El procesamiento de datos de Alphabet de Google, Meta, Apple, Amazon y OpenAI genera niveles enormes de gases de efecto invernadero y consume mucha agua. Google admite un aumento del 50% en sus emisiones por esto, pero sería seis veces más. Los espejitos de colores del mileismo, otra expresión de la avanzada extractivista.
Hace unos meses Google admitió que sus emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI), grandes responsables del calentamiento global, habían trepado en un 48 % más en los últimos cinco años debido a la utilización de procesamiento de datos que utiliza sus sistemas de inteligencia artificial. Asimismo, la empresa señaló en su informe ambiental anual que en 2023 sus emisiones habían crecido un 13% anual, llegando a 14.3 millones de toneladas de dióxido de carbono (CO2).
Según la Agencia Internacional de Energía, en 2022 el consumo de los centros de datos ascendía a entre el 1% y el 1,5% de la energía eléctrica global, pero también pronostica que el consumo total de electricidad de los centros de datos de IA podría duplicarse en 2026 respecto a los niveles de 2022 hasta alcanzar los 1.000 TWh (teravatios hora), aproximadamente el nivel de demanda eléctrica de Japón. Por su parte, la firma de investigación SemiAnalysis señaló en un informe de marzo/2024 que esto implicaría que los centros de datos utilicen el 4,5% de la generación energética mundial en 2030.
Pero esto no es todo, ya que una investigación publicada este domingo por el mismo diario británico afirma que las emisiones de los gigantes de la IA (Google, Apple, Amazon, Microsoft, Meta) son en realidad mucho mayores: 662% mayores, o 7.62 veces más que las declaradas.
Es que los datos oficiales de las compañías provienen de una “contabilidad creativa” basada en los “créditos de energía renovable” que compran para justificar que su consumo es “sustentable”, un consumo basado en el mercado, que no es necesariamente la energía que consumen realmente. La misma lógica que los “mercados de carbono”, la gran promesa del capitalismo verde para solucionar la crisis climática. Pero cuando vamos a los datos reales de consumo eléctrico en los centros de procesamiento las cifras escalan: 5,6 veces más para Amazon; 2,7 para Google; 21 para Microsoft; 3,1 para Meta; 402 para Apple. Incluso, todas contratan una porción de procesamiento a terceros, sobre los que los datos son aún más opacos.
La IA consume mucha más energía que las aplicaciones típicas basadas en la nube. Por ejemplo, Goldman Sachs calculó que una consulta de ChatGPT necesita casi 10 veces más electricidad para procesarse que una búsqueda en Google, y que la demanda de energía de los centros de datos va a crecer un 160% para 2030. Morgan Stanley, en el mismo sentido, proyecta que las emisiones de los centros de datos a nivel mundial van a acumular 2.500 millones de toneladas métricas de CO2 equivalente para 2030, lo que equivale a más de lo acumulado por Rusia, el cuarto país emisor, hasta 2022).
El agua es otro insumo intensivo problemático de los servidores de iA: se usa para enfriarlos y, solo por poner un ejemplo, un estudio estima que la IA podría representar hasta 6.600 millones de metros cúbicos de uso de agua para 2027, más del doble del consumo de un país como Dinamarca y casi dos tercios del consumo anual de Inglaterra. Recientemente circuló otro dato ilustrativo en este sentido, proveniente del mismo estudio: medio litro de agua se consume en una sesión de GPT, que utiliza entre 10 y 50 consultas.
Antes de seguir, aclaremos algo: no se trata del uso individual que podamos hacer de chatGPT o cualquier herramienta que ofrecen estas plataformas, sino de los usos generales a los cuales las destinan estas empresas (de los cuales el uso individual que podamos hacer es solo una porción ínfima, siendo las principales la organización de la producción para explotar trabajo no pago, aumento en la circulación de bienes y servicios, publicidad individualizada, marketing, etc.). Al igual que con el concepto de "huella de carbono" (creado por British Petroleum para individualizar las responsabilidades capitalistas sobre las emisiones de GEI), en este caso se trata de un problema estructural del modo de producción capitalista.
Inteligencia Artificial: rebranding para un extractivismo recargado
En Argentina, algunos sectores ligados o entusiasmados al gobierno de Milei han planteado como una gran oportunidad para el país recibir las inversiones de los gigantes del procesamiento de datos en las provincias de la patagonia, ofreciendo electricidad barata para los centros de datos mediante la utilización del gas metano proveniente del fracking de Vaca Muerta. Incluso llegan a plantearlo como un proyecto ambientalmente “sostenible”. Tal es el caso del divulgador del mundo cripto Santiago Siri y del jefe de Gabinete del Consejo de Asesores del Milei, el físico y economista Demian Reidel.
En diálogo con TN, exaltando las reuniones de Milei con los dueños de OpenAI (Sam Altman), Meta (a Mark Zuckerberg), Apple (Tim Cook), Santiago Siri planteó recientemente que “Internet implica hoy el 1,5% de la energía mundial, y se estima que en los próximos 10 años va a crecer al 10 %, por la inteligencia artificial. Esto requiere de muchísimos data centers e infraestructura, que si está en regiones frías como nuestra patagonia y lugares donde se puede generar energía sostenible [sic.] como el gas de venteo en Vaca Muerta, puede generar, por ejemplo, minas de bitcoins que generan emisiones negativas [sic.]. Argentina tiene la segunda mina de bitcoins más grande del mundo, que reduce emisiones [sic.!] [...] hay diez containers minando bitcoins, quitando metano del aire, del fracking que se genera en Vaca Muerta”. Siri incluso llega a decir “lo más interesante de todo eso es la cuestión ambiental”.
acá está sintetizado lo que pienso para la argentina 🇦🇷
esta entrevista pegó fuerte. menos mal que me acordé de saludar a mi vieja al final. pic.twitter.com/S8whRc3vZ1
Sobre el mismo tema, Demian Reidel, formado en la universidad pública devenido financista millonario y asesor de Milei (sí, el mismo que dijo que venía a solucionar el problema del a inflación con Macri y Sturzenegger), en diálogo con Roberto García, interpretó su parte: luego de empezar por admitir que la "revolución de la IA" todavía no existe, y que recién “cuando pasemos de inteligencia artificial a la inteligencia artificial general, va a ser una revolución, la inteligencia artificial va a revolucionar todas las tareas”, afirmó que “se alinearon los planetas para que tengamos la oportunidad de convertir a la Argentina”. Y sigue: “En Europa todo el desarrollo de IA está frenado por regulación [...] nosotros les ofrecemos un lugar donde les damos, con el RIGI, seguridad de que no les vamos a expropiar las cosas, además tenemos baja regulación y que creemos que la libre empresa y la libertad en general sean los nuevos valores de esta república”. “Y –en el mismo sentido que Siri– tenemos lugares de clima frío, grandes extensiones de tierra y acceso a la energía para los centros de datos [...] Y esto es Argentina como productor [Sic.], queremos que además de la gente usarlo, que vengan a invertir”.
¿Hay algo de cierto en estos planteos? Sí, que los centros de procesamiento de datos consumen cantidades colosales de energía y que la “inteligencia artificial”, la supuesta Inteligencia Artificial General [IAG], todavía no es tal sino una mera posibilidad incierta. Y que en Argentina ya se usan combustibles fósiles y agua "baratos" de forma extractivista para algo tan socialmente útil como el... minado de bitcoins: hay centros de datos en Córdoba, Neuquén y Tierra del Fuego. El resto es una combinación de negacionismo climático, capitalismo verde y fantasías anarcocapitalistas for dummies. Veamos:
Es absolutamente falso que sea sostenible usar el gas metano de vaca muerta para minar bitcoins o abastecer centro de datos. Es más, es falso que sea sostenible usar metano de vaca muerta. Punto. Ni siquiera es sostenible extraer el gas de Vaca Muerta y menos por fracking. Se trata de un gas de efecto invernadero y estamos en 426 partículas por millón de concentración (Nasa, julio 2024), siendo 350 ppm el punto a partir del cual comienza el efecto invernadero). La temperatura promedio está 1.23° C arriba de la de comienzo de la era industrial, con las catastróficas consecuencias a la vista (incluidas en Argentina sequías históricas, incendios, lluvias y tormentas destructivas, desertificación, etc.). Hay que bajar las emisiones absolutas, y hay que hacerlo urgentemente, no hay otra opción si no queremos vivir en un planeta incendiado literalmente. No hay combustible fósil “puente”. Si se quema metano, también genera emisiones. Es necesario desfosilizar la matriz energética, no profundizarla. Es más, con el RIGI, estas empresas que como vimos son intensivas en el uso del agua, tendrían prioridad en el uso de este recurso mientras la mayoría del país se encuentra en emergencia hídrica.
El concepto de “emisiones negativas” o la mina que “reduce emisiones” que plantea Siri es el mismo tipo de artilugio de “contabilidad creativa” que usan los gigantes de la IA y el capitalismo verde de los “mercados de carbono”: fraudes contables que suponen que la mano invisible del mercado puede regular las emisiones de forma racional. Todo lo contrario, como demuestra Adrienne Buller al detalle en su libro The value of a Whale, estos mecanismos solo sirven para el greenwashing de las compañías, para seguir consumiendo combustible fósil y para generar nuevos desastres ambientales, como las plantaciones artificiales de pinos o eucaliptos sobre bosques nativos deforestados, presentados como “emisiones negativas” (vender un bono de un bosque de eucaliptos suponiendo lo que emitiría si se incendiara, para que una petrolera pueda vender esa cantidad de emisiones, por ejemplo; o, en este caso, en lugar de abogar por terminar con el fracking, calcular que en vez de metano se emite dióxido de carbono para que de “negativo”). No por nada, el negacionismo climático de Milei le permitió incluir en la Ley Bases todo un capítulo para que el estado regule los “mercados de carbono”.
Y no. Más que de emisiones de GEI, desastre ambientales y endeudamiento, a pesar de las fantasías de Reidel Argentina no se puede transformar en “productor” de nada con las inversiones de Google, Meta, Apple u OpenAI que busca el RIGI. Uno de sus negocios principales es justamente la apropiación de datos de los usuarios. Además de Europa (cuya regulación ya es fuertemente criticada, por ejemplo, por discriminar a inmigrantes [1]), incluso en Estados Unidos estas compañías enfrentan investigaciones y regulaciones por su monopolio de la información: en agosto un juez de ese país condenó la prácticas monopólicas de Google y Apple en IA. Y, como vimos, el acceso extractivista a la energía está en el corazón de su plan de negocios. En otras palabras, el planteo de Raidel no significa más que profundizar el extractivismo energético, en el país –o sea el atraso y la dependencia–, para proporcionar a estos monopolios recursos baratos para seguir expoliando y vigilando al mundo y al país “libremente”.
Resumiento, se trata de las mismas falsas promesas a las que nos tiene acostumbrado el extractivismo, esta vez ligado a la así llamada inteligencia artificial.
Un capítulo más de la contradicción entre la salud del capitalismo y la del planeta
Volviendo al plano más global, la relación entre calentamiento global e inteligencia artificial abre otro ángulo preocupante para la salud del planeta y quienes lo habitamos. Es que la inteligencia artificial –en rigor un procesamiento de información ultra potente, “deep learning” (aprendizaje profundo) o “machine learning” (aprendizaje maquínico), que algunos analistas denominan “inteligencia artificial estrecha” [2] muy lejos todavía de emular la inteligencia humana, lo que supuestamente se lograría con la Inteligencia Artificial General– es una de las vías por las que el capitalismo viene intentando recomponer su salud a partir de la crisis de 2008 de diferentes maneras (permitiendo explotar trabajo más barato alrededor del planeta, acortando los tiempos de circulación de las mercancías o aumentando las ventas, por ejemplo). Por lo que, efectivamente, es esperable que su utilización por parte del capital concentrado se profundice. En otras palabras, se trata de otra expresión más de cómo un instrumento tecnológico que podría beneficiar a la humanidad y el planeta –ayudando a planificar democrática desde abajo de una producción comunista que cuide al planeta y a las mayorías, por ejemplo– se convierte en su contrario, en un instrumento de vigilancia, explotación de la clase obrera y en un nuevo capítulo de la destrucción del planeta y las condiciones de vida de las mayorías.
Pero al mismo tiempo, un lado positivo posible de este panorama, es que con todos los ojos del mundo puestos en Argentina, el enfrentamiento a estos sueños húmedos extractivistas del capitalismo verde y la ultraderecha con su RIGI puede ser un ejemplo de lucha de clases a nivel mundial.