Pese a los mensajes retrógrados que intenta instalar el discurso oficial del Gobierno, ya no existe el “día de la raza”: te contamos cómo el fútbol también aportó a reconocer la diversidad cultural.
El 12 de octubre de cada año es una fecha que intenta visibilizar la diversidad cultural y dar cuenta del etnocidio que sufrieron la gran mayoría de los pueblos originarios de América y la lucha por sus derechos de las comunidades que se mantienen en todos los países del continente. El deporte en general y el fútbol en particular pueden funcionar como una herramienta que en el terreno de lo simbólico permite afirmar identidades, visibilizar problemáticas; es por eso que merecen rescatarse algunas experiencias deportivas en este sentido, empezando por una noticia reciente: la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF) avaló la organización de una primera Copa de los Pueblos Indígenas del Brasil, una iniciativa que -dicen- “busca valorar la cultura y las tradiciones de las etnias originarias”. Será un torneo en el que van a participar 2.400 futbolistas de 48 etnias indígenas de todas las regiones del Brasil, cada etnia representada por un equipo masculino y uno femenino. Sin embargo, no es la primera de estas características: el lugar pionero fue el fútbol chileno donde en 2012 se organizó una primera edición de un campeonato nacional de fútbol de pueblos originarios en el que participaron equipos representativos de las comunidades aymara, likan antai, pehuenche, wariache, mapuche y rapa nui. Tuvo la particularidad justamente de que el equipo campeón terminó siendo el rapa nui, el de habitantes originarios de la Isla de Pascua, que es un territorio chileno que no está en América sino en la Polinesia y es además uno de los pueblos que en mayor medida logra preservar su cultura originaria. En aquella ocasión, le ganaron la final al equipo mapuche por penales por 4 a 2, tras un empate 2-2 en los 90 minutos. Este campeonato tuvo tal repercusión que tuvo una continuidad, se sumaron equipos kollas, hulliches y quechuas, y se realizó hasta el año 2015.
Sobre la base de la buena repercusión que tuvieron estos torneos, la Conmebol (la federación sudamericana de fútbol) organizó un torneo oficial reconocido por FIFA, que fue la Copa Americana de Pueblos Indígenas que lamentablemente se jugó esa sola vez en 2015, en la ciudad chilena de Arica y que -a diferencia del otro formato- tenía seleccionados nacionales integrados por miembros de comunidades originarias, con lo cual era equipos más bien “transversales”. Jugaron 8 selecciones: Argentina (dirigida por el reconocido exarquero Esteban Pogany), Chile, Bolivia, Ecuador, Perú, México y los dos finalistas, el equipo que se consagró campeón de Paraguay y el subcampeón, Colombia. Tuvo algo de justicia poética que se haya consagrado el equipo guaraní: el periodista Gustavo Veiga en el diario Página 12 cuenta en una nota que los guaraníes practicaban algo parecido al fútbol llamado manga ñembosarái (literalmente “jugar a la pelota con los pies” en esa lengua, que es oficial del Paraguay desde 1992). En diversas culturas surgieron prácticas muy emparentadas con el fútbol moderno que se arrogan haber inventado los británicos: pareciera que divertirse pateando cosas con los pies es inherente al ser humano.
Pero aunque ese torneo nunca se repitió hasta el momento, no pasó desapercibido. No solamente porque ayudó a visibilizar la lucha de los pueblos originarios en Latinoamérica sino también porque en aquella Copa Americana de pueblos Indígenas apareció quien hoy es una figura rutilante del fútbol mundial: nada menos que Luis Lucho Díaz, ídolo de la selección colombiana y del Liverpool. Lucho Díaz creció en La Guajira, un lugar de Colombia muy castigado por la pobreza en el que se asienta la etnia wayúu. Gracias a ese pueblo empezó su carrera en el mundo del fútbol el crack de la banda izquierda que juega para Colombia. Para ese torneo de 2015 le habían encargado a Carlos el Pibe Valderrama que fuera seleccionador y director técnico de la selección de comunidades indígenas que representara a Colombia. Valderrama organizó una serie de partidos en comunidades para ir eligiendo jugadores y quedó maravillado con Lucho Díaz, que no solamente terminó jugando todos los partidos, sino que además fue el capitán. Luis Díaz al toque fue contratado por el un filial del Junior de Barranquilla, para luego pasar al primer equipo en la primera división colombiana y enseguida pasó al fútbol europeo (al Porto de Portugal). En 2022, el Liverpool se lo aseguró y es actualmente una de las grandes figuras de la Premier League.
También existe una destacable expresión en el fútbol argentino: el Club Social y Deportivo Guaraní de Tartagal, en Salta, es el primer club basado íntegramente en una identidad originaria, ya que está asentado en la comunidad Misión Cherenta o Misión San Francisco. Compite en la Liga departamental de esa localidad salteña, pero llegó a participar de un torneo oficial de AFA, el Argentino C. Este club ademas tiene un plantel femenino que anda bastante bien en torneos locales, y que por eso mismo a veces sufre episodios de discriminación. La entrenadora Johanna Palacio. una de las fundadoras del equipo junto a su madre, le contaba al diario The Guardian que a veces las rivales las chicaneaban: “Nos dicen que vayamos a bailar pim pim, que la gente de Misión San Francisco no sabe hablar bien, que no usa zapatos… Solo por vivir en la comunidad indígena te discriminan”. Es por eso que tener su propio club es parte de expresar un orgullo por esta identidad originaria, lo que permite pelear contra la discriminación que se expresa en este tipo de sentidos comunes. Son apenas algunas de las varias experiencias que reivindican al menos en lo simbólico a los pueblos originarios desde el deporte.