El presente artículo fue publicado originalmente en La Izquierda Diario Perú.
La crisis económica global, que comenzó a gestarse con la pandemia de 2019-2020, sigue afectando a millones de personas en todo el mundo. En el caso específico de Perú, los efectos de esta crisis se han intensificado en los últimos años, y han exacerbado problemas estructurales preexistentes, como la pobreza, el desempleo y la inseguridad.
Según el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), la pobreza monetaria alcanzó un 29% de la población en 2023, niveles similares a la pandemia. El desempleo sigue siendo una de las principales preocupaciones, afectando particularmente a los jóvenes y a los sectores informales, que constituyen más del 70% de la fuerza laboral del país. A su vez, la delincuencia y el sicariato han escalado, reflejando la debilidad del Estado Burgués para garantizar la seguridad pública y la justicia social.
En este escenario de descontento generalizado, el gobierno de Dina Boluarte enfrenta una desaprobación histórica que ronda el 95%, según diversas encuestas de opinión. Un gobierno surgido tras un golpe de Estado se ha caracterizado por una política de represión frente a las manifestaciones sociales; las protestas de 2022 y 2023, que dejaron más de 60 muertos y cientos de heridos, han consolidado un régimen autoritario e insensible a las demandas de las clases explotadas. Por tal motivo, esta situación ha abierto un espacio para la creciente movilización social, que busca una transformación profunda del sistema político y económico.
Limitaciones del Paro Nacional
El Paro Nacional de los días 13, 14 y 15 de noviembre representó un nuevo intento por parte de diversos sectores de la sociedad peruana de hacer frente a la crisis y al gobierno de Dina Boluarte. Sin embargo, a pesar de la magnitud de la protesta, varios factores limitan su efectividad y su capacidad para generar un cambio significativo.
1. Déficit de organización y coordinación democrática en el Paro Nacional
Uno de los principales obstáculos que enfrentó este Paro Nacional fue la falta de organización y coordinación democrática entre los diversos sectores convocantes. A pesar de que la protesta logró movilizar a miles de personas en varias ciudades, la ausencia de asambleas amplias y representativas en los centros de trabajo, las comunidades y los gremios dificultó la articulación de una agenda común.
El déficit organizativo también se reflejó en la estructura centralista y burocrática de la convocatoria. La falta de espacios de autoorganización, en los que los participantes pudieran debatir, decidir colectivamente y fiscalizar a los dirigentes, limitó la legitimidad y la cohesión del movimiento.
2. Limitaciones de la dirección actual
Otro de los problemas fundamentales del Paro Nacional fue la dirección de este, encabezada por los transportistas y sus asesores, que propusieron una agenda centrada en demandas como la derogación de la Ley 32108 y la renuncia de Dina Boluarte; si bien estas demandas son relevantes para muchos sectores, no ofrecen una solución estructural a la crisis de inseguridad que afecta al país, ni a la creciente extorsión y sicariato, que han azotado especialmente a las clases explotadas. Este enfoque parcial dejó de lado las raíces estructurales de la violencia, como la desigualdad económica y la falta de acceso a servicios básicos.
3. Debilidad en sectores clave
El sector del transporte, que había sido una de las columnas vertebrales de las protestas anteriores, mostró una participación relativamente débil en este Paro Nacional. En particular, la falta de unidad entre los gremios de transporte y otros sectores estratégicos, como los mercados y la agricultura, limitó el alcance de las movilizaciones. Los sectores clave como los trabajadores, campesinos, indígenas y estudiantes no lograron participar de manera efectiva, lo que redujo la capacidad de movilización de las bases sociales.
4. Fragmentación de la clase trabajadora
La fragmentación de la clase trabajadora ha sido otro de los factores que ha debilitado la lucha contra el gobierno de Dina Boluarte; las decenas de años de políticas neoliberales y la sistemática destrucción del movimiento sindical han dejado a los trabajadores desorganizados y sin un liderazgo claro. En este sentido, la Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP) y otros sindicatos han adoptado una política de conciliación de clases que limita la capacidad de los trabajadores para organizarse de manera autónoma y desafiar las políticas del gobierno.
El hecho de que algunos sectores sindicales, como la CGTP, mantengan acciones de movilización con los gremios de la burguesía como la Cámara Peruana de Comercio y la Sociedad Nacional de Industrias, ha generado una desconexión entre las bases obreras y sus representantes. Las políticas de conciliación de clases solo debilitan las luchas obreras y perpetúan el sistema de explotación. Las organizaciones de los trabajadores deben promover una agenda de lucha independiente y radical que cuestione las estructuras de poder.
5. Ausencia de una izquierda revolucionaria sólida y estratégica
La falta de una izquierda revolucionaria organizada y con una estrategia coherente también ha jugado en contra del Paro Nacional. En la actualidad, no existe un partido revolucionario con peso político real que pueda articular las demandas populares de manera efectiva. Las tácticas de lucha se limitan a soluciones coyunturales o simplemente electorales que no responden a las causas profundas de la crisis. Sin una estrategia a largo plazo que apunte a una transformación radical de la sociedad, es difícil que el movimiento social logre generar los cambios estructurales que se necesitan.
En este contexto, la creación de una Asamblea Constituyente Libre y Soberana emerge como un objetivo crucial; esta Asamblea podría canalizar las demandas de los sectores más desfavorecidos y abrir un camino hacia un gobierno de los trabajadores. Sin embargo, la viabilidad de este proceso depende de la organización unificada de las clases explotadas y de una estrategia política que trascienda las luchas inmediatas.
El Paro Nacional del 13, 14 y 15 de noviembre ha sido un reflejo de las tensiones sociales y económicas que atraviesan al Perú. A pesar de la magnitud de la protesta, su impacto ha sido limitado por diversas razones, entre ellas, la falta de organización democrática, la debilidad de los sectores clave y la ausencia de una izquierda revolucionaria con una estrategia coherente. Sin una transformación profunda de las estructuras políticas y económicas del país, y sin la capacidad de las clases explotadas para organizarse de manera autónoma y eficaz, será difícil que el pueblo peruano logre superar la crisis. |