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19 de enero de 2025 Twitter Faceboock

México
Cien días de gobierno de Claudia Sheinbaum: neodesarrollismo y subordinación al imperialismo
José Carlos Posadas

El domingo 12 de enero, Claudia Sheinbaum y su formación política, Morena, realizaron un masivo acto en el Zócalo de la CDMX para conmemorar los primeros 100 días de su gobierno. Con lleno total de la plaza, la presidenta y todo el aparato político nacional del partido oficialista hicieron gala del contundente apoyo del 70% con el que cuenta el actual gobierno. Un acto en el que se esperaba no sólo que hablara de la gestión de estos primeros tres meses, sino que dejara clara su ubicación ante la inminente asunción de Donald Trump como presidente de EEUU.

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Las previsiones fueron ciertas, en un discurso lleno de mensajes, Claudia Sheinbaum no se privó de nada. Le respondió a la oposición de derecha, engalanó al segundo piso de la Cuarta Transformación, —como le apoda a su gestión—, presumió de los programas sociales y lo que ella considera sus logros económicos, y culminó con una retórica soberanista, donde aseguró que somos un país independiente, pero también aliado y de muy buenas relaciones con EEUU.

Es decir, buscó construir un posicionamiento global, incluso no dejó de poner por delante que es la primera mujer presidenta, y que sería ella una suerte de ejemplo de que “es el tiempo de las mujeres”, que ahora pueden ser lo que deseen en la vida pública y privada, eso, claro, a pesar de que México sigue siendo el país del feminicidio. Sin embargo, más allá de los highlights del discurso, en este artículo queremos construir un análisis del devenir de México bajo la llamada Cuarta Transformación.

El “giro” en la economía: Neodesarrollismo de la 4T y la subordinación económica

En el primer sexenio de la 4T, se construyó una retórica muy clara. El enemigo era la “mafia del poder” y sus lacayos, los conservadores y los neoliberales. Se desarrolló la narrativa de que se podía gobernar “para ricos y para pobres” y se aseguró que estábamos viviendo una revolución pacífica o una revolución de la conciencias.

Mientras esto se expresaba en el plano discursivo, el plan del gobierno de López Obrador apuntaba a “desarrollar” el país como una plataforma de exportación, al tiempo que se ponía a tono con el plan de relocalización productiva lanzado por el imperialismo estadounidense para enfrentar la influencia China en el mundo, pero sobre todo en América Latina, región estratégica para mantener la hegemonía de EEUU. Claudia Sheinbaum da continuidad a este camino, con algunos matices.

Como ya se preveía, la presidenta Sheinbaum iba a tener un corrimiento al centro del espectro político, y desde el inicio de su gobierno ha dado claras señales a los mercados de que en el México de la 4T la inversión privada iba a estar protegida y apoyada, con mayor énfasis que en el gobierno de su antecesor, quien ya había apostado al nearshoring con el desarrollo de distintos megaproyectos de infraestructura. Se trata de una suerte de recuperación de la idea de un neodesarrollismo, estrategia llevada adelante durante los llamados gobiernos post-neoliberales a inicios del siglo XXI y que gobernaron en el cono sur americano durante una década.

Para Esteban Mercatante “El neodesarrollismo puede ser emparentado ‘con el desarrollismo clásico y, a la vez, con el neoliberalismo, rechazando de raíz la posibilidad de considerarlo como antónimo de este último’” [1], lo que quiere decir que hablamos de un proyecto híbrido que contiene detrás algunas generalidades en todos los países aplicados, sobre todo Argentina y Brasil, pero que no se distancia del orden económico imperante

¿Y entonces cómo podemos definir al neodesarrollismo? Según Claudio Katz, economista, este modelo propone:

“[...] la necesidad de intensificar la intervención estatal para emerger del subdesarrollo. Adscriben a las teorías que rehabilitan esta incidencia, señalando que no hay mercados fuertes sin estados fuertes. Alientan un nuevo equilibrio entre matrices ‘estado-céntricas’ y ‘mercado-céntricas’, para superar las viejas dicotomías y encontrar modelos capitalistas adecuados para cada país. Subrayan que la presencia estatal no debe obstruir la inversión privada y consideran que la gestión pública debe reproducir la eficiencia del gerenciamiento privado.” [2]

Lo que quiere decir, en otras palabras, es buscar una renta de control estatal sobre la base de permitir, desarrollar y alentar la inversión privada, un objetivo que buscó López Obrador y que ahora Sheinbaum profundiza con una retórica que en la etapa del segundo piso tiene como objetivo brindar certezas a empresarios nacionales y extranjeros y distintos gestos políticos, como las periódicas reuniones que mantiene con el sector privado.

No es para nadie un secreto que la inversión privada busca siempre extraer los mejores dividendos de la mano de obra barata mientras se llena las alforjas y saca del país cuantiosas ganancias. Eso está asegurado en México, pues a pesar del aumento del salario mínimo en 105% desde 2018, sigue siendo el país con el salario más bajo de toda la OCDE y el que más horas trabaja.

Aún más alarmante es que el planteamiento de este proceso de neodesarrollismo tardío —pues se da a casi dos décadas del proceso argentino y brasileño, ya sin el "boom" de alta demanda de materias primas de entonces y con una reorientación manufacturera en las décadas del neoliberalismo mexicano— está profundamente subordinado a los ritmos y a la salud de la economía estadounidense. Pese a sostener en todo momento que buscan construir una fuerte economía interna y el desarrollo nacional, tal cual lo han hecho tanto la presidenta como el Secretario de Economía Marcelo Ebrard, la coordinadora del Consejo Asesor Empresarial del gobierno, Altagracia Gómez Sierra ─hija de Raymundo Gómez Flores, dueño de Minsa, la segunda productora de harina de maíz en México, beneficiado por las privatizaciones de Carlos Salinas (Minsa, Banca Cremi y Dina) y luego rescatado parcialmente por el Fobaproa de Zedillo(Banca Cremi, Dina y Autobuses Estrella Blanca)─ y el Secretario de Hacienda, Rogelio Martínez de la O.

Como dice Katz, los neodesarrollistas buscan:

[…] retomar la industrialización para multiplicar el empleo urbano [...] Piensan que los países avanzados ya agotaron esa etapa y que las naciones pobres no cuentan aún, con el acervo requerido para encarar esta tarea” en perspectiva de: “Imitar el avance exportador del Sudeste Asiático [...] Proponen subsidiar a los industriales que faciliten la expansión de las ventas manufactureras, mediante estrategias estatales que “enseñen a competir” [...] Advierten que un modelo de este tipo exigirá moderación salarial, estabilidad social y fuerte compromiso de los trabajadores con la productividad. [3]

En la actualidad el proyecto mexicano, se parece mucho al impulsado en Brasil en 2003, como describe Mercatante:

La llegada del Partido del Trabajo al poder atajó a tiempo la creciente deslegitimación de los aplicadores de las políticas del Consenso de Washington. Esto favoreció que varios de los pilares de la gobernabilidad neoliberal se mantuvieran firmes, como el control de la inflación por medio de altas tasas de interés, el objetivo fiscal de un superávit primario elevado y constante, y un tipo de cambio fluctuante tendiente a mantener el Real depreciado. En la convivencia de herramientas desarrollistas e industrialistas con políticas ortodoxas que caracteriza al conjunto de los neodesarrollismos, en Brasil fue más pronunciado el peso del último término. [4]

En otras palabras, en México, la llegada de Morena y su promesa de “gobernar para ricos y para pobres”, se transformó en que la mayor parte se la lleven los ricos, mientras se redistribuye de manera un poco menos abusiva la riqueza social, como se demostró con el crecimiento exponencial de las fortunas de las personas más ricas de México durante el primer sexenio de la 4T. [5]

TMEC, imperialismo y “reindustrialización”

Como más arriba advertimos, todo este plan está justificado por una coyuntura económica y política particular, donde el gobierno de México aprovecha la necesidad del imperialismo estadounidense de una mano de obra calificada deslocalizada, pero a un costo sumamente accesible, pues nuestro país juega un papel particular en la cadena de valor de América del Norte, donde funge de gran ensambladora de productos finales, como en la industria automotriz o de algunos componentes electrónicos, sobre todo en la maquila fronteriza

Para ello ahora la presidenta Claudia Sheinbaum lanzó el Plan México, un proyecto que tiene como fin radicalizar la apertura mexicana a la inversión extranjera, mientras lo combina con control estatal parcial. Esto ha generado incluso que opinólogos de la derecha tengan que reconocer como “viable” el plan e incluso han señalado que es difícil estar en desacuerdo con los objetivos que el ala tecnócrata de la 4T ha configurado para el país.

Sin embargo, para lograrlo es necesario hacer grandes concesiones al capital privado, la primera y más alarmante, es una propuesta de reforma a la Ley de Minería. Y pese a que no se revelaron detalles, sí se dejó en claro que se busca la reincorporación de licitaciones para que el capital privado participe de la exploración y por tanto explotación de las reservas minerales del país, mientras que se busca legalizar la minería a cielo abierto.

Es decir, una medida distinta a la establecida por el propio AMLO, quien canceló la inversión privada en la minería pese a que mantuvo todas las concesiones ya otorgadas, lo que quiere decir que no tocó ni un peso de las ganancia de burgueses como Germán Larrea, dueño de Grupo México, que fue de los empresarios que más aumentó sus ganancias durante el sexenio pasado. [6]

Resulta que esto es apenas el inicio, ya que Grupo México sería licitado para poder explotar los yacimientos de litio de Sonora, estado donde es responsable del mayor desastre ecológico en el historia del país, al derramar toneladas de desechos químicos altamente tóxicos sobre el río del mismo nombre, y esta empresa también es responsable de la tragedia de Pasta de Conchos en 2006, donde 65 trabajadores mineros perdieron la vida tras una explosión en la mina que extraía carbón y sumado a nulas medidas de seguridad que impidieron su rescate, ya que 19 años después los cuerpos de los trabajadores siguen atrapados en la mina.

Otro de los puntos claves del Plan México es hacer que la industria nacional crezca en la producción de sectores estratégicos, como semiconductores y sobre todo en la industria automotriz de propiedad extranjera, que tiene más de una década creciendo a pasos agigantados, con plantas de numerosas trasnacionales instaladas en el país y con un creciente aumento de sus inversiones y ganancias, mientras mantienen salarios muy bajos respecto al resto de los trabajadores del ramo a nivel internacional.

Tras este sucinto recuento, podemos dar cuenta de que el plan de desarrollo ferroviario —entre ellos el Tren Maya y el Transístmico—, el impulso de megaproyectos —como la refinería en Dos Bocas— o incluso de la declaración de creación de “Polos de Desarrollo para el Bienestar” (PODEBI, bautizados así desde el gobierno de López Obrador, antes conocidos como Zonas Económicas Especiales), donde se darán facilidades para la puesta en marcha de fábricas con facilidades logísticas y fiscales que se articulen en función del nearshoring.

Esto es en realidad profundizar la reconversión nacional para ser una plataforma de exportación internacional, con un desarrollo logístico eficiente para la necesidades no de las masas populares y sus intereses sino las necesidades del imperialismo yanqui. Lo que en última instancia es construir la infraestructura necesaria para la viabilidad del T-MEC, que lejos de ser un tratado de cooperación económica entre iguales, es el proyecto estratégico con el que Estados Unidos busca mantener controlada a toda la región.

Militarización y migración

Aunque se ha presumido de la mejora de las condiciones de vida en el país, la mejora cualitativa de la vida de las familias trabajadores es aún muy relativa, donde predomina la escasez que depende totalmente de que los vientos de la economía internacional soplen de manera positiva para México y así recuperarse algo, lo que en última instancia se traduce en que la economía estadounidense se mantenga más o menos estable.

No es nuevo que, ya sea con gobiernos demócratas o republicanos, la frontera norte de México sea una enorme barrera para el cruce de migrantes de distintas nacionalidades, pero desde la victoria de Donald Trump, los discurso xenófobos han aumentado, con amenazas de deportaciones masivas y de la imposición de aranceles exorbitantes en caso de no detener el flujo migratorio en México, lo que ha generado una gran incertidumbre económica a nivel regional.

No es casual que desde 2018 la política de militarización del país se ha recrudecido, radicalizando la estrategia que gobiernos anteriores llevaron adelante para el autodenominado “combate del narcotráfico”, la 4T logró lo que ningún gobierno neoliberal e hizo constitucional la funciones militares en la seguridad pública del país, con un aumento estratosférico al presupuesto de las fuerzas armadas y construyendo nuevos cuarteles de la Guardia Nacional (GN), mismas que se ubican cerca de los megaproyectos estratégicos o de los cruces migratorios. Lo que no es casual, pues en los hechos durante los último años la GN ha asumido el papel de la Border Patrol en este lado de la frontera.

Mientras que la inseguridad se recrudece, también el fenómeno de la migración, pues los problemas estructurales que genera que la gente abandone sus lugares de origen ya sea en México, Centroamérica o el Caribe se mantienen por los planes de expoliación y saqueo que el imperialismo impone a la región y donde cientos de miles cada año arriesgan su vida para lograr cruzar a través de México a EEUU, como muchos de ellos dicen, con el sueño de tener mejores oportunidades para ellos y sus familias.

Y pese a la retórica oficialista, el gobierno de México ha sumado esfuerzos por disolver las caravanas migrantes que salen de Chiapas rumbo a alguno de los cruces fronterizos al otro lado del país, en el mejor de los casos son acercados a Ciudad de México donde son orillados a quedarse a vivir y a trabajar sin ningún derecho laboral, pero en muchos otros son retenidos en estaciones migratorias que cuentan con condiciones de hábitat infrahumanas, como la de Ciudad Juárez donde 23 migrantes perdieron la vida calcinados.

La militarización es “La estrategia de seguridad de Washington (que) dicta [...] (mantener) con un histórico presupuesto a las fuerzas represivas que ha aumentado año con año bajo este sexenio, y con una mayor preponderancia de las fuerzas represivas en la vida política nacional y en tareas de seguridad pública” [7], es decir, es la medida con la que busca garantizar un clima de coerción para mantener el desarrollo de megaproyectos que garanticen al imperialismo la expoliación y explotación de vastos recursos naturales, mientras permite la "estabilidad" para que no se desarrolle oposición alguna frente a los megaproyectos y se orienta en contener la migración a como dé lugar en nuestro país.

Sheinbaum, mientras tanto, pretende negar la existencia de la militarización con la mera afirmación de que, como una civil, es la comandanta suprema de las fuerzas armadas. Pero lo cierto es que el despliegue de uniformados se mantiene en todo el territorio —y cobra víctimas como los seis migrantes asesinados el segundo día de su gobierno— a lo cual se suma la implementación del pase de la Guardia Nacional a la órbita de la Secretaría de Defensa Nacional.

Una alternativa anticapitalista y socialista

Como hemos desarrollado en estas líneas, un enorme proyecto de subordinación y saqueo por parte del imperialismo y las transnacionales ha puesto sus ojos en México, ante eso ni la derecha servil a estos planes, ni el progresismo de la 4T constituyen una alternativa viable para las consecuencias negativas que esto puede traer al país.

Lo poquito que hoy se nos permite como cierto desarrollo, empleo y estabilidad económica, en los días de crisis lo tendremos que pagar con creces mediante la entrega total de los bienes comunes naturales y la profundización de la dependencia de nuestro país a Estados Unidos.

Para ello, frente a este modelo de integración que la burguesía nacional y extranjera han pensado para la región, con sus consecuencias en otro lugares como Centroamérica y el Caribe, es fundamental enfrentar a esas clases dominantes que nos explotan, nos oprimen y saquean nuestros territorios, en la perspectiva de poner en pie gobiernos de trabajadores que sean bastiones de lucha contra el imperialismo a escala continental y global y desarrollen un modelo de integración en perspectiva socialista, que no construya relaciones de opresión entre pares, sino que permita desarrollar un internacionalismo proletario que configure a la multiétnica clase obrera de la región como aliados, junto a los campesino, mujeres y pobres urbanos de todos los países.

Y es por eso, que proponemos poner en pie una organización con este fin, y es por lo que peleamos en México el Movimiento de las y los Trabajadores Socialistas y las organizaciones de la Fracción Trotskista-Cuarta Internacional en América del Norte, Centroamérica y el Caribe: Left Voice de EEUU, la LTS de Venezuela, y la OSR de Costa Rica.

 
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