Publicamos a continuación para interés de nuestras y nuestros lectores un artículo del economista marxista británico Michael Roberts, sobre la profundización de las desigualdades económicas en el mundo, tanto de ingresos como de riqueza, en lo que llevamos de década.
El artículo original en inglés fue publicado este 20 de enero en la web del autor: Inequality in the 2020s
La evidencia empírica sobre la desigualdad económica se ha multiplicado en las dos últimas décadas. Y acá me refiero a la desigualdad económica (ingresos y riqueza) por oposición a la desigualdad social (esperanza de vida, acceso a salud y educación, niveles de contaminación, etc.), porque la primera impulsa las desigualdades en la segunda.
La desigualdad económica puede analizarse de varias maneras. Primero, la desigualdad de los ingresos percibidos (salarios y beneficios); después, la desigualdad de la riqueza personal neta (activos propios después de contabilizar las deudas); luego, la desigualdad de los activos de capital (el tamaño de las empresas y la propiedad de las acciones). Está también la desigualdad global, es decir, la desigualdad de ingresos y riqueza entre naciones; y la desigualdad de ingresos y riqueza dentro de las naciones. La desigualdad es una medida relativa, no absoluta.
Tomemos primero la desigualdad de ingresos. La medida básica de la desigualdad de ingresos es el coeficiente de Gini de desigualdad de ingresos, que capta la equidad general de la distribución. Un coeficiente de Gini de uno significaría que todos los ingresos percibidos en un año cualquiera fueron a parar a una sola persona. Un coeficiente de cero significaría que los ingresos fueron repartidos igualmente entre todas y todos. Todos los países en el siglo XXI tienen un coeficiente entre estos dos extremos.
Recientemente, algunos economistas ortodoxos o convencionales han destacado que este coeficiente ha permanecido plano o ha disminuido en las últimas dos décadas en Gran Bretaña, Estados Unidos y gran parte de Europa occidental. La relación entre los ingresos del 10 % más rico y el 10 % más pobre también se ha aplanado; de hecho, ha disminuido. Los datos del World Inequality Report muestran que la proporción de la renta nacional que va al 10 % más rico ha aumentado en casi todos los países desde 1980. Sin embargo, parece que esa desigualdad de ingresos se ha estabilizado desde 2010.
La razón no es que se haya invertido el aumento de la desigualdad, sino que la disparidad entre los ingresos de la parte superior de la escala y los grupos de ingresos medios ha aumentado desde el cambio de milenio, mientras que la brecha entre la parte inferior y la media se ha reducido. Los que más ganan se alejan del medio (de 6x a 7x) y los que menos ganan han reducido la distancia con los de ingresos medios (de 5x a 4x).
Los aumentos sostenidos del salario mínimo han sido una parte importante de esta historia en Gran Bretaña. Tanto en los Estados Unidos como en el Reino Unido, los trabajadores con baja cualificación se han beneficiado (mientras que los trabajadores con cualificaciones medias han salido perjudicados) de un “vaciamiento" en el centro de la distribución de empleos. En los Estados Unidos, los trabajos mejor remunerados están cada vez más concentrados en un puñado de profesiones de muy alto nivel. Los trabajadores del sector tecnológico ahora representan uno de cada seis empleos dentro del 5 % de los salarios más altos, en comparación con uno de cada veinte en 1990. En el pasado, ningún grupo tenía este nivel de dominio.
Nada de esto elimina el claro aumento de la desigualdad de ingresos dentro de los países que se ha producido en casi todas partes desde la década de 1980. El 50% más pobre de la población se sitúa sistemáticamente por detrás del 10% más rico de la población en todas las regiones, aunque esta brecha es más pronunciada en Oriente Medio, América Latina y África, en comparación con Europa. En todo el mundo, el 10% de los que más ganan se lleva más del 50% de todos los ingresos percibidos, mientras que el 50% de los que menos ganan sólo se lleva el 5%.
En algunos países, la desigualdad ha alcanzado niveles extremos. Por ejemplo, Sudáfrica es uno de los países más desiguales, con el 10% más rico acaparando el 65% de la renta nacional. Yemen también presenta una desigualdad significativa, donde el 10% más rico obtiene el 59,5% de los ingresos y sólo el 1% más rico se queda con el 25%.
Dentro de la OCDE, Estados Unidos es el país más desigual, con un 21% de la renta nacional que va a parar al 1% más rico, lo mismo que en México (21%) y algo más que en Sudáfrica (19%).
Luego está la desigualdad global de ingresos, es decir, la disparidad entre los ingresos de los adultos en los países pobres y ricos; y en los ingresos medios de cada país. En 2023, la renta nacional per cápita media mundial (incluido el valor "en especie" de los servicios públicos) se situó en torno a los 12.800 euros anuales (PPA - Paridad de Poder Adquisitivo), es decir, 1.065 euros al mes. Sin embargo, esta cifra oculta enormes disparidades entre regiones. Por ejemplo, la renta media en el África subsahariana era de sólo 240 euros al mes, frente a más de 3.500 euros en Norteamérica y Oceanía, una diferencia de 1 a 15.
El rápido crecimiento económico de Asia (sobre todo China e India) ha sacado a muchas personas de la pobreza extrema. Pero el 0,1% y el 1% más ricos del mundo han recogido una parte mucho mayor de los beneficios económicos, según el World Inequality Report.. En 2020, el 1% más rico se embolsó el 20,6% de la renta mundial, 2,8 puntos porcentuales más que en 1980. El 0,1% más rico se embolsará el 8,59% en 2020, 1,98 puntos porcentuales más que en 1980. La crisis financiera de 2008 afectó a estos ultra ricos, pero el 0,1 por ciento más rico casi ha recuperado la cuota de renta mundial de la que disfrutaba en 2007.
La pandemia del COVID-19, la consiguiente inflación y el aumento de los conflictos internacionales han hecho que las tasas mundiales de "pobreza extrema" hayan aumentado en los últimos cuatro años. Los descensos en las formas menos extremas de pobreza mundial, más comunes en los países de renta media, han continuado, pero a un ritmo mucho más lento que durante la década de 2010. A menos que algo cambie, el Banco Mundial advierte de una posible "década perdida" para "la guerra" contra la pobreza mundial.
El producto anual per cápita en EE.UU. es de 73.000 dólares, aproximadamente 26 veces la media de los países de renta baja. Incluso los países de renta media-baja, como India, Nigeria y Filipinas, sólo alcanzan la novena parte de la producción económica estadounidense. Ese PIB inferior representa menos consumo de alimentos, cuidados médicos y tecnología, menos inversión en infraestructuras, educación y vivienda, y menos bienestar general para miles de millones de personas en todo el mundo.
La desigualdad de ingresos, tanto entre países como dentro de un mismo país, palidece en comparación con la desigualdad de riqueza. Como ya he informado anteriormente, el último Informe sobre la Riqueza Mundial del UBS [UBS Global Wealth Report] muestra que el 1,5% de los poseedores de la mayor riqueza personal se lleva alrededor del 48% de toda la riqueza personal mundial, mientras que el 40% de la población más pobre del mundo no posee nada (después de las deudas).
Los "individuos con alto patrimonio neto", término empleado en el sector de la gestión de patrimonios para designar a las personas con un patrimonio superior a 30 millones de dólares, poseen una parte asombrosamente desproporcionada de la riqueza mundial. Estos poseedores de riqueza detentan el 6,5% del total de la riqueza mundial, aunque sólo representan una pequeña fracción (0,003%) de la población mundial.
Aunque la concentración de la riqueza está aumentando en casi todos los países, se necesita mucha más riqueza para situarse entre el 1% más rico en los distintos países. Según el Informe sobre la Riqueza de Knight Frank [Knight Frank Wealth Report], en Estados Unidos hay que tener al menos 5,8 millones de dólares para entrar en este selecto club. Esto es 5,4 veces más que el mínimo necesario para estar en el 1% superior en China, la segunda economía más grande, y 1,5 veces más que en Alemania, la tercera economía más grande.
Según el último UBS Global Wealth Report, los 26 multimillonarios más ricos del mundo poseían una asombrosa riqueza de 2,872 billones de dólares en 2023. Esta riqueza combinada supera el valor total de los bienes y servicios que la mayoría de las naciones producen anualmente, según los datos del PIB del Banco Mundial.
En comparación con otros países, Estados Unidos experimentó la mayor expansión de su clase multimillonaria en 2024, de acuerdo con el UBS Billionaire Ambitions Report. Según el banco de inversión con sede en Suiza, el número de multimillonarios estadounidenses pasó de 751 en 2023 a 835 en 2024. En contraste, el club chino de los nueve dígitos se redujo de 520 a 427, debido a que la crisis inmobiliaria y las turbulencias de los mercados financieros empujaron a muchos de los nuevos miembros a situarse por debajo de los 1.000 millones de dólares.
Las estadísticas de la OCDE muestran que el 1% más rico de Estados Unidos posee el 40,5% de la riqueza nacional, una proporción mucho mayor que en otros países de la OCDE. En ningún otro país industrializado el 1% más rico posee más del 27% de la riqueza nacional.
China ha experimentado un rápido crecimiento en este nivel de riqueza. Pero mientras que ese país tiene más del cuádruple de habitantes que Estados Unidos, el número de estadounidenses con un elevado patrimonio neto es 4,8 veces mayor que el de China.
Es casi imposible comprender la magnitud de la desigualdad de la riqueza en Estados Unidos. Piénsese de esta manera: 100.000 dólares ahorrados para la jubilación es una pila de billetes de 100 dólares de 4,3 pulgadas de altura [10,9 cm]; 1 millón de dólares son 43 pulgadas [109,2 cm]; y 1.000 millones de dólares son 3.600 pies [1097,3 mt], es decir, 12 campos de fútbol (el edificio más alto del mundo mide 2.722 pies [829.67m]). Sin embargo, Elon Musk tiene 486.000 millones de dólares, lo que equivale a 330 millas de altura [531.08 km] o ¡60 Montes Everest apilados!.
Y cuando se utiliza el índice de Gini tanto para los ingresos como para la riqueza de cada país, la diferencia es asombrosa. Veamos algunos ejemplos. El índice de Gini para la distribución de ingresos en los Estados Unidos es de 37.8 (bastante alto), pero el índice de Gini para la distribución de la riqueza es de 85.9. O tomemos el caso de la supuestamente igualitaria Escandinavia. El índice de Gini para los ingresos en Noruega es de solo 24.9, pero el índice de Gini de la riqueza es de 80.5. Lo mismo ocurre en los otros países nórdicos. Los países nórdicos pueden tener una desigualdad de ingresos por debajo del promedio, pero tienen una desigualdad de riqueza por encima del promedio.
¿Qué países tienen la peor desigualdad en la riqueza personal? Aquí están las diez sociedades más desiguales del mundo.
Podría esperarse encontrar algunos de estos países entre los diez primeros: es decir, muy pobres o gobernados por dictadores o militares. Pero entre los diez primeros también figuran Estados Unidos y Suecia. Así pues, tanto una economía avanzada «neoliberal» como una economía «socialdemócrata» figuran en la lista: el capitalismo no discrimina cuando se trata de riqueza.
No obstante, EE.UU. destaca como líder de las principales economías avanzadas del G7 en desigualdad de riqueza e ingresos.
De hecho, ¿podemos discernir si la elevada desigualdad de la riqueza está estrechamente correlacionada con la desigualdad de los ingresos? Utilizando el índice del Foro Económico Mundial, descubrí que existía una correlación positiva de aproximadamente 0,38 en todos los datos: por tanto, cuanto mayor sea la desigualdad de la riqueza personal en una economía, más probable será que la desigualdad de los ingresos sea mayor.
La pregunta es: ¿cuál impulsa a cuál? La respuesta es sencilla. La riqueza genera riqueza. Y más riqueza engendra más ingresos. Una élite muy reducida posee los medios de producción y las finanzas y así es como usurpa la parte del león y más de la riqueza y los ingresos.
Otro aspecto importante de la desigualdad de la riqueza es que se consigue principalmente por herencia a través de generaciones. Donald Trump se hizo multimillonario porque su padre ya estaba cerca de serlo; Elon Musk se puso en marcha con el apoyo millonario de su padre. El sueño americano de hacerse rico a base de trabajo duro y capacidad empresarial es sólo eso, un sueño, no una realidad.
Un estudio realizado por dos economistas del Banco de Italia reveló que las familias más ricas de Florencia descienden de las familias más ricas de Florencia de hace casi 600 años. Así que las mismas familias siguen en la cima de la riqueza desde el auge del capitalismo mercantil en las ciudades-estado de Italia, pasando por la expansión del capitalismo industrial, hasta llegar al mundo del capital financiero.
Y hablando de la escandalosa desigualdad de la riqueza en la "igualitaria" Suecia, una nueva investigación revela que los buenos genes no te hacen triunfar, pero el dinero de la familia, o el matrimonio con ella, sí. La gente no es rica porque sea más lista o tenga más estudios. Es porque tienen "suerte" y/o han heredado su riqueza de sus padres o familiares (como Donald Trump). Los investigadores encontraron que "la riqueza está altamente correlacionada entre los padres y sus hijos" y "comparando la riqueza neta de los padres adoptivos y biológicos y la del hijo adoptado, encontramos que, incluso antes de cualquier herencia, hay un papel sustancial del entorno y un papel mucho menor de los factores previos al nacimiento". Los investigadores concluyeron que "la transmisión de la riqueza no se debe principalmente a que los hijos de familias más ricas sean intrínsecamente más talentosos o más capaces, sino a que, incluso en una Suecia relativamente igualitaria, la riqueza engendra riqueza".
Como he argumentado antes,la concentración de la riqueza tiene que ver realmente con la propiedad del capital productivo, los medios de producción y las finanzas. Es el gran capital (financiero y empresarial) el que controla las decisiones de inversión, empleo y finanzas en el mundo. Un núcleo dominante de 147 empresas, a través de participaciones cruzadas en otras, controla conjuntamente el 40 % de la riqueza mundial, según el Instituto Suizo de Tecnología [Swiss Institute of Technology]. Un total de 737 empresas controlan el 80 % de todo. Esta es la desigualdad que importa para el funcionamiento del capitalismo: el poder concentrado del capital. Y debido a que la desigualdad de la riqueza proviene de la concentración de los medios de producción y las finanzas en manos de unos pocos, y dado que esa estructura de propiedad permanece intacta, cualquier aumento de impuestos sobre la riqueza siempre será insuficiente para cambiar de manera irreversible la distribución de la riqueza y los ingresos en las sociedades modernas.
El poder del capital también se ejerce internacionalmente entre naciones. Excluyendo países con una población inferior a 10 millones, los diez países más ricos reciben ingresos netos positivos del extranjero por su capital. En contraste, los diez países más pobres del mundo son antiguas colonias, en su mayoría ubicadas en el África subsahariana. Estos muestran tendencias opuestas a las de los más ricos. La mayoría de estos países pagan ingresos netos significativos al extranjero. En otras palabras, están enviando más dinero del que reciben de inversiones extranjeras. Este drenaje limita su capacidad para invertir en áreas como infraestructura, salud y educación, que son claves para sacarlos de la pobreza. No es de extrañar que nunca puedan "alcanzar" ni cerrar la brecha con el Norte Global.
Otro de los subproductos de este grotesco nivel de concentración de ingresos y riqueza es que el 50 % más pobre de la población mundial es responsable de solo el 12 % de las emisiones globales de carbono, pero está expuesto al 75 % de las pérdidas de ingresos (en relación con lo que serían los ingresos en un mundo sin cambio climático).
Por el contrario, el 10% más rico del mundo es responsable de casi la mitad de todas las emisiones, pero sólo sufre el 3% de las pérdidas relativas de ingresos, según el análisis del World Inequality Lab. Así pues, tenemos un claro ejemplo de cómo la desigualdad económica engendra desigualdad social y lleva a la mayor parte de la humanidad y de la naturaleza al borde del abismo.