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6 de noviembre de 2015 Twitter Faceboock

SEXUALIDAD
Freud y la cuestión homosexual
Rosa D’Alesio | @rosaquiara

En los años 20 se desarrolló un fuerte debate entre los miembros de la IPA (Asociación Psicoanalítica Internacional fundada por Sigmund Freud), sobre si se debía aceptar a los psicoanalistas homosexuales como miembros de esta Asociación. ¿Qué dijo y qué hizo el fundador del psicoanálisis?

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Sigmund Freud nació en mayo de 1856 en Freiberg, una pequeña ciudad de la actual República Checa, que por entonces pertenecía al Imperio austrohúngaro. Murió en 1939, en Londres, ciudad a la que emigró por el peligro que corría por su ascendencia judía ante el avance del nazismo. Estudió medicina, se especializó en neurología y su interés por abordar los casos de neurastenia (neurosis) lo llevó a construir una teoría y una práctica para abordarlas: el psicoanálisis.

En 1903, dos años antes de escribir Tres ensayos sobre teoría sexual, Freud fue entrevistado por un diario de Viena para conocer su opinión sobre el juicio a un profesional vienés acusado por sus prácticas homosexuales. Su respuesta no dejó dudas “… el homosexual no es propiedad de un tribunal. Además, tengo la firme convicción de que tampoco los homosexuales deben ser tratados como enfermos…”.

En 1920, la Asociación Holandesa de Psicoanálisis recibió la solicitud para ser miembro de un médico, conocido por sus manifestaciones homosexuales. Los holandeses, antes de dar una respuesta, consultaron con Ernest Jones, que pertenecía al círculo cercano de Freud. Jones, en una carta que le escribe a Freud, le cuenta cuál fue su respuesta “aconsejé en contra… y ahora este hombre ha sido descubierto y condenado a prisión” y le pregunta si considera que siempre hay que rechazar la solicitud de psicoanalistas homosexuales. Otto Rank y Freud objetan su planteo y responden “su pregunta, Ernest, concerniente a la posible calidad de miembros homosexuales, ha sido considerada por nosotros y discrepamos con usted. En efecto, no podemos excluir tales personas sin tener otras razones suficientes, así como no estamos de acuerdo con su persecución legal”. La posición de Rank y Freud sostenía que la homosexualidad debía ser un factor neutral o un no factor en la evaluación de los candidatos.

En diciembre de 1921, dentro del comité que dirigía la IPA se enfrenaron al menos dos posiciones: si se debía aceptar o no la solicitud a aspirantes a los analistas homosexuales. Los vieneses, Ferenczi, Rank y Freud consideraban que sí, los berlineses, liderados por Karl Abraham, decían que tal vez sí, tal vez no, pero sostenían que “a los ojos del mundo la homosexualidad es un crimen repugnante y si fuera cometido por uno de nuestros miembros nos traería un grave descrédito”.

Pero quienes más resistían la posición de Freud, respecto a la homosexualidad, eran los analistas de los Estados Unidos.

Freud mantuvo por más de siete año correspondencia con James Putnam, un analista de Harvard, que sostenía que los pacientes necesitan “más que conocerse a sí mismos” conocer las “razones de porqué deberían adoptar ideales más elevados para sus obligaciones”. Los esfuerzos de Freud porque Putnam abandonara su moralina ante pacientes en análisis, fueron en vano. Pero tuvo, al menos, la oportunidad de mofarse de él. En una ocasión Putnam le relató a Freud sus fantasías –de una vida en familia feliz- y este respondió: “Usted está sufriendo de un muy temprano e intenso sadismo reprimido que se expresa a través de una bondad excesiva y autotortura. Detrás de la fantasía de una vida familiar feliz usted debería descubrir las fantasías normales reprimidas de una rica realización sexual”. Y en una de sus últimas cartas a Putnam Freud fue más directo: “La moral sexual tal como la define la sociedad –y como acaso la extrema la sociedad norteamericana- me parece muy despreciable. Me identifico con una vida sexual más libre”.

Freud solo visitó en una oportunidad los Estados Unidos, fue en el otoño de 1909, con el único propósito de difundir su teoría. Dictó cinco conferencias de introducción al psicoanálisis.

En este breve viaje ratificó lo que ya sabía de la sociedad norteamericana: que ostentaban una moral puritana, que eran sexualmente reprimidos, y que sublimaban su energía sexual a través del consumo y la acumulación.

Freud, por la relación epistolar que mantuvo con Putnam, supo que lo que se ejercía en Norteamérica no era una práctica psicoanalítica, al menos no la que él construyó. ¿Qué les pasó a los pacientes homosexuales que se atendieron con analistas como Putnam? Este nunca declinó su posición que debía provocar en sus pacientes su propia visión ética.

¿Qué defendía Freud a los homosexuales o al psicoanálisis?

Tal vez a los dos, pero lo que se ponía en juego era su teoría psicoanalítica. Freud sostenía, en Tres ensayo de teoría sexual, que el psicoanálisis demostraba que toda persona podía hacer una elección de objeto homosexual y que los sentimientos libidinosos con personas del mismo sexo desempeñaban un importante papel en la vida sexual.

Freud, también, se oponía a considerar a las personas homosexuales como un grupo especial. Y fue por esta razón que se opuso al movimiento homosexual alemán, liderado por Karl Ulrich, que se autopercibían como el tercer sexo, al que les respondió en Tres ensayos de teoría sexual.

Aunque junto a ellos se pronunció contra la penalizaban a las personas gay.

Años más tarde, en 1930, cuando la legislación austrogermana planeaba modificar el código penal, donde penalizarían las prácticas homosexuales, Freud firma una declaración donde se rechazaba las leyes que penalizaban las relaciones homosexuales. En la declaración se sostenía que penalizar la vida sexual era una violación a los derechos humanos.

Carta de una madre

Freud recibe, en 1935, una carta de una madre norteamericana, preocupada por su hijo. “Deduzco –dice Freud- que su hijo es homosexual. Me impresiona que no use esta palabra en su información sobre él…”, y agrega, “la homosexualidad no es una ventaja, pero tampoco es algo de lo que una deba avergonzarse; un vicio o una degradación, ni puede clasificarse como una enfermedad”. Y más adelante Freud dice: “Usted me pregunta si puedo ayudarlo, debo suponer que me pregunta si puedo abolir su homosexualidad y hacer ocupar su lugar por la heterosexualidad...”, a lo que afirma: “Si es desdichado, si vive desgarrado por sus conflictos… el análisis puede traerle armonía, tranquilidad mental…”.

La respuesta a la madre norteamericana, escrita en inglés, puede suponerse que no estaba dirigida a ella sino a los analistas de ese país. Su objetivo era decirles que las personas homosexuales podrían no ser tratado adecuadamente en ese país.

Sin embargo, a pesar de todo este recorrido que realiza Freud, ¿por qué echó del consultorio a su paciente, a la que él llamó ‘la joven homosexual’?

Será el tema de una próxima columna.

 
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