Las escenas que se vieron esta semana en el Congreso Nacional parecen de una película de terror. Hasta el martes de esta semana el gobierno y sectores del PT se prestaban a seguir apoyando a Eduardo Cunha (PMDB) en la Comisión de Ética de la Cámara de Diputados, donde Cunha trataba de librarse del proceso judicial por sus cuentas en suiza, ligadas a los escándalos de corrupción.
Por su lado Cunha se aprestaba a rechazar los pedidos de impeachment contra Dilma que él mismo mantenía cajoneados.
El miércoles el PT decidió votar en contra de Cunha en la Comisión de Ética, aún cuando esto implicara la apertura del proceso de impeachment contra la presidenta. Muchos analistas veían allí un indicio de que Lula y el PT le podrían estar soltando la mano al gobierno de Dilma. Es mucho más probable que en las cúpulas del PT haya prevalecido el cálculo de que seguir apoyando a Cunha hubiera representado un costo político demasiado alto, mientras que las chances de trabar el impeachment en el Congreso son grandes, aún iniciado el proceso, ya que para ser aprobado necesita el apoyo de dos tercios de los diputados.
Lo que echa más leña al fuego en la crisis política es el curso que tomará la investigación de la corrupción en la petrolera estatal (Lava Jato) a partir de la detención de Delcídio Amaral, senador del PT, y de la delación premiada de Nestor Cervero. Después de haber armado todo para atrapar a Délcidio “in fraganti”, Cervero declarará que Dilma sabía todo sobre las irregularidades en la compra de la refinería de Pasadena, que tuvo innumerables reuniones con ella para efectivizar la compra sobrefacturada de las refinerías en Estado Unidos. Además de esto, el propio Cunha así como otras figuras del PMDB y del Congreso, como Renan Calheiros (presidente de la Cámara de Senadores), podrían ser alcanzados en los próximos pasos de la investigación, que comienza a salpicar a la propia oposición.
Lo que se viene
El proceso de impeachment va a ser largo, prologándose durante todo el próximo semestre, y estamos lejos todavía de cualquier definición. No solo se trata de innumerables y complejos pasos en el Congreso, sino que veremos una batalla jurídica junto al Supremo Tribunal Federal (STF), sobre la constitucionalidad o no del pedido de juicio político basado en las llamadas “maniobras fiscales” y no en indicios contundentes de corrupción. Veremos que en el próximo período se fortalecerán las voces de la derecha contra el gobierno de Dilma. Veremos también a los movimientos sociales y a los sindicatos oficialistas redoblar los llamados a la “unidad” en defensa del gobierno, contra la derecha, buscando incorporar a sectores de la izquierda a esta unidad.
Debajo de esta cortina de humo, los actores políticos fundamentales, las cúpulas que dominan la política nacional, barajaran y darán de nuevo. ¿Cómo quedará configurada la unidad de los sectores burgueses para garantizar la estabilidad política y la aplicación del ajuste, en un escenario de parálisis del congreso que se anuncia para el año que viene?¿Van a seguir actuando como fuerza de estabilización y apoyando a Dilma? Las primeras declaraciones de las Cámaras Empresariales muestran que la forma de lidiar con el agravamiento de la crisis política puede generar nuevas divisiones entre estos sectores, agravando todavía más el cuadro de incertidumbre y el probable impacto en una economía que ya está en recesión y en la que el desempleo avanza día a día.
No estamos ni con Dilma ni con la derecha. No defendemos un impeachment, donde van a ser los corruptos los que se juzguen a sí mismos. El que más tiene para ganar en este proceso de impeachment es el PMDB, del vicepresidente Michel Temer, un partido conocido por sus caciques corruptos, y que no tiene nada que envidiarle en este terreno al PT y al PSDB. Cualquier gobierno que surja de un impeachment (improbable), sería tan malo para los trabajadores y el pueblo como el gobierno de Dilma que aplica el ajuste exigido por los grandes bancos y empresas.
Más que nunca se hace necesaria una tercera fuerza en la política nacional, que represente los intereses de los trabajadores y de la juventud contra el gobierno de Dilma y el PT de Lula y contra la derecha. Esa alternativa debe ser construida en la lucha de clases mediante la unificación de los procesos de resistencia al ajuste en curso que han enfrentado a la patronal y a los gobiernos del PT, PSDB, PMDB y sus aliados. Pero también es necesario levantar una salida a la crisis política, que pase por enfrentar al conjunto de la casta política que gobierna el país en beneficio de un puñado de privilegiados. Por eso defendemos la demanda de una Asamblea Constituyente, libre y soberana, impuesta por la movilización obrera y popular y organizada de forma independiente del actual sistema de partidos, donde la clase obrera y el pueblo puedan debatir para que sean los ricos los que paguen por la crisis. |