“Es un gran honor para mí anunciar que el senador Marco Rubio, de Florida, queda nominado para ocupar el cargo de secretario de Estado de Estados Unidos… Será un firme defensor de nuestra nación, un verdadero amigo de nuestros aliados y un guerrero intrépido que nunca retrocederá ante nuestros adversarios…”, declaró Trump este miércoles a través de las redes sociales al designarlo como responsable de la política exterior estadounidense.
Marco Rubio es considerado un halcón en cuestiones como China, Cuba, Venezuela e Irán. Es vicepresidente del Comité de Inteligencia del Senado y miembro del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, fue elegido por primera vez para la cámara alta en 2010 como parte de la ola republicana del Tea Party. El mismo día de su designación para el Departamento de Estado declaró que bajo el liderazgo de Trump, se logrará la paz “mediante la fuerza y siempre pondremos los intereses de los estadounidenses y de los Estados Unidos por encima de todo lo demás”.
Muy recientemente y en medio de la campaña por la presidencia, Rubio declaró en un acto en Florida el 2 de noviembre que, si Trump ganaba, habría una postura más firme en su política exterior hacia Venezuela, Cuba y Nicaragua. En septiembre de este año, junto con el senador Rick Scott anunció la introducción del proyecto de ley Securing Timely Opportunities for Payment and Maximizing Awards for Detaining Unlawful Regime Officials (STOP Maduro), cuyo objetivo es que EEUU eleve a 100 millones de dólares la recompensa para la captura de Maduro. Esta recompensa fue ofrecida en marzo de 2020 por Trump, con la cifra de US$15 millones.
Poco antes de la designación de Marco Rubio, pero ya se asomaba su nombre al cargo político, se hacía eco el clima agresivo en sectores de los republicanos. El lunes la congresista de la derecha republicana, María Elvira Salazar, declaraba que “Díaz-Canel, Maduro y Ortega deben tener pesadillas. Con Trump en la Casa Blanca y Marco en el Departamento de Estado, saben que los días de sus dictaduras están contados. Ya se respiran aires de libertad. Es hora de extirpar el cáncer del socialismo. ¡Ahora empieza lo bueno!”.
Es de mencionar que Trump también nombró al congresista Mike Waltz como consejero de seguridad nacional. Waltz es uno de los legisladores republicanos que, en agosto de este año, escribió, junto a otros integrantes del Senado, una carta al Comité Noruego del Nobel para apoyar la nominación de la derechista opositora María Corina Machado al Premio Nobel de la Paz. Tanto Rubio como Waltz son considerados legisladores que podrían incidir en un eventual endurecimiento de las políticas hacia Venezuela, país contra el que han venido defendiendo la aplicación de sanciones a capa y espada.
De allí que el clima es que podría venir una mayor agresividad por parte de Trump hacia Venezuela, y más aún con Marco Rubio al frente del Departamento de Estado, quien se involucró con extrema profundidad con el interinato de Juan Guaidó durante la embestida golpista liderada desde Washington en el 2019, y los intentos de aplicar acciones de fuerza contra el país. Esto, sobre todo, si partimos de que los cambios convulsivos en la situación internacional alientan las tendencias más reaccionarias en el seno del imperialismo estadounidense, que en esas circunstancias buscará ajustar las cadenas con las que subordina a los países de América Latina.
Con el retorno de Trump, y las nuevas designaciones esta semana, un sector de la oposición de la derecha proimperialista venezolana, sobre todo María Corina Machado o el exiliado Leopoldo López, lo han visto con entusiasmo, pensando capaz en revivir la política de Estados Unidos durante la época de Guaidó; fueron tiempos en que María Corina o Antonio Ledesma llegaron a exigir una intervención militar estadounidense.
“Esta es una excelente noticia para toda América Latina; es el primer hispano Secretario de Estado de los Estados Unidos”, escribió María Corina Machado en su red social X. Rubio “tiene una profunda comprensión de las amenazas que regímenes como los de Cuba, Nicaragua y Venezuela representan para todo el hemisferio”, enfatizó. Por su parte Edmundo González, declaró que “Marco Rubio conoce de primera mano la problemática que aqueja a Venezuela y estamos seguros de que será un gran aliado en nuestra lucha por recuperar la libertad y la democracia en nuestro país”.
Pero muchos otros referentes de la política venezolana están más bien en modo de “esperar y ver”, partiendo de considerar a Trump como impredecible, lo que abre más a la especulación sobre la política que seguirá. Aunque el objetivo de realinear a Venezuela dentro de la esfera de influencia de EEUU seguirá siendo una constante, y se enfile en una línea agresiva, pero negociando, dada la particularidad de Venezuela de ser un país con las mayores reservas petroleras a nivel mundial que, en tiempos de dinámicas guerreristas y armamentismo, se puede transformar en un factor de importancia a futuro.
Como afirma un columnista del Washington Post, “Una década de trumpismo ha inclinado al Partido Republicano en una dirección diferente y ha obligado a Rubio a ajustar su propia postura política. Es posible que el año próximo se encuentre desfilando por el mundo como enviado de Trump, justificando la aplicación de aranceles a las exportaciones de los aliados de Estados Unidos y siguiendo una agenda que le permita a Trump llegar a acuerdos con una serie de dictadores que violan los derechos humanos, desde el presidente ruso Vladimir Putin hasta el príncipe heredero saudí Mohammed bin Salman y el propio presidente chino Xi Jinping”, subrayado nuestro.
En lo particular hacia Venezuela, como sostiene el analista Juan Vicente León: “Si tomáramos como base la experiencia pasada con Trump, la proyección lineal nos llevaría a un escenario de mayor radicalización contra Maduro, una agudización de las sanciones personales y sectoriales, el retroceso en la negociación económica previa (caso de las licencias petroleras) y una tendencia al aislamiento, incluyendo legislaciones equivalente a la Ley Helm-Burton contra Cuba”. Pero la realidad podría mostrar otra cosa, remarca este observador de la política interna.
Es claro que Trump no reconocerá a Maduro en el nuevo mandato que asume el 10 de enero, y en eso no retrocederá. Pero aún no está definido si recorrerá el mismo camino que hizo con Juan Guaidó cuando lo reconoció como presidente de Venezuela en enero del 2019, con Edmundo González, cuando éste se proclame presidente efectivo de Venezuela, el mismo día que Maduro, como ya lo ha anunciado y lo ha hecho también María Corina Machado.
Es de observar que durante la campaña electoral el tema de Venezuela solo estuvo presente en el tema migratorio, pero no en cuanto a cuestiones de “democracia” o de políticas directas hacia el gobierno de Maduro. Si partimos de que la brutal migración venezolana estuvo asociada a la catástrofe económica por las políticas draconianas del propio Maduro, y que se vino a agudizar con las sanciones de Estados Unidos, buscar ahora hundir la economía venezolana con más endurecimiento económico, no podría llevar más que retomar el flujo migratorio, que se acrecentó hacia Estados Unidos.
Por eso, más allá de que desde Voluntad Popular, sobre todo del sector de Leopoldo López –allegado a Marco Rubio – han venido planteando más abiertamente que EE.UU. levante las licencias petroleras y se agudicen las sanciones, hay una tendencia a coincidir en que no está claro que llegue a suspender dichas licencias, además, el lobby petrolero está más vinculado al partido Republicano.
Las licencias a las empresas petroleras estadounidenses, europeas, indias, etc., entre ellas la empresa insigne como es la Chevron (el máximo exportador de petróleo actualmente en el país) y las cuatro compañías de servicios del sector de hidrocarburos -Schlumberger, Baker Hughes, Halliburton y Weatherford, han ido permitiendo que se retome la producción luego de los mínimos al que llegó la industria en medio de la larga brutal depresión que arrasó al país. Es más, gran parte del flujo de petróleo –aunque es poco en términos de producción histórica- luego del aflojamiento de sanciones, se ha canalizado hacia Estados Unidos y países del hemisferio occidental.
Aunque es de precisar que actualmente Venezuela apenas le aporta un poco más del 1% de petróleo a Estados Unidos, por eso es que Trump se jacta al momento cuando afirma que no precisa del petróleo venezolano. Como afirma el economista-petrolero Rafael Quiroz Serrano, se “evidencia que 200 MB/d, que es lo que produce Chevron y lo único que exportamos hacia los EEUU, es escasamente el 1% del consumo petrolero norteamericano, lo cual puede sustituirlo Canadá, el mejor vecino y aliado energético que tienen Washington… en solo 48 horas”. Pero esto es así si solo se ve la fotografía, y no pensar estratégicamente a futuro, sobre todo por una dinámica de una situación mundial que tiende a la mayor conflictividad y tensiones interestatales. Es correcto la alerta de "realismo" para no se caiga en la frase alegre de "Venezuela es indispensable para EE.UU.", alentada incluso por el propio gobierno de Maduro.
Es que, la importancia de Venezuela, aunque relativa, no es solo por la producción actual, que sería una manera de simplificar el asunto, está la pugna a mediano plazo y a futuro estratégicamente por un espacio perdido que históricamente tuvieron las compañías petroleras estadounidenses en Venezuela. Justamente en el estado de crisis que está la industria petrolera venezolana, Estados Unidos sabe, como todos los capitales internacionales, que el gobierno de Maduro está dispuesto a ceder mucho espacio, y de paso en aplicar el esquema que muchos llaman el “esquema Chevron” (privatizador) de apertura petrolera. Por eso es que Maduro declaró este miércoles a inversionistas internacionales que “Nuestro gas y petróleo no tienen una marca ideológica. No es que solo le vendemos petróleo y gas a los que piensen como nosotros”, y no se refería específicamente a la venta, sino de la apertura en su esquema en los negocios de la producción.
Por eso no se descarta que Trump pueda ajustar su política, aunque esto no se exprese en el primer momento buscando generar una política de impacto con tendencia a la agresividad como lo estamos viendo con México, pero sí abrir espacios de negociación a futuro, en lugar de quedarse atado a la política su primer mandato, que se caracterizó por una constante confrontación. Como afirman algunos analistas, como el de Washington Post antes citado, Trump es también un negociador y podría llegar a acuerdos si esto sirve a sus intereses.
Como hemos venido escribiendo, vivimos tiempos convulsivos a nivel internacional con tendencias al guerrerismo, al armamentismo y guerras como la que se desarrolla entre Rusia y Ucrania, y en las puertas a una guerra regional a gran escala en Medio Oriente. Con esto de fondo, los estrategas estadounidenses no piensan solo al corto plazo, y saben que Venezuela es el país como mayores reservas y a pocas millas de Estados Unidos, aunque ahora lo que le aporta es muy poco.
Por otra parte, con guerras en los principales países exportadores de petróleo, los precios ya están escalando y pueden aumentar vertiginosamente que, si bien benefician al gobierno de Maduro, con aumentos del ingreso económicos, genera caos internacional. Entonces, es un esperar y ver, pues los intereses políticos y económicos en una situación inestable a nivel mundial determinarán bastante el comportamiento del futuro presidente estadounidense.
Lo que sí es fundamental para los trabajadores y el pueblo pobre en Venezuela, además de enfrentar al autoritario, represivo y antiobrero del Gobierno de Maduro, sostener una política antiimperialista y rechazar tajantemente toda política de agresividad e intervencionismo en el país, que seguramente alentará un sector de la oposición de la derecha encabezada en estos momentos por María Corina Machado, Leopoldo López y sus aliados, que han visto con entusiasmo la llegada de Trump y de Marco Rubio al gobierno de Washington. |