vallas del palacio Ganabhaban, la residencia presidencial. Sheik Hasina, la ex primera ministra, debió ser evacuada de urgencia en un helicóptero y luego viajó hacia la India. Tras los festejos de las cientos de miles de personas en las calles, el jefe del Ejército anunciaba que tomaba las riendas del país. Después de varios días de negociaciones entre los líderes del Movimiento Anti Discriminación, empresarios y el jefe de las Fuerzas Armadas, se logró formar un gobierno provisional. Este jueves Muhammad Yunus llegó a Bangladesh para tomar posesión como primer ministro interino hasta el llamado a nuevas elecciones.
De la Dama de Hierro a la Dama Desterrada
La caída de Hasina anunció el comienzo de una nueva época en Bangladesh luego de 15 años de un gobierno considerado dictatorial e indestructible. La extrema centralización del poder la bautizó como la Dama de Hierro, famosa por su mano dura. Su mandato se caracterizó por un lado por el crecimiento económico (6 % anual), aumento en los ingresos y mejoras en los indicadores sociales. Pero también, por la persecución política a los partidos opositores, líderes sindicales y activistas sociales. De hecho, existen informes de organismos internacionales como Human Rights Watch que revelan casos de “desapariciones forzadas”, “ejecuciones extrajudiciales” y “tortura”. Esta característica de su gobierno fue uno de los factores que desencadenaron el odio generalizado contra su figura.
La armadura de Hasina resultó carcomida por el óxido. Debajo de ella se escondían profundas debilidades crecientes: disparidades económicas, la pobreza extrema, el alto desempleo juvenil y un giro hacia la autocracia bajo su partido, la Liga Awami.
El detonante fue la restauración de la Ley de Cupos por el Tribunal Supremo, que reservaba un 30% de los empleos de la administración a los familiares de los héroes de la guerra de liberación contra Pakistán. Para la juventud esto significaba perder las pocas oportunidades que tienen de asegurarse un futuro en medio de un mar de pobreza extrema (la mitad del país vive con menos de 2 dólares al día). Pero este movimiento contra los cupos guardaba de fondo el descontento generalizado con el gobierno y la economía. Por eso estallaron las protestas en Dakha a principios de julio para luego extenderse por todo el país.
Fiel a sus métodos, Hasina reprimió las manifestaciones sin piedad. Las principales fuerzas represivas en conjunto con los paramilitares de la Liga Chhatra, mataron a más de 400 personas en apenas unas semanas. Por las noches sembró el terror con secuestros y redadas en las casas por parte de la Policía en medio de un corte total de internet y de comunicaciones generalizadas. Además, en los medios de comunicación, Hasina llamó a los manifestantes “terroristas” y razakars (término despectivo para llamar a los colaboradores de Pakistán en la guerra). Fue una carnicería y las provocaciones fomentaron un estallido social más fuerte. Hasina no previó que se enfrentaba a una población harta que no tenía nada que perder.
Los líderes del Movimiento, llegaron a convocar a la “Marcha a Dhaka” para el lunes 5 de agosto. Ese día podía pasar cualquier cosa. Los estudiantes tuvieron miedo de sus vidas, pero se mantuvieron unidos. El resto de la sociedad civil acompañó, pero lo que inclinó la balanza fue el ingreso de las trabajadoras textiles que tienen en sus manos las principales palancas de la economía del país.
Todo terminó derrumbándose en cuestión de horas. Para Hasina solo quedaba escapar hacia la India.
¿Un nuevo comienzo?
El Jefe del Ejército, Waker-Uz-Zaman, tras tomar el control del país, convocó a todos los partidos políticos, a las cámaras de empresarios y a los líderes del movimiento estudiantil que encabezaron las protestas para alcanzar un nuevo acuerdo nacional. Con el fin de calmar las aguas, el ejército propuso a Muhammad Yunus, premio Nobel de economía en 2006, para encabezar el gobierno provisional para una transición ordenada. Además, recibió el visto bueno de Estados Unidos, la Unión Europea, Chinae India a quienes el país debe enormes sumas de dinero y esperan la estabilización del país tras las enormes pérdidas estas semanas.
Yunus es considerado como el banquero de los pobres por su plan de microcréditos para fomentar el consumo e impulsar microemprendimientos. Según él “los pobres siempre pagan sus deudas”. Aunque ha sido acusado de malversación de fondos y corrupción mantiene un extendido respeto dentro de la población. Toishe, una activista y estudiante de la Universidad Nacional de Dhaka, explica que “Yunus no pertenece a ningún partido concreto”, y además espera que “que Yunus piense en el desarrollo de todo el pueblo y no en ningún partido. Creo que Yunus es la persona adecuada para reconstruir el país en esta situación”.
Si bien es un candidato de consenso para mantener el statu quo, los estudiantes demostraron tener la capacidad de reconfigurar la relación de fuerzas dentro de la política bangladesí. Han trazado un plan de primeros pasos del Gobierno Provisional en el que se han integrado varios líderes estudiantiles al gobierno para garantizar que se cumplan sus demandas.
Fahim Mukarrab, estudiante de ciencias políticas y activista en la universidad de Jahangirnagar opina que “podemos asumir que el Dr. Yunus traerá un cambio positivo al país tras la devastación de la corrupción, el saqueo, la opresión sistemática y tantas vidas perdidas durante el régimen dictatorial de Sheikh Hasina, hay mucho que hacer en todos los sectores. Es como empezar de cero. Hay mucho que reformar y reconstruir”.
Una nueva relación de fuerzas
Para los bangladesíes estos son días de celebración por el fin del régimen de Hasina. Mientras los estudiantes y los comités populares se hicieron cargo de la seguridad en las calles ante saqueos y robos, los nuevos líderes comenzaron a reconstruir el gobierno. Hay motivos y desafíos para preocuparse del porvenir.
Por un lado el sombrío panorama económico. El FMI marcó un programa que exige restricciones del gasto y reformas liberalizadoras tras brindar un rescate de 4,700 millones de dólares a Hasina. La exprimera ministra también había tomado grandes préstamos de otros países asiáticos (20,000 millones de dólares a China), dejando la economía vulnerable a la volatilidad de las divisas y los mercados. El país viene golpeado desde hace años. La mayoría de los bangladesíes sufrieron la crisis del aumento del coste de vida, profundizada por la pandemia y la guerra en Ucrania de quien dependía la importación de alimentos. Además, atraviesa una tasa de inflación anual cercana al 10%. Esta situación puede ser una olla a presión cuando el cinturón comience a ajustarse.
Por otro lado la inestabilidad política. Las tensiones entre las principales fuerzas políticas del país continuarán vigentes, ya que mantienen una enorme influencia entre la población desde 1971. De una parte está, Khaleda Zia, líder del Partido Nacionalista de Bangladesh (BNP), que fue liberada recientemente, y que convocó una movilización para demostrar su fuerzas y llamar a elecciones rápidamente. Frente al PNB están los representantes de la Liga Awami —líderes durante la guerra de independencia contra Pakistán— quienes no descartan la vuelta de su líder Hasina para las próximas elecciones.
Sin embargo, Birendra Mollik, estudiante de la Universidad Nacional de Jahangirnagar, comentó que el movimiento fue “una resistencia espontánea de la gente de Bangladesh que ha sufrido la tiranía. No están muy organizados políticamente. Ha sido un movimiento radicalizado, pero la ausencia de un liderazgo revolucionario o una directriz de vanguardia pueden dirigirnos a los mismos caminos de siempre.”
Algunos analistas comparan la situación con la caída de las autocracias durante la Primavera Árabe, donde los movimientos demostraron una determinación sin igual, pero la falta de dirección política organizada devino en guerras civiles o nuevas dictaduras.
Naymul Alam, estudiante y activista de la universidad de Dhaka, explicó que “los coordinadores estudiantiles buscan un cambio en el sistema general de Bangladesh, en el que autoritarismo o ‘cualquier líder como Sheikh Hasina’ no vuelvan nunca más. La perspectiva de que el BNP u otros partidos existentes regresen con la misma dinámica política indiscutiblemente perpetuará el mismo ciclo de corrupción y sufrimiento de la población.”
Por esto, dentro de la escena política de Bangladesh, los partidos ahora deberán tener en cuenta un actor importante: un movimiento de masas de base no afiliado a ningún partido y, sin embargo, capaz de reconfigurar el panorama político. Que, además de haber logrado la determinación para derrocar a un poder virtualmente indestructible, puede ser inspirador en el porvenir de los países asiáticos que viven realidades similares. Esto se puede ver reflejado en las palabras de Ibrahim Talukdar, activista de la universidad de Jahangirnagar: “lucharemos por este país que históricamente resistió contra los colonialistas británicos y luego contra gobiernos genocidas, lucharemos hasta que cada hombre, mujer y niño nazca, muera y viva en libertad”. |