El imperio contraataca
Según el presidente ruso, en un debate acerca de la cuestión nacional (que tuvo lugar en el primer tercio del siglo XX), Lenin se equivocó al querer conceder a las repúblicas integrantes del Estado el derecho a la independencia “y eso fue una bomba atómica bajo el edificio de nuestro Estado: se depositó una bomba bajo un edificio llamado Rusia, que después explotó".
¿Qué sentido tiene este balance histórico? ¿Por qué atacar a la figura de Lenin? Una primera lectura arroja un claro mensaje en relación al conflicto abierto con Ucrania en el 2013, reforzado por el remate: "Las fronteras se decidían de manera absolutamente arbitraria y no siempre justificada. A Ucrania, por ejemplo, le dieron el Donbas [actual región en disputa entre los separatistas prorrusos y el Estado ucraniano, N de R]". De esta forma, se intenta legitimar las aspiraciones expansionistas imperiales de Rusia y justificar la agresiva política exterior, no sólo hacia las zonas aledañas sino también hacia los intereses e intervenciones en Medio Oriente, principalmente en Siria.
Seguir apropiándose de nuestro pasado
Sin embargo, no termina de explicar el ataque hacia una de las principales figuras de la revolución rusa, muerta hace más de 90 años. ¿A qué le teme el maestro de ceremonias del ´Imperio ruso’? Putin ha sabido manifestar aprecio por Stalin y no es para menos ya que, con toda justicia, podría considerárselo el padre de la burocracia gobernante de "La Gran Patria Rusa" (llamada así por los ideólogos nacionalistas que aprueban la opresión a las nacionalidades dentro - y fuera - del territorio). Recordemos que al momento de la muerte de Lenin, una de las discusiones que atravesaba y dividía al Partido Bolchevique giraba alrededor de la cuestión nacional y las nacionalidades oprimidas. Lenin y Trotsky habían librado una enérgica batalla contra el sector de Stalin, alrededor de la independencia de Georgia (habiendo consentido con anterioridad a la misma, a Finlandia en 1918). Levantaban el derecho de cada nación a determinarse y decidir voluntariamente su integración a la República de los Soviets aunque, desde ya, apoyando e incentivando a las organizaciones obreras revolucionarias contra las tendencias reaccionarias y procapitalistas.
Esta cuestión no puede ser tomada por separado del plan estratégico de los dirigentes fundadores de la Tercera Internacional. Para ellos, era necesaria la acción consciente y voluntaria de las masas, organizadas para la toma del poder político en función de la transformación de las bases económicas de la sociedad, la expropiación de los medios de producción, los recursos estratégicos, el monopolio estatal del comercio exterior, entre otras medidas. Es decir, la centralización y administración racional de los recursos nacionales en función de las necesidades de las mayorías.
El lobo con capucha roja devora al leñador
Putin recarga y gatilla: “Gobernar con tus ideas como guía es correcto, pero sólo en el caso de que esa idea lleve a resultado correctos, no como ocurrió con Vladímir Ilich [Lenin, N de R]. Al final esa idea llevó a la ruina de la Unión Soviética"
Tampoco le vendría mal recordar al ex agente de la KGB (servicio de inteligencia ruso) que la transformación social, política y económica llevó a la atrasada y semifeudal Rusia de los zares a dar un salto en su desarrollo convirtiéndose uno de los países más desarrollados de entonces, a pesar del entorpecimiento y la irracionalidad de las trabas burocráticas- tras el ascenso de Stalin - y el aislamiento internacional. La "debacle" no fue producto del triunfo de las ideas de Lenin, sino todo lo contrario: de la traición y derrota de las mismas, o sea del retroceso y aplastamiento del movimiento revolucionario internacional. Fueron los casi 70 años de despotismo burocrático, sobre las conquistas de la revolución, lo que lo devoró por dentro. Usurparon el enorme prestigio internacional que tenían entre los trabajadores del mundo el Partido Bolchevique y el primer estado obrero, para intentar perpetuarse en el poder. Fueron traicionadas una por una las incontables revoluciones que hubo a lo largo del Siglo XX, mientras se degeneraba y se sentaban las bases y condiciones para una restauración y vuelta al capitalismo.
¿Enterramos a Lenin?
Desde el gobierno ruso tuvieron que aclarar, por las dudas, que está fuera de agenda el entierro del embalsamado y expuesto Lenin. Si bien la atrocidad de momificarlo y convertirlo en un ícono inofensivo fue otra de las medidas tomadas por Stalin, como parte de su visión personalista para terminar de convertirse él mismo en el incuestionable gran "Padre de la Patria"; hoy en día puede ser un símbolo peligroso para la clase gobernante ante la perspectiva de nuevas crisis del capitalismo global.
Como decía Marx "La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos", o como escribía Benjamin: "El don de encender en lo pasado la chispa de la esperanza sólo es inherente al historiador que está penetrado de lo siguiente: tampoco los muertos estarán seguros ante el enemigo cuando éste venza. Y este enemigo no ha cesado de vencer".
Preparar el porvenir
La historia oculta del siglo XX es la de las grandes guerras y revoluciones. Las fortalezas que la clase obrera supo construir para el asalto de los cielos, como el Estado obrero de la URSS o la Tercera Internacional, se volvieron en su contra y cumplieron un rol imprescindible para la derrota del movimiento revolucionario insurreccional (también para la defenestración de los ideales revolucionarios y comunistas, sobre los cuales se arma el relato de los vencedores).
Sin embargo, las contradicciones y condiciones que llevaron a esas crisis y gestas no fueron superadas por el capitalismo. La clase obrera internacional tendrá nuevas oportunidades a medida que continúen explotándola y sigan profundizándose las crisis del sistema capitalista mundial. Los líderes del mundo temen esta perspectiva, si bien no es inmediata. Ayer, Stalin tuvo que reinventar la historia y masacrar a miles y miles de honestos revolucionarios, tanto en la URSS como en el mundo para garantizar su poder y borrar la historia del partido de Lenin. Hoy Putín redobla la represión y la opresión a los pueblos bajo su dominio y continúa escupiendo sobre la historia.
Si bien hoy en día es algo lejano, el fantasma de la revolución social, podría despertar ante los cimbronazos y golpes de este sistema ahogado en sus propios engranajes, que intenta resolver sus crisis a punta de fusil. Es por esto que se vuelve imprescindible conocer nuestra historia.
No es casual que Putín, quien admite conservar su carnet de membresía del estalinista Partido Comunista, cerrara su descargo condenando el ajusticiamiento contra el zar y los líderes del imperio de aquel entonces. Y casi citando a Stalin, con una frase que sale de lo profundo de su clase, dice: "nosotros no necesitábamos una revolución global".
Nosotros, sí. |