A pocos días de que comience el segundo mandato de Trump, la administración entrante está plagada de contradicciones. Los republicanos han recibido la tarea de representar al amplio grupo de la derecha y el capital que se unieron en torno a Trump, aunque todavía tienen muchos desacuerdos clave entre sí. En ese sentido, el gobierno entrante se encuentra en un terreno potencialmente inestable de desacuerdos y contradicciones internas.
Esto es importante porque, técnicamente, el Partido Republicano está en un momento de gran fortaleza. El partido controla básicamente los tres poderes del gobierno. Sin embargo, hay desacuerdo dentro de las filas de los republicanos del Congreso sobre cómo abordar este nuevo momento y cuál es la mejor estrategia para lograr las prioridades de Trump. Por su parte, Trump se ha desentendido de debates estratégicos concretos, limitándose a poner énfasis en cómo quiere llevar a cabo sus prioridades legislativas. De hecho, la falta de claridad va más allá, ya que los republicanos están incluso divididos sobre cuáles deberían ser estas prioridades. Esta falta de cohesión revela lo inestable que es la coalición de Trump.
Otro factor importante en la situación política de la nueva administración es que la burguesía está jugando un papel muy destacado en el gobierno de Trump, y Elon Musk tiene la atención del presidente de una manera sin precedentes. Esto revela el carácter del gobierno de Trump y permite a los críticos, como hizo Joe Biden en su discurso de despedida, comparar el gobierno entrante de Trump con una oligarquía.
Las fisuras dentro del gobierno pueden brindar oportunidades para que la lucha de clases desempeñe un papel importante y no debemos tomar el programa de Trump como un hecho consumado. La lucha de clases puede perturbarlo, pero también puede desmoronarse debido a desacuerdos internos.
Un gobierno de contradicciones
Al observar la administración Trump, puede ser, como escribe The Economist que "es útil dividir a los acólitos de Trump en tres grupos: los conservadores tradicionales, los partidarios del principio de ’América primero’ y los magnates de la tecnología. En muchos casos hay superposición. La mayoría está de acuerdo en que Estados Unidos necesita menos regulaciones, un gobierno más pequeño, impuestos más bajos, menos inmigración y una postura más dura frente a los oponentes extranjeros. Prácticamente todos aportan una amplia experiencia, ya sea en el gobierno o en el sector privado, pero sus prioridades y prescripciones varían ampliamente.Los partidarios de Trump creen que, cuando se reflejen en su Despacho Oval, estos desacuerdos permitirán tomar mejores decisiones. Si se gestionan mal, podrían conducir fácilmente a una gobernanza caótica".
De hecho, muchas de las promesas en las que Trump basó su exitosa campaña enfrentan obstáculos dentro del gobierno, y todo lo que logre será el resultado de negociaciones entre facciones.
¿Debe el gobierno ofrecer más o menos visas H-1B [visas de trabajo para migrantes con título profesional]? ¿Debe iniciarse una guerra comercial con China? ¿Cuáles deben ser las prioridades políticas? Estas son solo algunas de las preguntas que están dividiendo a sectores del mundo Trump, creando fracturas dentro del gobierno y entre los líderes del movimiento MAGA y su base. Por ejemplo, el movimiento MAGA ya está en conflicto con Musk en torno a los "inmigrantes altamente calificados" [los de las visas H-1B] y los monopolios tecnológicos. En general, la base del MAGA es significativamente más populista de lo que se perfila el gobierno de Trump. Este movimiento está específicamente preocupado por “volver a los viejos tiempos”, mientras que los derechistas tecnológicos se centran en forjar una “nueva sociedad” basada en conceptos capitalistas profundamente de derecha.
Los populistas y los tecno-oligarcas están en el mismo partido, y eso va a causar tensiones. Basta con ver el ataque mordaz de Steve Bannon a Musk para ver cómo estas tensiones están estallando antes incluso de que el gobierno tome el poder.
Otro sector que está jugando un papel es la burocracia sindical de derecha, representada por Sean O’Brien, que también está tratando de influir en el gobierno. O’Brien, un nacionalista que se posicionó con una perspectiva de "Estados Unidos primero" en el debate sobre las visas H-1B, aparentemente presionó mucho a la candidata a Secretaria de Trabajo, Lori Chavez DeRemer, y parece ser parte de las figuras públicas que se arremolinan alrededor de Trump para ganar capital político.
Hagamos de Estados Unidos un gran imperio otra vez
Un elemento clave de la campaña de Trump se ha revelado como la farsa que siempre fue. Trump se presentó como el candidato contra la guerra y como alguien que mantendría a Estados Unidos fuera de los enredos extranjeros. Sin embargo, en las últimas semanas ha provocado a varios países diferentes y se ha revelado dispuesto a actuar como el imperialista en jefe. Como escribió Samuel Karlin: "Trump se presentó como un candidato ’antibélico’, criticando a los arquitectos de la guerra contra el terrorismo, al tiempo que prometía que bajo su administración el mundo ya no verá a Estados Unidos como ’débil’".
Y, aun así, incluso antes del día de la investidura, Trump ha radicalizado su retórica de “Hacer de Estados Unidos un gran imperio de nuevo”. Sin embargo, esto no es nada fácil, ya que también existe una falta de acuerdo sobre cuáles deberían ser las prioridades de la política exterior dentro de la derecha y la burguesía. Además, Biden no pudo revertir por completo el declive general de la hegemonía estadounidense en el escenario mundial, por lo que Trump llegó al poder para intentar un enfoque diferente.
En un discurso cargado de épica imperial del destino manifiesto, Trump amenazó con tomar el control del Canal de Panamá por la fuerza armada si fuera necesario y comprar Groenlandia. Trump puede estar fanfarroneando, pero sin duda se está presentando como la solución cesarista a la crisis de decadencia histórica del imperialismo estadounidense con renovadas aspiraciones imperialistas. Parece que Trump ejercerá una presión extrema sobre los aliados tradicionales de Estados Unidos para obligarlos a negociar en sus términos y hacer que destinen muchos más recursos a los intereses comunes de impedir el avance de China y Rusia.
En Medio Oriente, Trump tiene la ventaja de que el Estado de Israel ha avanzado en el genocidio, la destrucción de Gaza y la anexión de Cisjordania por un lado y en el debilitamiento extremo del llamado Eje de Resistencia que contribuyó a la caída de Assad en Siria, por el otro. Todo esto puede ser utilizado por Trump para reforzar su apoyo incondicional al proyecto del Gran Israel que impulsa el primer ministro Netanyahu.
El acuerdo de alto el fuego, que aparentemente se alcanzó después de que Trump presionara al gobierno de Netanyahu, es una muestra de la estrategia de doble filo que está adoptando el presidente entrante. Está presionando a los aliados para que resuelvan los conflictos abiertos (el genocidio y la guerra en Ucrania) para que Estados Unidos vuelva a centrarse en el Indopacífico, América Latina y China. Trump no tiene ningún interés en detener el genocidio en Gaza. Su presión sobre Netanyahu tiene que ver con la urgencia del imperialismo estadounidense de poder centrarse en las batallas estratégicas que están por venir. Aunque incluso con un alto el fuego, la situación en Medio Oriente es extremadamente volátil.
En la administración Trump todos coinciden en que el enemigo estratégico a derrotar es China, pero no en los mecanismos, ritmos y prioridades de cómo hacerlo. El problema de los aranceles tiene en vilo a los sectores industriales y tecnológicos estadounidenses que dependen del comercio con China —y también con México y otros países—. Hay una gran preocupación por que el Ejército salga de su larga crisis de presupuesto y moral para poder enfrentar al gigante asiático, pero no hay consenso sobre cómo hacerlo. Hay consenso en que los recursos militares tienen que ser reubicados hacia el Indo Pacífico y Taiwán parece ser un epicentro del creciente conflicto con China, pero el candidato a secretario de Estado, Marco Rubio, ha indicado que EE.UU. no dejará de cooperar con la OTAN y Ucrania.
La burguesía no tiene consenso
Lo que se cierne sobre la situación es una falta generalizada de consenso burgués, con diferentes sectores del capital y diferentes alas de los mismos sectores que desean cosas opuestas en un momento de debilidad hegemónica histórica de Estados Unidos, una crisis de fe latente de las masas en torno a su liderazgo político tradicional y un creciente cuestionamiento de la codicia capitalista.
En esencia, no hay una hoja de ruta clara para salir de la situación actual. Trump ganó en parte como el candidato del cambio y está generando grandes cambios, como lo demuestra la inclusión de multimillonarios tecnológicos y las nominaciones de Pete Hegseth y Tulsi Gabbard. Lo que no está claro es cómo funcionarán esos cambios y cuánto durarán.
El caos que significó el primer gobierno de Trump preocupó originalmente a la burguesía, aunque con el tiempo eso ha cambiado. Lo que el caos de un nuevo gobierno de Trump hará, en el contexto de la falta de consenso que venimos detallando, es profundamente incierto y también pone límites a su administración. La relación rápida y dura entre Trump y sectores del capital puede fracturarse tan fácilmente como se creó. ¿Trump se orientará hacia su base o hacia sus aliados en los negocios? ¿Y cómo reaccionará el grupo "perdedor" después de que Trump vaya en contra de sus demandas? El camino por delante para Trump está poco iluminado y requerirá una verdadera agilidad por parte de su administración para mantener unida a la coalición.
Soluciones cesaristas para un partido dividido
En los últimos años, a medida que el trumpismo ha ganado peso en el Partido Republicano, este ha adoptado una dinámica multipartidaria (donde parece haber varios partidos dentro del mismo), en la que el movimiento MAGA actúa cada vez más como un partido y el establishment republicano como otro. Ahora estamos viendo las divisiones dentro del movimiento MAGA, que están creando una dinámica multipartidaria aún mayor dentro del Partido Republicano, que incluye al creciente sector tecnológico de derecha y a un sector del movimiento obrero liderado por O’Brien. Dado lo ajustado que es el control republicano del Congreso, es muy posible que los republicanos tengan un colapso sobre cómo proceder; un ejemplo de esto se puede ver en la forma en que Musk casi hizo estallar las discusiones para evitar un cierre del gobierno. Se ha informado ampliamente de que el apoyo al presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson, es inestable en el mejor de los casos entre los republicanos de la Cámara. Existe un acuerdo entre la mayoría del partido republicano en que Trump debería liderar, pero, aparte de eso, su heterogeneidad probablemente sea más una barrera que un activo para el nuevo gobierno.
La solución de Trump y la derecha es acaparar una gran cantidad de poder en el ejecutivo y hacer que Trump gobierne como un cesarista, imponiendo su agenda sin el pleno acuerdo del resto del gobierno. Pero esto se ve desafiado por el hecho de que incluso el ala partidaria del poder ejecutivo del Partido Republicano no está de acuerdo internamente sobre cuáles deberían ser las prioridades después de asumir más poder. De hecho, cómo reaccionará el resto del partido, el Congreso y el país si Trump intenta imponer su voluntad como un rey es una pregunta muy abierta.
Austeridad sin derechos
El programa económico que Trump y sus aliados parecen haber acordado se puede resumir como “austeridad sin derechos”. Dicho de otro modo, como se señaló en un episodio del podcast The Dig, será "lujo obsceno para los ricos y austeridad para la clase trabajadora".
Los republicanos añaden a esto su profunda agenda antiderechos: no es casualidad que una de las primeras leyes aprobadas en la Cámara de Representantes sea la prohibición de que las mujeres y niñas trans participen en deportes femeninos. Esta combinación promete condiciones extremadamente nefastas para la clase trabajadora y los oprimidos, ya que se eliminan los servicios sociales y se revocan los derechos.
La lucha de clases escribirá la historia de la administración Trump
Al analizar la administración entrante, es importante entender que Trump (a pesar de sus bravuconadas y de los informes de los medios burgueses) obtuvo una victoria relativamente ajustada con menos votos que los que obtuvo Biden en 2020. No está claro qué parte de la base social que ha reunido a su alrededor lo aprecia por sus políticas ultrarreaccionarias o simplemente porque representa un cambio con respecto a la despreciada administración Biden. La experiencia de vida real que las masas están a punto de tener con este "Trump 2.0" será crucial para determinar cuánto espacio tiene Trump para operar.
Algo que la prensa burguesa deja fuera de la mayoría de las discusiones sobre el próximo mandato de Trump son los cambios generales en la conciencia de las masas y las oportunidades que estos cambios brindan para la lucha de clases. Ha habido enormes cambios de conciencia en torno al apoyo al pueblo palestino ante el genocidio de Israel, una negativa a pagar por la crisis de la burguesía y los ricos, como lo indica la simpatía que generó Luigi Mangione [tras asesinar al CEO de la aseguradora de salud más grande del país], todos elementos que están en ebullición bajo la superficie de la situación y pueden manifestarse rápidamente. Trump no tiene un camino abierto para implementar su agenda de derecha. Hay fuerzas en la sociedad que han comenzado a levantar la cabeza y que pueden detenerlo. El nuevo movimiento obrero, profundamente afectado por el COVID y cruzado por el movimiento Black Lives Matter, ha tenido experiencias de ir a la huelga en varias ocasiones los últimos años, mientras que el movimiento en apoyo al pueblo palestino ayudó a politizar aún más a los sindicatos. El movimiento obrero puede aparecer en la situación nacional y perturbar los planes de Trump. Además, los movimientos sociales pueden resurgir las calles y luchar contra el imperialismo de Trump y los ataques internos, como puede ser contra la deportación de migrantes o por los derechos de las minorías. La clase trabajadora y los oprimidos no pueden quedarse de brazos cruzados mientras se impone la austeridad y se eliminan nuestros derechos. Podemos contraatacar y cambiar el curso de la historia. |