Reunión entre el monarca, Felipe VI y Pablo Iglesias. Foto: EFE
La propuesta que Pablo Iglesias comunicó a Felipe VI, durante su reunión en la mañana del viernes, llamando al PSOE a formar un “gobierno del cambio”, marca la cancha del debate político para los próximos días y coloca al líder del PSOE, Pedro Sánchez, en una encerrona. Si rechaza la propuesta, se irá seguro a nuevas elecciones, pero Podemos se quedará con el “discurso unitario”.
Los sectores del establishment político han puesto el grito en el cielo por la posibilidad de un gobierno PSOE-Podemos. El diario El País publicó una editorial en portada este viernes, defendiendo sin cortapisas por qué no debería seguirse ese camino, sumándose a las variadas operaciones de prensa contra Podemos de la última semana.
Después de Iglesias, el monarca recibió a Pedro Sánchez, a quien informó de la propuesta del líder de Podemos. En la rueda de prensa que brindó al terminar la reunión Sánchez no tuvo otra opción que responder a Podemos. Lo hizo poniendo paños fríos a la propuesta, diciendo que la negociación recién se abre y que esperará a que Rajoy intente formar gobierno para después de su fracaso intentarlo él mismo. Pero al mismo tiempo reconoció que los votantes socialistas no entenderían que se frustrara un pacto de Gobierno con Podemos.
La última de las reuniones que mantuvo el rey –tras una semana de citas con los partidos- fue con Mariano Rajoy, ya en la tarde del viernes. Poco después, la Casa Real informaba que Rajoy declinaba presentarse a la investidura, por lo que se abrirá una nueva ronda de reuniones la semana próxima. Minutos más tarde, el propio Rajoy comparecía en una rueda de prensa para decir que “no se retiraba su candidatura”… pero que aún no tenía apoyos para mantenerla. En fin.
Entre todo tipo de especulaciones, algunos sólo quisieron ver una “jugada inteligente” de Rajoy para pasar la presión sobre Pedro Sánchez, a la espera de que los barones del PSOE bloqueen cualquier intento de pacto con Podemos. Pero lo fundamental es que la declinación de Rajoy a someterse a la votación de investidura suena más a la consumación de la derrota del PP. No cierran los números para formar gobierno y Rajoy no quería exponerse a la votación negativa del Parlamento.
Así las cosas, la posibilidad de un “gobierno de izquierdas” está más cerca, pero no es nada sencilla. Los números los acercan pero no son suficientes. La suma del PP + Ciudadanos es de 162 diputados. La suma del PSOE + Podemos + Izquierda Unida, es de 161. Si prosperase el acuerdo y se llegara a segunda votación para la investidura de Sánchez -donde necesitaría obtener solo una mayoría simple-, la “coalición progresista” necesitaría aun el apoyo de dos diputados, y que nadie más le vote en contra.
Pero para llegar a eso habría que zanjar primero las resistencias dentro del PSOE, donde los barones socialistas rechinan los dientes y, por lo bajo, algunos de ellos apuestan incluso por una “gran coalición” con el PP. Dirigentes del PSOE como Rubalcaba, Madina y otros han tildado de “intento de humillación” e “insulto” la propuesta de Pablo Iglesias.
Las próximas semanas seguirán las negociaciones y la incertidumbre política. El escenario de nuevas elecciones en abril o mayo no se descarta, pero ahora la posibilidad de un “gobierno progresista” o “gobierno del cambio” con PSOE, Podemos e IU ocupa el centro del debate.
Gobernando con la casta
Pablo Iglesias llamó al PSOE a iniciar ya mismo negociaciones públicas para formar un gobierno “del cambio”: “España no se puede permitir esperar a Rajoy”, dijo. “Vamos a hablar de Gobiernos, de equipos y tareas, y nosotros no debatimos con líneas rojas”. “Un gobierno plural con una composición proporcional a los resultados del 20D, los resultados del PSOE, de Podemos y las confluencias, y también de Izquierda Unida”, aseguró Iglesias.
Envalentonado y a sabiendas de que estaba marcando el paso de las negociaciones, Pablo Iglesias apuntó su propuesta de gobierno. En primer lugar, medidas urgentes para los 100 primeros días, “para atajar situaciones graves de emergencia social, como los desahucios sin alternativa habitacional, como los cortes de suministros por pobreza, o como que haya mujeres víctimas de violencia machista sin alternativa habitacional inmediata. Al mismo tiempo hay que atajar la situación de cientos de miles de ciudadanos en España en situación de desempleo, que no reciben ninguna prestación.”
En segundo lugar planteó “medidas de Estado para afrontar los cambios constitucionales que requiere la nueva Transición que estamos viviendo”.
Vistas más allá de su golpe de efecto, las propuestas de Iglesias se reducen a un conjunto de definiciones abstractas de tibio contenido social, para abrir las negociaciones con el PSOE y mostrarse dispuesto a negociar “sin líneas rojas”. Pero, la estrategia de “gobierno progresista” siguiendo el modelo portugués, es decir, bajo liderazgo socialdemócrata –aunque en este caso más “radicalizado”: en Portugal, el Bloco apoyó la investidura pero no entró en el gobierno de Costas-, es lo opuesto a la lucha por resolver las demandas democráticas y sociales más elementales.
El PSOE, partido pilar del régimen bipartidista del ‘78, que gobernó con Felipe González entre 1982-1996 y con Zapatero entre 2004-2011, no es ninguna alternativa de “cambio” real para los trabajadores y sectores empobrecidos. Al contrario, es el partido que gestionó gran parte de la crisis capitalista, iniciando el rescate de la banca y descargando la crisis sobre los trabajadores, recortando derechos sociales y aplicando recortes y despidos masivos. Es el partido que niega el derecho a la autodeterminación y que tiene a la defensa de la monarquía y la unidad de España como bandera de principios. Aquel que Podemos estigmatizó justamente como “la casta” junto al PP. Pero eso fue antes. Ahora las cosas han cambiado y Pablo Iglesias se ha vuelto todo un “hombre de Estado”.
Con su propuesta de Gobierno, Podemos llega a la última estación de su “giro al centro” y su abandono de las demandas democráticas fundamentales que se expresaron en el 15M, que identificaban claramente al PP-PSOE como la “casta política”, responsables ambos de la crisis, “políticos corruptos al servicio del mercado y de los bancos”.
Después de las elecciones municipales de mayo del 2015, Podemos dio un paso importante en su acercamiento con el PSOE, apoyando la formación de gobiernos socialistas en varios ayuntamientos, a cambio del apoyo del PSOE en ciudades como Madrid o Barcelona. Pero entonces mantuvo que no iba a integrarse en gobiernos presididos por el PSOE. Ahora da un paso más hacia la integración en el régimen, y pide ser vicepresidente de Pedro Sánchez en un gobierno no tiene nada de “izquierdas” y si mucho de “restaurador”.
La experiencia de Grecia, donde un “gobierno antiausteridad” encabezado por Syriza terminó aceptando todas las imposiciones de la Troika para transformarse en su aplicador directo, debería ser una valiosa lección para el momento actual en el Estado español. Mas cuando en ese caso se trataba de un gobierno sin los socialdemócratas del PASOK: la propuesta de Iglesias se ubica claramente a la derecha de la de su amigo Tsipras.
Más de cinco millones de personas dieron su voto a Podemos el 20D. Casi un millón lo hicieron por Izquierda Unida. En su mayoría, el vuelco electoral hacia las “opciones del cambio” expresó las ilusiones en que por la vía electoral-institucional podrían conquistarse las reivindicaciones democráticas y sociales que han resonado en cada una de las manifestaciones que han recorrido al Estado desde el inicio de la crisis capitalista.
Podemos (e IU), sin embargo, no se preparan para dar solución a tales demandas, sino que se predisponen a repetir la experiencia griega. O peor aún, a emularla desde una posición mucho más moderada, subordinada a uno de los pilares del régimen, actuando como verdaderos médicos de cabecera del capital. Como decía Marx, la historia se repite dos veces, primero como tragedia y después como farsa.
Las negociaciones no han terminado y la crisis política aún está lejos de resolverse. Pero ante la promesa de un “gobierno de izquierdas” que sólo puede traer nuevas frustraciones, se torna imprescindible la lucha por reactivar la movilización social y por imponer verdaderos procesos constituyentes en el Estado español y las nacionalidades en los que se pueda discutir todo y resolver todo. |