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23 de febrero de 2025 Twitter Faceboock

Córdoba
Yamila Cuello: tiempo, justicia patriarcal y lucha contra la impunidad
Laura Vilches | Concejala PTS - FIT Córdoba. Legisladora provincial PTS-FIT (mandato cumplido) | @VilchesLaura

En estos días se sustancia el juicio por la desaparición de Yamila Cuello, una joven de barrio Coronel Olmedo, desaparecida víctima de trata y explotación sexual. Con la presunción de homicidio y trata, Néstor Simone y Horacio Palacios son juzgados en los Tribunales Federales de la provincia de Córdoba. Compartimos algunas reflexiones al calor de las primeras audiencias.

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Los pormenores de cada una de las audiencias pueden seguirse en este registro colaborativo de las organizaciones feministas y de la diversidad que desde hace años acompañan a Soledad Cuello, hermana de Yamila y a toda la familia. Es con su lucha heroica, plena de tropiezos, dolores y ausencias, pero también de aprendizajes y triunfos consiguió llevar al banquillo de los acusados a Simone y Palacios.

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El tiempo

En estas jornadas, algo brutal quedó al descubierto: han pasado 16 años desde la desaparición y presunto asesinato de Yamila y el tiempo ha dejado marcas indelebles. Los cuerpos de expedientes se acumulan en el piso, al lado del secretario del juzgado que una y otra vez debe leer las declaraciones de quienes dieron testimonio en aquellos días de 2009, 2010, 2011 porque la memoria ha perdido filo sobre algunos detalles. Esto no es ninguna casualidad. Ha sido parte del mecanismo para construir la impunidad de los tratantes y femicidas. Dejar que el tiempo horade, borre huellas, aplaque ánimos y desgaste con el cansancio porque la paciencia no es infinita.

En su declaración testimonial, Soledad Cuello afirmaba una y otra vez que el tiempo había sido mucho, desde el primer momento dejaron que se escurriera y con él, las pruebas para encontrar a los responsables. Así fue cuando apenas desaparecida Yamila, en la comisaría le dijeron que no podían tomarle la denuncia hasta 72hs después porque ella era mayor de edad; así fue también que el primer allanamiento había ocurrido meses, quizás hasta un año después de su desaparición, tanto tiempo que ni siquiera ella, luchadora tenaz buscando justicia, lo recuerda. Soledad, con su voz firme, reclama al Tribunal por qué permitieron que elementos personales como el teléfono de Yamila fueran intervenidos por personas que estarían implicadas como cómplices (Karina Da Silva), del mismo modo que quisieron pasar la causa al fuero provincial desestimando el delito de trata. Pero Soledad y su familia saben muy bien por qué, es la respuesta que construyeron en sus años de lucha y señalaron en cada entrevista, en cada marcha, en cada acto: “nosotros siempre fuimos pobres, una familia humilde”.

Los delitos como el de trata, se asientan en múltiples condiciones de vulnerabilidad de las víctimas y sus familias, las carencias económicas están entre sus marcas. Simone y Palacios se convertían, con casi 20 años más que Yamila, en los supuestos proveedores de esas carencias, mediante regalos y atenciones que luego se cobrarían prostituyéndola, volviéndolas meros objetos de intercambio sexual con otros varones. A Yamila, "es me lo contó ella misma" dice La Ramo, "Néstor (Simone) la usaba como forma de pago de sus apuestas en las cartas, en el juego".

Entonces, salta a la palestra el carácter patriarcal de la justicia, pero también su profundo corazón clasista. A las pibas de los barrios humildes que desaparecen, no se las busca, apenas si constan en los registros del Ministerio Público Fiscal que acumulaba una lista de 55 mujeres desaparecidas en Córdoba hasta junio del año 2024. Rastrear su procedencia, los barrios en los que vivían esas mujeres y sus familias da carnadura a esas ausencias.

El estado como responsable

Ha parecido sutil el mecanismo de la Justicia Patriarcal que ya antes dictó condena absolutoria por el delito de trata ante el principal acusado del femicidio de Yamila. Y sin embargo, 16 años después vuelve a saltar a la vista por lo obsceno. Por lo obsceno salta también al centro el hecho de que, hace 14 años, un juez llamado Sanchez Freytes, con la complicidad silenciosa del fiscal VIdal Lascano, absolvieron del delito de trata a Simone, el principal acusado en la causa. Obsceno y burdo el encubrimiento de jueces y fiscales a los miembros de su fratría (Segato dixit) que tal como lo denunció Soledad, Simone osó escupirle en la cara el desafío de que “probara” que él se había llevado y asesinado a Yamila.

La causa por la desaparición de Yamila Cuello, nos obliga a una especie de “viaje en el tiempo” para recordar qué pactos de impunidad se tejieron y nos trajeron hasta acá porque Yamila Cuello desapareció un 25 de octubre de 2009, en pleno mandato del gobernador José Manuel De La Sota quien ante el escándalo de los secuestros a las pibas en la ciudad, impulsó una demagógica ley que dejó impunes a los tratantes y avanzó en la persecución polícial de las compañeras que ejercían la prostitución por cuenta propia. Como denunció en su momento Soledad y la Coordinadora por la aparición con vida de Yamila Cuello, Amelia Chiófalo, entonces a cargo de la Secretaría de Trata, jamás la recibió.

Así, al poder patriarcal de la Justicia se sumaba el poder político para garantizar el encubrimiento y la impunidad. Con el transcurrir de los años, esta actitud, tanto bajo los gobiernos de Schiaretti como de Llaryora, con Claudia Martínez al frente de las áreas de violencia de género y trata, tampoco lo hicieron, más que con algún recibimiento formal. En este juicio, nadie del área de trata está presente acompañando a la familia. Es el Colegio de psicólogos, que como parte de esa red colaborativa que se teje ante estos casos, está allí acompañando en la sala de audiencias.

Tan responsable es el poder político que esto no ha cesado de quedar en evidencia a lo largo de los años. Tanto es así, que lejos de luchar contra la trata jugaron un rol nefasto en otra causa resonante de la provincia, la causa Nora, donde la propia intervención de la desmantelada área de trata dictaminó en sus informes que Nora no estaba siendo víctima de ese delito a manos de Garzuzi y Zanello, dos condenados por la explotación sexual de la joven.

En estos 16 años, como hemos denunciado desde Pan y Rosas, las redes de trata siguieron y siguen actuando en la provincia. No podrían hacerlo sin el amparo judicial, policial y político. La cantidad de pibas desaparecidas a las que no buscan es muestra cabal de esto. Delia Gerónimo Polijo, Silvia Gloria Gallardo, Jimena Natalí Arias, son parte de una lista extensa y otra muestra a la luz. La impunidad que tejieron alrededor de la causa de la desaparición de Yamila, así como en la causa Nora o en la casa donde se investiga la muerte de Nadia Abigail Rivero también lo son.

En cada uno de estos casos, los avances en la exigencia de justicia se dieron a partir de la lucha tenaz de otras mujeres hermanas, madres, amigas de las víctimas. Como en esta causa, donde se juzga por los delitos de homicidio y trata de personas a Simone y Palacios, llevar al banquillo de los acusados a los victimarios es puro y exclusivo mérito de ellas, sus familias y amistades.

Lucha contra la impunidad

En todos estos años, no sólo pasó el tiempo para construir la impunidad con la que pretenden escaparse Simone y Palacios, también pasó el tiempo para Soledad y la familia, también, en estos años recorrieron un camino de lucha y aprendizajes, construyeron lazos, cultivaron amistades y la familia, esa que pedía justicia por Yamila fue haciéndose más extensa. Soledad es rotunda en su declaración. La abogada de Simone trata de desviar el foco, de incriminar a la tía de Yamila de quien se decía que ejercía la prostitución. Una vez más el mecanismo patriarcal cargando las tintas sobre las víctimas. Segurísima, cuando le recuerdan su declaración de 2011, Soledad responde: hoy tengo más claras las diferencias entre trata y prostitución que en aquel momento, y sé que una persona que está sometida a la explotación sexual, amenazada no es lo mismo que quien la ejerce por su cuenta”.
Los años y la lucha también han pasado para las demás mujeres de esa familia.

En la sala de audiencias, me siento al lado de Ludmi, hija de Sole. Ante cada declaración contundente o pregunta incisiva para su mamá, Ludmi me hace comentarios lúcidos, cargados de bronca y deseo de justicia. Cuando su tía desapareció ella era muy pequeña, lo mismo que Karen, su hermana. Ambas flanquean, orgullosas a su abuela, la mamá de Yamila para quien no han sido nada fáciles estos años de batalla.

Afuera y adentro de la sala de audiencias, los testimonios de “la Ramo”, Damián, Sole, son seguidos con atención, festejando aciertos y sintiendo nervios ante las preguntas de la defensa que quieren exculpar a Simone y Palacios. También percibimos en nuestros cuerpos, la violencia judicial que una vez más se hace presente en esa sala: la familia Cuello, las y los testigos, están a escasos centímetros de los acusados de femicidio y explotación sexual porque estas audiencias se realizan una minúscula sala de Tribunales, en un viejo edificio de arquitectura oligárquica. El stencil del rostro de Yamila Cuello estampada en la espalda de Soledad mira directamente hacia Néstor Simone. Es apenas un poco de justicia poética frente a tanto destrato.

Adentro y afuera, seguimos exigiendo la poca justicia y resarcimiento que significa saber la verdad de lo que pasó con Yamila. Exigir justicia por ella, para que Soledad y la familia puedan “cerrar una etapa” y saber dónde está su cuerpo tiene en estos días, instancias decisivas. Es una fundamental cita de honor para quienes luchamos desde hace años contra toda forma de violencia hacia las mujeres y diversidades sexuales, así como contra la impunidad para los femicidas y violentos. Es imprescindible acompañar una vez más, para denunciar que en Córdoba sigue habiendo desaparecidas, que el estado es responsable y que... a donde vayan, los iremos a buscar.

 
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