Radicales con peluca, peronistas con peluca. Pelucas en el Senado y en la Cámara de Diputados. Pelucas en la calle Azopardo, sede de la CGT. Entre la incredulidad y la complicidad, el régimen político capitalista corre a apuntalar a Javier Milei, el hombre que, en funciones presidenciales, impulsó una estafa millonaria con la criptomoneda $Libra.
Este jueves fue el turno de la Cámara alta. El senador radical Eduardo Vischi ofició de arquetipo del panqueque: había pedido una Comisión Investigadora contra Milei; votó en contra de conformarla. Horas más tarde, el auxilio llegó del otro lado de la (ya perimida) grieta: el peronismo le dio 11 votos a La Libertad Avanza para la suspensión de las PASO. Repitió lo actuado en Diputados, donde había ofrendado 25 voluntades al mismo fin.
La CGT, por su parte, se limitó a un moderado “pedido de explicaciones”, algo parecido a la nada misma. Milei ya las dio; en la editada entrevista con Jonatan Viale. A la conducción sindical peronista no le inquieta. Tiene una agenda cargada: Gerardo Martínez, ex espía de la dictadura y eterno titular de la Uocra, se encontró en Washington con Kristalina Georgieva, la mujer que empuja a Milei a un ajuste aún más feroz.
El Gobierno atraviesa la borrascosa tormenta de su peor crisis política. Masivamente enterada, la población se divide mayoritariamente entre quienes creen al presidente parte de la estafa y quienes lo sindican como un tonto. Solo una minoría exigua, núcleo duro oficialista, parece dispuesta a poner “las manos en el fuego” (Caputo dixit) por el mandatario.
En ese marco, la foto de Milei con Elon Musk es, por ahora, un leve alivio. Moralizando a la tropa oficialista, reafirma el carácter arrastrado del actual gobierno ante el capital financiero internacional. Es temprano, no obstante, para considerarlo un aval sólido y permanente. A la repetida imagen de la foto conjunta con una motosierra le siguió otra, menos promocionada (¿o difundida?): la del presidente argentino siendo ignorado por el mayor multimillonario del mundo.
La nueva gestión norteamericana libra sus propias batallas, lejanas a las prioridades de Javier Milei. Al interior del país, donde las encuestas no traen noticias amables; en el llamado Viejo Mundo, donde la tensión con Volodímir Zelensky y la cúpula de la Unión Europea no cesa de escalar.
Más que una estafa
La criptoestafa reveló el carácter aventurero de esa camarilla que se autopercibe como un “triángulo de hierro”. En las horas que caen, la tensión corroe los vértices de la figura geométrica: mutuamente cuestionados, el “Mago del Kremlin” y “El Jefe” miran el abismo desde la angosta cornisa. Esenciales al frágil esquema de gobierno, ansían que baje la espuma.
La crisis, sin embargo, es más general. Tras 14 meses de Gobierno, las frases pomposas superan los éxitos. La moderación de la inflación se logra a costa del hambre popular; el “equilibrio fiscal” equivale a recesión, despidos y empobrecimiento; el promocionado RIGI no atrae aun la famosa lluvia de inversiones; el ancla cambiaria empuja un festival de importaciones que golpea la alicaída producción nacional. Repitiendo la historia de todos los gobiernos capitalistas recientes, Milei corre a abrazarse a los pies del FMI. El “mayor ajuste de la historia” prologa un nuevo endeudamiento que solo puede conducir a otro ajuste feroz. Un camino que equivale a beneficios para los grandes saqueadores y un horizonte de miseria espantosa para las decenas de millones de familias que conforman el pueblo trabajador.
Milei no va más. No va más su Gobierno y su plan económico que, en representación de los intereses del gran capital, arruina la vida de millones. No va más su “batalla cultural”, eufemismo que designa esa reacción misógina, homofóbica y negacionista que acompaña el ajuste económico.
La escena política muestra al peronismo blandiendo la amenaza del juicio político. Esa orientación adelanta su fracaso; lo confiesan sus impulsores. Supone pedirle al Congreso que -coimas mediante- votó la ley Bases, que juzgue al presidente. Hallar la cuadratura del círculo resulta más fácil. Lo mismo acontece con el reclamo de que “actúe la Justicia”. Colonizado por la elite económica y los servicios de Inteligencia, el Poder Judicial atiende esencialmente a los intereses de la clase dominante.
La salida a esta crisis no puede provenir de la institucionalidad que sostiene a Milei y su plan de ajuste. No puede llegar de un Congreso que votó contra los jubilados y la universidad pública. Tiene que nacer, necesariamente, en otro lado. Ese otro lado es la resistencia en las calles.
Milei no es imbatible
El golpe a la autoridad presidencial funciona como insumo para impulsar la organización y la lucha. Alienta la moral de quienes quieren la derrota inmediata de este modelo económico.
Abre, además, un terreno de discusión y debate. Con los millones que rechazaron a Milei en las urnas y lo siguen rechazando. Con decenas de miles de compañeros y compañeras que tomaron facultades y universidades; marcharon en 2024 y el último 1° de febrero; protestaron y protestan en empresas y barrios.
También con quienes rechazan la pasividad y capitulación de la dirección peronista. Ese comportamiento es el opuesto al que despliega la militancia del Frente de Izquierda. En la semana que pasó, apenas un día antes de que radicales y peronistas le regalaran un triunfo parlamentario al Gobierno, sus referentes y militantes estuvieron en la calle, enfrentando la represión junto a jubilados, jubiladas, estudiantes y trabajadoras de la salud.
Detrás de Milei y Villarruel anida el poder económico concentrado. El impulsor del golpe genocida de 1976; el protagonista de históricos saqueos al pueblo trabajador, como el ocurrido en los años 90; el que maximizó su riqueza en estas décadas, tanto bajo los gobiernos peronistas como con el macrismo.
Ese elite económica requiere un rival a su altura. Una fuerza social y política capaz de encabezar la resistencia del conjunto del pueblo y les oprimides. Esa potencia radica en la clase trabajadora. En la clase social que tiene la capacidad de paralizar puertos, aeropuertos, estaciones de tren, servicios de colectivos y todo medio de transporte y comunicación. Que tiene la fuerza para frenar la producción de acero, hierro, materiales para la construcción e insumos de todo tipo. Que puede interrumpir la producción y distribución de energía. Que puede afectar la actividad financiera, paralizando el sistema bancario.
La historia mostró esa fuerza social en movimiento. En el Cordobazo (1969), esa huelga general que se transformó en enorme rebelión obrera, popular y estudiantil, dañando mortalmente a la dictadura de Onganía. En la huelga general de julio de 1975, realizada contra el tercer gobierno peronista, y que expulsó del poder a Celestino Rodrigo, ministro del ajuste salvaje, y José López Rega, jefe de la asesina Triple A.
El PTS-Frente de Izquierda apuesta a que esa inmensa fuerza social se ponga en movimiento. Poniendo el cuerpo en cada pelea: en las calles, en el Congreso Nacional, en cada facultad, en cada gremio y en cada lugar de trabajo, a lo largo de todo el país. Impulsando la autoorganización y coordinación democrática de quienes luchan. Militando por unir las luchas de la clase trabajadora, el movimiento de mujeres, la Comunidad LGTBIQ+ y la juventud, en camino a construir una resistencia cada vez más potente.
La declinación de Milei y su proyecto es prácticamente inevitable. Imposible adivinar tiempos y ritmos. El problema estratégico es construir una salida capaz de derrotar al poder económico que está detrás de la ultraderecha gobernante. La tarea es ahora. |