Claro, Estados Unidos nunca se fue, pero ahora logra recuperar autoridad en la región, aprovechando el escenario regional de crisis económica y vientos reaccionarios.
El giro político a derecha se sigue expresando, no solo en el triunfo de Macri en Argentina, que se muestra como un nuevo agente de Washington en el Cono Sur, y en la ofensiva de las oposiciones reaccionarias en Brasil y en Venezuela, sino en el descalabro de los gobiernos nacionalistas y de centroizquierda, devenidos en ejecutores de planes “gradualistas” de ajuste (como Dilma) e inflación (como Maduro), que dejan caer el mayor peso de la crisis sobre el pueblo trabajador, y cuando pierden el gobierno se convierten en garantes de la “gobernabilidad”, dejando correr el ajuste y la entrega, como hace el kirchnerismo en Argentina.
Pero este avance reaccionario se mueve en un mar de contradicciones, pues una cosa es lograr avances políticos “por arriba”, y otra cosa es imponer un cambio en la relación de fuerzas “por abajo”, es decir, lograr una clara derrota de la clase obrera y el pueblo trabajador en su conjunto, como para avanzar hasta el final sus planes. Esto ya se expresa en las dificultades de la propia derecha para imponerse en las profundas crisis políticas de Brasil (epicentro hoy de la situación regional) y Venezuela.
En Brasil, el gobierno de Dilma está en jaque y no puede descartarse un impeachment, pero la oposición está cruzada por múltiples diferencias y no tiene un plan unificado, como explicamos en otras notas de esta edición.
En Venezuela, la oposición domina la Asamblea Nacional pero no logra acordar cómo “salir de Maduro”, quien por otra parte conserva el apoyo de las FF.AA. y una importante base social rechaza a la derecha.
En Argentina, a sólo tres meses de haber asumido Macri, la ofensiva del gobierno y las patronales genera resistencia pese a la tregua de la burocracia sindical, con un malestar social y político que se expresó en la gran movilización nacional del 24 de marzo.
Por estos días, el paro nacional en Chile, la jornada de paro y protestas en Colombia, el duro conflicto regional de Ucayali en Perú (a días de elecciones nacionales en que se evidencia la crisis de los partidos burgueses), son otros síntomas de que la crisis promueve “vientos reaccionarios”, pero también tendencias a la crisis política y la polarización social.
La ofensiva burguesa e imperialista para imponer un nuevo ciclo de ajuste y entrega, plantea una prueba de fuerzas a los trabajadores de Argentina, Brasil y toda la región, que puede terminar detonando grandes batallas en la resistencia obrera y popular.
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