Desde el día 9 de octubre, en consonancia con lo sucedido en otras universidades nacionales, estudiantes y docentes autoconvocados de la Universidad Nacional de Salta ocupan el edificio del Rectorado y se encuentran en estado de Asamblea permanente. Veinte días de toma, vigilias, asambleas, clases públicas, talleres, cortes de ruta, ollas populares, actividades culturales y un movimiento estudiantil que recupera su papel histórico en las luchas sociales. |
Son las 11 de la mañana en Salta y un sol arrasa y quema los ánimos de los estudiantes que aguardan en la parada de ómnibus. A lo lejos, por el ingreso de automóviles de avenida Bolivia, se divisa una columna de estudiantes y docentes, con carteles, botellas vacías de plástico que hacen de instrumento sonoro y un megáfono que enfatiza “Milei, basura, vos sos la dictadura…”. El contingente proviene del edificio de Rectorado que por aquel entonces lleva una semana de ocupación por parte de la “Toma” y continúa en la calle una marcha que había iniciado en el campus universitario. Minutos después, una pila de bancos y pupitres forman una barricada que impide el paso de vehículos por media calzada. El corte de la avenida tiene como propósito visibilizar la fuerza del movimiento estudiantil y docente autoconvocado y radicalizar las formas de protesta, al tiempo que sumar fuerzas de algunas facultades “alejadas de la política” y de trabajadores no docentes, que parecen tener sus propias lógicas de organización.
Históricamente las luchas sociales se caracterizaron por métodos deliberativos horizontales que, por dentro o por fuera de las instituciones, permitieron a cada sujeto asumir como propia la acción política en el marco de colectivos que se organizan para la consecución de objetivos comunes. El movimiento estudiantil argentino construyó desde el siglo pasado una de las mejores tradiciones de autoorganización. En ese marco, el método de la asamblea y la toma de decisiones de manera democrática constituye un pilar para debatir no sólo un pliego de demandas propias sino el conjunto de la educación universitaria pública, gratuita, científica y de calidad. Actualmente asistimos a un brutal ataque del gobierno nacional a las universidades públicas, tanto de índole presupuestaria como de deslegitimación de sus comunidades. El ajuste se hace sentir tanto en los salarios del personal docente y no docente, el recorte de becas estudiantiles o su retraso en relación a los fines que deberían cubrir y la imprevisibilidad de poder afrontar los costos de funcionamiento de las actividades que se desarrollan. Todos estos elementos confluyeron para generar una coyuntura de alerta en torno a la posibilidad de finalizar el ciclo lectivo.
La ley de financiamiento universitario que garantizaba un piso de funcionamiento y de adecuaciones salariales para el presente año, el veto presidencial y la ratificación del veto en el mismo parlamento en que había sido aprobada la ley, movilizó a cientos de estudiantes que se organizaron para realizar la toma pacífica de universidades y facultades en todo el país. El estado deliberativo del conjunto del movimiento estudiantil, las acciones en unidad con los trabajadores docentes y no docentes en la defensa de la universidad pública, las múltiples actividades de visibilización- que van desde clases públicas hasta performance que irrumpen en lo cotidiano- configuran un escenario actual de lucha y organización horizontal que desafía, por un lado, las políticas del gobierno nacional respecto de la educación pública y, por otro lado, el inmovilismo o falta de respuesta contundente de las dirigencias gremiales.
El movimiento estudiantil no es un actor nuevo en la historia política y social, basta con recordar la Reforma universitaria argentina en 1918, el Mayo Francés, los sucesos de México de 1968 y la matanza de Tlatelolco, el Cordobazo, el reciente conflicto social en Chile de 2019 y el levantamiento estudiantil bangladesí hace un par de meses. La generación que hoy se erige en uno de los actores más desafiantes para el gobierno de Javier Milei no vivió, a diferencia de la mayoría de sus profesores, los convulsionados años noventa y cuando se produjo la crisis de diciembre del 2001 muchos de ellos ni siquiera habían nacido. Pero poseen en el cuerpo la experiencia de los últimos gobiernos nacionales, que cargan sobre sus espaldas un agobiante 48% de estudiantes universitarios por debajo de la línea de pobreza a nivel nacional y que los predispone a canalizar su descontento por vías que demuestran que no sólo la derecha es un factor de atracción para las juventudes insatisfechas. Según los datos del Instituto de Estudios Laborales y del Desarrollo Económico de la Facultad de Ciencias Económicas de la UNSa, en la ciudad de Salta el 51,1 % de los alumnos de la Universidad Nacional de Salta son pobres, con un 12 % en condiciones de pobreza extrema y un 18 % que reside en hogares con necesidades básicas insatisfechas. En cuando a la Universidad como mecanismo de ascenso social, el mismo informe sostiene que el 75 % de los estudiantes son primera generación de universitarios. Los pibes y las pibas de la toma constituyen ese universo generacional y socio-económico que, al decir de uno de ellos, no sólo defienden la universidad pública sino también su casa, su historia.
Hoy el movimiento estudiantil universitario demuestra, una vez más, que no es posible avasallar derechos esenciales a la vida democrática del país sin que se genere una resistencia masiva, autoconvocada, diversa y plural, creativa, que marca un límite a las acciones y políticas del gobierno. A su vez la solidaridad con los jubilados y jubiladas, con el sector de la salud pública y la confluencia con otras luchas sociales establece un horizonte que permite delimitar un marco de acción y de organización que ponga en pie de lucha a colectivos cada vez más importantes para frenar el ajuste del gobierno nacional. Hoy la consigna está lanzada y el camino parece ser recuperar la alianza histórica entre trabajadores y estudiantes que imprimieron las páginas más dignas y lúcidas de la historia de las luchas sociales desde el siglo pasado. |