El próximo sábado 16 se realizará una nueva edición de la Marcha del Orgullo, que en Córdoba se organiza desde el 2009. Este año el lema de la comisión organizadora es “Sin Estado no hay derechos, sin derechos no hay orgullo” en respuesta al desafío libertariano del gobierno nacional de Javier Milei, quien ama pensarse como “el topo que destruye el estado por dentro”.
Milei y sus trolls pretenden instalar la idea que las escasas políticas públicas hacia las diversidades, mujeres, discapacidad, adultxs mayores no son más que un “curro” y hasta la causa directa de la pobreza.
El lema de la marcha en ese contexto, incita a preguntarnos críticamente cuál es la relación entre, por un lado el Estado y por el otro el anhelo de conquistar la liberación y una vida sexoafectiva sin opresiones.
Para lxs socialistas el Estado no es un ente neutral y componedor que busca satisfacer el bien común, como cree el liberalismo clásico o incluso el peronismo. Aquí en cambio reconocemos en el capitalismo a una sociedad dividida y jerarquizada en clases sociales: por un lado millones que vivimos de nuestro trabajo y por el otro un puñado de empresarios que disfrutan de nuestras mieles.
Escribimos desde el sur donde aún contando con relativa soberanía política sin embargo estamos sometidos económicamente al imperialista FMI. Detras de la pose de árbitro ecuánime, el Estado cumple el rol esencialmente de ser un instrumento de la clase capitalista para poder garantizar extraer ganancias y su rol servil. Para esto se vale tanto del monopolio legítimo de la violencia (policía), como de otros mecanismos moleculares de consenso y la prestación deficitaria de servicios como salud, educación, justicia…
Las disidencias sexuales han tenido con el Estado y en el capitalismo una relación, que problemática es poco. El sueño de erradicarlas disputó sentidos con el reconocimiento de la diversidad y el aporte cultural que proyectan. En el mundo el primer pais en descriminalizar la homosexualidad fue la Rusia revolucionaria en 1919. Sin embargo el retroceso general que impuso Iosif Stalin implicó una renovada criminalización en 1933 y la consecuente desconfianza extrema que muchxs activistas desde entonces tienen a la perspectiva socialista, la cuál equiparan erróneamente a su opuesto burocratizado.
En Argentina, durante la primera parte del siglo XX, la homosexualidad era considerada un asunto de “amorales”. A partir del gobierno de Juan Domingo Perón en 1948 se utilizarán los códigos contravenciones para encarcelar y perseguir a quienes no encajaban en el molde heterosexual. Esta criminalización se mantuvo en gobiernos dictatoriales y democráticos, siendo derogados los códigos contravenciones recién entrado el siglo XXI y sólo luego de las constantes acciones de denuncia impulsadas, entre otres por Carlos Jauregui, Lohana Berkins, Diana Sacayan. El Estado, en este sentido, implementaba una política de represión sistemática contra quienes su orientación sexual y especialmente, su identidad de género, no se encuentra dentro de los parámetros de la cisheterosexualidad obligatoria.
A partir de 1968, producto de la movilización obrera y juvenil se abre una situación revolucionaria que recorre los cinco continentes. Está etapa tuvo expresiones inaugurales como el Mayo Francés y en nuestro país, el Cordobazo. Las disidencias sexuales luego al sentir el impacto de la revuelta neoyorkina en el bar Stonewall, también transforman su intervención y su repertorio de reclamos.
De una estrategia “victimizante” se avanza hacia un reclamo radical, surgen las marchas del orgullo y se busca unir la lucha de la liberación sexual con la transformación revolucionaria de la sociedad. Allí surgen incluso alianzas y movilizaciones en común con otros sectores en lucha como el movimiento hippie, feminismos, movimientos antirracistas y anticolonialistas, entre muchos otros. La relación con el Estado en esta etapa es de enfrentamiento y denuncia a su carácter clasista y sexista. El Frente de Liberación Homosexual (FLH) va ser en Argentina un ejemplo de esta militancia sexual revolucionaria.
Esta etapa se cierra con la ofensiva neoliberal de la década del 80’, luego de duras derrotas al movimiento obrero, que alienta la fragmentación e incluso domesticación de la mayoría de los reclamos de las disidencias. A través de la mercantilización de la vida y el aliento a las políticas de tipo ONGs, se logra aislar las demandas de las comunidades LGTBIQNB+ respecto de otras luchas populares. El reclamo por el matrimonio igualitario y por el reconocimiento de múltiples identidades estarán desconectadas salvo excepciones al cuestionamiento del sistema capitalista y su unión intrínseca con el homoodio persistente.
En cambio se instaló la dudosa idea de que el capitalismo es el mejor sistema para la concreción de la libertad sexual. Mientras algunos marcas encuentran un nicho donde ampliar sus bolsillos, la amplia mayoría de las disidencias sexuales trabajadoras, ven decrecer sus posibilidades de consumo y restringida esa idea meritocrática de que cada une puede estar mejor dentro de este sistema. La explotación del capital se profundiza mientras deja afuera del espejismo de consumo a la casi totalidad de las personas trans, no binaries y otras personas que se fugan de la norma cisheteropatriarcal.
En 2010 y 2012 se avanzó en derechos democráticos elementales (incluso antes y más profundamente que en la mayoría de los países de la región) como la ley de matrimonio igualitario y la ley de identidad de género. Estos reclamos activaron enormes movilizaciones y profundos debates que supieron ganarse el apoyo de las mayorías sociales y enfrentando fuertes resistencias de las Iglesias.
Sin embargo, como sucedió en gran medida con el feminismo, luego de conquistadas estas demandas, el Estado, utilizando sus estrategias de cooptación, logró fagocitar dentro de su estructura a muchxs activistas y organizaciones, que de la calle pasaron a tener un puesto en los Ministerios y oficinas, apoyo financiero momentáneo para los proyecto de sus ONGs, etc. El filo crítico y el espíritu de escándalo fue asimilado por las múltiples ventanillas de la gubernamentalidad.
El último gobierno de Alberto Fernández fue el paroxismo de esta estrategia. Su fracaso económico y politico arrastró a la decepción a feministas y activistas de las disidencias que habían confiado que con este gobierno se avanzaría en mejorar la calidad de vida y en la lucha contra la discriminación. Pero lejos de esto, el último gobierno del Frente de Todxs fue un ejemplo del progresismo neoliberal: el reconocimiento simbólico mal intentaba ocultar la degradación general de la vida, la falta de trabajo genuino, acceso a la salud para personas trans, el crecimiento de la derecha extrema. Todo en el marco de un resignado acuerdo con el FMI que priorizaba pagar sin cuestionar la gran estafa que significa la deuda externa.
En Córdoba los gobiernos del ciclo DeLaSotista, si bien se han mostrado distantes del kirchnerismo, en su gestión del Estado integraron a este sector y reprodujeron (a su manera) la perspectiva de género con el polo de la Mujer, acompañamiento simbólico a las disidencias y algunos programas específicos. Los gobiernos (provinciales y municipales) de Schiaretti, Llayrora y Paserini nunca quisieron siquiera aprobar el Cupo Laboral Travesti-Trans, ni enfrentar abiertamente a las Iglesias, que gozan de múltiples beneficios y mucha influencia en la educación. La gran mayoría de activistas LGTBIQ y organizaciones se integraron al Estado, abandonaron las calles, las plazas y si hubo reclamos, sólo eran consignas vacías. Las becas, los bolsones y otros parches se convirtieron en las herramientas para contener la acuciante situación social de los colectivos. Producto de la crisis y el no-hay-plata no queda ni eso.
Hoy el gobierno de Javier Milei implica una enorme impugnación por derecha a estas políticas del progresismo light. Quiere desarmar la parte del consenso estatal, dejarle sólo la coerción, imponiendo el mood individualista. Los libertarianos en el poder despliegan una cruel batalla cultural, económica y política que implicaría la reversión de las conquistas conseguidas en las calles por el movimiento de mujeres y LGTBIQNB+. “Más Estado” como propone la Comisión Organizadora de la marcha del orgullo está lejos de resolver las demandas del colectivo LGTBIQ. Además de una consigna impotente, sospecho busca darle seguridad a las sillas de lxs activistas devenidxs en funcionarixs políticos. Queda para “otro momento” la perspectiva de la lucha y la movilización, así como cualquier iniciativa de coordinar junto a los sectores que también se enfrentan hoy al gobierno nacional de Milei. La marcha del orgullo no puede ser el único día del año en que los reclamos pueden expresarse, contenidos en los marcos que el Estado acepta.
Frente a este panorama los espacios críticos del activismo LGTBIQNB+ local como la Asamblea de Disidencias Sexuales, convocamos este sábado con nuestras consignas, buscando la independencia política respecto a todos los gobiernos. Más allá de las tensiones y recelos, el gobierno de Milei no podría avanzar en el ajuste brutal, ni en la entrega de los recursos naturales, sin el apoyo de los legisladores que le responden a los gobernadores como Martín Llaryora. También se destaca entre las consignas la denuncia al genocidio que está ocurriendo frente a nuestros ojos en Gaza y el pinkwashing. La denuncia clara al presupuesto 2025 por significar lisa y llanamente muerte, al negar recursos básicos a la respuesta contra el VIH y otras ITS, así como el ajuste y desfinanciamiento en salud integral y educación.
Desde Pan y Rosas nos sumamos junto a UEPC Capital, las asambleas estudiantiles de comunicación, psicología y las organizaciones del FITU a esta convocatoria independiente, donde se puede entrever esa otra tradición del activismo LGTBIQ que sabe desplegar su creatividad y radicalidad enfrentando al canto de sirenas del Estado capitalista así como la lucha decidida contra la ultraderecha.