A la par, dentro del territorio estadounidense, se ha implementado una política de terror, donde policías, militares y agente del ICE (Agencia migratoria) montan redadas en barrios migrantes y centros de trabajo precarios, deteniendo a miles de inmigrantes indocumentados, que no hacían otra cosa que trabajar o estar en sus viviendas.
Lo anterior tuvo como resultado imágenes aberrantes, donde las personas detenidas eran llevadas a aviones militares, esposadas de pies y manos, tratadas como criminales, sin posibilidad de ir al sanitario o tomar agua, mientras el presidente yanqui presumía: “Compromiso cumplido”.
La respuesta de los gobiernos de América Latina
Las acciones del presidente Trump han puesto en estado de alerta a toda la región. Las denuncias de maltratos se hicieron alarmantes en Brasil y Colombia. En un solo día llegaron más de 4 mil migrantes a México -un escandaloso récord-, cosa que obligó a las autoridades mexicanas a negar el aterrizaje de un quinto avión, el cual fue desviado a Honduras.
Xiomara Castro, presidenta de Honduras, ha llamado de manera urgente a una reunión de la CELAC, Petro se negó a recibir ningún vuelo de origen americano con migrantes a bordo, y Lula mandó una carta de protesta ante el trato recibido por sus connacionales.
Sheinbaum optó por una estrategia muy reveladora: simplemente no enfrentó a Trump. Aceptó los vuelos y las condiciones que el imperialismo le impuso y decidió hablar de soberanía y de la “especial” relación que su gobierno tiene con EEUU, entiéndase, la subordinada y complaciente relación que guardan en Palacio Nacional con los mandatos de Washington, que incluso le ha llevado a guardar silencio respecto a las condiciones con la que llegan nuestros hermanos migrantes al país.
Gustavo Petro tuvo que recular en su enfrentamiento en redes, aceptó las condiciones de Trump debido al temor de los aranceles. El fin de la crisis se debió al ejercicio de diplomacia que zanjó el conflicto entre EEUU y Colombia en menos de 24 hrs, presionado por sus cancilleres y críticos de derecha, aliados de Trump.
Lo que podemos comprender de esta situación es que los gobiernos de América Latina se han limitado a realizar alegatos de diplomacia exigiendo condiciones dignas y trato humano para los migrantes que son deportados, aceptando la llegada de los vuelos militares para repatriar a sus congéneres y subordinación a los planes de Washington. Ni Patria Grande, ni soberanía, una verdadera vergüenza lo que han terminado por aceptar las y los mandatarios de América Latina. Es una muestra de que son incapaces de enfrentar al imperialismo y por tanto impotentes para pelear por los derechos elementales de nuestros hermanos migrantes. Ya sean gobiernos de derecha o supuestos progresismos, es claro que la salida para enfrentar este ataque xenófobo, racista y reaccionario debe venir desde la clase trabajadora y los sectores populares, que debemos encarar esta ofensiva como una muestra de lo que las patronales y el imperialismo están dispuestos contra nuestras condiciones de vida y nuestros derechos con tal de aumentar sus ganancias.
Una respuesta contra el odio xenófobo y racista
Es urgente que dentro y fuera de EE.UU. luchemos por que toda persona tenga los más elementales derechos democráticos, como lo pueden ser el libre tránsito de todos los migrantes, que sea donde sea que decidan quedarse, al igual que la regularización de papeles para que en cualquier lugar tengan el derecho al acceso a la educación, a la salud pública y la posibilidad de laborar en condiciones dignas; pero, sobre todo, que se reconozca que ningún ser humano es ilegal.
Para ello las direcciones sindicales tienen que ponerse a la cabeza de convocar y organizar imponentes movilizaciones, que permitan construir un movimiento amplio de sindicatos, organizaciones sociales, del movimiento de mujeres, estudiantiles e indígenas, que repudie y enfrente al imperialismo en las calles y fortalecer así las distintas iniciativas y medidas que comunidad latina y extranjera residente en EE.UU. y organizaciones que defienden migrantes vienen implementando para enfrentar esta ofensiva xenófoba y las leyes antimigrantes de EE.UU.
Este movimiento debe de abrazar la perspectiva de construir un plan de lucha, que tenga como prioridad a las y los trabajadores, campesinos, mujeres y jóvenes, imponiendo impuestos progresivos a las grandes fortunas, aumento salarial que cubra el costo de la canasta familiar, y que reduzca la jornada laboral a 6 hs por 5 días de trabajo, entre otras medidas, como parte de una perspectiva que busque atacar las ganancias de los grandes empresarios en México y Estados Unidos y desarrollar una lucha antiimperialista consecuente, que no se reduzca a una retórica soberanista que mira a otro lado, como el gobierno mexicano, cuando se trata de plantarse firmes y enfrentar de manera decidida estas políticas imperialistas. Y sólo así, se puede enfrentar decididamente al imperialismo y sus aliados en la región, poniendo un alto a la oleada xenófoba y racista.
En EE.UU., Canadá, México, Centro y Sudamérica, tenemos que ser millones movilizados por el alto a la deportaciones, la independencia y la soberanía de nuestros países sólo se puede conquistar construyendo importante lazos de solidaridad entre los pueblos, que impongan en las calles las condiciones para que nadie nunca más tenga que dejar su país de origen por razones políticas, de inseguridad, y a su vez que nadie pueda ser perseguido por haber nacido en otra latitud. |