Negociaciones cruzadas entre Milei, Macri y el peronismo en busca de una estabilidad imposible. Editorial de “El Círculo Rojo”, programa de La Izquierda Diario que se emite todos los jueves de 22 a 24 por Radio Con Vos 89,9.
El juego de negociaciones cruzadas que lleva adelante el Gobierno de Javier Milei por estas horas habla de la fragilidad política en la que se encuentra. Pasados nueve meses de Gobierno, no se ha logrado establecer un régimen político estable y pareciera que vivimos en una transición eterna.
¿Qué negociaciones? Bueno, por un lado, con Mauricio Macri que lidera a los parlamentarios del PRO que son esenciales frente a la debilidad espantosa que tiene LLA en el Congreso. Ya van como cuatro cenas que tuvieron Milei y Macri (hasta circulan memes sobre las milanesas que se comen y cómo les cayó a cada uno en función de los resultados políticos). Hasta ahora no se había llegado a ningún acuerdo que se presente como más o menos estable más allá de las treguas que se eventualmente se establecen. Y ¿qué discuten? Discuten poder. Macri se considera un accionista importante en esta empresa (sin su respaldo era difícil que Milei ganase) y quiere sus dividendos: puestos en el Gobierno, control de áreas estratégicas, pero sobre todo, es una paritaria hacia el armado de listas para las elecciones legislativas del año que viene.
Por otro lado, negocia con el peronismo y el kirchnerismo, los votos para la aprobación de los pliegos de Ariel Lijo y Manuel García Mansilla sus candidatos para la Corte Suprema ¿Qué incluyen estas negociaciones más o menos veladas? La posibilidad de ampliar la Corte para que el peronismo pueda colocar a algún juez o jueza afín.
¿Por qué es tan importante Lijo para el Gobierno cuando, en cierta medida, está quedando muy mal porque el juez recibe muchos cuestionamientos? Porque, como muchos gobiernos, pero especialmente los que se perciben débiles, necesitan una Corte adicta. Un poder en sintonía con sus políticas (esto lo dijeron abiertamente desde LLA) que pueda contrapesar la debilidad que tiene en otros poderes y que le sirva como herramienta para convalidar sus medidas ante posibles vetos políticos o sociales.
Ahora, tomemos un poco de distancia y veamos con quién está negociando o de quien depende Milei.
Por un lado, con Macri que tiene un liderazgo en el PRO, pero que representa una foto muy vieja porque hoy (sobre todo después de la experiencia de su Gobierno) es uno de los políticos con peor imagen en el país. Leía una encuesta que decía que el PRO en la provincia de Buenos Aires hoy sacaría un 9% de los votos. La Libertad Avanza prácticamente se apropió de la base social y electoral del PRO, pero sin embargo, sus propias limitaciones no le permiten “independizarse” o subordinar completamente a Macri. Porque, bueno, no puede controlar ni a su propia tropa (todas las semanas se conoce algún escándalo y alguna expulsión nueva). Porque fue una formación política que se armó a los tumbos y fue el producto de un vacío que dejó la crisis de representación más que un proyecto con “volumen político”.
Por otra vía está negociando con el peronismo e incluso con Cristina Kirchner, que está en una crisis profunda de liderazgo. A tal punto que, la expresidenta cada vez desciende más al barro de la política y sale a pelearse en persona con el senador Mayans (que venía de “bebotear” con Victoria Villarruel nada menos, unos días antes de que la actual vicepresidenta encabezara un acto negacionista). Entre las tantas frases que dijo en General Perdón hay una sobre el liderazgo y dice: "Si Dios bajara todos los días a la tierra a resolver el problema planteado entre los hombres ya le habríamos perdido el respeto y no hubiera faltado un tonto que quisiera reemplazarlo”. Hablaba de la distancia que venía mantener un líder si es que tiene autoridad. En el peronismo, a Cristina ya hay unos cuántos que le faltan el respeto y hasta quieren reemplazarla, cuestión que es relativamente nueva en el peronismo, después de la última experiencia del Gobierno de Alberto Fernández en la que tuvo mucha responsabilidad.
Entonces, Milei —para tratar de consolidar su Gobierno— tiene que ir a negociar con los viejos referentes de la “grieta” que a la vez están con un poder muy disminuido frente a la sociedad y dentro de sus coaliciones (una cosa es consecuencia de la otra). Esto habla de la fuerza táctica que puede sacar Milei de este escenario, pero también de ausencia de una potencia política más “genuina”, más propia.
¿Qué se puede sacar como conclusión de todo esto? Que si no fuera por los dadores voluntarios de gobernabilidad, es decir, por todos los que fueron en distintos momentos o de diferentes maneras al rescate de Milei (desde la CGT hasta los legisladores que le votaron la “Ley Bases” u otras), la realidad actual del Gobierno sería muy otra. Y estos colaboradores dicen basarse en el sentir y los tiempos o en lo que quiere la sociedad.
Sin embargo, un estudio de opinión que se publicará en estos días y que fue realizado por la consultora Tendencias, reveló algunos datos muy interesantes vinculados a las posiciones de la sociedad frente a determinados temas.
Por ejemplo, el rechazo a la visita de legisladores y legisladoras de La Libertad Avanza a militares genocidas concita un repudio mayoritario (más del 50%). También los tarifazos, obvio (63%).
Pero, además, como las elecciones están lejos, preguntaron qué se debe hacer mientras tanto: un 42% dice que hay que salir a la calle; y dentro de eso, un 18% opina que no hay que dejarla hasta conseguir las demandas o evitar que saquen derechos. Obvio, hay alrededor del 50% que dice que no, pero esa cantidad de personas en distintas formas de manifestación pueden hacer cambiar el escenario político.
Pero la indagación de Tendencias fue un poco más allá e hizo una pregunta “novedosa” sobre el capitalismo en general: un 38% opina que el capitalismo es bueno (porque desarrolla las capacidades personales o porque permite enriquecerse); un 33% cree que el capitalismo solo puede traer bienestar si hay un Estado que lo regule. Un 20% considera que hay que contraponer al capitalismo un sistema con alguna forma de planificación “desde abajo”.
¿A qué viene todo esto? A que el fundamento último que dan muchos de los que colaboran de una manera u otra con Milei (por acción u omisión) es que la sociedad votó esto o que nadie se quiere movilizar porque el presidente mantiene mucho respaldo, o —en la dimensión más ideológica— afirman que hay un “neoliberalismo popular” mayoritario que respalda esta salida.
Bueno, como diría los sociólogos: “es más complejo”. Quienes tienen por costumbre “ir en auxilio del vencedor” deberían buscarse otros argumentos, y quienes quieren enfrentar en serio este proyecto reaccionario tienen fundamentos materiales, políticos, y hasta ideológicos para dar esa batalla.