En estas líneas delineamos algunos de los ejes centrales del ciclo itinerante de charlas y talleres de Pan y Rosas por el Alto Valle, en facultades, terciarios y junto a estudiantes secundarias de Neuquén y Río Negro.
Junto a las militantes de Pan y Rosas en cada localidad, pusimos en debate los alcances y límites de las estrategias que los distintos feminismos llevaron adelante hasta ahora. Más de un centenar de compañeras fueron parte de los debates y siguen organizando nuevos encuentros en otros lugares de trabajo y estudio. El primero fue en la sede de Derecho y Ciencias Sociales de la ciudad de Fiske Menuco (Roca), el segundo en la Escuela Superior de Bellas Artes (Neuquén), el tercero en la Facultad de Humanidades y Trabajo Social (Neuquén), el cuarto en la Casa Marx de Neuquén para estudiantes de escuelas secundarias y el último tuvo lugar en la sede de Ciencias de la Educación y Psicología (Cipolletti).
Las denuncias por violencia de género contra el ex presidente Alberto Fernández que, incluso montadas sobre el morbo de las imágenes, rumores, videos y trascendidos del que hacen uso los medios de comunicación y las redes sociales develaron, simultáneamente, tres elementos: a) la hipocresía de la derecha recalcitrante, que pasó de negar la violencia de género a montarse sobre ella de forma oportunista; b) el doble discurso de los progresismos light, particularmente en boca del mismo que había sentenciado el fin del patriarcado y haber vuelto “mujeres”; c) pero también, y más importante, refrendó la potencia de un movimiento que no solo conquistó derechos por su lucha persistente, sino que también fortaleció a las mujeres y sembró otros valores: de lo que ya no se permite, de lo que ya no se acepta.
Los libertarios, el “progresismo” y la realidad
La misógina y la homofobia son bajo el gobierno de Milei una ideología de Estado, facílmente reconocible en las barbaridades que escuchamos decir a Adorni cada mañana, a los ideologos preferidos de Milei como Marquez, que señalan la homosexualidad como una “enfermedad” a partir de estadísticas y datos inventados, al propio Laje sentenciando la muerte del feminismo y negando la identidad de género, o al reciente nuevo Ministro de Culto ¡y Civilización!, el ex diputado Sotelo, uno de los asesores del ex presidente brasileño Jair Bolsonaro y fundador de la agrupación universitaria “La Julio Argentino… Roca”.que en la Patagonia, por razones obvias, no cae muy simpática…
Esta ideología tuvo y tiene consecuencias directas en el cierre de Ministerios (como de la Mujer), recortes presupuestarios (un 33% este año para las políticas de género), bajas de programas de asistencia a víctimas de violencia (como la discontinuidad del ACOMPAÑAR, el 50% de recorte en la línea nacional 144 y en el Plan ENIA de prevención de embarazo no intencional en adolescencia), entre otras de las medidas que afectan las condiciones materiales concretas de la vida de las mujeres como la asistencia estatal, la incautación de alimentos para los comedores barriales, los despidos de miles de contratadas en el estado, y la lista podría seguir. Pero también, la legitimación de crímenes aberrantes como el triple lesbicidio de Barracas, en la ciudad de Buenos Aires.
Sin embargo, lo más peligroso es la maniobra que monta el gobierno al tratar la violencia de género como un delito más entre otros, para despolitizar el contenido estructural y profundo de la violencia de género, que los feminismos supieron develar. Pero la realidad es innegable. En Argentina una mujer es asesinada cada 29 horas y según el Registro Nacional de Femicidios de la Justicia Argentina (que la Corte Suprema realiza desde el 2015), en el año 2023 hubo 245 femicidios y 5 transvesticidios. Pero en el Alto Valle señalamos, además, que Neuquén cuenta con la tasa más alta de femicidios del país por segundo año consecutivo. Una bronca que crece al ritmo de los dólares que producen las petroleras, e inversamente proporcional al que se destina en verdaderas medidas paliativas de la violencia de género.
Esta situación lejos está de embellecer a los gobiernos anteriores. No sólo por los hechos recientes de público conocimiento sino porque, durante su gobierno, Alberto Fernandez sostuvo una política dentro de los marcos del llamado por la feminista norteamericana Nancy Fraser, “neoliberalismo progresista”: se autoadjudicó la legalización del aborto, el reconocimiento de la identidad no binaria en los DNI y el cupo laboral trans, pero todo eso era acompañado por el desfinanciamiento de los programas y políticas públicas enunciadas, para pagar al FMI, lo que impedía incluso su cabal cumplimiento mientras las políticas de ajuste recayeron especialmente sobre las mujeres, como el recorte del IFE de la pandemia, las represiones como la de la toma de tierras en Guernica en la provincia de Buenos Aires, en la que la mayoría de las casas precarias montadas allí eran de mujeres jefas de hogar, muchas de ellas huyendo de la violencia de género, etc. Un discurso progresista montado sobre la degradación de las condiciones socioeconómicas de las grandes mayorías y usurpando la autoría de los derechos que conquistamos con la movilización persistente
Recuperar la lucha contra la opresión como toma de posición política
También debatimos que, como parte de recuperar las mejores tradiciones en la lucha del movimiento de mujeres, partimos de la experiencia de la década del 70. En esos años, el feminismo reivindicaba su lucha contra la opresión para señalar claramente la situación que vivian las mujeres en términos de desigualdad, discriminación y subordinación como problema estructural estrechamente ligado al capitalismo. La politización de la vida cotidiana ponía todo en cuestión: los mandatos de belleza, de maternidad, los sentidos comunes y prejuicios sobre las mujeres. Hablar de opresión implicaba una toma de posición política: terminar con cualquier discriminación y desigualdad, debía levantar la lucha por la emancipación de todas las opresiones y liberar al conjunto de la humanidad de las cadenas de la explotación.
Sin embargo, en la década del 80 y con el triunfo del neoliberalismo se produce un desplazamiento del concepto de opresión hacia el de violencia. Avanza lo que Catalina Trebisacce definió como “la traducción de las demandas a la lengua del derecho”. Esto permitió convertir esas reivindicaciones históricas en producción legislativa como meta principal. Así, decenas de leyes se sancionaron en las décadas siguientes, desplazando la lucha de las calles a los parlamentos
Demandas de reconocimiento y demandas de criminalización
Los cambios más importantes en materia de legislación se dieron alrededor de dos tensiones. Por un lado las demandas de reconocimiento y derechos civiles y, por el otro, su contracara, las demandas de criminalización y castigo.
Como señala Fraser, estos derechos civiles eran muy importantes y sentidos por décadas, pero estaban muy separadas del cuestionamiento de las estructuras profundas de la sociedad capitalista que había caracterizado la época anterior. Y así, estas cuestiones adquirieron una cualidad liberal que las separó de los cuestionamientos estructurales de la relación entre producción y reproducción.
Por su parte, Moira Pérez describe la punitividad como un sistema de creencias y prácticas basadas en la idea de que el castigo es un medio adecuado para la resolución de conflictos. El permanente desfinanciamiento de los programas de asistencia, la imposibilidad de acceder a verdaderas medidas paliativas y el rol de la justicia de clase y patriarcal alentaron procesos de criminalización. Criminalizar significa imputar el problema a individuos claramente identificables, con la consecuencia de que solo estos se volverán responsables. El contexto social, político y cultural en el cual el problema ocurre y es percibido, tiende a desaparecer en el trasfondo. Y el Estado capitalista patriarcal que es el encargado de aplicar el castigo, sale indemne de su responsabilidad de ser el garante de la reproducción y la legitimación de relaciones sociales desiguales, de la explotación y la opresión. Pero como bien dice la feminista negra, bell hooks “cuando dejamos de centrarnos en la posición simplista de “los hombres son el enemigo” nos vemos obligadas a analizar los sistemas de dominación y nuestro papel en su mantenimiento y perpetuación”.
Ni fin del patriarcado ni el patriarcado se va a caer
Si la opresión patriarcal se puede ir combatiendo mediante la traducción de las demandas a la lengua del derecho, codificándola y penalizando según el tipo todas las violencias posibles en las que se expresa el machismo, se crea la ilusión de que el patriarcado caerá. Y que eso puede pasar a partir de reformas sucesivas dentro del sistema capitalista patriarcal a través de leyes y de la aplicación del Código Penal contra todos y cada uno de los que lo transgredan. Cómo vimos, esto invisibiliza las causas profundamente estructurales de la violencia, fortaleciendo el aparato carcelario y punitivo del estado capitalista patriarcal y creando una ilusión completamente utópica.
Sin embargo, muchas compañeras confiaron en esta estrategia y se ilusionaron con el fin del patriarcado a partir de la sanción del aborto legal y algunos otros derechos que conquistamos con la movilización. Y eso las llevó a acompañar genuinamente proyectos políticos y referentes que con el tiempo demostraron estar muy lejos de esta perspectiva y hasta reivindican haberlos acompañado.
El feminismo socialista
El momento que más intercambio suscita entre las participantes comienza con la interpelación a ser nosotras las protagonistas de construir un proyecto político alternativo. ¿Es posible construir una relación de fuerzas favorable a la clase trabajadora en esta situación? Si las mujeres somos la mayoría de las asalariadas, amas de casa, precarizadas, ¿por qué no poner en pie un proyecto en el que tomemos las decisiones colectivamente sin depender de que otros elijan tal o cual dirigente para representarnos?
El feminismo socialista que reivindicamos parte de tomar la experiencia más avanzada de los momentos de la historia en los que las mujeres tomamos las riendas de nuestros propios destinos. No detenernos ante el horizonte que nos presentan como posible sino cuestionarlo todo de raíz y ser parte, junto con los trabajadores, de la pelea por una sociedad organizada a partir de la cooperación social.
En esa perspectiva, las necesidades prioritarias serán las de las mayorías y no para la ganancia de unos pocos a costa del trabajo del resto de la humanidad. Un proyecto que mientras construye la resistencia a este gobierno, para enfrentar cada uno de sus ataques, se proponga pelear y convencer a otras mujeres de la necesidad de poner en pie una sociedad que planifique la producción, tome las decisiones democráticamente según sus necesidades, y piense las herramientas que necesita para paliar problemas gravísimos de la actualidad como la destrucción del planeta, la opresión de las mujeres, de la diversidad, etc. En el camino de pelear por cada derecho que nos corresponde, como hacemos en las calles y desde las bancas del Frente de Izquierda con Myriam Bregman a la cabeza, apostar a la construcción de un cambio verdaderamente radical que construya una sociedad socialista.
Una invitación a ser parte de Pan y Rosas
La militancia revolucionaria que cada día refrendamos desde Pan y Rosas es el compromiso de cambiar la realidad de raíz y por eso, con estas charlas queremos invitarlas a no sucumbir a la estrategia del “mal menor” que sigue bajando las expectativas con las que vivimos. La resignación, la impotencia y la desmoralización, no serán asociados a nuestro nombre. Hoy tenemos el desafío, y también la obligación, de pelear por una perspectiva que junte fuerzas y organice una resistencia militante contra el gobierno de Milei, convocando a más compañeras a sumarse a este camino.
Una frase final termina el grupo de filminas que recorre la charla. Es una frase de la feminista socialista norteamericana, Louise Kneeland que en el 1914 planteo «El socialista que no es feminista carece de amplitud. Quien es feminista y no es socialista carece de estrategia.» Que esta sea una invitación a reflexionar el feminismo en clave estratégica, que es para nosotras, la militancia por la que vale la pena vivir. porque es necesario construir una fuerza política de la clase trabajadora, independiente del Estado capitalista y los partidos que representan los intereses de los explotadores y las feministas no podemos ser ajenas a esa tarea si queremos que alguna vez, toda la humanidad conquiste su derecho al pan y también a las rosas.