La sorprendente victoria de Alexandria Ocasio-Cortez (AOC) en la primaria del Partido Demócrata de 2018, que luego le permitió llegar a la Cámara de Diputados por uno de los distritos de Nueva York, fue un momento importante para la izquierda política estadounidense. Los Socialistas Democráticos de América (DSA por sus siglas en inglés), una organización socialdemócrata que se venía revitalizando los en el último período, había logrado ganarle al candidato del establishment demócrata mediante su apoyo a la candidatura de Ocasio-Cortez en las primarias de ese año.
Aquí estaba la prueba de que la estrategia de larga data de gran parte de la socialdemocracia (o “socialismo democrático”, como prefieren llamarse) de trabajar dentro del Partido Demócrata podría funcionar. Después de todo, AOC había ganado una victoria con una plataforma que incluía la abolición del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE), Medicare para todos y otras posiciones políticas extremadamente progresistas. Este era un nuevo momento, y una nueva guerrera que podía allanar el camino para la izquierda.
Ahora, seis años después, AOC se puso de pie en la Convención Nacional Demócrata de Chicago que esta semana coronó la candidatura de Kamala Harris, mientras los manifestantes que se solidarizan con el pueblo palestino y piden un alto el fuego inmediato en Gaza se enfrentaban a la policía afuera. AOC comenzó su discurso agradeciendo a Kamala Harris y Tim Walz por su "visión" y a Joe Biden por su "liderazgo". Luego apoyó firmemente la campaña de Harris y atacó duramente a Donald Trump. Su discurso fue en su típico estilo fogoso y ciertamente encendió a la multitud. Pero estuvo muy lejos de lo disruptiva que era cuando llegó al Congreso. La "Gran Esperanza de la Socialdemocracia" se puso de pie y defendió a quienes financian el genocidio en Gaza sin una palabra de crítica; de hecho, incluso defendió a Harris sobre la cuestión del genocidio, diciendo que está "trabajando incansablemente para asegurar un alto el fuego en Gaza y traer a los rehenes a casa". AOC ha pasado de ser una outsider a estar hombro con hombro con el establishment del Partido Demócrata.
Con este discurso, AOC ha confirmado de una vez por todas de qué lado está en la lucha por poner fin al genocidio en Palestina: del lado del establishment, del lado que quiere un alto el fuego temporal y la continuación de la ocupación y la opresión de Palestina. No quiere acabar con el sistema de apartheid de dominación israelí; está del lado de los opresores sionistas y apoya firmemente a algunos de sus más firmes partidarios. AOC ha traicionado al movimiento por Palestina; es enemiga de ese movimiento.
La imagen de AOC en el escenario de la Convención Nacional Demócrata es ciertamente impactante, pero este es un momento que se ha estado gestando durante mucho tiempo. Durante su tiempo en el Congreso, el radicalismo inicial de AOC se ha diluido, volviéndose apenas reconocible. Pasó de organizar una sentada frente a la oficina de Nancy Pelosi a llamarla "mamá osa". Apoyó a Biden incluso después de que el establishment demócrata maniobrara para derrotar a su aliado cercano Bernie Sanders. AOC llegó al Congreso con promesas de impulsar reformas y defender a la clase trabajadora, pero en el Congreso se ha negado a oponerse a la financiación de Iron Dome de Israel e incluso votó a favor de romper la huelga ferroviaria a principios del año pasado.
¿Qué significa esto entonces para la estrategia en la que el DSA se sentía tan confiado después de la elección de AOC? ¿Hacia dónde va el sueño socialdemócrata de acumular poder dentro del Partido Demócrata para luego, en algún momento, romper con el partido?
La incorporación de AOC al establishment es una consecuencia natural de trabajar dentro de un partido capitalista. Hay enormes presiones políticas y financieras sobre los miembros del Congreso y presiones aún mayores sobre los miembros de los partidos capitalistas cuyo objetivo es defender el capitalismo y el imperialismo. Dado que entró al Congreso como miembro de uno de esos partidos, era natural que AOC cediera a esas presiones. Hacer concesiones sobre demandas fundamentales, llevarse bien con la dirección del partido y, por supuesto, respaldar al candidato del partido, sin importar quién sea, son parte de lo que significa ser un buen demócrata. Las necesidades del partido están por encima de las convicciones personales de cualquier representante electo, y el partido tiene un enorme aparato con el que llevar adelante su agenda. Incluso pequeñas reformas a este sistema como Medicare para todos son insostenibles porque van en contra del afán de lucro de las compañías de seguros de salud.
Tal vez el lugar más llamativo donde podemos ver la “evolución” de AOC es en la cuestión de la inmigración. Ganó sus primarias con la demanda de abolir el ICE, y correctamente mencionó los campos de concentración para migrantes, pero en el Congreso votó a favor de financiar el ICE. Apoyó a Biden incluso cuando él prometió ser cada vez más duro en la frontera, y ahora está apoyando a Harris, quien también se está inclinando hacia la derecha en materia de inmigración. El sueño de abolir el ICE ni siquiera está sobre la mesa mientras AOC se adapta cada vez más a la corriente principal del Partido Demócrata.
AOC se ha convertido en una de las mayores defensoras del mal menor, difundiendo la idea de que la forma de detener a Trump y el ascenso de la derecha es votar por Harris. Se trata de una postura peligrosa e irresponsable que ignora cómo se ha fortalecido la derecha con Biden. Votar no detiene a la derecha. En lugar de gastar su energía y su importante influencia en hacer campaña a favor de los partidarios del genocidio como el llamado mal menor, AOC podría estar llamando a los sindicatos y a las organizaciones de movimientos sociales a movilizar a sus miembros contra la derecha. Pero no lo está haciendo porque su estrategia no se centra en derrotar realmente a la derecha, sino en fortalecer al Partido Demócrata.
Lo que esto revela es la falacia central de la estrategia de actuar "adentro y afuera" de la socialdemocracia en Estados Unidos, según la cual grupos como el DSA intentaron trabajar tanto dentro como fuera del Partido Demócrata para impulsar sus objetivos políticos. El sueño era acumular suficientes miembros socialdemócratas del Congreso dentro del Partido Demócrata y luego escindirse para formar un nuevo partido: la llamada estrategia de la "ruptura sucia". Esta estrategia siempre estuvo condenada al fracaso porque, como escribió Juan Cruz Ferre de Left Voice poco después de la victoria de AOC en las primarias de 2018,
¿Cómo responderá la nueva candidata a estas presiones? ¿A quién va a rendir cuentas cuando decida qué demandas impulsará sin concesiones y cuáles dejará de lado por el momento? Parece poco probable que el DSA tenga alguna influencia en estas decisiones ya que su campaña fue planeada en gran medida y dirigida por Justice Democrats y Brand New Congress. Además, el DSA carece de una estructura para supervisar y guiar a los candidatos que respalda y por los que hace campaña. Por lo tanto, las esperanzas de éxito de Ocasio una vez que sea elegida dependen completamente de confiar en ella, como individuo, para poder navegar por las presiones extremas inherentes a ocupar (y mantener) un cargo en el Congreso de los Estados Unidos.
Seis años después, estas palabras parecen proféticas. De hecho, hasta el DSA ha tenido que admitir que se acabó la farsa. A principios de este año, retiraron su apoyo (años después de que ella ya se había negado a oponerse a la financiación de Iron Dome y se había distanciado del DSA) por su postura sobre Palestina. Cualquier plan que dependa de trabajar dentro del Partido Demócrata subestima gravemente el poder y los intereses del partido y la debilidad comparativa de las organizaciones de izquierda. También confunde cuál es el objetivo final de quienes nos reivindicamos de izquierda, ya que reduce nuestra perspectiva de lograr la liberación real de la clase trabajadora y los oprimidos a simplemente asegurar migajas de reformas en el aquí y ahora, y ni siquiera hace un buen trabajo en cuanto a lograrlas. Como otro ejemplo del fracaso de esta estrategia, podemos mirar la campaña para hacer de India Walton la alcaldesa de Buffalo, Nueva York. El DSA reunió sus fuerzas y logró que Walton obtuviera la nominación demócrata para gobernadora. Pero el establishment del partido se negó a apoyarla y fue derrotada por su oponente en la nominación demócrata, que llevó a cabo una campaña de propaganda anticomunista. Se pueden ver más ejemplos de esto en el accionar del grupo de acción sionista en el Congreso (AIPAC) que presionó por las derrotas de Jamaal Bowman y Cori Bush. El Partido Demócrata y sus aliados harán que sus elegidos se sometan a sus políticas o sean expulsados de un puntapié si muestran incluso ligeras divergencias.
Esta es una estrategia perdedora, una que la izquierda no puede permitirse seguir intentando. En lugar de eso, necesitamos luchar para formar un partido propio, un partido de la clase trabajadora que luche explícitamente por el socialismo y contra la opresión. Con un partido así, podemos presentar a nuestros propios candidatos y exigirles que rindan cuentas ante nosotros en base a un programa por el socialismo que busque transformar todos los elementos de nuestras vidas, desde la economía hasta la cultura. Algunos pueden observar el experimento de AOC y concluir que siempre será así en ese terreno, abandonar por completo la política electoral. Pero las elecciones nos brindan una oportunidad invaluable de hablarle a una gran franja de las masas. Los socialistas pueden y deben presentarse a las elecciones, no como una forma de tomar el poder sino como un método para aumentar la conciencia de clase. Si los socialistas pueden ganar las elecciones, deben rendir cuentas al partido de la clase trabajadora que los llevó allí y luchar para mantenerlos independientes de todas las presiones que los demócratas ejercerán sobre ellos.
El papel que AOC y otros progresistas como Bernie Sanders están desempeñando en este momento es el mismo que desempeñaron bajo Biden: brindar cobertura de izquierda al establishment. El hecho de que estén dando cobertura a un candidato que está tratando de fortalecer la guerra contra los migrantes muestra el problema de divorciar la política interna de la política internacional. Por el contrario, los socialistas revolucionarios creemos que nuestra lucha tiene que ser internacional, para reconocer que los migrantes de América Latina son nuestros hermanos de clase y que debemos apoyarlos con la misma vehemencia con la que luchamos por la clase trabajadora nativa. El imperialismo es totalmente incompatible con una verdadera visión del socialismo y el internacionalismo.
La historia de AOC es trágica para la izquierda, pero gran parte de su tragedia es lo predecible que era. Incluso en 2018, pudimos ver que esto terminaría con AOC en el escenario de la Convención Nacional Demócrata mientras los manifestantes estaban afuera. Siempre iba a terminar con ella alineándose detrás de criminales de guerra imperialistas: después de todo, votó por el presupuesto militar de Trump. Algunos, como Kareem Elrefai, que escribe en The Nation, reconocen correctamente la traición de AOC, pero aún fomentan algunas ilusiones en una estrategia de militar "dentro y fuera" del Partido Demócrata. Muchos en las redes sociales están enojados por la traición de AOC. Pero debemos entender que la historia de AOC no es solo la historia de un político que cae ante las presiones dentro de un partido capitalista; es la historia de lo que el Partido Demócrata está hecho para hacer: cooptar a los radicales, desmantelar los movimientos en partes y usarlo todo para alimentar sus ambiciones capitalistas. Aquí es donde termina esta estrategia. Dejemos que el discurso de AOC sea su sentencia de muerte.
La presente es una traducción del artículo original publicado en inglés en el sitio Left Voice, parte de la Red Internacional La Izquierda Diario. |