Gracias a parte de la “casta” Milei sostuvo el veto a un magro aumento a los jubilados, pero paga un costo muy alto. Editorial de “El Círculo Rojo”, programa de La Izquierda Diario que se emite todos los jueves de 22 a 24 por Radio Con Vos 89,9.
"Nosotros dimos el primer paso, pero si el sector privado no da el segundo, esto se cae". Estas palabras las pronunció un hombre que se llama José Rolandi en un evento con empresarios, a propósito de los 110 años de existencia de la empresa Shell. Rolandi es vicejefe de Gabinete del Gobierno de Javier Milei, es decir, el segundo de Guillermo Francos (que es el Jefe de Gabinete).
Este hombre se sumó a un coro que viene repitiendo (o rogando) por lo mismo en distintos escenarios en los que se reúne un público empresario: el ministro de Economía, Luis “Toto” Caputo; el secretario de Finanzas, Pablo Quirno o el presidente del BCRA, Santiago Bausili, todos hicieron reclamos similares en otros eventos parecidos a este. Les hablan con el corazón a los dueños del país: “tienen que animarse”; “dependemos de que ustedes vayan para adelante” y cosas así. Hasta ahora, como era previsible, la mayoría respondió con el bolsillo.
¿Por qué? Porque hasta ahora, tanto nacional como internacionalmente, los empresarios y el establishment en general son muy contundentes “vocalmente” a la hora de respaldar el rumbo del Gobierno, pero ese apoyo no se hace efectivo en lo que más necesitan tanto Milei como Caputo: dinero contante y sonante. Dólares.
¿Y por qué no ponen la guita? Porque les parece bien el rumbo, pero no están seguros de que el proyecto libertariano logre reunir las condiciones políticas, no para hacer un ajuste rápido o para votar proyectos que lo favorezcan aprovechando el envión electoral o la sumisión de la casta, sino para que ese ajuste y ese rumbo se transformen en consistentes y duraderos.
Observar qué hacen los empresarios o los bancos con la suya es un buen ángulo para evaluar la consistencia política del Gobierno.
En su momento a Mauricio Macri, después de que aprobó la reforma previsional, pero con un alto costo político, los financiadores le soltaron la mano y se desató la eterna crisis de 2018 que hundió al su Gobierno pese a que, incluso, había ganado las elecciones legislativas de 2017.
Las situaciones son diferentes —aquel Gobierno llevaba dos años, éste nueve meses; aquellas jornadas contra la reforma previsional fueron más potentes que las de ahora; la crisis era otra, etc. —, pero si a Macri en su momento le dejaron de creer, con Milei no se terminan de convencer. Sobre todo, en términos materiales, es decir, para jugarse a poner su plata. Mercado Libre del locuaz Marcos Galperín anunció (con Milei presente) que invertirá 75 millones de dólares en Argentina y de deshizo en elogios hacia el presidente libertariano, pero la misma empresa informó que durante 2024 invertirá 2,450 millones de dólares en México, cifra récord para ese, mientras que en Brasil, Mercado Livre invertirá 4500 millones de dólares también en 2024, la mayor cifra en la historia de la empresa. Mercado es Libre, pero no tan libertariano.
Y tienen razón desde su lógica. Porque, más allá del agite furioso de las redes sociales, del optimismo triunfalista de Milei y sus trolls (Milei tiene comportamientos de troll) los resultados concretos dicen otra cosa.
En términos económicos, ayer se encendió una luz de alarma peligrosa para el Gobierno porque el Indec difundió el dato de inflación de agosto que fue 4,2% y resultó más alta a lo esperado. La inflación “núcleo” (sin los precios regulados ni estacionalizados) fue del 4,1%. De mínima, es un amesetamiento de la inflación en una zona alta para los parámetros promedio y que pone en cuestión el único dato hasta ahora “exitoso” del Gobierno: la desinflación. Una cifra alcanzada a través de una recesión profunda que está generando consecuencias sociales en términos de pobreza y desempleo que ya empiezan a ser parte de la preocupación de la mayoría de las personas.
Con este cuadro de conjunto hay que evaluar los acontecimientos de ayer con el tratamiento del veto a la fórmula de los haberes juibilatorios que, en términos del tacticismo hardcore en el que se mueve el Gobierno, podrían ser calificados como un triunfo político. En términos más estratégicos, tiene un alto costo.
En primer lugar, por una cuestión bastante de sentido común: el veto a un mísero aumento de $15.000 en los haberes jubilatorios no puede ser “popular” de ninguna manera. Esto ya lo reflejaban las encuestas, pero además es bastante lógico. Mucho menos si va combinado con una represión salvaje a los adultos mayores e imágenes como la que vimos ayer.
En este sentido —y en varios otros— es diferente a la Ley Bases. En principio porque pasó un tiempo de experiencia con el Gobierno, pero además, el mamotreto de la Ley Bases (si bien contiene normativas muy perjudiciales si se aplican) era una abstracción para quienes no están tan politizados, es decir, para la mayoría en coyunturas como esta.
Esto es diferente y más concreto: un presidente con el apoyo de un grupo de “ratas” como él mismo llamó a los habitantes del Congreso vetó una ley que aumentaba unos miserables pesos a los jubilados y jubiladas. No hay mucho discurso con lo que encubrir esta barbaridad. Es un robo a los jubilados. Fin.
Pero, además, porque esto se logra justamente con una especie de “co-gobierno” con la casta o con fracciones de la casta. Es decir, borrando con el codo lo que escribió encendidamente con la mano de durante la campaña electoral.
Todo este cuadro que muestra un Gobierno empantanado, que tiene la obligación de empezar a mostrar su verdadero rostro, que se nota en el bolsillo y en el cuerpo el resultado de sus políticas, sería muy distinto sin el salvajate de las fuerzas políticas y sindicales tradicionales. Porque es verdad que estuvieron los radicales vendidos para lograr que no se pudiera voltear el veto ayer, pero también hubo responsables en el peronismo. Germán Martínez, el jefe de la bancada de Unión por la Patria en Diputados se preguntó “qué hubiera ocurrido” si votaban contra el veto “todos los que fueron elegidos en la lista de la UxP”.
Y en este juego de apoyos explícitos o implícitos entra la CGT y los sindicatos que fueron a Congreso y se retiraron antes de llegar, los que no convocan a un paro para preparar una lucha masiva y seria.
En un sentido, a los 9 meses, esto recién empieza y no hay que confundir la narración del Gobierno sobre sí mismo con su realidad que es mucho más precaria de lo que parece.