Lo primero que llama la atención es que, justamente, en el gremio del Lobo Vandor, Rucci y Lorenzo Miguel, emblemas de la Triple A y el matonaje sindical, se exhiba una gigantografía de Agustín Tosco, quien fuera perseguido por las bandas de la ultraderecha peronista y la burocracia sindical. Tal acontecimiento, aunque tan solo sea en el plano cultural, abre al interrogante de si la burocracia sindical ha cambiado de paradigma, o simplemente se quiere apropiar de la figura del dirigente cordobés para neutralizar las críticas por izquierda a su conducción del movimiento obrero.
Frente al gobierno de Javier Milei, la burocracia sindical, y el peronismo más en general, han mostrado una postración y pasividad, que roza con el colaboracionismo, casi completo.
Por otro lado, el experimento ultraderechista, en sus sueños refundacionales, tiene puntos de contacto formal con las pretensiones, también refundacionales, de la dictadura de la Revolución Argentina y el general Juan Carlos Onganía, y vuelve a traer al presente los debates setentistas. De allí se pueden extraer aprendizajes de cómo luchar contra un gobierno represivo y ultrareaccionario y cómo enfrentar las trampas para desviar las fuerzas del pueblo trabajador sublevados.
Recordemos que dicha dictadura fue quebrada por la semi-insurrección obrera y popular del Cordobazo de mayo de 1969 y los posteriores levantamientos y radicalización política y social, que obligaron al fin de la proscripción del peronismo y su retorno al poder en mayo de 1973.
Quien esto escribe no es crítico teatral y no se atrevería a juzgar la calidad artística de la producción. Solo cabe señalar que la producción, su puesta y el recurso de archivo visual está muy bien lograda y cuenta con grandes actuaciones de Vena y Core que componen con solvencia a ambos dirigentes y son muy bien acompañados por el resto del reparto.
La obra es una recreación del debate, contextualizado por los comentarios de quienes ofician de camarógrafos del programa televisivo.
El 13 de febrero de 1973, en el viejo canal 11 (hoy TELEFE), en el programa Las dos campanas conducido por Gerardo Sofovich se produce un debate entre el dirigente de Luz y Fuerza de Córdoba, Agustín Tosco, y el entonces secretario general de la CGT, José Ignacio Rucci (que se puede ver acá)
El debate se produce un mes antes de las elecciones pactadas entre Perón y el general Alejandro Lanusse para desviar el proceso de insurgencia obrera y popular iniciado en 1969, que van a consagrar la fórmula del FreJuLi de Héctor Campora-Vicente Solano Lima.
La importancia del debate radica en que fue un contrapunto público entre dos referentes del movimiento obrero que expresaban su disputa interna. Por un lado, el Gringo Tosco, que daba voz al surgimiento de una izquierda sindical y nuevas instituciones de democracia obrera al calor de las tendencias insurgentes del Cordobazo. Por el otro lado, Rucci, que era el representante de una burocracia sindical que venía de apoyar a la dictadura de Juan Carlos Ongania y se reunificaba bajo órdenes directas de Perón luego de la muerte de Augusto Timoteo Vandor en junio de 1969, con el objetivo de contener las tendencias a la radicalización y reconducir a la clase obrera tras la salida electoral negociada con el gobierno militar.
En la obra, la historia es presentada de forma tal donde lo que se enfrentan son dos formas de ver al movimiento obrero que, mediante el diálogo se pueden conciliar. El tema es que se pierde que uno representaba las tendencias insurgentes que no eran controladas por el peronismo y el otro a una fuerza profundamente conservadora completamente subordinada a Perón y la conciliación de clases, que había jugado un rol secundario, e incluso apoyado en un principio, en la lucha contra la dictadura. Mientras que el Gringo Tosco cuestiona el verticalismo burocrático al afirmar que: “Nosotros conceptuamos al movimiento obrero como una práctica eminentemente democrática, como una democracia que surge de las bases. Sostenemos que todo compañero que es representante de una organización obrera debe mirar más hacia las bases que hacia la cúspide. Más hacia el contenido de lo que reclaman los trabajadores, los sectores populares, que a las formalidades”. El líder de la burocracia sindical peronista sostenía por el contrario que: “La CGT, tiene que regir su cometido a través de cartas orgánicas que son legisladas precisamente por los representantes de los trabajadores. En consecuencia, esa expresión, que puede causar mucho efecto, de consulta a las bases, es una expresión que no cabe dentro de un movimiento sindicalmente organizado porque la CGT tiene secretario, un Consejo Directivo y un Comité Central Confederal”.
No hay conciliación posible porque el ahogo de la democracia sindical es la condición para regimentar a los trabajadores y poner sus organizaciones al servicio del Estado patronal, actuando la burocracia como una policía interna del movimiento obrero. La posición de Rucci es la que impera aun en los sindicatos a manos de la burocracia, proscribiendo toda oposición y negociando a espaldas de los trabajadores.
En el relato de la obra, ambos dirigentes cumplieron la tarea de luchar, de diferente manera, por los intereses del movimiento obrero. Mientras en Tosco se reivindica la combatividad, en Rucci se subraya su papel como alguien que busca empoderar al movimiento sindical. La figura de Rucci es presentada como una suerte de prototipo de la lealtad a Perón y de la real politik, donde solo importa aquello que sirva al objetivo del peronismo de volver al poder, como una dirección posible del pueblo. Tosco, por su parte, aparece como si la izquierda fuera ajena al proceso político de los trabajadores por su ajenidad del peronismo.
Ciertamente la perspectiva de Tosco y el sindicalismo de liberación, que pregonaban la necesidad de un frente común con la burguesía nacional contra el imperialismo, buscaba conciliar con el peronismo de izquierda para luchar por esa política. El mismo Tosco lo define en el debate: “Donde hay un asalariado y hay un capitalista, hay explotados y explotadores. Lo que no quiere decir que, en el proceso de liberación nacional y social, no haya etapas que debemos cubrir en alianza con aquellos sectores de la pequeña y la mediana burguesía que estén dispuestos a enfrentar esa penetración imperialista”. Este es el fundamento por el cual se negó a enfrentar a un Perón y a un Héctor Cámpora que representaban una política de desvío de las fuerzas insurgentes del Cordobazo. Tosco cuestionaba el modelo sindical peronista, pero creía que era posible replicar por izquierda la alianza de conciliación de clases que el peronismo pregonaba desde el FreJuLi, lo que se expresó en el apoyo abierto del Gringo a la candidatura de Atilio López, junto a Ricardo Obregón Cano en la Córdoba insurgente, lo llevo a no enfrentar una trampa política que va a tener por objetivo un salvataje in extremis del país burgués, reprimiendo las tendencias radicalizadas de los trabajadores y la juventud.
Rucci y la burocracia sindical peronista, eran claves para combatir la insurgencia fabril y para reconducir a los trabajadores con el Pacto Social al camino de la disciplina laboral. Cuando Rucci en el debate sostenía que, el peronismo “No plantea la lucha de clases. Bien lo ha dicho el general Perón cuando estuvo acá. Esta no es una cuestión de partidos políticos, sino que ésta es una cuestión programática nacional en la cual tienen participación todos los que estén dentro de esta filosofía”, está adelantando que la van a impedir a toda costa. El “ni yanquis, ni marxistas” y las apelaciones contra la “infiltración” y “el sucio trapo rojo”, son un grito de guerra contra una lucha de clases que abría camino a las tendencias a la democracia obrera y el avance de posiciones clasistas, que amenazaban a la propia burocracia y la dirección del peronismo en el movimiento obrero.
En este sentido, el drama del choque entre el símbolo de la Córdoba insurgente y el de la burocracia que apelo a métodos contrarrevolucionarios, es cercenado. La burocracia sindical que encabezaba Rucci, fue la garante del Pacto Social suscripto en 1973 por la CGT, la CGE y el gobierno peronista, que establecía un congelamiento de los precios y salarios. El acuerdo suspendía por dos años las discusiones de paritarias. El complemento del acuerdo era la ley de Asociaciones Profesionales, que reforzaba el poder de la burocracia sindical y una legislación represiva que prohibía expresamente las huelgas y perseguía a la militancia de izquierda. Esta política se complementó con la represión paraestatal de la Triple A. La respuesta obrera al Pacto Social se expresó en multitud de huelgas salvajes y rebeliones anti-burocráticas que enfrentaron las restricciones del Pacto Social, la legislación represiva y a las bandas armadas de la burocracia sindical. En el relato de la obra se cuenta la persecución a la que la Triple A sometió a Tosco. Sin embargo, el papel de Rucci, y de Perón, promoviendo la Triple A, sus matones fascistas de la CNU, su papel en la masacre de Ezeiza, es llamativamente omitido. Es más, Rucci va a intervenir la CGT Córdoba, por ese entonces la más combativa el país, asaltando la sede de la central, el local de Luz y Fuerza y del SMATA a punta de pistola.
La obra cuadra con un revisionismo del cual algunos sectores del el kirchnerismo no han sido ajenos, reivindicando a Rucci como un dirigente injustamente repudiado. Un reivindicación póstuma de los “dirigentes sabios y prudentes”, que reivindicaba Perón contra los jóvenes “imberbes y estúpidos”. Esta posición intenta la impostura de conciliar la burocracia criminal y la democracia de los trabajadores. La burocracia de los Rucci, los Lorenzo Miguel y los Casildo Herreras, que llevaron a cabo un baño de sangre contra la vanguardia militante de la clase obrera y la juventud y fueron responsables de la peor derrota histórica de la clase obrera argentina. La democracia obrera que germino con el Cordobazo dando origen al SITRAC-SITRAM, Luz y Fuerza y el SMATA Córdoba, la UOM Villa Constitución y las coordinadoras interfabriles de junio y julio de 1975, dio origen a grandes epopeyas proletarias y mostró las potencialidades revolucionarias de la autoorganización, a la vez que la necesidad de la independencia política de la clase trabajadora para vencer al imperialismo y la burguesía.
El debate setentista vuelve una y otra vez cuando se abre una crisis nacional como la que se atraviesa bajo el gobierno de Milei, Macri y Bullrich. Las causas del presente encuentran gran parte de respuesta en los efectos del pasado. El ajuste de Milei ha atacado con saña la producción cultural y es de su seno donde se retoma el debate. La puesta teatral de debate entre Tosco y Rucci, nos lleva a preguntarnos sobre los horizontes, las luchas y las pasiones setentistas. Ahí reside su fuerza. |