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1ro de diciembre de 2024 Twitter Faceboock

Ideas Socialistas
Marx a 5 años de la Rebelión: sobre la actualidad de la Circular de 1850
Roberto "Zonyko" Acuña |
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Algunas palabras preliminares: un breve marco teórico

A 5 años de la revuelta popular de octubre muchas reflexiones se dan cita, buscando hacer balances y sacar las conclusiones pertinentes. El siguiente es otro intento en el mismo sentido, desde la perspectiva del marxismo revolucionario, y más específicamente partiendo de la discusiones de la Circular a la Liga de los Comunistas escrita en 1850 como formulación inicial de la revolución permanente. Esta reflexión toma como punto de partida lo que plantean E. Albamonte y M. Maiello en torno al trabajo de Cristopher Clark: Revolutionary Spring. En aquel diálogo abren una interesante reflexión que desafía la imaginación para pensar nuestros días y octubre. ¿Y si nos acercamos a un nuevo 1848?

Clark en su trabajo, Revolutionary Spring, se zambulle en las revoluciones del 48-49 y establece ciertos paralelos entre aquel periodo y nuestros días. Las décadas de 1830-40-50, parecen tener cierta similitud con nuestro días, puesto que la joven clase obrera debía trabajar extenuantes jornadas, para apenas cubrir el mes, constantemente reprimida, junto al resto de capas populares, con escasez o nulos derechos formales bajo regímenes reaccionarios, autoritarios o conservadores-constitucionalistas “(...) las inestables estructuras de liderazgo, la fusión parcial de ideologías dispares y la cualidad móvil, proteica e improvisada de gran parte de la disidencia política actual recuerdan a 1848.” Albamonte y Maiello, tomando a Perry Anderson, agrega que estas condiciones y tensiones de la época son el resultado de los regímenes triunfantes de 1815, la restauración neo-abosolutista que garantizaría apagar las brasas de la gran Revolución Francesa. Albamonte y Maiello complementan, estableciendo el paralelo con la restauración burguesa de la que venimos saliendo. Ambos periodos históricos, se encuentran en los límites de sus respectivas restauraciones, si bien Clark cuestiona que “Radicals” y “Liberals” no pudieran confluir el 1848, reconoce que la “policrisis” del capitalismo actual solo puede ser resuelta revolucionariamente.

Desde que el triunfalismo burgués de finales del siglo XX comienza a resquebrajarse, las tendencias a la lucha de clases internacional se incrementaron notablemente. La crisis financiera del 2008, con la hegemonía yankee dando ya muestra de desgaste y el salto de China, fue el escenario que preparó el primer ciclo de revueltas del siglo (2010-2011). La primavera Arabe estremeció al mundo, las masas se enfrentaron en completa unidad contra los regímenes reaccionarios y autoritarios, sin que la revuelta diera el salto a revolución, terminó deviniendo en guerras reaccionarias y la intervención del imperialismo. Pero la primavera Arabe fue solo el puntapié inicial del primer ciclo de revueltas, que impactará pronto en Europa con el 15M en el Estado Español, o la histórica movilización en Grecia contra el ajuste de la Troika. Chile también fue parte de este ciclo, con la movilización de los estudiantes y las masas por educación gratuita y la impugnación al régimen.

El segundo ciclo de revueltas del 2019 fue mucho más extenso y violento que el anterior. Con un imperialismo que caminaba a una crisis politica, y el incremento de las tensiones internacionales entre potencias (tensiones que hoy ya han explotado o se muestran a cara descubierta) Chile, Ecuador, Bolivia, Argelia, Haiti, Hong Kong y el corazón del imperio, EEUU, que presenció un estallido de la comunidad aforamerica tras el asesinato de Floyd. Se sumaron al segundo ciclo casi simultáneamente. Ninguno de estos procesos devino en revolución y su dinámica se mantuvo en lo que Dal Maso define como pasivización-ciudadana: “un mecanismo por el cual las luchas democráticas, populares, antiimperialistas, en lugar de desarrollarse hacia una lucha por el poder de la clase obrera en alianza con los oprimidos, asume la forma de luchas ciudadanas (...) movimientos democráticos de programa indefinido o limitado que a su vez son posteriormente contenidos o reprimidos con renovaciones limitadas del régimen político o la instauración de un régimen aún peor que el anterior” Efectivamente ningún ciclo de revueltas de nuestro siglo conquistó sus demandas, pero como contraparte, generó múltiples mediaciones y formaciones política que fueron claves para la pasivación ciudadana, o sea para desviar, cooptar o directamente, traicionar las revueltas que los elevaron, Syriza, Podemos o el Frente Amplio son este tipo de mediaciones. Todas, de tipo neo-reformistas y ciudadanas, o sea, pequeño-burguesas. Para Dal Maso, estas dinámicas revueltistas, se mantendrán entonces en dinámicas pre-permanentistas.

Cabe entonces la comparación con el periodo del 48, pero –siguiendo a Albamonte y Maiello– esta comparación tiene límites. La historia no se repite, la entrada del imperialismo es un factor importantísimo que Clark parece no ver en su análisis. La extensión político-económica del capitalismo actual hace las crisis y choques mucho más “contagiosos” que antes, aparte de la extensión y fortaleza de la propia clase obrera que hoy está infinitamente por encima de la de Europa del 48 (incluso que de la Rusia del 17). Sin embargo, esto contrasta fuertemente con el retroceso subjetivo y político que ha tenido la clase obrera, quizá es esta su mayor debilidad (crisis de subjetividad) junto a nuevos dispositivos de desvío y cooptación. Pero si existe esa similitud entre nuestras condiciones actuales y las del 48, a pesar de las diferencias que ponemos, entonces eso reposiciona la discusión de la Circular a la Liga de los Comunistas, escrita por Marx y Engels, donde se condensan las principales lecciones de las revoluciones del 48.

La Circular de 1850 y la primavera de los pueblos

El joven proletariado dio sus primeros pasos bajo una Europa en las garras de las autocracias, burocracias-feudales y oligarquías constitucionales, la denominada neo-restauración absolutista tras la derrota de Napoleón y el Congreso de Viena, donde países como Alemania o Italia no habían conquistado siquiera su unidad nacional. Hablamos, entonces, de una Europa que tenía por delante tareas revolucionarias democráticas clásicas. Albamonte sitúa la comparación de los períodos más bien en la década de 1830, que ya venían con movilizaciones obreras y revueltas, pero que aún no llegaban a ser revoluciones como en el 48. Durante este periodo una joven clase obrera aparecía ya diferenciada en los combates de la mayoría de las ciudades de Europa, luchando junto a la pequeña-burguesía urbana e incluso a sectores de la Burguesía. La primera etapa de la revolución, llamada la primavera de los pueblos, desató concesiones rápidamente de los regímenes reaccionarios. Asciende la Burguesía Liberal, quien apoyada en las fuerzas de la propia reacción, traiciona al pueblo sublevado. En Francia, con el cierre de los Talleres Nacionales, la burguesía condena al hambre a miles de obreros, desatando una insurrección, cruelmente reprimida por el régimen.

La Circular a la Liga de los Comunistas redactada por Marx y Engels, condensan las principales lecciones del proceso revolucionario, específicamente de Alemania. En ella advierten el fortalecimiento del partido Democratico, partido de la pequeña burguesía urbana, y su influencia sobre el proletariado. Marx y Engels plantean que la pequeña burguesía tarde o temprano seguirá los pasos de la burguesía liberal, y traicionará al proletariado. La Circular misma no es otra cosa que la pelea por la independencia política de la clase obrera, por su constitución como sujeto revolucionario. Allí plantean que ante un eventual triunfo revolucionario de la pequeña burguesía, el proletariado no debía detener su impulso revolucionario ni subordinarse a los demócratas, correa de transmisión de la burguesía liberal. Para esto Marx y Engels puntualizan diferencias programáticas: la pequeña burguesía quiere esencialmente reformar el Estado, mover la carga impositiva sobre los hacendados y el gran capital, librar a las capas medias de la usura facilitando créditos públicos, la emancipación de los derechos feudales sobre la tierra y una Constitución democrática que garantice esa correlación de fuerza políticamente.

Marx diferencia lo anterior del programa proletario, que busca la abolición de la sociedad de clases, no su reforma. La conformación de organismos (de poder) propios (comités ejecutivos locales o Clubs obreros) autoridades obreras opuesta al Gobierno de la democracia pequeño burguesa, que dispongan a su vez de milicias obreras (por oposición a las milicias ciudadanas), el fortalecimiento del partido proletario, la presentación de candidaturas comunistas propias (separadas de las democráticas) incluso a costa de perder los votos; la Circular es una guerra sin cuartel a la democracia pequeñoburguesa que ganaba influencia sobre el proletariado alemán. Si los demócratas plantean el quiebre de los ferrocarriles y su expropiación, los comunistas deben pelear por la expropiación sin pago inmediata, si los demócratas plantean un impuesto progresivo sobre el gran Capital, los comunistas deben plantearlo de forma tal que implique la ruina del gran Capital, de conjunto se trata de no detener la dinámica ascendente, profundizando la crisis “(...) mantenerla en marcha hasta que todas las clases poseedoras y dominantes sean desprovistas de su poder, hasta que la maquinaria gubernamental sea ocupada por el proletariado y la organización de la clase trabajadora de todos los países esté tan adelantada que toda rivalidad y competencia entre ella misma haya cesado y hasta que las más importantes fuerzas de producción estén en las manos del proletariado.” (Circular a la Liga de los Comunistas) Y cierra la circular emplazando al proletariado alemán a que transforme en su grito de guerra la Revolución Permanente. Visto así, La Circular busca romper el momento pre-permanentista, o como lo diría Marx, es la declaración de la permanencia de la revolución.

La pequeña burguesía democrática no llegó a detentar el poder, pero se postró ante la reacción junto a la burguesía liberal en la Asamblea de Frankfurt, que corrió tras la nueva Constitución como “la cumbre de la revolución” (Revolución y Contra revolución en Alemania. La Asamblea Nacional y los Gobiernos.) mientras la reacción barría con la Revolución. La desconfianza sobre la democracia era una línea acertada. La debilidad de fondo en la Circular está en que, como dijo el revolucionario ruso Trotsky, Marx confundía los dolores de parto del capitalismo con su agonía. La Circular se circunscribía a la hipótesis de una una pronta revolución en Alemania y en ese marco, la posibilidad de que la pequeña burguesía ascendiera al poder, como preludio de una revolución proletaria. De allí su pelea por la independencia de clase en partido y organismos de poder propios, para hacer la revolución en permanencia hasta que el proletariado pudiera ir al asalto del poder nacional e internacionalmente, pero esa nueva ola revolucionaria no se produjo.

La crisis económica que dio lugar al 48-49 encontró salida. La segunda mitad del siglo XIX fue de un vigoroso desarrollo capitalista, las potencias se apoyaron en las colonias, muchas de las tareas democrático-estructurales que debía resolver 1848-49, fueron resueltas como revoluciones pasivaso sea, por arriba y sin (contra) el movimiento de masas. Esto fue justamente lo que ocurrió en Alemania e Italia, que consiguieron su unificación nacional bajo la dirección de fuerzas conservadoras (diferenciado de reaccionarias) con Bismark o los Piamonte respectivamente. Abriendo todo un nuevo periodo que concluiría con el Imperialismo. Con todo, la Circular plantea puntos centrales no sólo para su período, sino también el nuestro, y en este caso, para la propia revuelta de octubre del 2019. Buscaremos a continuación, siguiendo la línea de reflexión de Maiello y Albamonte, contrastar las lecciones que marca Marx en la Circular con las tareas que tienen planteadas hoy los revolucionarios y el pueblo trabajador a 5 años de la Revuelta popular y la mayor movilización obrera en 30 años.

Antecedentes de la Revuelta

El primer ciclo de revueltas del siglo XXI también golpeó a Chile, haciendo estallar la crisis de régimen contenida; bajo la gestión del reaccionario Gobierno de Piñera con el movimiento estudiantil y amplias capas populares que en las calles pusieron en jaque al régimen heredado de la dictadura e impugnaron el neoliberalismo en la educación de mercado. El 2011 vio nacer a los grupos políticos que, actuando como burocracia estudiantil primero, escalarían junto al viejo reformismo hasta la Moneda el 2021. Pero durante el 2011, lo que más tarde sería el Frente Amplio, los Boric y los Jackson, tuvieron su –bastante moderada– face Radicals. Junto al PC se encargaron de desviar la lucha estudiantil y acompañaron esto con una crítica al binominalismo del régimen, al neoliberalismo y mucha demagogia de izquierda; algo que, tomando la Circular de 1850, podríamos definir como un programa pequeño-burgués, o tendiente a la pasivización ciudadana.

Si bien la clase obrera recibió con simpatía la lucha por la educación gratuita, y veía con agrado a los dirigentes estudiantiles, no apareció como actor organizado el 2011. Y la burocracia estudiantil (la alianza del FA-PC) fue clave para desarticular el ME y conducir a Bachelet y la reforma de Gratuidad. Su rol de mediación se presenta aquí claramente. Por aquel entonces, el hermano mayor de lo que sería en el futuro el FA, Syriza –la mediación neo-reformista por excelencia– ascendía al Gobierno encumbrada por la movilización, para traicionarla luego aplicando el ajuste que juró combatir. Durante el 2011 la joven mediación que sería después el FA, y el reformismo, no llegaron tan lejos como Syriza, pero hicieron su mejor esfuerzo por estar a la altura del desvío. Es interesante ver, cómo evoluciona el FA desde burocracia estudiantil pequeñoburguesa (montada en la movilización del 2011) a mediación neo-reformista y desde allí al Gobierno, tras la revuelta de octubre, como un proceso de permanente de derechización, donde sin duda alcanzó a Siryza.

Lo que va del primer ciclo de 2011 al segundo el 2019 tampoco fue una taza de leche en Chile. Bajo el Gobierno de Piñera no solo tuvimos el movimiento estudiantil, también estalló la revuelta de Aysén, el 2013 que apareció la clase trabajadora movilizada, con sus propios métodos: recolectores de basura, portuarios y Correos se movilizaron a nivel nacional (pero las burocracias reformistas (PC-PS) junto al burocracia estudiantil (FA) impidieron la confluencia y el frente único). Este ascenso obrero fue criminalmente desviado por la burocracia, y finalmente ahogado en el Gobierno de Bachelet junto a la CUT, con la Reforma Laboral. El 2014, la rebelión de las bases, en docentes, barrió con la burocracia reformista en un proceso de movilización nacional. Así también, el 2016, el masivo movimiento contra las AFPs, que si bien tuvo un carácter ciudadano en las calles, si desarrolló activismo sindical y obrero en torno a él, y cuestionó una clave central del capitalismo chileno, el negocio de las pensiones y su ligazón al capital financiero. Lo mismo podemos decir del Movimiento de Mujeres, que irrumpe peleando por el derecho a aborto y contra la violencia machista. Todos estos movimientos, progresivos, generaron a su vez sus propias burocracias.

La Revuelta de Octubre: el momento de la unidad contra el régimen

Las masas fueron sosteniendo sobre sus hombros un régimen cada vez más corrupto, el incremento en la carestía de la vida, endeudamiento y la inmutación del régimen. Las denominadas urgencias sociales desatendidas estallaron en octubre, con acciones independientes de masas, habiendo la crisis de régimen hasta entonces contenida. Christopher Clark (Revolutionary Spring) define la primera fase de las revoluciones de 1848 como el momento de la Plaza de Tahrir, haciendo alusión al primer momento de la de la primavera árabe, de unidad completa contra el régimen autoritario. Aquí podríamos hablar, del momento de la Plaza Dignidad, o Plaza de la Revolución (las revueltas se dieron cita en las plazas) con ese mismo espíritu unitario al grito de Chile despertó. Fue el símbolo de esa revuelta y unidad inicial, de capas y clases con un enemigo común, con un programa poco claro aún, pero un odiado adversario, Piñera y el régimen. Las banderas Mapuches, junto a las pancartas contra las AFP, el odio popular contra la policía, los pañuelos verdes y la cabeza de Piñera, todo era parte de un mismo bloque, indiferenciado y ciudadano.

La unidad inicial en el 48 se rompió rápidamente, también fue así en nuestra rebelión, el momento inicial de octubre fue la unidad informe del pueblo. La enorme acción independiente de masas, con la clase obrera, pobladores, movimientos, capas medias, estudiantes, etc. Unidos en una masa caótica. Pero la dinámica fue ascendente, y el 12N la masa informe vió a la clase obrera y su potencialidad. El espíritu de la Circular está en mostrar al proletariado que la dirección de mediaciones pequeño burguesas no lo conducirá a la victoria, por el contrario, buscará frenar la revolución en su programa y Constitución, de allí la permanencia de la revolución en Marx. Pero había una diferencia, en el caso del 48, la clase obrera sí apareció como destacamento revolucionario (y el más determinado) aunque aún joven e inmaduro, como para hacer hegemonía o encabezar una revolución mortífera contra el Capital. La rebelión de octubre, estuvo de hecho por atrás del 1848; la clase obrera actúa diluida y sus organismos sindicales estuvieron ausentes del combate la dinámica ascendente empujó al 12N, donde apareció Frente Único Obrero. Esto fue clave, para cambiar la correlación de fuerza y permitirle a la pequeña burguesía, que a la larga dispuso de política y partidos para desagregarse a la rebelión, o formular su programa de forma mucho más clara que los sectores obreros y populares. Fueron justamente esas mediaciones las que determinaron que la rebelión había conquistado ya su objetivo, tocado su cumbre en la Convención y la futura Nueva Constitución, siguiendo a Marx, buscaron frenar en aquel “estadio” la rebelión.

Las tendencias a la autoorganización, que efectivamente existieron se expresaron territorialmente, o sea, con sectores obreros diluidos. Abundaron cabildos y asambleas muy heterogéneas, como heterogéneos fueron los sectores que participaron en la revuelta. Las brigadas de salud también constituyeron un fenómeno generalizado, pero ejemplos de autoorganización obrera-popular más tendientes a la centralidad trabajadora fueron el Comité de Emergencia y Resguardo de Antofagasta, pero ninguno de estos fenómenos dio la tónica a la situación nacional ni cambió la dinámica de la revuelta. La Circular pone al centro el problema de los organismos “Fuera del Gobierno oficial (los obreros) constituirán un Gobierno revolucionario de los trabajadores en forma de Consejos ejecutivos locales o comunales, Clubs obreros o Comités de trabajadores; de tal manera, que el Gobierno democrático burgués, no solamente pierda todo apoyo entre los proletarios, sino que desde el principio se encuentre bajo la vigilancia y la amenaza de autoridades tras de las cuales se halla la masa entera de la clase trabajadora” ( Circular a la Liga de los Comunistas) No se trata de organismos en general, Marx habla aquí de organismos no policlasistas ni ciudadanos, sino especificamente de clase, como organlsmos.de poder de clase independiente. La organización obrera es clave, para hacer hegemonía hacia otros sectores. Lo más cercano que estuvo la revuelta de dar el salto a un proceso de carácter revolucionario, por ende de desarrollar una dinámica permanentista, fue la huelga del 12 de noviembre de 2019.

El 12N constituyó la mayor movilización obrera en 30 años. Por fin las burocracias reformistas, expresadas en la Mesa de Unidad Social y encabezadas por la CUT (PC), empujadas por la situación y el ascenso mismo, después vacilar y dilatar todo lo que pudieron, tuvieron que convocar a las fuerzas de la clase orbea al combate, el resultado fue un salto cualitativo en la situación y el completo pánico de la gran burguesía nacional. Los rasgos de Frente Único que se desarrollaron a partir del 12N, amenazaban con generalizar la coordinación de organismos sindicales con asambleas territoriales, con fusionar la primera línea (defensiva) con los métodos obreros de movilización (ofensivos) y con hacer efectiva el puntal político que condensaba la impugnación de la revuelta: ¡Abajo Piñera y una Asamblea Constituyente!

El potencial que abre el 12N no es casual, Maiello y Albamonte (Estrategia socialista y pensamiento Militar. Parte 3: Contornos de la Revolución Permanente en la actualidad) aciertan cuando dicen que el Frente Único Obrero no sólo combate la fragmentación propia de la clase obrera, sino que le permite presentarse a las masas como fuerza unificada, clave para desarrollar tendencias a la hegemonía obrera: “Unir las fuerzas de la clase trabajadora para golpear y en perspectiva conquistar organizaciones independientes al Estado burgués.” Esta es la perspectiva que abrió el 12N. Siguiendo a Maiello y Albamonte, el FUO permite desarrollar la organización obrera en el sentido de la táctica del Gobierno Obrero, como gobierno de coalición entre la clase obrera y los sectores populares por él hegemonizados, como lo fue la primera fase del Gobierno de los Soviets junto a los SR (expresión de la alianza obrero-campesina) que luego avanzaría a la dictadura del proletariado. Esta dinámica ascendente desde el FUO a la dictadura proletaria, es la dinámica que una estrategia de hegemonía obrera hubiera buscado, es en esta estrategia la clase obrera puede desatar las tendencias permanentistas.

La pasivizacion y las capas medias: Las estrategia de la ampliación estatal

Como vimos, el 15N fue el punto de inflexión. Sin organismos obreros de base, y con la criminal cooperación de la burocracias sindicales reformistas, que en una clara división de tareas con las mediaciones pequeño-burguesas neo-reformistas, lograron romper el FUO, y evitar una dinámica permanentista. Se rompió la unidad, las capas medias se desagregaron paulatinamente de la revuelta, en la medida en que sus mediaciones sentían el piso más firme bajo sus pies. Algo similar ocurrió con el reformismo, que si bien no podía firmar el Acuerdo del 15N ya que se encontraba a la cabeza del bando contrario en ese mismo momento, se deslizaron con inigualable talento de “encabezar” el FUO a conducirlo a un callejón sin salida.

Visto desde la perspectiva pequeñoburguesa, el 15N fue una conquista. Por oposición a la estrategia obrera, el método del neo-reformismo pequeño burgués es ver al Estado como un campo estratégico, y su programa es la ampliación estatal (Estrategia Socialista.Maiello/Albamonte) entonces el compromiso del régimen con las mediaciones neo-reformistas (Acuerdo por la Paz y una Nueva Constitución) era un chance para ampliar el Estado (Nueva Constitución) a cambio de desarticular la revuelta (La Paz), o, dicho de otra forma, llevar el momento pre-permanentista hasta el final, y transformarlo en una pasivizacion constitucional. Esa es la dialéctica del desvío, y la relación de clases tras ella; la clase obrera y los sectores populares fueron abandonados en plena ejecución del Frente Único Obrero, la desagregación de las capas medias fue paulatina, pero sostenida y en la medida en que el FUO se desarticuló, las mediaciones pequeñoburguesas (de todo pelaje) pudieron imponer su estrategia y programa, a saber: La Convención y la Nueva Constitución, respectivamente.

Rosso y Dal Maso desarrollan una interesante reflexión; discutiendo la relación entre hegemonía y la permanencia de la revolución (o sea, su no desvío o cooptación) concluyen que en la actualidad sigue vigente la pelea de la Circular por la independencia política de clase del Proletariado para poder avanzar a una dinámica permanentista, sin la constitución de la clase obrera como sujeto, es imposible la hegemonía sobre otros sectores, y sin hegemonía obrera, una dinámica permanentista sale del esquema. El 15N rompió la unidad conquistada, y fue desagregando las fuerzas en las calles. No se trató de una traición a Octubre en sentido político, aunque moralmente puede verse así, sino más bien del éxito de ese sector pequeño burgués en imponer su política y estrategia, una vez conquistada esta meta (el acuerdo 15N) no había sentido para esos sectores mantener la radicalidad del primer momento.

Cuando Clark dice que si se acerca una revolución esta será como las del 48 no romantiza nada, se refiere a “mal planificada, dispersa, irregular y plagada de contradicciones” (Revolutionary Spring). El ciclo de revueltas reciente, sin ser un ciclo de revoluciones comparte con las del 48 lo “mal planificada, dispersa, irregular y plagada de contradicciones” (C,Clark. Revolutionary Spring) La predominancia de corrientes foráneas a la independencia de clase, en este caso, neo reformistas y/o pequeño burguesas de todo pelaje fue clave para mantener la dinámica revueltista, y para configurarse como dispositivos del desvío. Todos los movimientos policlasistas y sectores populares sumados a la revuelta, sin dirección revolucionaria ni estrategia definida, terminaron siendo dirigidos por las formaciones políticas de las capas medias, y registrando su esperanza en la mediación de las mediaciones pequeño burguesas, La Convención Constituyente.

La Convención Constitucional fue la hija bastarda del régimen: parida el 15N, solo fue tolerada si no tocaba los ejes del capital y el régimen político existente, y así fue. La pequeña burguesía fue completamente servicial en este punto, en todas sus formas políticas y coaliciones; La Convención no solo fue el parlamento más ridículo que ha tenido Chile, sino también el más impotente e irrelevante. El organismo pequeño burgués tenía en su seno un heterogéneo popurri de representantes, desde las formas más performáticas de carnaval en dignidad al edecán de Pinochet, y ex-Almirante Arancibia, emergió y se hundió vergonzosamente la Lista de Pueblo; La Convención fue de hecho el organismo de la democracias pequeño burguesa, un organismo absolutamente impotente. Este organismo no se opuso nunca al régimen en lo concreto, y no podía hacerlo; no tuvo soberanía alguna, ni se podía aspirar a que la tuviera tampoco; no desarrolló la movilización, ni podía hacerlo ya que estaba allí para sustituirla y desviarla; la etapa de la Convención es de hecho el momento más importante de la pasivización, coincidiendo con la Pandemia y el uso político de la misma. Boric y la Convención compiten en responsabilidad política por el desvío, aunque en el caso del FA logró mutar a una neo-concertación para seguir siendo útil al régimen, mientras que la Convención cumplió su objetivo y se hundió junto a sus mediaciones. Cuando Dal Maso describe la pasivizacion ciudadana, cierra diciendo que estas dinámicas terminan con “la instauración de un régimen aún peor que el anterior”. No puede uno evitar pensar en el actual Gobierno de Boric y como se allanó el camino a esta situación, desde el 15N. La combinación entre mediaciones Neo-reformistas, las burocracias de los movimientos y la burocracia obrera, articularon el desvío, sacando el centro de la movilización y reduciendo las demandas de octubre y la calle, a derechos formales y discusiones leguleyas.

Una estrategia permanentista

Como sabemos, el proyecto pequeño-burgués se estrelló contra un muro, y no podía ser de otra forma. El proletariado y los sectores populares abandonados a su suerte en la calle, una y otra vez engañados por sus propias direcciones, tanto reformistas en los sindicatos como pequeño burguesas en el terreno electoral, dieron como resultado el escenario que se impuso con la desmoralización y predominio de sentidos comunes de derecha. Carlos Perez Soto habla de “un abismo entre las capas medias en Chile, y el conjunto del pueblo Chileno” (Entrevista: Nos siguen pegando abajo. La Izquierda Diario) para explicar el fracaso de fondo en el proyecto de la Convención, y acierta. La “prepotencia infinita de las clases medias progresistas” (Entrevista: Nos siguen pegando abajo. La izquierda Diario) expresadas en el desprecio por el “roterío facho”, que no es otra cosa que la crisis de la subjetividad misma que vive la clase obrera y los sectores populares en general, y la resultante de la conducción de la rebelión,de la cual son en gran parte responsables estas mediaciones y el reformismo. El proyecto de la pequeña burguesía fracasó, en la Convención y en el Gobierno de Boric, que hoy existe con un programa y administración directamente burgués pro- concertacionista, y una política de seguridad soñada incluso para Piñera.

La Circular es una batalla contra la influencia de la pequeño burguesía en las filas obreras, cruza la discusión de Marx la necesidad de fortalecer al partido de la clase obrera, frente a los demócratas que crecían exponencialmente y arrasaban en las urnas. Octubre y el desvío revalorizan esta discusión de la Circular, la necesidad de levantar una herramienta política de la clase obrera, que es un paso clave en la constitución de la clase obrera como sujeto. Una corriente que pelee por resolver las demandas de octubre no mediante la ampliación estatal, estrategia del neorreformismo, sino que al contrario, que busque liquidar al Estado burgués y desarrollar las luchas democráticas no como modificaciones del régimen, sino en el sentido de cuestionar estructuralmente la sociedad de clases, avanzando a la toma del poder por parte de organismos obreros y populares. Las capas medias ya probaron su estrategia, los trabajadores y los sectores populares conocieron ya el mando de este General, que abandonó la batalla en su punto más alto, para acordar con el enemigo la consecución de su programa de clase, porque eso fue el proceso constituyente, el programa de clase de la pequeña burguesía impotente.

Una estrategia permanentista debe disputar la dirección de los movimientos a la pequeña burguesía, con fracciones revolucionarias en ellos y en la perspectiva de la confluencia revolucionaria con la clase obrera. Se trata de que el próximo ciclo ya no sea de revueltas, sino que podamos dar el salto a un ciclo revolucionario, y tengamos nuestro 1848, pero a diferencia de aquel periodo que dio una salida a la crisis capitalista, hoy de seguro estamos más cerca de la “agonía del capitalismo” que de “su parto”. Albamonte lo resume así: “Frente a los límites de la “Restauración burguesa” se alza una nueva “primavera de los pueblos” cuya profundidad aún no es posible determinar.” La clase obrera y los sectores populares deben transformar la revolución permanente en su grito de guerra.

A 5 años de la revuelta, Marx se ha vuelto más peligroso y vigente que nunca.

 
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