Miliciana republicana entrenando en la playa. Barcelona, 1936 - Foto: Gerda Taro
Inauguramos la serie Fotógrafas, con esta nota dedicada a Gerda Taro, conocida durante muchos años como "La novia de Capa". Su obra y nombre fueron recuperados luego de décadas, junto a su estatura como fotoperiodista y como pionera en la fotografía de guerra. En esta serie intentaremos recuperar la obra de fotógrafas poco conocidas u olvidadas, pero figuras importantes de una profesión hegemonizada por varones.
Gerda Taro fue una pionera en varios sentidos: pionera en el fotoperiodismo, primera fotógrafa en cubrir una guerra y primera fotorreportera en morir en el frente. Pero además ideó una original estrategia para conseguir trabajo en una profesión que recién comenzaba a desarrollarse.
Había nacido en 1910 en Stuttgart, Alemania, como Gerta Porohylle, dentro de una familia judía polaca. A comienzos de la década de 1930 su participación política en agrupaciones de izquierda la hicieron blanco de persecuciones y detenciones por parte del nuevo régimen nazi, ante lo cual debió exiliarse en París en 1933.
Ya en Francia participaba en manifestaciones políticas y reuniones tanto de grupos de exiliados alemanes como del ambiente obrero parisino y se integró a la Asociación de Escritores y Artistas Revolucionarios, una organización de intelectuales antifascistas creada en 1932. Su búsqueda de un trabajo que le permitiera vivir de manera independiente la llevó a encontrarse con la fotografía, en un principio como modelo. Así conoció al fotógrafo húngaro Endre Friedmann, con quien entabló una sociedad profesional y personal.
Gerta, ya Gerda, se encargó entonces de manejar la carrera de Friedmann como fotoperiodista, a la vez que éste la fue iniciando en las artes del oficio fotográfico. Una pareja de exiliados judíos en París no tenían las mejores posibilidades para recibir encargos por parte de los medios periodísticos de la época. Decidieron entonces inventar a Robert Capa, un supuesto prestigioso fotógrafo norteamericano, del que Gerda era mánager y Friedmann su técnico laboratorista. Un misterioso fotorreportero estrella que trabajaba solo y no daba entrevistas. Y con una tarifa más alta que la que sus creadores podrían cobrar. El truco funcionó y les permitió establecerse en la profesión.
La Guerra Civil Española, su mejor y su último trabajo
En 1936 los progresos de Gerda como fotógrafa la llevaron a comenzar a usar su propio seudónimo: Gerda Taro. Y en algunos trabajos conjuntos firmaban como Capa y Taro. En julio de ese año estalló la Guerra Civil en España a partir del golpe de estado fascista del general Franco contra la Segunda República Española, instaurada en 1931.Gerda y Endre fueron contratados por la revista francesa Vu para cubrir los hechos. Esto empalmaba con sus propias convicciones políticas antifascistas, por las cuales muchos intelectuales y periodistas de todo el mundo viajaban a apoyar y a luchar en el bando de la República, amenazada por el levantamiento armado de Franco.
Durante un año Gerda y Endre cubrieron distintos frentes de la guerra, comenzando en Barcelona y luego trasladándose a otras ciudades. De esta época es la foto más célebre de la guerra civil: Muerte de un miliciano, firmada por Robert Capa,aunque no hay certeza de su autoría real: Gerda o Endre. Gerda solía trabajar con una cámara Rolleiflex 6 x 6 de formato cuadrado y Friedmann con una Contax de 35 mm, de formato rectangular, pero se sabe que solían intercambiar sus cámaras, quizás para mantener vivo el prestigio y el estilo de Robert Capa. Estudios recientes no sólo atribuyen esa foto a Gerda, sino que además aventuran que la batalla fotografiada no fue real sino una puesta en escena para poder enviar material de interés a la revista francesa que los contrataba.
Comenzado el año 1937 Taro y Friedmann encararon rumbos diferentes, tanto en lo personal como en lo profesional. Gerda comenzó a firmar como Photo Taro, en tanto que Friedmann continúa como Robert Capa. La temprana muerte de Gerda causó una fuerte conmoción dentro del bando republicano, que perdía a una de sus miradas más potentes y comprometidas. También dentro del círculo del periodismo y la intelectualidad de izquierda que la admiraba y respetaba por su trabajo.
Sin embargo, el nombre y la obra de Gerda Taro tuvieron que esperar décadas para alcanzar reconocimiento profesional, debido quizás a la confusión que generó la firma cambiante de las fotos, en las que prevaleció el seudónimo Robert Capa.
En julio de 1937 Taro cubría los fuertes combates por la defensa republicana de la ciudad de Brunete, en una zona cercana a Madrid. Esta cobertura se convertiría en su mejor y último trabajo profesional. Su preocupación por lograr el testimonio gráfico, no sólo de la destrucción de la ciudad sino del ataque salvaje contra la población civil, la llevó a quedarse en Brunete hasta el final de la batalla. Un choque entre un tanque ruso y el camión en el que viajaba parada en el estribo, mientras eran asediados por un ataque aéreo, provocó su caída y el atropellamiento por el blindado. Gerda murió en el hospital, preocupada más por el destino de sus fotos que por su vida. Unos días después hubiera cumplido veintisiete años.
El trabajo realizado por Gerda y Capa, junto al de muchos otros fotógrafos y fotógrafas, fue ampliamente difundido por los diarios de todo el mundo y sobre todo por las nuevas revistas ilustradas como la mencionada Vu y la estadounidense Life. Junto a ellas, o mediante esas revistas, nacía y se desarrollaba el fotoperiodismo de guerra, logrando fotos desde el lugar de los hechos, tan cerca como nunca antes. Con ello se relaciona la frase atribuida a Friedmann-Capa: “Si tus fotos no son suficientemente buenas es que no te has acercado lo suficiente”.
Las fotos de Gerda Taro mostraban el costado más humano de la guerra. Lograron contar desde adentro la vida y el sufrimiento de la población civil, pero también el día a día en la organización de las milicias obreras y populares, integradas tanto por hombres como mujeres, que defendieron heróicamente a la República Española.
Una maleta mexicana
Esas fotos de un año de cobertura en España, perdidas durante décadas, se encontraron en 2008 entre las pertenencias de un oscuro general mexicano, agregado militar en la embajada de su país en España, Francisco Aguilar González, quien las habría guardado luego de la caída de la República en 1939. Al parecer, este militar estuvo involucrado, entre otras cosas, en negocios turbios con la ayuda enviada a refugiados españoles en Francia y no se sabe cómo las fotos llegaron a sus manos.
Conocida como La maleta mexicana, su contenido guardaba tres mil negativos de toda la campaña entre 1936 y 1937, con fotos de Gerda Taro, de Robert Capa y de David “Chim” Seymour (amigo de Capa y co-fundador de la agencia Magnum).
La Maleta Mexicana no solo resguardó la obra de una gran fotógrafa, una de las primeras fotoperiodistas, quizás la más grande, seguro la de carrera más breve, sino que cuidó en su interior las fotos que contaban la valentía de las mujeres y los hombres de un pueblo armado en defensa de su dignidad, en su lucha contra el fascismo.