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Dictadura, pasado y presente: la gran hipocresía de la Iglesia católica
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Un cura organiza visitas a genocidas en Ezeiza. Otro, condenado por crímenes de lesa humanidad, lo felicita desde La Nación. Mientras en Roma Francisco habla de “memoria”, ellos siguen dando misa. Bergoglio nunca predicó con el ejemplo, menos en dictadura. La eterna santa alianza entre Iglesia, Estado y capitalismo. |
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| La visita de diputados de Milei a genocidas en la cárcel de Ezeiza es un escándalo. Ni hablar después de que la diputada Arrieta, una de las que fue, denunció a sus propios colegas libertarios de haberla llevado engañada a reunirse con torturadores, asesinos y violadores.
Ella entregó al Poder Judicial capturas de un grupo de Whatsapp donde discutían esos detalles y también proyectos de ley para beneficiar a esos criminales.
Ese grupo lo armó Javier Olivera Ravasi, un cura católico que suele colgarse al cuello un rosario hecho de… balas.
Olivera Ravasi es hijo de Jorge Olivera, alias “El Carnicero”, condenado por más de 200 crímenes de lesa humanidad y hoy con prisión domiciliaria en una lujosa casa en Vicente López.
El cura se formó en el Verbo Encarnado, un instituto creado apenas terminada la dictadura por curas que habían colaborado con ella y que tiene en su haber varias denuncias por abuso y maltrato a menores.
Predica el odio a homosexuales, trans, inmigrantes, a la izquierda e incluso a otras religiones. Pero no lo echaron de la Iglesia, apenas lo corrieron de su diócesis y le pidieron que bajara el perfil. Por eso canceló su participación en La Derecha Fest, un fachoevento que se va a organizar en octubre.
Pero hay otro cura que se solidarizó con él: Christian Von Wernich, el excapellán de la Policía Bonaerense que lleva 17 años condenado por crímenes de lesa humanidad.
Von Wernich también sigue siendo cura y suele dar misa en la cárcel de Campo de Mayo. En una carta que publicó el diario La Nación , saludó la visita de los diputados a Ezeiza. Pide, incluso, que olvidemos el pasado y demos “vuelta la página”.
A la Iglesia no le conviene hablar mucho de la dictadura, que fue cívico-militar y también eclesiástica.
Hoy el papa Francisco recibe a familiares de desaparecidos en Roma. Dice que le “preocupa” el negacionismo y pide “preservar la memoria”. Pero él nunca predicó con el ejemplo.
En el año 2010 declaró como testigo en el juicio de la ESMA. Ahí dijo que no recordaba desde cuándo sabía que en la dictadura se robaban bebés y niños.
Pero en 1977 él mismo se reunió con Licha De la Cuadra, la primera presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, que pedía ayuda para encontrar a su hija Elena, secuestrada estando embarazada.
Bergoglio le dio a Licha una carta para que la entregara en el Arzobispado de La Plata, donde supuestamente la iban a ayudar. Pero el arzobispo era monseñor Antonio Plaza, un colaborador directo de los genocidas. Elena nunca apareció y su hija, nacida en cuativerio, recién recuperó la identidad en 2014.
Bergoglio también dejó a merced de los genocidas de la ESMA a dos curas que estaban a su cargo: Orlando Yorio y Francisco Jalics.
No son excepciones. Es la eterna hipocresía vaticana, que siempre bendijo dictaduras y genocidios.
La Iglesia es una eterna aliada del capitalismo y sus Estados. Y a cambio de enormes privilegios se encarga de asistir y contener a los millones de pobres que este mismo sistema fabrica.
Iglesia y Estado deben ser asuntos separados. Y que entreguen todos los archivos de la dictadura que tienen en su poder.
¿Vos qué pensás?
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