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9 de noviembre de 2024 Twitter Faceboock

Años neoliberales
Desocupados en Salta y Jujuy: las rebeliones que pusieron en jaque a la Argentina menemista de 1997
Daniel Lencina | @dani.lenci

Fotomontaje: @dani.lenci

Continuamos con la serie Años neoliberales, donde reconstruimos los principales hechos de la lucha de clases en la Argentina durante los años 90. En esta ocasión, nos centraremos en la rebelión de desocupados del noroeste argentino, con epicentro en las provincias de Salta y Jujuy.

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El aire tenía aroma a gases lacrimógenos y gomas quemadas, a combustibles y a sangre caliente. La rebelión en la provincia de Neuquén se había cobrado la vida de Teresa Rodriguez. La fecha del cobarde crimen fue el 12 de abril de 1997. La represión mortal, lejos de atemorizar a las masas las terminó encendiendo de ira, sobre todo las que menos tenían para perder, los pobres hambrientos de las provincias argentinas, que habían sido arrasadas por la oleada de privatizaciones masivas.

Entre los meses de abril y mayo de 1997, Argentina tuvo tres rebeliones de desocupados en las provincias de Neuquén, Salta y Jujuy. Tales experiencias y algunas de sus enseñanzas son las que hoy presentamos al lector, como venimos haciendo en esta serie, a través de la prensa del PTS de aquellos años. Para ello utilizaremos como fuente a “La Verdad Obrera” digitalizada por el CEIP “León Trotsky”.

El piquete corta la ruta…

En Tartagal (Salta), a inicios de mayo estalló la rebelión de los desocupados, con características muy similares a las de Cutral Có: cortes de ruta, asambleas populares y acción directa como métodos de lucha para enfrentar la represión de la Gendarmería. Un levantamiento completamente masivo, que unió los reclamos en un solo pliego de demandas. En los hechos, la rebelión superó la división impuesta por los grandes sindicatos de quienes tenían trabajo y quienes no y, además, sembró el temor de los grandes estancieros, las patronales de las empresas privatizadas y el gobierno local y nacional.

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En la edición del 8 de mayo de 1997, leemos en la tapa de La Verdad Obrera nº 15 que la rebelión estalló en Tartagal. En la tapa leemos que sus protagonistas son ex petroleros, docentes, estatales que junto a sus familias cortan las rutas en reclamo de trabajo digno. El editorial de ese número denuncia una visita del FMI al país donde el organismo exige que se avance con la flexibilización laboral y que se liquiden las obras sociales en beneficio exclusivo de los monopolios de la salud privada. Las páginas de corresponsales, están llenas de opiniones y denuncias de los protagonistas del Cutralcazo que había sucedido hacía apenas un par de semanas.

La edición de La Verdad Obrera nº 16 está dedicada a relatar la rebelión del noroeste argentino. A esa altura, el fuego se había extendido a Ledesma, en la provincia de Jujuy, donde se destaca una crónica detallada de los tres días de combate, organización y lucha de masas. Más abajo volveremos sobre la experiencia del pueblo jujeño, pero es interesante lo que esa crónica anticipa.

En Tartagal, la llama que incendió la pradera fue el tarifazo de luz y respectivos cortes de energía de la empresa EDESA. Un pueblo sin trabajo y hundido en la miseria fue maltratado de esa manera. En respuesta, un grupo de vecinos y pequeños comerciantes organizaron apagones como forma de protesta. Luego un periodista llamado Marcelino Jerez y una concejala del FREPASO llamada Graciela Williams empezaron una huelga de hambre. El 7 de mayo se realizó un “tractorazo” de los productores locales endeudados con el Banco Nación y a las 22hs miles de personas resolvieron en asamblea seguir el ejemplo de Cutral Có y realizan un corte de la ruta 34 a la altura de Tartagal y de la empresa Tecpetrol. La situación se extiende por 10 días, donde se suman todos los sectores de trabajadores con el apoyo de los camioneros que hacen una fila de 4 km sin poder pasar debido a los piquetes.

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En una nota que se titula “Del Cutralcazo a Tartagal” leemos un análisis comparativo de las provincias de Neuquén y Salta que señala lo siguiente: “Tartagal impactó por su masividad. A diferencia de Cutral Có fueron miles, desde el principio hasta el final, sumando a pueblos enteros, realizando asambleas de más de 10.000 personas.
Los medios de comunicación quisieron negar hasta último momento la existencia de una vanguardia radicalizada. Si en Cutral Có fueron los ‘fogoneros’, en Tartagal los ‘piqueteros’ mostraron hasta qué punto habían aprendido del Cutralcazo cuando cientos se escondieron en el monte y se prepararon con machetes, gomeras, molotovs y hondas para enfrentar a los gendarmes”. Y además plantea que “la asamblea popular era la máxima autoridad, reconocida por miles, donde obreros, campesinos pobres, pueblos enteros llevaban sus reivindicaciones para reunirlas en un pliego único”.

En ese mismo artículo se alerta a sus lectores sobre las trampas y maniobras que le puede esperar al levantamiento y que fue lo que terminó sucediendo. El desvío impuesto por la iglesia fue notorio, dado que se encargó de meter miedo con la amenaza de la represión y fue quebrando la moral de lucha uno por uno a los principales líderes de la protesta. Las cámaras patronales locales, los punteros del PJ y demás partidos patronales aportaron lo suyo para evitar que el cuestionamiento se extienda a toda la provincia y se profundice. Montaron una estrategía muy clara, “de pinzas” dice el artículo: por un lado el desvío hacia la “normalidad” con promesas de puestos de trabajo y por otro lado la represión con la Gendarmería nacional.

…pero marca el camino

En Jujuy la desocupación “ascendía al 40%, los estatales reclaman por el pago en tiempo y forma y la inmediata liquidación de los sueldos atrasados de abril porque era insoportable la costumbre del gobierno de pagar con retraso de meses”. El gobernador de la provincia era el peronista Carlos Ferraro, que aplicaba el ajuste encabezado por el presidente Carlos Menem, de la misma fuerza política. El ministro del Interior era Carlos Corach, que en esos meses copaba la visibilidad pública porque era el encargado de mandar a la Gendarmería para reprimir todo tipo de protestas.

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El 29 de mayo, el PTS publicó el Suplemento especial de La Verdad Obrera dedicado a la rebelión de los desocupados en Jujuy. En las principales localidades hubo piquetes, al menos 22 puntos de cortes de ruta. A diferencia de Salta, en Jujuy la rebelión se extendió a toda la provincia. El suplemento que citamos ofrece una gran variedad de testimonios, la voz de sus protagonistas quedó registrada por la prensa que hoy nos sirve de fuente histórica, una gran página de lucha del movimiento obrero.

Además podemos leer el programa político que planteaba el suplemento que estamos citando: “¡REPARTO DE LAS HORAS DE TRABAJO ENTRE TODAS LAS MANOS DISPONIBLES, OCUPADOS Y DESOCUPADOS Y CON UN SALARIO IGUAL A LA CANASTA FAMILIAR! ¡PLAN PROVINCIAL DE OBRAS PUBLICAS CONTROLADO POR LOS TRABAJADORES PARA QUE TODOS TENGAMOS TRABAJO!” además, la tierra de donde sale el azúcar para toda la Argentina es tierra de impunidad desde la época de última dictadura y por ello el suplemento planteaba “EXPROPIACIÓN BAJO CONTROL DE LOS TRABAJADORES DEL INGENIO LEDESMA PARA PONERLO A PRODUCIR AL SERVICIO DE LOS TRABAJADORES” y finalmente atacaba la raíz, la causa que había producido la miseria en la provincia y proponía la siguiente consigna: “¡RENACIONALIZACIÓN SIN PAGO Y BAJO CONTROL DE LOS TRABAJADORES DE TODAS LAS EMPRESAS PRIVATIZADAS!”.

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El levantamiento de Libertador General San Martín “fue una semi-insurrección con elementos de guerra civil, con tres jornadas de enfrentamiento los días 20, 21 y 22 de mayo que culminaron en el retiro de la gendarmería, con los piqueteros a la vanguardia. Desde el punto de vista de la organización, se va a constituir a nivel provincial la Comisión coordinadora de piqueteros que funcionaba según mandato de asamblea de los piquetes, y que va ser un consejo obrero en formación en toda la provincia” (destacado en el original). Esa descripción la observamos en la revista Lucha de Clases nº 1 de 1997, publicación impulsada en común por intelectuales de izquierda y militantes del PTS.

Pero pongamos la lupa nuevamente en uno de los testimonios que aparecen en las páginas del Suplemento especial que citamos más arriba. Allí leemos: “En cuanto a la preparación para la represión, el barrio está preparándose (...) tenemos una zona que nos favorece, estamos en una bajada que tiene dos cerros a los costados y un puentecito ahí arriba. Cualquier cosa, ya tenemos la gente que se va poner al lado de los costados, y la ruta está entremedio. Si llega a venir la gendarmería, nos ponemos al costado de la ruta, en los cerros y atrás del puente, cosa que si vienen de ese lado estamos al final de la subida, los podemos apedrear de los cuatro lados, o sea, emboscarlos”. El nivel de la predisposición a los enfrentamientos responde a lo candente que fue la situación política en el país por aquellos meses de la primera mitad de 1997. Por ejemplo hacia el 25 de mayo, para el aniversario de la Revolución de 1810, los piqueteros desfilaron con formación militar, organizados en escuadras que lucían los elementos con los que se habían enfrentado a las fuerzas de represión: machetes, gomeras, palos y los pañuelos cubriendo la mitad del rostro con los que se protegieron de los gases lacrimógenos. La vanguardia piquetera que puso el cuerpo a los enfrentamientos fue acompañada por unas 20 mil personas.

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La enorme lucha dió por resultado la promesa de que se crearían más de 12 mil puestos de trabajo y el gobierno concedió una parte del pliego de demandas de los desocupados. El triunfo se vivió en un clima de festejo popular, ya que significó un punto de apoyo para ir por más.

Sin embargo, a pesar de la enorme combatividad del pueblo jujeño vale decir que el proceso fue quedando aislado de una de las principales referencias obreras en los años 90 al plan menemista: el SEOM dirigido por Carlos “el Perro” Santillán. Tan influyente fue su figura entre los trabajadores y la juventud que en aquellos años la banda de rock “Las Manos de Filippi” le hicieron una canción que luego popularizó “La Bersuit Vergarabat” titulada “Sr. Cobranza”. El suplemento que citamos plantea una exigencia al Frente de Gremios Estatales para que el mismo se pusiese a la cabeza de llamar a un congreso de delegados de base con mandato en toda la provincia, de trabajadores ocupados y desocupados. Y sostiene una crítica puntual bajo el subtítulo “La política de Santillán desgasta” en torno a la posición del dirigente de los empleados municipales de Jujuy plantea que: “Santillán con su política de llamar a confiar en la Legislatura provincial, (empleados a sueldo de los Blaquier y la gran patronal), no está haciendo otra cosa que hacerle el juego al desgaste y a la división y por esa vía permitir que se reagrupen el gobierno y los empresarios, que se preparan así, con las reuniones con Kohan para derrotar la heroica lucha del pueblo jujeño. ¡Basta de desgaste! Hay que romper esa trampa fortaleciendo los piquetes, centralizándolos para preparar la huelga general para echar a Ferraro e imponer todos los reclamos obreros y populares”. Esta política de dividir la lucha de ocupados y desocupados no tuvo nada que envidiarle a las conducciones tradicionales del movimiento obrero como la CGT, la CTA y el MTA.

Conclusión

De alguna manera, las tres rebeliones de aquellos meses preanunciaron lo que luego se fue repitiendo a lo largo y ancho del país y que, como un anillo concéntrico, terminaron por estallar en diciembre del 2001 en el epicentro de la capital del país.

La experiencia de las rebeliones de Neuquén, Salta y Jujuy demostraron en primer lugar que los trabajadores desocupados habían tomado el camino de la acción directa y la democracia de base para resolver sus demandas urgentes como la lucha por trabajo genuino. En esa lucha se quebró la alianza reaccionaria de clases que sostuvo al menemismo, que en su mejor época contaba con el apoyo de los sectores más empobrecidos de La Matanza (zona oeste GBA) hasta el paquete Barrio Norte de la Ciudad de Buenos Aires.

Las rebeliones aquí señaladas fueron la respuesta obrera a las consecuencias de la oleada de privatizaciones de las áreas estratégicas de la producción capitalista en la Argentina. Si bien, en esta serie, ya analizamos el caso de los ferrocarriles, en este artículo contamos que el origen de los piqueteros en la Patagonia y el NOA está íntimamente ligado a su identidad de trabajadores ex petroleros de YPF, quienes de la noche a la mañana lo perdieron todo.

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Uno de los límites que tuvieron las rebeliones fue la falta de independencia política de la clase obrera (ocupada y desocupada), dado que tuvo que enfrentar a las llamadas “multisectoriales”, que eran organismos policlasistas -con la Iglesia como protagonista- que intentaron apagar el fuego para recomponer las instituciones maltrechas del Estado burgués. En esos espacios se quitaba peso y se diluía a la vanguardia, poniendo al mismo nivel a un pequeño productor que a un trabajador y se buscaban soluciones “posibles”, es decir miserables, que no atenten contra la propiedad privada de los medios de producción. Por eso no puede valer lo mismo el voto de un delegado piquetero que representa al pueblo sublevado al mismo nivel que el voto de un cura que representa a Dios.

En ese mismo sentido, lo que también limitó el poder de las asambleas populares, fue que los delegados no eran revocables (como fue el caso de Salta). Entonces si alguno “se vendía”, la base no podía hacer nada más que expresar su descontento. En el caso de la rebelión jujeña, un límite fue que la misma no logró romper el divisionismo corporativo que impuso el SEOM dirigido por el Perro Santilán, dado que la unidad entre ocupados y desocupados era clave para enfrentar el plan menemista de conjunto.

La editorial de LVO nº 16 bajo el título “Nueva batalla en la guerra de clases” planteaba la siguiente reflexión a modo de preparación política para afrontar las tareas militantes del momento:

“El enemigo conoce bien la guerra de clases. Saca conclusiones y actúa en consecuencia (mientras puede). Sus estados mayores discuten día a día cómo liquidan los levantamientos de sus esclavos a través de concesiones parciales, engaños y/o balazos y gases.
La clase obrera no tiene una dirección que actúe así. La mayoría de sus dirigentes están vendidos a la patronal y su Estado. Ellos se ocupan de que la clase no tome conciencia de su inmenso poder que tiene entre manos: la posibilidad de paralizar el conjunto de los resortes de la economía nacional, de que en empresas como Ford, Fiat, Siderca, YPF, en los bancos, los transportes, las empresas de comunicaciones, en los núcleos de poder económico de los capitalistas, se repita y profundicen las tendencias a la autoorganización para la lucha que se dieron en Cutral Có y Tartagal. Tanto es su miedo de que vuelvan a entrar en escena los principales destacamentos del movimiento obrero que ni siquiera llamaron a paro de solidaridad con Tartagal o Ledesma. La CGT firmó el pacto con el gobierno para reventar los convenios y las indemnizaciones”.

Poner en pie un “Estado mayor” de la clase obrera y el pueblo pobre es una de las conclusiones que se desprenden del conjunto de los años neoliberales que venimos reconstruyendo en esta serie. Una conclusión más que vigente para los tiempos actuales.

Finalmente, vale decir que a pesar de los límites que aquí señalamos, hay que decir que la experiencia de los desocupados fue única en el mundo durante los años 90. Las rebeliones volvieron a poner al alcance de la mano los métodos y las mejores tradiciones como las asambleas democráticas, los piquetes y la autodefensa frente a la represión que fueron olvidadas por la burocracia sindical tradicional. En ese sentido, una mirada a la historia reciente puede revitalizar esas conclusiones para los futuros combates por venir.

 
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