Lunes y como todas las mañanas arranco al cole, pensando cómo voy a hacer para terminar y entregar un TP en el profesorado, preparar las clases y estar frente al aula. Pienso en si será posible repartirme entre tantas tareas con un reloj que parece correr las horas más rápido que de costumbre. Pero como si eso no bastara antes de terminar la mañana se da aviso de una situación de conflicto en la escuela donde soy seño, dos estudiantes comentan que en su casa son violentados por su padrastro. Acto seguido los planes cambian. El equipo de orientación y los docentes afectados nos vemos en la obligación de ponernos a armar actas, llamar a la familia, velar por el bienestar de los pibes. Cuidarlos en las horas libres, ver que hayan comido y acompañarlos en una espera que parece nunca terminar.
La tarde pasa más lenta, pero se hace casi imposible terminar todo lo que me tenía propuesto antes de la salida de la 5, con un esfuerzo extra, logro hacer todo. Corro el colectivo para no llegar tan tarde al profesorado y pienso si esa mamá va a ser lo que debe hacer para resguardar a sus hijos, si va a tener la fortaleza. Recuerdo que hace poco leí que, según un informe emitido por la Corte Suprema de Justicia, 5391 niños, niñas y adolescentes fueron afectados por violencia doméstica en 2023. Claramente no es un hecho aislado lo que me sucedió en el cole, es reflejo de una realidad que cada vez se pone más dura. Las escuelas como un fiel reflejo de una sociedad que no da para más, tal y así como esta.
Llego al profesorado, luego de subir a un bondi, luego al tren y patear unas cuadras con la lengua afuera y no restan fuerzas para quedarme a una cursada hasta las 10 de la noche. Por lo que decido volver a casa. Otra cifra en mi cabeza, según un boletín emitido por el SUTEBA de aprobarse el presupuesto educativo para 2025 no sería obligatorio que se destine el 6% del PBI a educación, por lo que no solo las facultades, sino toda la educación, se vería afectada por el desfinanciamiento. El fondo nacional para la educación técnico profesional del que dependen los Institutos de formación docente recibirían solo un 0,2%.
Camino a la estación me encuentro con dos chicas y una tercera llorando desconsoladamente. Una de ellas me dice “logramos sacarla de las vías del tren, no sabemos que hacer”. Acto seguido siento el compromiso de sentarme junto a ella para poder charlar, entender el porqué de su angustia. Vuelvo a pensar en cifras, según un informe de UNICEF más de 16 millones de niños, niñas y adolescentes en américa latina y el caribe son afectados por ansiedad, angustia y depresión, cada día más de 10 adolescentes mueren por suicidio en la región. Me digo a mi misma “sería tan importante que en vez de cerrar hospitales de salud mental como el licenciada Laura Bonaparte se abra uno en cada ciudad para que trabaje de manera articulada con el barrio y las escuelas”. A (con quien me encontraba ahora sentada frente a las vías) entre las pocas cosas de las que pudimos charlar me contó que tiene 15 años y el martes cumpliría los 16, que hace dos años no va a la escuela, que se lastima desde que tiene 12. No hay palabras para responder solo escuchar, llevar calma. Pasar el mal rato. Mientras estábamos ahí la única solución pareciera ser estigmatizarla por su acto desesperado, llegando al lugar una cantidad ridícula de efectivos policiales que poco y nada sabían de cómo actuar, salvo intentando amedrentar por la fuerza y las amenazas para que A cediera a subir al patrullero y ser trasladada a la guardia. En complicidad con las chicas que estábamos ahí le dijimos a A que era mejor que lo haga por su propia voluntad, que la íbamos a acompañar porque de la policía mucho no se puede esperar. Caminamos de la mano hasta la guardia. Estaba negada entrar, no quería otro cumpleaños encerrada. Mi tarea termina, llega su familia, le doy un gran abrazo y sigo camino a casa. Mientras camino pienso en la frase de Lisa Simpson “todo este maldito sistema está mal” y si, este sistema esta mal, el sistema capitalista. Imbuido en un clima de exitismo y ganancias exorbitantes de empresarios, que viven una vida de fantasía, mientras miles de jóvenes no encuentran salida a la crisis que viven y se ven envueltos en las peores cosas que deja la descomposición de este sistema.
Trato de no quedarme con ese panorama gris y pienso que mientras esa situación sucedía también los estudiantes comenzaban a tomar facultades contra la aprobación del desfinanciamiento educativo. La bronca como reguero de pólvora se esparce por cada facultad, por cada profesorado y surgen tomas, asambleas, ruidazos para decirle que sobre nosotros no pasaran. Que a pesar de que todo parezca oscuro y difícil hay quienes estamos dispuestos a dar pelea. A mostrar que otra realidad es posible. Una en la que la vida merezca ser vivida, donde las ganancias de unos pocos no esté sobre la educación, la salud, la vivienda y la vida misma. Por todos los adolescentes como A y los niños, como los del cole, seguimos en pie de lucha. Hoy que la bronca empieza a darle pelear a los planes de este gobierno no puedo dejar de pensar que el impulso para seguir nos lo da la inclaudicable pelea por la posibilidad de conquistar una sociedad nueva, transformando de raíz las miserias del capitalismo, construyendo desde las asambleas, la democracia de base, la lucha por el poder de quienes movemos el mundo todos los días por liberarnos de las cadenas de la explotación y opresión. Recuerdo ahora si una frase, una muy conocida del poeta Roque Dalton que me permiten ver las cosas desde otra perspectiva, el comunismo será, entre otras cosas, una aspirina del tamaño del sol. |