Mientras la crisis se agudiza y con un gobierno nacional que suspendió la asistencia alimentaria, hoy los comedores y los merenderos se mantienen abiertos por el esfuerzo de las voluntades que están día a día al frente.
Los que hacen la diferencia son vecinos trabajadores, garantizando que las familias del barrio puedan llenar su tupper y tener por lo menos una vez al día un plato de comida en la panza, “Lo habitual es el guiso con arroz, legumbres, salsas, polentas, -hacemos magia, lo importante es tener un plato de comida o un té para dar”.
Arrancamos un recorrido con una invitación a conocer el funcionamiento interno del comedor, este lugar está comandado por Matias, “Comedor Casi Justicia Social” y un grupo de amigos del barrio, comenzaron en la pandemia.
Arman la olla y con las donaciones se ponen a cocinar para unos 40 tupper que traen los vecinos alrededor de las 18 hs y dos horas después vuelven a retirar, cada recipiente representa una familia. Lo que es fresco les llega de un comerciante amigo y las verduras las están sacando de sus bolsillos para comprarlas, necesitas que la comida tenga gusto “cocinamos como si fuera para nuestra casa”.
La siguiente parada fue en el comedor 7 de Agosto de Felisa, ya no cocinan salvo alguna olla cuando hay, dan talleres con salida laborales uñas, pastelería, reciclado, con vecinas y para vecinas. Le buscaron una vuelta para seguir conectadas al barrio y lo que allí pasa: “antes cuando venían todos los días o día por medio a comer, vos veías a los chicos y chicas y sabían cómo estaban, te daba para charlar por la escuela, de la familia, algunos ya son papas hoy”.
El comedor desde agosto del año pasado, empezó a bajar la cantidad de días hasta que no cocino más salvo en ocasiones puntuales donde recibió alguna donación y sin dudarlo abrieron olla y repartieron, “sabes lo feo que es que te pregunten si va a haber algo y tener que decirles que hoy no”.
Nos cuenta Felisa que ella y otras mujeres del barrio desde diciembre del año pasado tienen congelado lo que cobran en 78mil pesos por mes, “no voy a dejar pero hasta cuándo vamos a poder, no lo sé. En el barrio la gente alguna sabe de la ley base pero otros no, trato de preguntarles y hablarles de jubilaciones y la reforma laboral, de lo que afecta a las mujeres las nuevas medidas pero la gente razona con el día a día, cuando un albañil gasta un jornal, si le toca un “patrón amable”, en una garrafa y no llega para la comida, a la dueña del almacén le llegó una factura de luz de 500 mil pesos, la gente tiene miedo pero creo que va a llegar un momento en donde ya no se pueda pagar y la gente se va a mover, cuando uno se despierte el pueblo lo va seguir porque está cansado”.
Tienen el espacio al hombro hace más de 6 años, recibían donaciones particulares que comenzaron a mermar, “se entiende, la situación se puso difícil para todos”, contaban de los fines de años que organizaban para la gente y lo que podían conseguir y repartir, este último año ya no hubo con que, ni que dar, no quisieron que ninguna organización les colgara la bandera, ellas quieren ser independientes.
Los organizadores de los comedores, saben que la solidaridad viene desde abajo, con la ayuda de las donaciones de los mismos vecinos y tratando de rebuscarse el mango, haciendo ferias y actividades financiadoras para poder comprar los alimentos.
Muchos de estos denuncian un estado ausente que nunca les envío una caja con comida y los que sí, saben que no pueden contar con una buena calidad nutricional: “Cuando tenemos (nos vienen a pedir) les damos pero últimamente se nos está haciendo muy difícil, todo está muy justo o no hay ni para dar ni para el comedor”.
El comedor Panza llena, Corazón contento, Santi, albañil de profesión y la cabeza del espacio junto a otros colaboradores entre ellos, Silvia Barrientos, nos comentan que cuenta con donaciones de una fábrica de lácteos, personas particulares que le llevan frescos y lo poco que les llega del gobierno arman aproximadamente unos cincuenta tupper que traen las familias del barrio. El comedor funciona hace unos 8 años, abre lunes, miércoles y viernes al mediodía y da algunos días merienda en este momento tan difícil para todos está pensando en cerrar los lunes porque no llegan con la mercadería “Necesitamos de verduras y carne para darles algo con gusto, no podemos darles mate cocido solo, necitas darles algo con gusto”, nos dice.
“Hace tiempo no recibimos nada de instituciones gubernamentales, hicimos presentaciones en el Ministerio de Desarrollo hace como tres meses pero parece que no fueron escuchadas, ni la prioridad de nadie, no estamos ni en el radar.
Tiempo atrás poníamos de nuestros sueldos para lo que faltaba pero con 73mil pesos por mes no nos es posible, en el barrio ya no hay changas ni para cortar pasto y sabemos que aún puede estar peor la situación para todos, ahora estamos mejorando el lugar para que los chicos coman acá y si algo sobra le mandamos a las familias”.
De regreso nos encontramos con la dueña del lugar y del nombre de su comedor, apodo que le dejó su papá nos cuenta, el comedor de Lali. Hace más de veinte años que asisten al barrio con comedor, merienda, apoyo escolar, “por aquí pasaron muchas personas, muchas organizaciones pero todas vienen y se van”. Hoy en día es la encargada completa del comedor, a veces le da una mano una vecina de enfrente para cocinar sino sola.
Tiene apoyo escolar por parte de un grupo que lo brinda en su espacio al que le suman la merienda y de vez en vez unas torta fritas: “Acá la prioridad son los chicos pero si viene la mamá y el papá con su bebé, que voy a decir, no se les puede negar un plato de comida a nadie. Hay abuelas que trajeron a sus hijos y hoy traen a sus nietos”.
Una vida de entrega al barrio, su compañero trabaja en las quintas, sale a las 6 am y regresa alrededor de las 7 de la tarde, ambos ya pasaron los sesenta años. Los relatos entre lágrimas que no caen y gargantas que no quieren cerrarse, nos cuentan que no todos son problemas ajenos sino que ellas han sufrido en sus familias, lo difícil que es seguir adelante con el dolor de ver al otro que no puede salir, luchadoras incansables apuestan a que esto va a ser un por un tiempo y meten cuerpo para que esas recuperaciones se concreten.
¿Quiénes pagan la crisis?
Mientras la ministra Pettovello, responsable del gobierno de entregar alimentos, de sustentar las necesidades básicas decide no recibir a los referentes de estas organizaciones y aplicar una política de hambre, dejando que la mercadería se pudra en galpones. Los comedores que cargan a sus espaldas el ajuste de los gobiernos, se siguen organizando desde abajo, peleando día a día para sustentar sus gastos y llevar al frente las tareas de asistencia para que estos funcionen.
En este marco aprobaron la ley de bases en el senado, con una plaza que se manifestó en contra y que fue brutalmente reprimida por la policía de Bullrich, con 2 detenidos aún desde el 12 de junio como muestra de criminalización de la protesta, el gobierno sigue negando la asistencia a los comedores, llevando adelante la persecución de los referentes de las asambleas barriales, organizaciones sociales, políticas y sindicales combativas, legalizando el saqueo de los recursos naturales para darle lugar a enriquecimiento de las grande empresas. Dejando así, avanzar el libre mercado que precariza la vida de las grandes mayorías.
Como venimos reflejando desde este medio, aun con la represión como método de silenciar y de dividir al pueblo, el camino es la lucha, es enfrentar el ajuste en las calles y en unión con todos los sectores afectados por el gobierno de Milei y que la crisis la paguen los grandes empresarios que ganan fortuna.