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La Izquierda Diario
18 de enero de 2025 Twitter Faceboock

Estados Unidos
En su discurso de despedida, Biden intenta demostrar preocupación por el “complejo industrial tecnológico”
Vaishali Patra

El presidente Biden defendió el imperialismo por última vez desde el Despacho Oval mientras advertía de los peligros del “complejo industrial tecnológico” y la “oligarquía”, queriendo demostrar preocupación ya poco creíble .

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Poco antes del inicio del segundo mandato de Donald Trump, Joe Biden se despidió públicamente como el 45º presidente de Estados Unidos en un breve discurso retransmitido en directo desde el Despacho Oval. Biden, apodado “Joe el genocida” por el movimiento propalestino, se atribuyó todo el mérito del acuerdo de alto el fuego anunciado ese mismo día. A pesar de haber supervisado y financiado el genocidio en Gaza durante más de un año, se pintó orgullosamente como un pacificador en previsión de que Trump recibiera el crédito por el alto el fuego. Sin embargo, este intento legítimo y desesperado de mantener el poder presidencial de Estados Unidos como máxima autoridad en geopolítica hace poco por redimir su reputación de criminal de guerra imperialista.

Bajo su nuevo eslogan -el “destructivo” nuevo “complejo industrial tecnológico” basado en el “complejo industrial militar” de Eisenhower- se escondía el último esfuerzo de Biden por mantener el imperialismo estadounidense en medio de una crisis orgánica. Expresó su preocupación por la oligarquía de las grandes empresas tecnológicas, la desinformación y por el declive de la moderación de contenidos en las plataformas de medios sociales. Esto iba dirigido presumiblemente al nuevo sector tecnológico de derechas del Partido Republicano, dominado por Elon Musk. Pero Biden también invocó este tema para complacer a una juventud cada vez más consciente de su clase a la que quiere llevar de vuelta al Partido Demócrata capitalista. Biden nombró a Lina Khan presidenta de la Comisión Federal de Comercio (FTC), conocida por sus opiniones antimonopolio. Pero también nombró comisario de la FTC a Andrew Ferguson, que ahora ha sido designado por Trump para sustituir a Khan como presidente. Ferguson es republicano y ex consejero jefe del líder republicano Mitch McConnell.

Mientras que Biden y Khan elaboran una marca cuidadosamente curada de una cruzada progresista pero reformista contra los grandes oligarcas de la tecnología, su complicidad en allanar el camino para Trump y Ferguson corre el riesgo de ser subestimada seriamente. No sólo Biden nombró comisario de la FTC a Ferguson, que ahora ha sido nombrado presidente de la FTC por Trump, sino que además no se privó de desear explícitamente que la producción tecnológica estadounidense derrote al poder de China en su discurso. Este es un claro ejemplo no sólo de la unidad de la burguesía a través de los partidos políticos, sino también de los fracasos de llevar la angustia anticapitalista a su muerte a manos del Partido Demócrata, a menudo descrito como el cementerio de los movimientos sociales.

No se puede criticar el complejo industrial tecnológico sin criticar el capitalismo y el imperialismo. Esta industria es sinónimo de explotación de la clase trabajadora en todo el mundo, incluso en Estados Unidos, pero especialmente en el Sur Global. El complejo industrial tecnológico sostiene el capitalismo, y el capitalismo sostiene el complejo industrial tecnológico. La mano de obra explotadora imperialista de todo el mundo que se emplea en fabricar y transportar los ordenadores, teléfonos inteligentes y cámaras de este sistema y su aplicación en crímenes de guerra es lo que lo hace “destructivo”, no sólo la lealtad de sus directores ejecutivos a Trump, como lo ve Biden. Incluso si la fabricación de piezas tecnológicas esenciales como los chips semiconductores, un “invento estadounidense” en palabras de Biden, se traslada a Estados Unidos, no rectificará el destructivo entramado imperialista sobre el que funciona el sistema.

El nacimiento de esta industria se produjo en el apogeo del neoliberalismo en las décadas de 1990 y 2000; en un momento en que los antiguos países colonizados estaban siendo brutalizados con Planes de Ajuste Estructural del imperialista Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI). Estos planes endeudaron a países enteros y les obligaron a emprender medidas de austeridad en beneficio de los magnates estadounidenses. La reconfiguración bipartidista del complejo industrial tecnológico para trasladar la fabricación de los centros internacionales a los nacionales apenas hará mella en ninguna de sus cualidades “destructivas”. Los trabajadores de Estados Unidos sufrirán la super explotación dentro de las fábricas para los beneficios de los multimillonarios, mientras que a la clase trabajadora del Sur Global se le negará aún más la tecnología básica a través de la deuda de larga data con el FMI, junto con el aumento de la inflación, la caída de los salarios y, ahora, el aumento previsto de las tasas de desempleo.

Internet se concibió como una herramienta militar, no como un faro de democracia. No es de extrañar que se esté utilizando para la destrucción digital de los mismos lugares que han sido objeto de destrucción militarista durante siglos. En Palestina, la tecnología fabricada por Google, Amazon, Microsoft y Lavender AI se está utilizando para el genocidio. El software de vigilancia israelí Pegasus se utiliza para reprimir la disidencia política en más de 40 países de todo el mundo. La industria tecnológica adora al líder que “golpeará a quien quiera”, destruirá el medio ambiente y explotará a los trabajadores en el extranjero por los rentables metales. Enfrentarse de verdad a la oligarquía tecnológica significa abolir el capitalismo y el imperialismo; significa abolir la esclavitud racista en las prisiones utilizada por la industria tecnológica; significa mejorar las vidas de toda la clase trabajadora mediante tecnología creada por y para nosotros en lugar de enfrentar a los países entre sí en una carrera por fabricar la tecnología más explotadora posible.

Biden accedió a su cargo al frente de una pandemia mortal, el mayor movimiento antirracista del siglo y la mayor recesión desde 2008. Afirmó en su discurso que la asistencia sanitaria es ampliamente accesible en todo el país, mientras que la gente tiene dificultades para acceder a la atención sanitaria, los medicamentos recetados, la atención de urgencia y mucho más. Estas experiencias con la industria de la salud, junto con el aumento de los costes y la disminución de la calidad de Internet, la televisión, las noticias, el entretenimiento, el comercio electrónico y las aplicaciones de software asociadas con la monopolización de la industria tecnológica están despertando a la gente a los fracasos del capitalismo, incluido el capitalismo keynesiano convertido en arma por los demócratas.

Las semillas de la conciencia de clase -de la preocupación por la oligarquía tecnológica y el acceso a la sanidad- se están redirigiendo de forma manipulada hacia una lucha contra China. Pero la verdadera lucha es contra la burguesía, ya sea Trump, Biden o Xi Jinping. Sólo la lucha de la clase obrera a escala internacional determinará si un segundo mandato de Trump traerá más destrucción o más radicalización; si nos alejará o nos acercará hacia la revolución.

Este artículo fue originalmente publicado en Left Voice, parte de la Red Internacional de La Izquierda Diario.

Traducción: Gloria Grinberg

 
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